8 de març 2020

PAPA INDISPOST






Ángelus: “Ser testigos de Jesús es un don que no hemos merecido”

Palabras del Papa antes del Ángelus

( 8 marzo 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, el Santo Padre Francisco dirigió el rezo del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano. Al final del Ángelus el Papa apareció en la ventana del estudio para saludar a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Es un poco extraña esta oración del Ángelus de hoy, con el Papa “enjaulado” en la biblioteca, pero os veo, estoy cerca de vosotros. Y también me gustaría empezar agradeciendo a ese grupo…[presente en la plaza] manifestando y luchando “Por los olvidados de Idlib”. ¡Gracias! Gracias por lo que hacéis.
Esta forma de rezar el Ángelus hoy lo hacemos para hacer los arreglos preventivos, a fin de evitar pequeñas aglomeraciones de personas, lo que puede facilitar la transmisión del virus.
El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma (cf. Mt 17, 1-9) nos presenta el relato de la Transfiguración de Jesús. Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y sube a un monte alto, símbolo de la cercanía a Dios, para abrirles a una comprensión más completa del misterio de su persona que tendrá que sufrir, morir y luego resucitar. De hecho, Jesús había empezado a hablarles sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección que le esperaba, pero ellos no podían aceptar esa perspectiva. Por esta razón, habiendo llegado a la cima de la montaña, Jesús se sumergió en la oración y se transfiguró ante los tres discípulos: “su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (v. 2).
A través del maravilloso evento de la Transfiguración, los tres discípulos están llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios resplandeciente de gloria. Así, avanzan en el conocimiento de su Maestro, al darse cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos se revela la dimensión sobrenatural y divina y de  Jesús. Y desde lo alto resuena una voz que dice: “Este es mi Hijo amado […]. Escúchenlo” (v. 5). Es el Padre Celestial quien confirma la “investidura”, si se puede llamar así, de Jesús ya hecha el día del bautismo en el Jordán e invita a los discípulos a escucharlo y seguirlo.
Hay que destacar que, en medio del grupo de los Doce, Jesús elige llevar consigo al monte a Pedro, Santiago y Juan. Les reservó el privilegio de presenciar la transfiguración. Pero, por qué hace esta elección?, Porque son los más santos? No. Y sin embargo… Pedro, en la hora de la prueba, lo negará; y los dos hermanos Santiago y Juan pedirán ocupar los primeros lugares de su reino (cf. Mt 20, 20-23). Jesús, sin embargo, no elige según nuestros criterios, sino según su plan de amor. Es amor y Él elije con amor. Se trata de una elección gratuita, libre e incondicional, una iniciativa libre, una amistad divina que no pide nada a cambio. Y así como llamó a esos tres discípulos, también hoy… …llama a algunos a estar cerca de Él para poder ser testigos. Ser testigos de Jesús es un don que no hemos merecido: nos sentimos inadecuados, pero no podemos echarnos atrás con la excusa de nuestra incapacidad.
No hemos estado en el Monte Tabor, no hemos visto con nuestros propios ojos el rostro de Jesús… brillando como el sol. Sin embargo a nosotros también se nos ha dado la Palabra de salvación, se nos ha donado la fe y hemos experimentado, de diferentes formas, la alegría del encuentro con Jesús. Jesús también a nosotros nos dice: “Levántate y no tengas miedo” (Mt 17, 7). En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la luz de Dios está nublada por las preocupaciones de la vida cotidiana y a menudo decimos: No tengo tiempo para  rezar, no puedo servir en la parroquia, responder a las peticiones de los demás…
Pero no debemos olvidar que el Bautismo y la Confirmación que recibimos nos hicieron… testigos, no por nuestra capacidad, sino por el don del Espíritu.
En el tiempo propicio de la Cuaresma, que la Virgen María nos obtenga esa docilidad al Espíritu, que es indispensable si queremos emprender resueltamente el camino de la conversión.






Covid-19: El Ángelus y la audiencia general del Papa en vídeo

Para evitar reuniones en la Plaza de San Pedro

(8 marzo 2020).-Por lo que se refiere a los actos de los próximos días, el rezo del Ángelus del Santo Padre del domingo 8 de marzo tendrá lugar desde la Biblioteca del Palacio Apostólico y no en la plaza, desde la ventana, ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
La oración será transmitida en directo en streaming desde el Vaticano y por las pantallas de la Plaza de San Pedro y será distribuida por Vatican Media a los medios que lo soliciten, para permitir la participación de los fieles.
Asimismo, la celebración de la audiencia general del miércoles 11 de marzo y las celebraciones matutinas de la Eucaristía en la capilla de Santa Marta seguirán la misma modalidad que la del Ángelus.
Estas decisiones son necesarias para evitar el riesgo de difusión del COVID-19 debido a la concentración de personas durante los controles de seguridad para el acceso a la Plaza, como también han solicitado las autoridades italianas.
En cumplimiento de las disposiciones de la Dirección de Salud e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano, la participación de los fieles invitados a las misas en Santa Marta se suspenderá hasta el domingo 15 de marzo. El Santo Padre celebrará la Eucaristía en privado.




Santa Marta: Francisco ofrece la Misa por los enfermos de coronavirus

Homilía del Santo Padre

(9 marzo 2020).- “En estos días, ofreceré una Misa para los enfermos de esta epidemia de coronavirus, para los médicos, enfermeras, voluntarios que ayudan mucho, familiares, personas mayores en casas de retiro, prisioneros que están encerrados. Oremos juntos esta semana, esta fuerte oración al Señor: ’Sálvame, Señor, y dame misericordia. Mi pie está en el camino correcto. En la asamblea bendeciré al Señor’”, dijo el Papa Francisco.
Reconocerse pecadores
En su homilía, Francisco comentó la primera lectura del Libro del Profeta Daniel, recordando la necesidad de reconocerse como pecadores y de preparación del sacramento de la reconciliación, confesando los pecados con el corazón, avergonzados por haberlos cometido.
Para el Pontífice, “cuando tenemos no solo el recuerdo, el recuerdo de los pecados que hemos cometido, sino también el sentimiento de vergüenza, esto toca el corazón de Dios y responde con misericordia”.
La vergüenza
Así, “el camino para ir al encuentro de la misericordia de Dios, es avergonzarse de las cosas malas, de las cosas malas que hemos hecho”, de modo que “cuando vaya a confesarme diré no solo la lista de pecados, sino los sentimientos de confusión, de vergüenza por haberle hecho esto a un Dios tan bueno, tan misericordioso, tan justo”.
Finalmente, el Obispo de Roma exhortó a pedir “la gracia de la vergüenza: avergonzarnos de nuestros pecados. Que el Señor nos conceda a todos esta gracia”
Homilía del Santo Padre
La primera lectura del profeta Daniel es una confesión de los pecados. El pueblo reconoce que ha pecado… “Señor, has sido fiel con nosotros pero hemos pecado, hemos actuado como malvados e impíos. Hemos sido rebeldes, nos hemos alejado de tus mandamientos y tus leyes. No hemos obedecido a tus siervos, los profetas, que en tu nombre han hablado con nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros Padres y toda la gente de la Tierra”.
Existe una confesión de pecados, un reconocimiento de que hemos pecado. Y cuando nos preparamos para recibir el sacramento de la reconciliación, debemos hacer lo que se llama un “examen de conciencia” y ver lo que he hecho ante Dios: he pecado. Reconocer el pecado. Pero este reconocimiento del pecado no puede ser solo hacer una lista de pecados intelectuales, diciendo “he pecado”, después se lo digo al padre y el padre me perdona. No es necesario, no es justo hacer esto. Esto sería como hacer una lista de las cosas que tengo que hacer o que tengo que tener o que he hecho mal, pero se queda en mi cabeza. Una verdadera confesión de los pecados debe permanecer en el corazón. Confesarse no es solo decirle al sacerdote esta lista, “Hice esto, esto, esto, esto…” y luego me voy, estoy perdonado. No, no es eso. Se necesita un paso, un paso más, que es la confesión de nuestras miserias, pero desde el corazón; es decir, que la lista de cosas malas que he hecho, descienda hasta el corazón. Y así lo hace Daniel, el profeta. “A ti, Señor, conviene la justicia; a nosotros, la vergüenza”.
Cuando reconozco que he pecado, que no he rezado bien y esto lo siento en mi corazón, este sentimiento de vergüenza nos llega: “Me avergüenzo de haber hecho esto. Te pido perdón con vergüenza”. Y la vergüenza por nuestros pecados es una gracia, debemos pedirla: “Señor, me avergüenzo”. Una persona que ha perdido la vergüenza pierde la autoridad moral, pierde el respeto por los demás. Una persona desvergonzada. Lo mismo sucede con Dios: nos avergonzamos. A ti la justicia, a nosotros la vergüenza. La vergüenza nos abruma, como hoy. “Señor – continúa [Daniel] – las vergüenza nos abruma a nosotros, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti”. Al Señor nuestro Dios, primero dijo la justicia, ahora dice la misericordia.
Cuando tenemos no solo el recuerdo, el recuerdo de los pecados que hemos cometido, sino también el sentimiento de vergüenza, esto toca el corazón de Dios y responde con misericordia. El camino para ir al encuentro de la misericordia de Dios, es avergonzarse de las cosas malas, de las cosas malas que hemos hecho. Así, cuando vaya a confesarme diré no solo la lista de pecados, sino los sentimientos de confusión, de vergüenza por haberle hecho esto a un Dios tan bueno, tan misericordioso, tan justo.
Pidamos hoy la gracia de la vergüenza: avergonzarnos de nuestros pecados. Que el Señor nos conceda a todos esta gracia.
09.03.20




Santa Marta: Pedir para que los sacerdotes acudan a los enfermos de Covid-19

Llevando la Palabra de Dios y la Eucaristía


(10 marzo 2020).- “Pidamos al Señor también por nuestros sacerdotes, para que tengan el coraje de salir y acudir a los enfermos, llevando la fuerza de la Palabra de Dios y la Eucaristía y acompañen a los trabajadores de la salud, los voluntarios, en este trabajo que están haciendo”, es el nuevo deseo del Papa Francisco.
Hoy, 10 de marzo de 2020, se ha celebrado la segunda Misa presidida en privado por el Papa Francisco y transmitida en streaming desde la Casa Santa Marta.
En ella Francisco recordó, como ayer, que la ofrenda de esta celebración eucarística es por los que sufren el coronavirus, por los que curan a los enfermos y ahora también por los sacerdotes.
Dialogar con el Señor
Después, su homilía estuvo inspirada en el Evangelio en el que los escribas y fariseos de la época hacían una demostración hipócrita de su superioridad ante el pueblo, llamándose a sí mismos maestros pero negándose a comportarse de forma coherente.
Así, el Papa señaló que hoy “el Señor nos llama a todos los pecadores a dialogar con Él, porque el pecado nos encierra en nosotros mismos, hace que ocultemos o esconda nuestra verdad, dentro. Esto es lo que le pasó a Adán, a Eva: después del pecado se escondieron, porque tenían vergüenza; estaban desnudos. Y el pecador, cuando siente vergüenza, tiene la tentación de esconderse”.
Fingir no ser pecadores
No obstante, el Señor nos llama a acudir a él y hablar sobre nuestra situación: “Venid, porque soy capaz de cambiarlo todo – nos dice el Señor – no tengáis miedo de venir a hablar, sed valientes incluso con vuestras miserias”.
El Obispo de Roma habló también del engaño que a veces sufrimos: en lugar de ir a hablar con Él, fingir no ser pecadores. Esto es lo que  Dios reprocha a los doctores de la ley, que cubren la verdad de su corazón “con la vanidad”.

El Señor nos puede cambiar
La vanidad es precisamente el lugar para cerrarse a la llamada del Señor. En cambio, la invitación del Señor es la de un Padre, la de un Hermano: ‘¡Venid! Hablemos, hablemos. Al final Yo soy capaz de cambiar tu vida del rojo al blanco’”, indicó.
Finalmente, el Papa apuntó: “Que esta palabra del Señor nos anime; que nuestra oración sea una verdadera oración. De nuestra realidad, de nuestros pecados, de nuestras miserias. Hablar con el Señor. Él sabe, Él sabe lo que somos. Lo sabemos, pero la vanidad siempre nos invita a cubrirnos. Que el Señor nos ayude”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por la edición italiana de Vatican News.
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Homilía del Santo Padre
Ayer la Palabra de Dios nos enseñaba a reconocer nuestros pecados y a confesarlos, pero no solo con la mente, sino también con el corazón, con un espíritu de vergüenza; la vergüenza como una actitud más noble ante Dios por nuestros pecados. Y hoy el Señor nos llama a todos los pecadores a dialogar con Él, porque el pecado nos encierra en nosotros mismos, hace que ocultemos o escondamos nuestra verdad, dentro. Esto es lo que le pasó a Adán, a Eva: después del pecado se escondieron, porque tenían vergüenza; estaban desnudos. Y el pecador, cuando siente vergüenza, tiene la tentación de esconderse. Y el Señor llama: “Ven, ven, discutamos – dice el Señor – hablemos de tu pecado, hablemos de tu situación. No tengas miedo. No…” Y continúa: “Aunque vuestros pecados fueran como escarlata, se volverán blancos como la nieve. Si fueran rojos como la púrpura, se convertirían en lana”. “Venid, porque soy capaz de cambiarlo todo – nos dice el Señor – no tengáis miedo de venir a hablar, sed valientes incluso con vuestras miserias”.
Me viene a la mente a ese santo que era tan penitente, que rezaba mucho. Y siempre trataba de darle al Señor todo lo que el Señor le pedía. Pero el Señor no estaba contento. Y un día se enfadó un poco con el Señor, porque el santo tenía mal genio. Y le dice al Señor: “Pero, Señor, no te entiendo. Te doy todo, todo, y siempre estás insatisfecho, como si faltara algo. ¿Qué falta?” “Dame tus pecados: eso es lo que falta”. Tener el valor de ir con nuestras miserias y hablar con el Señor: “¡Venid! ¡Discutamos! No tengáis miedo. Aunque tus pecados fueran como la escarlata, se volverán blancos como la nieve. Si fueran tan rojos como la púrpura, se convertirán en lana”.
Esta es la invitación del Señor. Pero siempre hay un engaño: en lugar de ir a hablar con el Señor, fingir que no ser pecadores. Eso es lo que el Señor reprocha a los doctores de la ley. Estas personas hacen sus obras “para ser admiradas por el pueblo: ensanchan sus filacterias y alargan sus flecos; se complacen con los lugares de honor en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas, los saludos en las plazas, así como con ser llamados rabinos por la gente”. La apariencia, la vanidad. Cubriendo la verdad de nuestro corazón con la vanidad. ¡La vanidad nunca cura! La vanidad nunca cura. Además, es venenosa, sigue trayendo la enfermedad a tu corazón, trayendo esa dureza de corazón que te dice: “No, no vayas al Señor, no vayas. Tú te quedas”.
La vanidad es precisamente el lugar para cerrarse a la llamada del Señor. En cambio, la invitación del Señor es la de un padre, la de un hermano: “¡Venid! Hablemos, hablemos. Al final yo soy capaz de cambiar tu vida del rojo al blanco”.
Que esta palabra del Señor nos anime; que nuestra oración sea una verdadera oración. De nuestra realidad, de nuestros pecados, de nuestras miserias. Hablar con el Señor. Él sabe, Él sabe lo que somos. Lo sabemos, pero la vanidad siempre nos invita a cubrirnos. Que el Señor nos ayude.
11.03.20



Papa Francisco: “No quisiera que esta epidemia haga que olvidemos a los pobres sirios”

Que sufren en la frontera de Grecia y Turquía

(11 marzo 2020).- “No quisiera que este dolor, esta epidemia tan fuerte, haga que olvidemos a los pobres sirios que están sufriendo en la frontera de Grecia y Turquía, pueblo que sufre desde hace años. Deben huir de la guerra, del hambre y de la enfermedad. No olvidemos a los hermanos y hermanas, tantos niños que están sufriendo allí”.
En este momento quiero dirigirme a todos los enfermos que tienen el virus, que sufren la enfermedad, y a tantos que sufren con incertidumbre sobre la propia enfermedad”, ha dicho el Papa esta mañana, de manera improvisada, al final de la audiencia general.
El encuentro se ha celebrado, por primera vez en la historia por vía streaming, a puerta cerrada, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, para evitar que los fieles se concentraran, como cada miércoles por estas fechas, en la plaza de San Pedro para escuchar al Pontífice, y evitar así los contagios del covid-19.
Gracias de corazón” al personal sanitario
El Santo Padre ha agradecido al personal médico en esta crisis sanitaria: “Agradezco de corazón al personal sanitario, médicos, enfermeros y voluntarios, que en este momento tan difícil están cerca de las personas que sufren”.
Del mismo modo, Francisco agradece “a todos los cristianos”, y “a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que están rezando en este momento, todos unidos, sea cual sea su confesión religiosa a la que pertenecen. Gracias de corazón por este esfuerzo”, ha pronunciado en italiano.
12.03.20



Francisco pide “protección” a María ante la emergencia del Covid-19

Oración a la Virgen del Divino Amor


(11 marzo 2020).- “Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos sometidos a pruebas y líbranos de todo peligro, oh gloriosa y bendita Virgen”, expresó el Santo Padre a la Virgen ante la emergencia del coronavirus.
Con motivo de la Santa Misa celebrada en ausencia de los fieles y promovida por el cardenal vicario Angelo De Donatis en el santuario de Nuestra Señora del Divino Amor para la Jornada de Oración y Ayuno, el Papa Francisco envió ayer, 11 de marzo de 2020, un mensaje en video en el que dirige su oración a la Virgen.
María, “signo de salvación y esperanza”
En 1944, Pío XII y los romanos, al pie de la Virgen del Divino Amor, imploraron la salvación de Roma durante la retirada de las tropas nazis. 75 años después, esta otra emergencia llevó Francisco a dirigirse a la Madre Dios compartiendo los sentimientos del vicario de Roma.
De este modo, el Papa, rezó: “Oh María, siempre brillas en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza. Confiamos en ti, Salud de los enfermos, que en la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás. Para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta después de esta prueba”.
Colecta extraordinaria
El mensaje en video del Pontífice fue transmitido en vivo desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano antes de la celebración de la citada Eucaristía, celebrada a las 19 horas.
A partir de ahora, la Misa se celebrará todos los días por esta intención a la misma hora. Según informa el Vicaritato de Roma, las diócesis ha organizado una colecta extraordinaria para apoyar al personal sanitario que cuida de los enfermos.
A continuación, sigue el texto completo de la oración del Papa Francisco y el videomensaje.
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Mensaje en video del Santo Padre
Oh María,
Siempre brillas en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
Confiamos en ti, Salud de los enfermos,
que en la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
Para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Amor Divino,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá
Él que tomó  nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies las súplicas de los que estamos sometidos a pruebas
y líbranos de todo peligro, oh gloriosa y bendita Virgen.

Santa Marta: Orar por las autoridades y “no caer en la indiferencia”

Meditación del Santo Padre


( 12 marzo 2020).- “Me gustaría pediros que recéis por las autoridades: deben decidir y muchas veces deciden medidas que no agradan a la gente. Pero es por nuestro propio bien. Y muchas veces, la autoridad se siente sola, no entendida. Recemos por nuestros gobernantes que deben tomar la decisión sobre estas medidas: que se sientan acompañados por la oración del pueblo”.
Esta es la petición del Papa Francisco realizada hoy, 12 de marzo de 2020, en la cuarta Misa en Santa Marta retransmitida en directo ante la situación de pandemia del coronavirus. Antes había exhortado a seguir rezando juntos “por los enfermos, por los miembros de la familia, por los padres con niños en casa…”.

No caer en la indiferencia
Después, en su homilía, comentó el Evangelio de hoy sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), exhortando a no permanecer indiferentes ante el drama de los niños hambrientos, de la gente en las fronteras de los países, en busca de libertad, que huyen del hambre y de la guerra y solo encuentran un muro.
Así, para Francisco “vivimos en la indiferencia: la indiferencia es este drama de estar bien informado pero no sentir la realidad de los demás. Este es el abismo: el abismo de la indiferencia”.

Ante ello, el Pontífice exhortó a pedir a Dios “la gracia de no caer en la indiferencia, la gracia de que toda la información de los dolores humanos que tenemos, baje a nuestros corazones y nos mueva a hacer algo por los demás”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por la edición italiana de Vatican News.
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Homilía del Santo Padre
Este relato de Jesús es muy claro; además, puede parecer una historia para niños: es muy simple. Jesús quiere indicar con esto no solo una historia, sino la posibilidad de que toda la humanidad viva así, incluso que todos vivamos así. Dos hombres, uno satisfecho, que sabía vestir bien, tal vez buscaba a los más grandes estilistas de la época para vestirse; usaba ropa hecha de púrpura y lino fino. Y luego, que se divertía, porque todos los días se entregaba a ricos banquetes. Era feliz así. No se preocupaba, tomaba algunas precauciones, tal vez algunas píldoras para el colesterol para los banquetes, pero así la vida iba bien. Estaba tranquilo.

En su puerta estaba un pobre: Lázaro se llamaba. Sabía que el pobre estaba allí: lo sabía. Pero le parecía natural: “Yo estoy bien y eso… pero así es la vida, que se las arregle”. A lo sumo, tal vez – el Evangelio no lo dice – a veces enviaba algo, algunas migajas. Y así pasó la vida de estos dos. Ambos pasaron por la Ley de todos nosotros: morir. El hombre rico murió y Lázaro murió. El Evangelio dice que Lázaro fue llevado al cielo, junto a Abraham… Del rico solo dice: “Fue enterrado”. Punto. Y termina.
Hay dos cosas que sorprende: el hecho de que el rico supiera que había un pobre y que supiera su nombre, Lázaro. Pero no importaba, le parecía natural. El hombre rico probablemente también hacía sus negocios, que al final fueron en contra de los pobres. Lo sabía muy bien, estaba informado de esta realidad. Y la segunda cosa que me conmueve tanto es la palabra “gran abismo»” que Abraham le dice al rico. “Hay un gran abismo entre nosotros, no podemos comunicarnos, no podemos pasar de un lado a otro”. Es el mismo abismo que en la vida hubo entre el rico y Lázaro: el abismo no comenzó allí, el abismo comenzó aquí.

Pensé en lo que era el drama de este hombre: el drama de estar muy, muy informado, pero con el corazón cerrado. La información de este hombre rico no llegaba al corazón, no sabía conmoverse no se podía conmover frente al drama de los demás. Tampoco podía llamar a uno de los chicos que servían en el comedor y decir “pero, tráele esto, aquello otro…”. El drama de la información que no llega al corazón. Esto nos pasa a nosotros también. Todos sabemos, porque lo hemos oído en las noticias o lo hemos visto en los periódicos, cuántos niños sufren hambre en el mundo hoy en día; cuántos niños no tienen las medicinas necesarias; cuántos niños no pueden ir a la escuela. Continentes, con este drama: lo sabemos. Eh, pobrecitos… y seguimos. Esta información no llega al corazón, y muchos de nosotros, muchos grupos de hombres y mujeres viven en este desapego entre lo que piensan, lo que saben y lo que sienten: el corazón está desconectado de la mente. Son indiferentes. Así como el hombre rico era indiferente al dolor de Lázaro. Existe el abismo de la indiferencia.
En Lampedusa, cuando fui por primera vez, me llegó esta palabra: la globalización de la indiferencia. Tal vez estamos preocupados hoy, aquí, en Roma, porque “parece que las tiendas están cerradas, tengo que ir a comprar eso, y parece que no puedo ir a pasear todos los días, y parece que…”: preocupados por nuestras cosas. Y olvidamos a los niños hambrientos, olvidamos a esa pobre gente en las fronteras de los países, en busca de libertad, a esos migrantes forzados que huyen del hambre y de la guerra y solo encuentran un muro, un muro de hierro, un muro de alambre, pero un muro que no los deja pasar. Sabemos que esto existe, pero el corazón no va… Vivimos en la indiferencia: la indiferencia es este drama de estar bien informado pero no sentir la realidad de los demás. Este es el abismo: el abismo de la indiferencia.
Después hay otra cosa que llama la atención. Aquí conocemos el nombre del pobre: lo conocemos. Lázaro. Hasta el rico lo sabía, porque cuando estaba en el infierno le pidió a Abraham que enviara a Lázaro: allí lo reconoció. “Pero, envíame esto”. Pero no sabemos el nombre del rico.
El Evangelio no nos dice cómo se llamaba este señor. No tenía nombre. Había perdido su nombre: solo tenía los adjetivos de su vida. Rico, poderoso… muchos adjetivos. Esto es lo que hace el egoísmo en nosotros: nos hace perder nuestra verdadera identidad, nuestro nombre, y solo nos lleva a valorar los adjetivos. La mundanidad nos ayuda en esto. Hemos caído en la cultura de los adjetivos donde tu valor es lo que tienes, lo que puedes… Pero no “¿cómo te llamas?”: has perdido tu nombre. La indiferencia lleva a esto. Perder el nombre. Solo somos los ricos, somos esto, somos lo otro. Somos los adjetivos.
Pidamos hoy al Señor la gracia de no caer en la indiferencia, la gracia de que toda la información de los dolores humanos que tenemos baje a nuestros corazones y nos mueva a hacer algo por los demás.
1 3.03.20


Santa Marta: Rezar para que los pastores elijan “los mejores medios para ayudar”

Al pueblo de Dios
(13 marzo 2020).- “En estos días nos unimos a los enfermos, a las familias, que sufren esta pandemia. Y también me gustaría rezar hoy por los pastores que deben acompañar al pueblo de Dios en esta crisis: que el Señor les dé fuerza y también la capacidad de elegir los mejores medios para ayudar”.
Esta es la petición del Papa Francisco de hoy, 13 de marzo de 2020, en la quinta Misa en Santa Marta emitida en directo ante la situación de pandemia del coronavirus.

Además, añadió: “Las medidas drásticas no siempre son buenas, por eso rezamos: para que el Espíritu Santo dé a los pastores la capacidad pastoral y el discernimiento para proporcionarles medidas que no dejen solo al fiel pueblo de Dios. Que el pueblo de Dios se sienta acompañado por los pastores y por el consuelo de la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración”.
El Santo Padre no se refiere a las medidas tomadas por el Gobierno para contener el contagio evitando la actividad pública, sino a las que deben acometer los pastores teniendo en cuenta las necesidades de los fieles que necesitan ser acompañados espiritualmente en un momento tan dramático.
Infidelidad a la alianza
En su homilía, comentando las lecturas del día, y en particular la parábola de los viñadores homicidas, reflexionó en torno a la infidelidad a la alianza de aquellos que se adueñan del don de Dios que es riqueza, apertura y bendición, y lo enjaulan en una doctrina (Mt 21:33-43.45).

Para Francisco, la apropiación del don Dios “es el pecado de olvidar que Dios se ha hecho don para nosotros, que Dios nos ha dado esto como un don y, olvidando esto, convertirse en maestros”.
Huir del clericalismo
En este caso, “la promesa no es ya promesa, la elección no es ya elección: ‘El pacto debe ser interpretado según mi opinión, ideologizado’”. Y en esta actitud, el Papa observa “quizás el comienzo, en el Evangelio, del clericalismo, que es una perversión, que siempre niega la gratuita elección de Dios, la alianza gratuita de Dios, la promesa gratuita de Dios. Olvida la gratuidad de la revelación, olvida que Dios se manifestó como don, se ha hecho don para nosotros y debemos darlo, hacerlo ver a los demás como don, no como nuestra posesión”.
En este sentido, el Pontífice señaló cómo “el clericalismo no es algo propio solo de estos días, la rigidez no es algo de estos días, ya estaba allí en tiempos de Jesús”. Por ello, exhortó: “Pidamos hoy al Señor la gracia de recibir el don como un don y de transmitir el don como don, no como una propiedad, no de una manera sectaria, de una manera rígida, de una manera “’clericalista’”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por la edición italiana de Vatican News.
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Homilía del Santo Padre
Ambas lecturas son una profecía de la Pasión del Señor. José vendido como esclavo por 20 siclos de plata, entregados a los gentiles. Y la parábola de Jesús, que claramente habla simbólicamente del asesinato del Hijo. Esta historia de “un hombre que poseía un pedazo de tierra, plantó un viñedo allí – el cuidado con el que lo había hecho -, lo rodeó con un seto, cavó un agujero y construyó una torre – lo había hecho bien – luego lo alquiló a los agricultores y se fue lejos”.

Este es el pueblo de Dios. El Señor eligió a esa gente, hay una elección de esa gente. Son el pueblo de la elección. También hay una promesa: “Continúa. Tu eres mi pueblo”, una promesa hecha a Abraham. Y también hay una alianza con el pueblo en Sinaí. El pueblo debe custodiar en la memoria la elección, que es un pueblo elegido, la promesa de mirar hacia adelante con esperanza y la alianza para vivir cada día la fidelidad. Pero en esta parábola sucede que, cuando llegó el momento de cosechar los frutos, esta gente había olvidado que no eran los amos: “Los campesinos tomaron a los sirvientes, a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. Luego envió otros sirvientes, más numerosos, pero los trataron de la misma manera”. Ciertamente Jesús muestra aquí – está hablando con los doctores de la ley – cómo los doctores de la ley trataron a los profetas. “Finalmente les envió a su propio hijo”, pensando que tendrían respeto por su hijo.  “Pero los campesinos, al ver al hijo, se dijeron: ‘Este es el heredero’. ¡Vamos, matémoslo y tendremos su herencia!”.
Robaron la herencia, que era otra. Una historia de infidelidad, de infidelidad a la elección, de infidelidad a la promesa, de infidelidad al pacto, que es un don. La elección, la promesa y el pacto son un don de Dios. Deslealtad al don de Dios. No entender que fue un regalo y tomarlo como propiedad. Esta gente se apropió del regalo y eliminaron este ser don para transformarlo en “mi” propiedad. Y el don que es la riqueza, es la apertura, es la bendición, ha sido cerrado, enjaulado en una doctrina de leyes, muchas. Se ha ideologizado. Y así el don ha perdido su naturaleza de don, ha terminado en una ideología. Sobre todo en una ideología moralista llena de preceptos, incluso ridícula porque se reduce a la casuística para todo. Se apropiaron del don.

Este es el gran pecado. Es el pecado de olvidar que Dios se ha hecho don para nosotros, que Dios nos ha dado esto como un don y, olvidándolo, convertirse en maestros. Y la promesa no es ya promesa, la elección no es ya elección: “El pacto debe ser interpretado según mi opinión, ideologizado”. Aquí, en esta actitud, veo quizás el comienzo, en el Evangelio, del clericalismo, que es una perversión, que siempre niega la elección gratuita de Dios, la alianza gratuita de Dios, la promesa gratuita de Dios. Olvida la gratuidad de la revelación, olvida que Dios se manifestó como don, se ha hecho don para nosotros y debemos darlo, hacerlo ver a los demás como don, no como nuestra posesión.
El clericalismo no es algo propio solo de estos días, la rigidez no es algo de estos días, ya estaba allí en tiempos de Jesús. Y luego Jesús continuará con la explicación de las parábolas – este es el capítulo 21 -, pasará al capítulo 23 con la condena, donde se observa la ira de Dios contra aquellos que toman el don como propiedad y reducen su riqueza a los caprichos ideológicos de su mente. Pidamos hoy al Señor la gracia de recibir el don como un don y de transmitir el don como don, no como una propiedad, no de una manera sectaria, de una manera rígida, de una manera “clericalista”.
14.O3.20


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