Ángelus: El Papa se une a la llamada al “alto al fuego global e inmediato”
(30 marzo 2020).- El Papa Francisco apoya la propuesta de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, una llamada al “alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”, realizada el 24 de marzo de 2020.
El Papa hizo el llamamiento después de rezar el Ángelus el pasado domingo, 29 de marzo de 2020, desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. Para ello, pidió una “fraternidad” global y renunciar a las guerras para resolver conflictos a través del diálogo y una búsqueda constructiva de la paz”.
Corredores humanitarios
También abogó por corredores humanitarios: “Me uno a cuantos han aceptado este llamamiento e invito a todos que le den seguimiento deteniendo toda forma de hostilidades bélicas, fomentando la creación de corredores para la ayuda humanitaria, la apertura a la diplomacia, la atención a quienes se encuentran en situaciones de más grande vulnerabilidad”.
Hizo hincapié en la importancia de reconocer una “fraternidad humana” y de no resolver más los conflictos mediante la guerra: “Que nuestro compromiso conjunto contra la pandemia pueda llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los lazos fraternales como miembros de una única familia humana. En particular, suscite en los responsables de las Naciones y otras partes implicadas un renovado compromiso para superar las rivalidades”.
Llamado de António Guterres
En los últimos días, el secretario general de las Naciones Unidas ha lanzado un llamamiento para “un alto al fuego global e inmediato en todo el mundo”, recordando la emergencia actual de la COVID-19, que no conoce fronteras.
António Guterres transmitió su llamado a su cuenta @antonioguterres: “Poner fin a la enfermedad de la guerra y combatir la enfermedad que está asolando nuestro mundo, la pandemia del coronavirus. Comienza con el final de la lucha en todas partes. Esto es lo que necesita nuestra familia humana, ahora más que nunca”.
El 27 de marzo, la ONU anunció que “la llamada a un alto el fuego global por parte del secretario general de la ONU, António Guterres, para hacer frente a la pandemia COVID-19, juntos fue escuchada por los beligerantes en Siria, Yemen, Camerún y Filipinas”.
Hacinamiento en las cárceles
Asimismo, en esta situación de emergencia, el Santo Padre manifestó su preocupación por la tensión que se vive en los centros penitenciarios de todo el mundo, teniendo en cuenta los problemas ya ocurridos algunos de ellos: motines o violencia han causado incluso la muerte de algunas personas internas, como en Brasil o en Colombia.
Así, al finalizar la oración mariana, el domingo, 29 de marzo, Francisco hizo un llamamiento a las autoridades competentes para hacer frente al problema de la superpoblación en las cárceles y a tomar medidas necesarias para evitar futuras tragedias.
“En este momento mi pensamiento va de manera especial a todas las personas que sufren la vulnerabilidad de estar forzadas a vivir en grupos: asilos, cuarteles… En particular me gustaría mencionar a las personas en las cárceles –precisó el Papa– he leído un memorandum oficial de la Comisión de Derechos Humanos que habla del problema del hacinamiento en las prisiones, que podría convertirse en una tragedia. Hago un llamamiento a las autoridades para que sean sensibles a este grave problema y tomen las medidas necesarias para evitar futuras tragedias”.
31.03.20
Santa Marta: El Papa sugiere orar por los que no tienen hogar
Durante la pandemia
(30 marzo 2020).- “Oremos hoy por aquellos que no tienen hogar, en este momento en el cual se nos pide que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”.
Esta es la petición de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta transmitida hoy, 31 de marzo de 2020, en directo.
Al principio de la celebración eucarística Francisco recitó la antífona de entrada que aporta esperanza: “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”.
Jesús se hizo pecado
Después, en su homilía, el Papa comentó las lecturas de hoy tomadas del Libro de los Números (Num 21, 4-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8,21-30), recordando que Jesús se hizo pecado para salvarnos.
“Como dice San Pedro en su carta: ‘Llevó nuestros pecados sobre sí mismo’. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora”, explicó el Pontífice.
Contemplar a Cristo
Y agregó que debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo “bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado… ‘Padre, ¿por qué me has abandonado?’”.
El Obispo de Roma señaló que no es fácil comprender esto “y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión”, proponiendo solo contemplar a Cristo, “rezar y dar gracias”.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo).
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La serpiente no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal. Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para inducir al pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente, la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son fantasía: las creemos y así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo de Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados.
Y el pueblo habló contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no? “¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque aquí no hay pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná”. Y la imaginación – lo hemos leído en los días pasados – siempre va a Egipto: “Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …”. Y también, parece que el Señor no podía soportar a la gente en este momento. Se enfadó: la ira de Dios se ve a veces… Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes abrazadoras que mordían a la gente y morían. “Un gran número de israelitas murieron”.
En ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal: el pueblo ve en la serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el mal. Y se acerca a Moisés y le dice: “Hemos pecado porque hemos hablado contra el Señor y contra ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes”. Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo a Moisés: “Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. Quien será mordido y lo mire, seguirá en vida”.
Me hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud… No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo”.
Jesús levantado: en la cruz. Moisés hace una serpiente y lo levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados sobre sí mismo”. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora.
La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí.
Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado… “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Una serpiente: Yo soy levantado como una serpiente, como lo que es todo pecado.
No es fácil entender esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Solo, contemplar, rezar y dar gracias.
Aquí sigue la oración recitada por el Papa para la comunión espiritual:
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Economía de Francisco: La crisis muestra “cómo todo está interconectado aún más”
Carta al Papa
(31 marzo 2020).- Los jóvenes participantes en la reunión internacional “Economía de Francisco”, programada en Asís del 26 al 28 de marzo y pospuesta al próximo 21 de noviembre de 2020 con motivo de la pandemia global del coronavirus, han enviado un mensaje al Papa en el que aseguran no detenerse.
“La crisis internacional debido al coronavirus muestra una vez más cómo todo está interconectado. A la luz de esta dramática experiencia, la cita que nos dio parece aún más urgente y profética”, expresan.
“Multiplicaremos el compromiso, integraremos los temas, organizaremos eventos y reuniones en las formas posibles, involucraremos otras voces y sensibilidades”, continúa la carta enviada al Pontífice y difundida por la Agencia Fides en una nota.
“Economía de Francisco”
El Santo Padre convocó “Economía de Francisco” el pasado 11 de mayo de 2019, a través de una carta dirigida a los jóvenes economistas, emprendedores y emprendedoras de todo el mundo.
Se trata de un evento que ayuda a “estar juntos y conocernos, que nos lleve a hacer un pacto para cambiar la economía actual y dar un alma a la economía del mañana”.
Encuentro más hermoso
A esta reunión asistirán jóvenes académicos y agentes económicos de 115 naciones diferentes que sostienen que “el encuentro será aún más hermoso, para nosotros y para el mundo que ahora más que ayer espera una economía diferente, a medida del hombre”.
En la citada carta, los jóvenes exponen al Santo Padre las experiencias que deberían haber presentado en respuesta a su llamada: “Diego y su eco-aldea en Brasil, Samer del Líbano, quien ha inventado una plataforma para el trabajo sin barreras, Andrea la joven economista con un corazón de médico” y también “el desafío del microcrédito de Myriam en Uganda, o a Turkan, que desde Azerbaiyán investiga los problemas de la desigualdad de género, y Lilly, la joven activista tailandesa que lucha contra el plástico”.
Cita en noviembre
Además, los participantes indican que habrían escuchado las palabras del Papa Francisco y, después, “compartido un pacto sobre la Tumba de San Francisco”.
Finalmente, recuerdan que “Economía de Francisco” y las muchas personas que están trabajando en este proceso “están atravesando el dolor y la complejidad de la crisi...
01..04.20
Catequesis del Papa: Adentrarnos en “nosotros mismos“ para “hacer espacio a Dios“
Ciclo sobre las bienaventuranzas
(1 abril 2020).- La sabiduría de la sexta bienaventuranza reside en el hecho de que “para contemplar” al Señor “es necesario entrar dentro de nosotros mismos y hacer espacio a Dios porque, como dice san Agustín, ‘Dios es más interior que lo más íntimo mío’”, sostiene el Santo Padre.
En la audiencia general de hoy, 1 de abril de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco ha reanudado la serie de catequesis sobre las bienaventuranzas.
En concreto, esta vez ha reflexionado sobre la sexta de ellas: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
Liberar el corazón
Así, en primer lugar, Francisco describe que dicha bienaventuranza “promete la visión de Dios y tiene como condición la pureza de corazón” y resalta que para contemplar a Dios “no hay que cambiar de gafas o de punto de mira, o cambiar de autores teológicos que enseñen el camino: ¡hay que liberar el corazón de sus engaños! Este es el único camino”.
Lograr un corazón purificado es “el resultado de un proceso que implica una liberación y una renuncia. El puro de corazónno nace así, ha vivido una simplificación interior, aprendiendo a negar el mal dentro de sí, algo que en la Biblia se llama circuncisión del corazón (cf. Dt 10:16; 30:6; Ez 44:9; Jer 4:4)”, explica el Papa.
La guía del Espíritu Santo
Esta purificación interior, indica el Pontífice, supone el reconocimiento de la parte del corazón que está “bajo el influjo del mal”: “Reconocer la parte mala, la parte que está nublada por el mal – para aprender el arte de dejarse siempre adiestrar y guiar por el Espíritu Santo. El camino del corazón enfermo, del corazón pecador, del corazón que no puede ver bien las cosas, porque está en pecado, a la plenitud de la luz del corazón es obra del Espíritu Santo”.
El Espíritu es quien nos guía en este recorrido, “y así, a través de este camino del corazón, llegamos a ‘ver a Dios’”. Contemplar a Dios, aclara el Obispo de Roma, significa “comprender los designios de la Providencia en lo que nos sucede, reconocer su presencia en los sacramentos, su presencia en los hermanos, especialmente en los pobres y los que sufren, y reconocerlo allí donde se manifiesta (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2519)”.
Alegría y paz verdaderas
Finalmente, el Santo Padre remarcó que esta bienaventuranza es “un poco el fruto de las anteriores: si hemos escuchado la sed del bien que habita en nosotros y somos conscientes de que vivimos de misericordia, comienza un camino de liberación que dura toda la vida y nos lleva al Cielo”.
Se trata de “un trabajo serio, un trabajo que hace el Espíritu Santo si le damos espacio para que lo haga, si estamos abiertos a su acción”. Por ello, es posible afirmar que es una obra de Dios en nosotros, en las pruebas y en las purificaciones de la vida, que “lleva a una gran alegría, a una paz verdadera”.
“No tengamos miedo, abramos las puertas de nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos purifique y nos haga avanzar por este camino hacia la alegría plena”, concluye Francisco.
A continuación, sigue la catequesis completa del Papa.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy leemos juntos la sexta bienaventuranza, que promete la visión de Dios y tiene como condición la pureza de corazón.
Un salmo dice: «Dice de ti mi corazón: ‘Busca su rostro’. Sí, Yahvé ,tu rostro busco. No me ocultes tu rostro» (27:8-9).
Este lenguaje manifiesta la sed de una relación personal con Dios, no mecánica, no algo nublada, no: personal, que el libro de Job también expresa como signo de una relación sincera. Dice así el libro de Job: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (Jb 42:5). Y muchas veces pienso que este es el camino de la vida, en nuestra relación con Dios. Conocemos a Dios de oídas, pero con nuestra experiencia avanzamos, avanzamos, avanzamos y al final lo conocemos directamente, si somos fieles… Y esta es la madurez del Espíritu.
¿Cómo llegar a esta intimidad, a conocer a Dios con los ojos? Se puede pensar, por ejemplo, en los discípulos de Emaús, que tienen al Señor Jesús a su lado, «pero sus ojos estaban retenidos para que no lo conocieran» (Lc 24:16). El Señor les abrirá los ojos al final de un camino que culmina con la fracción del pan y que había empezado con un reproche: «¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!” Es el reproche del principio (Lc 24:25). Este es el origen de su ceguera: el corazón insensato y tardo. Y cuando el corazón es insensato y tardo, no se ven las cosas. Se ven las cosas como nubladas.
Aquí reside la sabiduría de esta bienaventuranza: para contemplar, es necesario entrar dentro de nosotros mismos y hacer espacio a Dios porque, como dice San Agustín, «Dios es más interior que lo más íntimo mío » («interior intimo meo«: Confesiones, III,6,11). Para ver a Dios no hay que cambiar de gafas o de punto de mira, o cambiar de autores teológicos que enseñen el camino: ¡hay que liberar el corazón de sus engaños! Este es el único camino.
Es una madurez decisiva: cuando nos damos cuenta de que nuestro peor enemigo se esconde a menudo en nuestro corazón. La batalla más noble es contra los engaños internos que generan nuestros pecados. Porque los pecados cambian la visión interior, cambian la valoración de las cosas, muestran cosas que no son verdaderas, o al menos que non son tan verdaderas.
Por lo tanto, es importante entender qué es la «pureza de corazón». Para ello debemos recordar que para la Biblia el corazón no consiste sólo en los sentimientos, sino que es el lugar más íntimo del ser humano, el espacio interior donde la persona es ella misma. Esto, según la mentalidad bíblica.
El Evangelio de Mateo dice: «Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!» (6,23). Esta «luz» es la mirada del corazón, la perspectiva, la síntesis, el punto de lectura de la realidad (cf. Evangelii gaudium, 143).
¿Pero qué significa corazón «puro»? El puro de corazón vive en la presencia del Señor, conservando en el corazón lo que es digno de la relación con Él; sólo así posee una vida «unificada», lineal, no tortuosa sino simple.
El corazón purificado es, por lo tanto, el resultado de un proceso que implica una liberación y una renuncia. El puro de corazón no nace así, ha vivido una simplificación interior, aprendiendo a negar el mal dentro de sí, algo que en la Biblia se llama circuncisión del corazón (cf. Dt 10:16; 30:6; Ez 44:9; Jer 4:4).
Esta purificación interior implica el reconocimiento de esa parte del corazón que está bajo el influjo del mal: -“Sabe, Padre, siento esto, veo esto y está mal” : reconocer la parte mala, la parte que está nublada por el mal – para aprender el arte de dejarse siempre adiestrar y guiar por el Espíritu Santo. El camino del corazón enfermo, del corazón pecador, del corazón que no puede ver bien las cosas, porque está en pecado, a la plenitud de la luz del corazón es obra del Espíritu Santo. Él es quien nos guía para recorrer este camino. Y así, a través de este camino del corazón, llegamos a «ver a Dios».
En esta visión beatífica hay una dimensión futura, escatológica, como en todas las Bienaventuranzas: es la alegría del Reino de los Cielos hacia la que vamos. Pero existe también la otra dimensión: ver a Dios significa comprender los designios de la Providencia en lo que nos sucede, reconocer su presencia en los sacramentos, su presencia en los hermanos, especialmente en los pobres y los que sufren, y reconocerlo allí donde se manifiesta (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2519).
Esta bienaventuranza es un poco el fruto de las anteriores: si hemos escuchado la sed del bien que habita en nosotros y somos conscientes de que vivimos de misericordia, comienza un camino de liberación que dura toda la vida y nos lleva al Cielo. Es un trabajo serio, un trabajo que hace el Espíritu Santo si le damos espacio para que lo haga, si estamos abiertos a la acción del Espíritu Santo. Por eso podemos decir que es una obra de Dios en nosotros – en las pruebas y en las purificaciones de la vida – y esta obra de Dios y del Espíritu Santo lleva a una gran alegría, a una paz verdadera. No tengamos miedo, abramos las puertas de nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos purifique y nos haga avanzar por este camino hacia la alegría plena.
02.04.20
Santa Marta: Francisco recuerda a las personas “escondidas” en la sociedad
Como las sin techo
(2 abril 2020).- “Pidamos a Santa Teresa de Calcuta que despierte en nosotros un sentido de cercanía a tantas personas que en la sociedad, en la vida normal, viven escondidas pero, como los sin techo, en el momento de la crisis, se destacan de esta manera”.
Esta es la petición de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta transmitida hoy, 31 de marzo de 2020, en directo debido a la pandemia del coronavirus.
Problemas ocultos
De este modo, Francisco recordó que en “estos días de dolor y tristeza ponen de manifiesto tantos problemas ocultos. En el periódico, hoy, hay una foto que golpea el corazón: tantas personas sin hogar en una ciudad tiradas en un estacionamiento, bajo observación… hay tantas personas sin hogar hoy”.
Al principio de la celebración eucarística el Papa recitó la antífona de entrada “Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida” (Heb 9,15).
Hemos sido elegidos
En su homilía, el Pontífice reflexionó sobre las lecturas de hoy, tomadas del libro del Génesis (Gn 17, 3-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 51-59) y que tienen como centro la figura de Abraham, la alianza con Dios y el nuevo anuncio de Jesús que viene a “rehacer” la creación perdonando nuestros pecados.
En este sentido, señaló que “somos cristianos porque hemos sido elegidos” y en esta elección “hay una promesa de esperanza” cuyo signo es la fecundidad de Abraham.
La alianza “es fidelidad, ser fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide una alianza. Una alianza de fidelidad”.
Camino hacia la promesa
Y prosiguió: “El cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del Bautismo: la fe del Bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que sí a la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor te ha hecho y si vives una alianza con el Señor: esta es la vida cristiana”.
Los pecados en este recorrido están siempre en contra de tres dimensiones: no aceptar la elección adorando ídolos, no esperar en la promesa y olvidar la alianza, indicó.
Por ello, finalmente, el Obispo de Roma pidió que camino del cristiano sea “consciente de ser elegido, gozoso de ir hacia una promesa y fiel en el cumplimento de la alianza”.
A continuación, sigue el texto de la homilía ofrecido por Vatican News.
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Homilía del Santo Padre
El Señor siempre ha recordado su alianza. Lo repetimos en el Salmo Responsorial. El Señor no olvida, nunca olvida. Sí, solo olvida en un caso, cuando perdona los pecados. Después de perdonar pierde la memoria, no recuerda sus pecados. En otros casos Dios no olvida. Su fidelidad es memoria. Su fidelidad a su pueblo. Su fidelidad a Abraham es el recuerdo de las promesas que hizo. Dios eligió a Abraham para hacer un camino. Abraham es un elegido, era un elegido. Dios lo eligió. Luego en esa elección le prometió una herencia y hoy, en el pasaje del Libro del Génesis, hay un paso más. En cuanto a ti, mi alianza es contigo. La alianza. Una alianza que le hace ver a lo lejos su fecundidad: te convertirás en el padre de una multitud de naciones. La elección, la promesa y la alianza son las tres dimensiones de la vida de fe, las tres dimensiones de la vida cristiana.
Cada uno de nosotros es un elegido, nadie elige ser cristiano entre todas las posibilidades que le ofrece el «mercado» religioso. Somos cristianos porque hemos sido elegidos. En esta elección hay una promesa, hay una promesa de esperanza, el signo es la fecundidad: «Abraham serás padre de una multitud de naciones y serás fecundo en la fe». Tu fe florecerá en las obras, en las buenas obras, en las obras de fecundidad también, una fe fecunda. Pero debes – el tercer paso – observar la alianza conmigo». Y la alianza es fidelidad, ser fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide una alianza. Una alianza de fidelidad.
Jesús dice que Abraham se regocijó pensando, viendo su día, el día de la gran fecundidad, aquel hijo suyo – Jesús era el hijo de Abraham – que vino a rehacer la creación, que es más difícil que hacerla, dice la liturgia – vino a redimir nuestros pecados, a liberarnos.
El cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del bautismo: la fe del bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que sí a la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor te ha hecho y si vives una alianza con el Señor: esta es la vida cristiana. Los pecados del camino están siempre en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la elección y nosotros «elegir» tantos ídolos, tantas cosas que no son de Dios. No aceptar la esperanza en la promesa, ir, mirar de lejos las promesas, incluso muchas veces, como dice la Carta a los Hebreos, saludándolas de lejos y hacer que las promesas estén hoy con los pequeños ídolos que nosotros hacemos, y olvidar la alianza, vivir sin alianza, como si estuviéramos sin alianza.
La fecundidad es la alegría, esa alegría de Abraham que vio el día de Jesús y se llenó de alegría. Esta es la revelación que la palabra de Dios nos da hoy sobre nuestra existencia cristiana. Que sea como aquella de nuestro Padre: consciente de ser elegido, gozoso de ir hacia una promesa y fiel en el cumplimento de la alianza.
El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual.
Oración para la comunión espiritual
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo): “Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
03.04.20
Santa Marta: Orar “por los que ayudan hoy” y pensar “en el mañana”
Contemplar los dolores de la Virgen
(3 abril 2020).- “Hay gente que desde ahora empieza a pensar en el después: el después de la pandèmia. A todos los problemas que vendrán: problemas de pobreza, de trabajo, de hambre… Oremos por todos los que ayudan hoy, pero también pensemos en el mañana, para ayudar a todos nosotros”.
Esta es la plegaria de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta de hoy, 3 de abril de 2020.
En ella dirigió su pensamiento a la pobreza, el desempleo y el hambre causados por la pandemia del coronavirus, orando por aquellos que ya están tratando de remediarlo.
Al inicio de la Eucaristía, transmitida en directo, Francisco recitó la antífona de entrada, una invocación de ayuda en la angustia: “Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado; líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Señor, que no me avergüence de haberte invocado” (Sal 30, 10. 16. 18).
Nuestra Señora de los Dolores
Después, el Papa dedicó la homilía de la Misa de este viernes de la V Semana de Cuaresma, que precede al Domingo de Ramos a Nuestra Señora de los Dolores.
De este modo, el Pontífice resaltó el papel de la Virgen como discípula, porque siguió a Jesús junto a las otras mujeres, y como madre, titulo confirmado por su hijo en el momento de la Cruz: “En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos”, explicó el Obispo de Roma.
Pensar en los dolores de María
El Santo Padre recomendó detenerse hoy y “pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los ha llevado, cómo los ha llevado bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor”.
Y concluyó: “Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: ‘Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo’”.
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Homilía del Papa
En este Viernes de pasión que precede al Domingo de Ramos, en la cual conmemoramos los dolores de María, el Papa Francisco dedicó su homilía a Nuestra Señora de los Dolores. Hoy – dijo – nos hará bien pensar en los dolores de la Virgen y agradecerle porque aceptó ser Madre de Jesús.
Este Viernes de Pasión, la Iglesia recuerda los dolores de María, Nuestra Señora de los Dolores. Desde hace siglos se cultiva esta veneración del pueblo de Dios. Se han escrito himnos en honor a Nuestra Señora de los Dolores: estaba al pie de la cruz y la contemplan allí, sufriendo. La piedad cristiana ha recogido los dolores de la Virgen y habla de los “siete dolores”. El primero, solo 40 días después del nacimiento de Jesús, la profecía de Simeón que habla de una espada que atravesará su corazón. El segundo dolor, se refiere a la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo. El tercer dolor, esos tres días de angustia cuando el niño se quedó en el templo. El cuarto dolor, cuando Nuestra Señora se encuentra con Jesús en el camino al Calvario. El quinto dolor de Nuestra Señora es la muerte de Jesús, ver al Hijo allí, crucificado, desnudo, muriendo. El sexto dolor, el descenso de Jesús de la cruz, muerto, y lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de 30 años [antes] en Belén. El séptimo dolor es el entierro de Jesús. Y así, la piedad cristiana sigue este camino de Nuestra Señora que acompaña a Jesús. Es bueno para mí, por la tarde, cuando rezo del Ángelus, rezar estos siete dolores como recuerdo de la Madre de la Iglesia, cómo la Madre de la Iglesia con tanto dolor ha podido darnos a luz a todos.
La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: “Soy la Madre, mírenme: soy la Reina Madre”. Ella nunca dijo eso. No pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigas, mujeres piadosas, seguía a Jesús, escuchaba a Jesús. Una vez que alguien la reconoció: “Ah, aquí está la madre”, “Tu madre está aquí” … Ella estaba siguiendo a Jesús. Hasta el Calvario. Y allí, de pie… la gente seguramente le decía: “Pero, pobre mujer, cómo va a sufrir”, y los malos seguramente dijeron: “Pero, ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría terminado así”. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo.
Honrar a la Virgen y decir: “Esta es mi Madre”, porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz. Tus hijos, tú eres Madre. No la nombró primer ministro ni le dio títulos de “funcionalidad”. Solo “Madre”. Y luego, los Hechos de los Apóstoles la muestran en oración con los Apóstoles como una madre. Nuestra Señora no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre. No pidió para sí misma ser cuasi-redentora o una co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre. Y así, como madre debemos pensar en ella, debemos buscarla, debemos rezarle. Ella es la Madre. En la Iglesia Madre. En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos.
Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los ha llevado, cómo los ha llevado bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor. Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: “Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo”.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a realizar la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa durante la misma.
Oración para la comunión espiritual
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo).
04.04.20
Día Internacional del Deporte: Frutos en tiempo de pandèmia
Palabras del Papa antes del Ángelus
(5 abril 2020).- Con motivo del Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, celebrado el 6 de abril, el Papa Francisco destaca los frutos del deporte, beneficiosos en tiempos de pandemia.
Al rezar el Ángelus al final de la Misa del Domingo de Ramos, transmitida en vivo desde la Basílica de San Pedro el 5 de abril de 2020, el Papa habló de este día lanzado por las Naciones Unidas.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los que han paticipado a través de los medios de comunicación social. En particular, mis pensamientos van a los jóvenes de todo el mundo que viven de una manera sin precedentes, a nivel diocesano, el Día Mundial de La juventud. Hoy se planeó pasar la Cruz de los jóvenes de Panamá a los de Lisboa.
Este gesto tan sugerente se pospone al domingo de Cristo Rey, el 22 de noviembre. En espera de ese momento, les insto a ustedes, jóvenes, a cultivar y dar testimonio de esperanza, generosidad y solidaridad que todos necesitamos en estos tiempos difíciles.
Mañana, 6 de abril, se celebra el Día Mundial del Deporte para el Desarrollo y la Paz, proclamado por las Naciones Unidas. En este período, muchos eventos están suspendidos, pero salen a la luz los mejores frutos del deporte: la resistencia, el espíritu de equipo, la hermandad, el dar lo mejor de uno mismo… Por lo tanto, relancemos el deporte para la paz y el desarrollo.
Queridos hermanos, comencemos con fe la Semana Santa, en la que Jesús sufre, muere y resucita. Las personas y las familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas están invitadas a recogerse en oración en casa, ayudados también por los medios de comunicación tecnológicos. Unámonos espiritualmente a los enfermos, a sus familias y a los que los cuidan con tal abnegación; recemos por los enfermos, a sus familias y los que los cuidan con tanta abnegación. Recemos por los difuntos en la luz de la fe Pascual. Cada uno está presente en nuestros corazones, en nuestro recuerdo, en nuestra oración.
De María aprendemos el silencio interior, la mirada del corazón, la fe amorosa para seguir Jesús en el camino de la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.
06.04.20
Santa Marta: Rezar por el problema de la superpoblación en las cárceles
Jesús, siempre presente en los pobres
(6 abril 2020).- “Pienso en un grave problema que existe en muchas partes del mundo. Me gustaría que hoy rezáramos por el problema de la superpoblación en las cárceles. Donde hay hacinamiento – tanta gente allí – existe el peligro, en esta pandemia, de que termine en una grave calamidad. Oremos por los responsables, por los que tienen que tomar las decisiones en esto, para que encuentren un camino justo y creativo para resolver el problema”.
Esta es la plegaria de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta de hoy, 6 de abril de 2020, que continúa siendo emitida en directo diariamente debido a la pandemia de coronavirus.
Los pobres
En su homilía, el Papa Francisco reflexionó en torno al pasaje del Evangelio de Juan (Jn 12, 1-11) en el que María, hermana de Lázaro, ungió con un precioso perfume los pies de Jesús, provocando la crítica de Judas.
Ese perfume, según el que iba a traicionar al Señor, podría venderse y lo recabado podía ser entregado a los pobres. El evangelista señala que dijo esto no porque se preocupaba por los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía la bolsa común, cogía lo que ponían en ella.
Jesús le respondió: “Déjala hacer, porque ella tenía reservado ese perfume para el día de mi sepultura. Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, pero no siempre me tienen a mí”.
El Papa se refirió entonces a los pobres y subrayó las palabras de Jesús: “Los pobres siempre están con ustedes”. En este sentido, apuntó que los necesitados son muchos: ”Están los pobres que vemos, pero ésta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres ocultos. Y no los vemos porque entramos en esta cultura de indiferencia que es negacionista y negamos”.
Jesus, siempre presente en los pobres
Muchos de los pobres son víctimas de las políticas financieras y de la injusticia estructural de la economía mundial y se avergüenzan de no tener medios y acuden a Cáritas en secreto.
“Y hay tantos, tantos, que nos encontraremos con ellos en el juicio”, señala el Pontífice. Pues, seremos juzgados por nuestra relación con los pobres, “no seremos juzgados por el lujo o los viajes que hagamos o la importancia social que tengamos”, aclaró.
Y añadió: ”Si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no están ahí, el Señor me ignorará el día del Juicio”.
Finalmente, remarcó: “Cuando Jesús dice: ‘Tienen a los pobres siempre con ustedes’, quiere decir: ‘Siempre estaré contigo en los pobres. Estaré presente allí’. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto”.
A continuación, sigue la homilía completa del Santo Padre ofrecida por Vatican News.
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Homilía del Papa
Este pasaje termina con una observación: “Los jefes de los sacerdotes decidieron entonces matar a Lázaro también, porque muchos judíos se alejaban de ellos por él y creyeron en Jesús”. El otro día vimos los pasos de la tentación: la seducción inicial, la ilusión, luego crece – paso dos – y paso tres, crece y se contagia y se justifica. Pero hay otro paso: sigue adelante, no se detiene. Para éstos no fue suficiente con matar a Jesús, sino también a Lázaro, porque era un testigo de la vida.
Pero hoy me gustaría detenerme en una palabra de Jesús. Seis días antes de Pascua – estamos justo en la puerta de la Pasión – María hace este gesto de contemplación: Marta servía – como en el otro pasaje – y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y piensa en los pobres, pero no porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como guardaba la caja de dinero, cogía lo que ponían en ella. Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre la hay, incluso a un alto nivel: pensemos en algunas organizaciones caritativas o humanitarias que tienen tantos empleados, tantos, que tienen una estructura muy rica en personas y al final el cuarenta por ciento llega a los pobres, porque el sesenta es para pagar el sueldo a tanta gente. Es una forma de quitarles el dinero a los pobres. Pero la respuesta es Jesús. Y aquí quiero parar: “Los pobres siempre están con ustedes”. Es una verdad: “Los pobres siempre están con ustedes”. Los pobres están ahí. Son muchos: están los pobres que vemos, pero ésta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres ocultos. Y no los vemos porque entramos en esta cultura de indiferencia que es negacionista y negamos: “No, no, no son muchos, no se ven; sí, es así…”, siempre disminuyendo la realidad de los pobres. Pero hay muchos, muchos.
O incluso, si no entramos en esta cultura de la indiferencia, existe la costumbre de ver a los pobres como adornos de una ciudad: sí, están ahí, como estatuas; sí, están ahí, se pueden ver; sí, esa viejecita mendigando, esa otra… Pero como si fuera algo normal. Es parte de la ornamentación de la ciudad tener gente pobre. Pero la gran mayoría son las víctimas pobres de las políticas económicas, de las políticas financieras. Algunas estadísticas recientes lo resumen así: hay tanto dinero en manos de unos pocos y tanta pobreza en muchos, en muchos. Y esta es la pobreza de tantas personas que son víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial. Y [hay] tantos pobres que se avergüenzan de mostrar que no llegan a fin de mes; tantos pobres de la clase media, que van en secreto a Cáritas y piden en secreto y sienten vergüenza. Los pobres son mucho más que los ricos; mucho, mucho… Y lo que dice Jesús es cierto: “Porque los pobres están siempre con ustedes”. ¿Pero yo los veo? ¿Soy consciente de esta realidad? Especialmente la realidad oculta, los que se avergüenzan de decir que no llegan a fin de mes.
Recuerdo que en Buenos Aires me habían dicho que, en el edificio de una fábrica abandonada, vacía durante años, estaba habitado por unas quince familias que habían llegado en esos últimos meses. Fui allí. Eran familias con niños y cada uno había tomado una parte de la fábrica abandonada para vivir. Y, mirándolos, vi que cada familia tenía buenos muebles, muebles de clase media, tenían televisión, pero iban allí porque no podían pagar el alquiler. Los nuevos pobres que tienen que dejar la casa porque no pueden pagarla, van allí. Es esa injusticia de la organización económica o financiera la que los lleva allí. Y hay tantos, tantos, que nos encontraremos con ellos en el juicio. La primera pregunta que nos hará Jesús es: “¿Cómo te va con los pobres? ¿Los has alimentado? Cuando estaba en prisión, ¿los has visitado? En el hospital, ¿lo viste? ¿Ayudó a la viuda, al huérfano? Porque yo estaba allí”. Y por eso seremos juzgados. No seremos juzgados por el lujo o los viajes que hagamos o la importancia social que tengamos. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no están ahí, el Señor me ignorará el día del Juicio. Cuando Jesús dice: “Tienen a los pobres siempre con ustedes”, quiere decir: “Siempre estaré contigo en los pobres». Estaré presente allí”. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo).
07.04.20
Santa Marta: Francisco ora por los perseguidos que “sufren un juicio injusto”
Como el de Jesús
(7 abril 2020).- “En estos días de Cuaresma hemos visto la persecución que sufrió Jesús y cómo los doctores de la ley se ensañaron contra él: fue juzgado con dureza, con saña, siendo inocente. Me gustaría rezar hoy por todas las personas que sufren un juicio injusto a causa de la persecución“.
Esta es la plegaria de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta de hoy, 7 de abril de 2020, emitida en directo diariamente debido a la pandemia de coronavirus.
En este Martes Santo, Francisco leyó la antífona de entrada tomada del Salmo 26: “No me incluyas entre los pecadores ni entre los hombres sanguinarios: ellos tienen las manos llenas de infamia”.
Después, en su homilía, reflexionó sobre las lecturas de hoy, tomadas del Libro del Profeta Isaías (Is 49, 1-6), el segundo Canto del Siervo y el Evangelio de Juan (Jn 13, 21-33. 36-38) que habla de la traición de Judas y la negación de Pedro.
Nuestro destino es servir
En torno a ellas, el Papa recordó que cada uno nace “con el destino de ser hijo de Dios, de ser siervo de Dios, con la tarea de servir, de construir, de edificar” y que “el siervo de Yahvé, Jesús, sirvió hasta la muerte: parecía una derrota, pero era la manera de servir. Y esto subraya la manera de servir que debemos tener en nuestras vidas”.
De este modo, define que servir es “darse a sí mismo, darse a los demás”. El pueblo de Dios es siervo, “y cuando el pueblo de Dios se aleja de esta actitud de servicio es un pueblo apóstata: se aleja de la vocación que Dios le ha dado. Y cuando cada uno de nosotros se aleja de esta vocación de servicio, se aleja del amor de Dios, y construye su vida sobre otros amores, muchas veces idólatras”.
Caer y pedir perdón
Asimismo, el Pontífice reconoce que en la vida hay caídas: “cada uno de nosotros es un pecador y puede caer, y ha caído”. Pero lo importante, resalta, es la actitud ante Dios: “la de un pecador que es capaz de pedir perdón, como Pedro, que jura que ‘no, nunca te negaré, Señor, nunca, nunca, nunca’, pero luego, cuando el gallo canta, llora. Se arrepiente”.
“Este es el camino del servidor: cuando resbala, cuando cae, pide perdón”, insiste, porque el que no comprende que ha caído “la pasión lo toma de tal manera que lo lleva a la idolatría, abre su corazón a satanás, entra en la noche” y esto es lo que le pasó a Judas.
Finalmente, en este sentido, el Papa Francisco dijo: “Pidamos la gracia de perseverar en el servicio. A veces con resbalones, caídas, pero la gracia de al menos llorar como Pedro lloró”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía completa del Santo Padre ofrecida por Vatican News.
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Homilía del Papa
La profecía de Isaías que hemos escuchado es una profecía sobre el Mesías, sobre el Redentor, pero también una profecía sobre el pueblo de Israel, sobre el pueblo de Dios: podemos decir que puede ser una profecía sobre cada uno de nosotros. En esencia, la profecía enfatiza que el Señor ha elegido a su servidor desde el vientre materno: lo dice dos veces. Su siervo fue elegido desde el principio, desde el nacimiento o antes del nacimiento. El pueblo de Dios fue elegido antes de nacer: también cada uno de nosotros. Ninguno de nosotros cayó en el mundo por casualidad, por caso. Cada uno tiene un destino, un destino libre, el destino de la elección de Dios. Yo nazco con el destino de ser hijo de Dios, de ser siervo de Dios, con la tarea de servir, de construir, de edificar. Y esto, desde el seno materno.
El siervo de Yahvé, Jesús, sirvió hasta la muerte: parecía una derrota, pero era la manera de servir. Y esto subraya la manera de servir que debemos tener en nuestras vidas. Servir es darse a sí mismo, darse a los demás. Servir no es pretender para cada uno de nosotros otro beneficio que no sea el de servir. Servir es la gloria, y la gloria de Cristo es servir hasta el punto de aniquilarse hasta la muerte, la muerte en la cruz. Jesús es el servidor de Israel. El pueblo de Dios es siervo, y cuando el pueblo de Dios se aleja de esta actitud de servicio es un pueblo apóstata: se aleja de la vocación que Dios le ha dado. Y cuando cada uno de nosotros se aleja de esta vocación de servicio, se aleja del amor de Dios, y construye su vida sobre otros amores, muchas veces idólatras.
El Señor nos ha elegido desde el vientre materno. En la vida hay caídas: cada uno de nosotros es un pecador y puede caer, y ha caído. Solo la Virgen y Jesús… todos los demás hemos caído, somos pecadores. Pero lo que importa es la actitud ante el Dios que me eligió, que me ungió como siervo; es la actitud de un pecador que es capaz de pedir perdón, como Pedro, que jura que “no, nunca te negaré, Señor, nunca, nunca, nunca”, pero luego, cuando el gallo canta, llora. Se arrepiente. Este es el camino del servidor: cuando resbala, cuando cae, pide perdón.
En cambio, cuando el siervo no puede comprender que ha caído, cuando la pasión lo toma de tal manera que lo lleva a la idolatría, abre su corazón a satanás, entra en la noche: eso es lo que le pasó a Judas.
Pensemos hoy en Jesús, el siervo, fiel en el servicio. Su vocación es servir hasta la muerte, y la muerte en la Cruz. Pensemos en cada uno de nosotros, parte del pueblo de Dios: somos servidores, nuestra vocación es servir, no aprovechar nuestro lugar en la Iglesia. Servir. Siempre en servicio.
Pidamos la gracia de perseverar en el servicio. A veces con resbalones, caídas, pero la gracia de al menos llorar como Pedro lloró.
El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa:
“Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por encima de todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que no puedo recibirte sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como ya has venido, te abrazo y me uno enteramente a Ti. No dejes que nunca me separe de ti”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo).
“Salve, Reina de los cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
08.04.20
El Papa recalca que “debemos dejar que el Señor nos sirva” – Homilía completa
(9 abril 2020).- Improvisando sus palabras en la homilía de esta tarde, el Santo Padre ha invitado a todos los fieles a dejarnos lavar por el Señor, permitiendo que Él “sea nuestro siervo”, dirigiéndose especialmente a los sacerdotes y a los consagrados.
Este Jueves Santo, 9 de abril de 2020, en las inusuales circunstancias provocadas por la pandemia mundial, el Papa ha presidido la celebración de la Cena del Señor en el altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, de manera privada con un grupo reducido de sacerdotes, laicos y religiosos.
“Con esta conciencia de tener necesidad de ser lavados perdonen con un corazón grande, generoso, de perdón”, ha predicado a los consagrados. “¡No tengan miedo de perdonar!” ha exclamado. “Miren a Cristo, ahí está el perdón de todos y sean valientes, incluso en el arriesgar, en el perdonar”.
Sacerdotes, “ungidos para servir”
“Agradezco a Dios por la gracia del sacerdocio, todos nosotros”, ha expresado el Papa. Recordando la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, el Pontífice se ha dirigido principalmente a los sacerdotes, los “ungidos por el Señor, ungidos para hacer la Eucaristía, ungidos para servir”, les ha dicho. “Quisiera estar cerca de todos los sacerdotes: desde los recientemente ordenados hasta los mayores, de los obispos, de todos”.
Este año, durante la celebración, debido a la actual crisis sanitaria, no se ha llevado a cabo el rito del lavado de pies ni la procesión ofertoria. Además, se ha omitido la reserva del Santísimo Sacramento.
A continuación, ofrecemos la homilía transcrita por esta redacción de manera no oficial, tras la celebración de la Misa.
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Homilía del Papa Francisco
La Eucaristía es servicio, es unción, la realidad que hoy vivimos en esta celebración es que el Señor que quiere permanecer con nosotros en la Eucaristía, y nosotros nos convertimos siempre en tabernáculo del Señor, llevamos al Señor con nosotros hasta el punto de que Él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y no bebemos su sangre no entraremos en el Reino de los Cielos.
Este misterio del pan y del vino es el misterio del Señor con nosotros, en nosotros y dentro de nosotros. Servicio, ese gesto que es condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, los unos a los otros. Lo vemos en ese intercambio de palabras que ha tenido con Pedro le hace entender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que sea el siervo de Dios nuestro siervo.
Esto es difícil de entender: Si yo no dejo que el Señor sea mi servidor, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos.
El sacerdocio. Quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes: desde los recientemente ordenados hasta los mayores, de los obispos… todos somos sacerdotes. Somos ungidos por el Señor, ungidos para hacer la Eucaristía, ungidos para servir.
Hoy no se celebra la Misa Crismal, espero que podamos tenerla antes de Pentecostés. Si no, la tendremos que trasladar al año que viene, pero puedo dejar pasar esta celebración sin recordar a los sacerdotes, los sacerdotes que ofrecen la vida por el Señor, sacerdotes que son servidores. Estos días han muerto más de 60 aquí en Italia, en la atención a los enfermos, en los hospitales, con los médicos, con los enfermeros son los santos de la puerta de al lado, sirviendo han dado la vida.
Pienso también en los que están lejos. He recibido una carta de un sacerdote que me habla de una cárcel lejana, narra como vive esta Semana Santa con los reos, un franciscano. Sacerdotes que van lejos para llevar el Evangelio y mueren allí, como me decía un obispo que la primera cosa que hacía cuando iba a los lugares de misión era visitar la tumba de los sacerdotes que han dejado su vida ahí, que han muerto por la peste de esos lugares, porque no estaba preparados, no tenía anticuerpos, nadie sabe su nombre: sacerdotes anónimos, párrocos del campo, que son párrocos de 4, 5, 6 ó 7 pequeñas aldeas, que van allí y conocen a la gente. Una vez, uno me decía que conocía el nombre de toda la gente del pueblo. “¿De verdad?” –Le pregunté yo–. “Incluso el nombre de los perros”. La cercanía sacerdotal, buenos sacerdotes.
Hoy los llevo en el corazón y los presento al altar. A los sacerdotes calumniados, que muchas veces sucede hoy, y que no pueden ir por la calle, suceden cosas feas en relación al drama que hemos vivido y que hemos descubierto a sacerdotes que no eran sacerdotes. Algunos me decían que no pueden salir de casa con el clériman y ellos continúan. Sacerdotes pecadores que junto con el Papa pecador, no se olvidan de pedir perdón y aprenden a perdonar. Porque ellos saben que tienen la necesidad de pedir perdón y de perdonar porque somos pecadores. Sacerdotes que sufren alguna crisis y no saben que hacer, están en la oscuridad. Hoy todos ustedes, queridos sacerdotes, están aquí conmigo en el altar.
Queridos consagrados: Solo les digo una cosa. No sean testarudos como Pedro, déjense lavar los pies, el Señor es vuestro siervo, Él está cerca de ustedes para darles la fuerza, para lavarles los pies. Que así, con esta conciencia de tener necesidad de ser lavados perdonen con un corazón grande, generoso, de perdón. Es la medida con la cual nosotros seremos medidos, con lo que tú has perdonado serás perdonado, con la misma medida. ¡No tengan miedo de perdonar! Muchas veces tenemos dudas: Miren a Cristo, ahí está el perdón de todos y sean valientes, incluso en el arriesgar, en el perdonar.
Para consolar, y si no pueden dar un perdón sacramental en ese momento, den la consolación y dejen la puerta abierta.
Agradezco a Dios por la gracia del sacerdocio, todos nosotros. Agradezco a Dios por ustedes, sacerdotes, Jesús les quiere bien. Solo quiere que ustedes se dejen lavar los pies..
09.04.20
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