30 de juny 2020

PAPA ESTIU







Homilía Papa Pedro Pablo
Solemnidad De San Pedro Y San Pablo (C) Vatican Media

Homilía del Papa en la solemnidad de san Pedro y san Pablo

Oración en la tumba del apóstol

( 29 junio 2020).- Esta mañana, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Francisco ha venerado la tumba de san Pedro, debajo del altar mayor de la Basílica Vaticana, ha bendecido los palios en el altar de la Cátedra, y ha celebrado la Eucaristía acompañado por diez cardenales de la Curia Romana, cuya homilía ha dedicado a la “unidad” y la “profecía” a las que estamos llamados los cristianos.
Como es tradición cada 29 de junio, fiesta de los santos patronos de Roma, el Pontífice bendice los palios que son conferidos al decano del Colegio Cardenalicio y a los arzobispos metropolitanos nombrados durante el año. Así, el palio será impuesto a cada arzobispo metropolitano por el representante pontificio en la respectiva sede metropolitana.

Después del rito de la bendición del palio, el Papa ha presidido la celebración eucarística con los cardenales de la Orden de los Obispos y el arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro, el cardenal Angelo Comastri.
Unidad y profecía
Homilía Papa Pedro Pablo
En su homilía, Francisco ha lamentado la ausencia sus hermanos del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, quienes por motivos de seguridad ante la pandemia del coronavirus, no han podido visitar este año al Sucesor de Pedro. “Cuando yo he descendido a venerar las reliquias de Pedro, sentía en el corazón, acá, junto a mí, a mi amado hermano Bartolomé, ellos están con nosotros”, ha confesado el Papa.

En la fiesta de los dos apóstoles, el Obispo de Roma ha reflexionado en torno a dos palabras: unidad y profecía. En este sentido, ha invitado a preguntarnos: “¿Cuidamos nuestra unidad con la oración? ¿Rezamos unos por otros? ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos?”.
Francisco ha recordado que siendo “muy diferentes entre sí”, Pedro, “un pescador que pasaba sus días entre remos y redes”, y Pablo, “un fariseo culto que enseñaba en las sinagogas”, se sentían hermanos, si bien la “familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor”.
“Las quejas no cambian nada”
Los primeros cristianos, preocupados por el arresto de Pedro “rezaban juntos”, ha recordado el Santo Padre y “nadie se quejaba”: “Es inútil e incluso molesto que los cristianos pierdan el tiempo quejándose del mundo, de la sociedad, de lo que está mal. Las quejas no cambian nada”.

Por otro lado, el Obispo de Roma ha asegurado que “hoy necesitamos la profecía, una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible” y ha invitado a servir y a dar testimonio a los que quieren una Iglesia profética. Así lo ha dicho: “¿Quieres una Iglesia profética? Comienza a servir, y quédate en silencio”.
La profecía nace “cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control”, ha explicado. “No nace de mis pensamientos, no nace de mi corazón cerrado, nace si nos dejamos provocar por Dios. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía”.
A continuación, sigue la homilía del Papa en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, traducida al español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Homilía Papa Pedro Pablo
Homilía del Papa Francisco

En la fiesta de los dos apóstoles de esta ciudad, me gustaría compartir con ustedes dos palabras clave: unidad y profecía.
Unidad. Celebramos juntos dos figuras muy diferentes: Pedro era un pescador que pasaba sus días entre remos y redes, Pablo un fariseo culto que enseñaba en las sinagogas. Cuando emprendieron la misión, Pedro se dirigió a los judíos, Pablo a los paganos. Y cuando sus caminos se cruzaron, discutieron animadamente y Pablo no se avergonzó de relatarlo en una carta (cf. Ga 2,11ss.). Eran, en fin, dos personas muy diferentes entre sí, pero se sentían hermanos, como en una familia unida, donde a menudo se discute, aunque realmente se aman. Pero la familiaridad que los unía no provenía de inclinaciones naturales, sino del Señor. Él no nos ordenó que nos lleváramos bien, sino que nos amáramos. Es Él quien nos une, sin uniformarnos.
La primera lectura de hoy nos lleva a la fuente de esta unidad. Nos dice que la Iglesia, recién nacida, estaba pasando por una fase crítica: Herodes arreciaba su cólera, la persecución era violenta, el apóstol Santiago había sido asesinado. Y entonces también Pedro fue arrestado. La comunidad parecía decapitada, todos temían por su propia vida. Sin embargo, en este trágico momento nadie escapó, nadie pensaba en salir sano y salvo, ninguno abandonó a los demás, sino que todos rezaban juntos. De la oración obtuvieron valentía, de la oración vino una unidad más fuerte que cualquier amenaza. El texto dice que “mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él” (Hch 12,5). La unidad es un principio que se activa con la oración, porque la oración permite que el Espíritu Santo intervenga, que abra a la esperanza, que acorte distancias y nos mantenga unidos en las dificultades.
Constatamos algo más: en esas situaciones dramáticas, nadie se quejaba del mal, de las persecuciones, de Herodes. Ningún insulto a Herodes, y nosotros estamos tan acostumbrados a insultar… Irresponsables. Es inútil e incluso molesto que los cristianos pierdan el tiempo quejándose del mundo, de la sociedad, de lo que está mal. Las quejas no cambian nada. Recordemos que la segunda puerta cerrada al Espíritu Santo se abrió el día de Pentecostés. La primera puerta cerrada es el narcisismo, la segunda puerta cerrada es el pesimismo. El narcisismo es lo que nos lleva a mirarnos a nosotros mismos continuamente, la falta de ánimo, las quejas. El pesimismo a lo oscuro, a la oscuridad. Estos tres comportamientos cierran la puerta al Espíritu Santo.

Homilía Papa Pedro Pablo
Esos cristianos no culpaban a los demás, sino que oraban. En esa comunidad nadie decía: “Si Pedro hubiera sido más prudente, no estaríamos en esta situación”. Ninguno. Pedro humanamente tenía motivos para ser criticado, pero ninguno lo criticaba. No, no hablaban mal de él, sino que rezaban por él. No hablaban a sus espaldas, sino que oraban a Dios. Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuidamos nuestra unidad con la oración? (La unidad de la Iglesia) ¿Rezamos unos por otros?”. ¿Qué pasaría si rezáramos más y murmuráramos menos? Como le sucedió a Pedro en la cárcel: se abrirían muchas puertas que separan, se romperían muchas cadenas que aprisionan. Y nosotros estaríamos maravillados viendo a Pedro como la mujer aquella que le tocó abrir la puerta a Pedro, estaba impresionada con la alegría de ver a Pedro. Pidamos la gracia de saber cómo rezar unos por otros.

San Pablo exhortó a los cristianos a orar por todos y, en primer lugar, por los que gobiernan (cf. 1 Tm 2,1-3). Pero este gobernante… tiene tantos calificativos para decir de él… no es el momento ni el lugar de decir los calificativos que se dicen a los gobernantes, que los juzgue Dios, pero oremos por los gobernantes. ¡Oremos! Tienen necesidad de la oración. Es una tarea que el Señor nos confía. ¿Lo hacemos, o sólo hablamos, los criticamos y ya está? Dios espera que cuando recemos también nos acordemos de los que no piensan como nosotros, de los que nos han dado con la puerta en las narices, de aquellos a los que nos cuesta perdonar. Sólo la oración rompe las cadenas, sólo la oración allana el camino hacia la unidad.

Homilía Papa Pedro Pablo
Hoy se bendicen los palios, que se entregan al Decano del Colegio cardenalicio y a los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. El palio recuerda la unidad entre las ovejas y el Pastor que, como Jesús, carga la ovejita sobre sus hombros para no separarse jamás. Hoy, además, siguiendo una hermosa tradición, nos unimos de manera especial al Patriarcado ecuménico de Constantinopla. Pedro y Andrés eran hermanos y nosotros, cuando es posible, intercambiamos visitas fraternas en los respectivos días festivos: no tanto por amabilidad, sino para caminar juntos hacia la meta que el Señor nos indica: la unidad plena. Hoy ellos no han podido venir, por la imposibilidad de viajar, por los motivos del coronavirus, pero cuando yo he descendido a venerar las reliquias de Pedro, sentía en el corazón, acá, junto a mí, a mi amado hermano Bartolomé, ellos están con nosotros.

La segunda palabra, profecía. Nuestros apóstoles fueron provocados por Jesús. Pedro oyó que le preguntaba: “¿Quién dices que soy yo?” (cf. Mt 16,15). En ese momento entendió que al Señor no le interesan las opiniones generales, sino la elección personal de seguirlo. También la vida de Pablo cambió después de una provocación de Jesús: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9,4). El Señor lo sacudió en su interior; más que hacerlo caer al suelo en el camino hacia Damasco, hizo caer su presunción de hombre religioso y recto. Entonces el orgulloso Saulo se convirtió en Pablo, que significa “pequeño”. Después de estas provocaciones, de estos reveses de la vida, vienen las profecías: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18); y a Pablo: “Es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a los pueblos” (Hch 9,15).

Por lo tanto, la profecía nace cuando nos dejamos provocar por Dios; no cuando manejamos nuestra propia tranquilidad y mantenemos todo bajo control. No nace de mis pensamientos, no nace de mi corazón cerrado, nace si nos dejamos provocar por Dios. Cuando el Evangelio anula las certezas, surge la profecía. Sólo quien se abre a las sorpresas de Dios se convierte en profeta. Y aquí están Pedro y Pablo, profetas que ven más allá: Pedro es el primero que proclama que Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16); Pablo anticipa el final de su vida: “Me está reservada la corona de la justicia, que el Señor […] me dará” (2 Tm 4,8).

Homilía Papa Pedro Pablo
Hoy necesitamos la profecía, una profecía verdadera: no de discursos vacíos que prometen lo imposible, sino de testimonios de que el Evangelio es posible. No sirven manifestaciones milagrosas. A mí me duele cuando escucho que proclaman: “Queremos una Iglesia profética”. Sí, bien, pero ¿qué haces por una Iglesia profética? Queremos la profecía. Sirven las vidas que manifiesten el milagro del amor de Dios; no el poder, sino la coherencia; no las palabras, sino la oración; no las proclamaciones, sino el servicio –¿Quieres una Iglesia profética? Comienza a servir, y quédate en silencio–; no la teoría, sino el testimonio.

No necesitamos ser ricos, sino amar a los pobres; no ganar para nuestro beneficio, sino gastarnos por los demás; no necesitamos la aprobación del mundo, –eso de estar bien con todos, para nosotros se dice: estar bien con Dios y con el diablo. No. Esto no es profecía–. Tenemos necesidad de la alegría del mundo venidero; no de proyectos pastorales que parecen tener una eficacia propia, como si fueran sacramentos, proyectos pastorales eficientes, no. Tenemos necesidad de pastores que estreguen su vida como enamorados de Dios. Pedro y Pablo así anunciaron a Jesús, como enamorados. Pedro –antes de ser colocado en la cruz– no pensó en sí mismo, sino en su Señor y, al considerarse indigno de morir como él, pidió ser crucificado cabeza abajo. Pablo –antes de ser decapitado– sólo pensó en dar su vida y escribió que quería ser “derramado en libación” (2 Tm 4,6). Esta es la profecía. No las palabras. Esta es la profecía que cambia la historia.

Queridos hermanos y hermanas, Jesús profetizó a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Hay también una profecía parecida para nosotros. Se encuentra en el último libro de la Biblia, donde Jesús prometió a sus testigos fieles: “una piedrecita blanca, y he escrito en ella un nuevo nombre” (Ap 2,17). Como el Señor transformó a Simón en Pedro, así nos llama a cada uno de nosotros, para hacernos piedras vivas con las que pueda construir una Iglesia y una humanidad renovadas. Siempre hay quienes destruyen la unidad y rechazan la profecía, pero el Señor cree en nosotros y te pregunta a ti: Tú, tú, tú, “¿quieres ser un constructor de unidad? ¿Quieres ser profeta de mi cielo en la tierra?”. Hermanos, hermanas, dejémonos provocar por Jesús y tengamos el valor de responderle: “¡Sí, lo quiero!”.







Ángelus Pedro Pablo
Angelus, 29 Junio 2020 (C) Vatican Media

Ángelus: Palabras del Papa en la fiesta de san Pedro y san Pablo

Reflexión antes de la oración

( 29 junio 2020).- Después de celebrar la Misa en la Basílica Vaticana en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el Papa ha rezado el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, algo que ha considerado “un regalo”, al estar cerca del lugar donde Pedro murió como mártir y está enterrado.
El Santo Padre ha felicitado a los romanos la fiesta de los santos patronos de la ciudad y les ha animado a mirar a san Pedro, quien “no se convirtió en un héroe porque fue liberado de la prisión, sino porque dio su vida allí”. Así, “su don ha transformado un lugar de ejecución en el hermoso lugar de esperanza en el que nos encontramos”.
Francisco ha recordado que lo más importante en la vida “es hacer de la vida un don” y ha expresado esto “es válido para todos”: para los padres con sus hijos y para los hijos con sus padres ancianos para los casados y para los consagrados; es válido para todos, en casa y en el trabajo, y para todos los que nos rodean.
En este contexto, el Papa ha hecho paréntesis para advertir su preocupación por “tantos ancianos que han sido dejados solos, alejados de la familia”, como “materiales descartados”, ha dicho. “Esto es un drama de nuestros tiempos, la soledad de los ancianos”.
Hoy, ante los Apóstoles, el Obispo de Roma, ha invitado a preguntarnos: “Y yo, ¿cómo presento la vida? ¿Pienso sólo en las necesidades del momento o creo que mi verdadera necesidad es Jesús, que hace de mí un don? ¿Y cómo construyo mi vida, sobre mis capacidades o sobre el Dios vivo?”.
Siguen las palabras
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Palabras del Papa antes de la oración
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos a los santos patrones de Roma, los apóstoles Pedro y Pablo. Y es un regalo encontrarnos rezando aquí, cerca del lugar donde Pedro murió como mártir y está enterrado. Sin embargo, la liturgia de hoy recuerda un episodio completamente diferente: relata que varios años antes Pedro fue liberado de la muerte. Había sido arrestado, estaba encarcelado y la Iglesia, preocupada por su vida, rezaba incesantemente por él. Entonces un ángel bajó para liberarlo de la prisión (cf. Hechos 12, 1-11). Pero incluso años después, cuando Pedro estuvo prisionero en Roma, la Iglesia ciertamente habría rezado. Sin embargo, en aquella ocasión, no se le perdonó la vida. ¿Cómo es que fue liberado de la primera sentencia y luego no?
Porque hay un camino en la vida de Pedro que puede iluminar el camino de nuestra vida. El Señor le concedió grandes gracias y lo liberó del mal: también lo hace con nosotros. De hecho, a menudo acudimos a Él sólo en momentos de necesidad para pedir ayuda. Pero Dios ve más allá y nos invita a llegar más lejos, a buscar no sólo sus dones, sino a Él; a confiarle no sólo los problemas, sino a confiarle la vida. De esta manera, Él puede finalmente darnos la mayor gracia, la de dar la vida. Sí, lo más importante en la vida es hacer de la vida un don. Y esto es válido para todos: para los padres con sus hijos y para los hijos con sus padres ancianos –y me vienen a la mente tantos ancianos que han sido dejados solos, alejados de la familia, como, por ejemplo, me permito decir, materiales descartados. Esto es un drama de nuestros tiempos, la soledad de los ancianos–; para los casados y para los consagrados; es válido para todos, en casa y en el trabajo, y para todos los que nos rodean. Dios desea hacernos crecer en el don: sólo así podemos ser grandes. Nosotros crecemos si nos donamos a los demás. Miremos a San Pedro: no se convirtió en un héroe porque fue liberado de la prisión, sino porque dio su vida allí. Su don ha transformado un lugar de ejecución en el hermoso lugar de esperanza en el que nos encontramos.
A continuación, lo que hay que pedirle a Dios: no sólo la gracia del momento, sino la gracia de la vida. El Evangelio de hoy nos muestra precisamente el diálogo que cambió la vida de Pedro. Se encontró ante la siguiente pregunta de Jesús: “Quién dices que soy yo?”. Y respondió: “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús contestó: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás” (Mateo 16, 16-17). Jesús dice bienaventurado, es decir, literalmente, feliz. Tomemos nota: Jesús dice Bienaventurado eres a Pedro, que le había dicho: Tú eres el Dios vivo. ¿Cuál es entonces el secreto de una vida dichosa, feliz? Reconocer a Jesús, pero a Jesús como Dios vivo. Porque no importa saber que Jesús fue grande en la historia, no importa apreciar lo que dijo o hizo: importa el lugar que le concedo en mi vida. En ese momento Simón escuchó a Jesús decir: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (v. 18). No le llamó “Piedra” porque fuera un hombre sólido y de confianza. No; porque cometerá muchos errores después, llegará incluso a negar al Maestro. Pero eligió construir su vida sobre Jesús; la Piedra, y no –como dice el texto– sobre “la carne ni la sangre”, es decir, sobre sí mismo, sobre sus capacidades; sino sobre Jesús (cfr. v. 17). Jesús es la roca en la que Simón se convirtió en piedra.
Hoy podemos decir lo mismo del apóstol Pablo, que se donó completamente al Evangelio considerando todo el resto como basura con tal de ganarse a Cristo.
Hoy, ante los Apóstoles, podemos preguntarnos: “Y yo, ¿cómo presento la vida? ¿Pienso sólo en las necesidades del momento o creo que mi verdadera necesidad es Jesús, que hace de mí un don? ¿Y cómo construyo mi vida, sobre mis capacidades o sobre el Dios vivo?”. Que la Virgen, que se confió completamente a Dios, nos ayude a situarlo en la base de cada día. Que Ella interceda por nosotros para que nosotros podamos con la gracia de Dios hacer de nuestra vida un don.
Angelus Domini
30.06.20















Asociación Católica de Prensa
Prensa (C) Catholic Press Association

Mensaje del Papa a la Asociación de Prensa Católica

Para la Conferencia de Medios Católicos

(30 junio 2020).- El Papa Francisco envía un mensaje a los miembros de la Catholic Press Association (Asociación de Prensa Católica) con ocasión de la Catholic Media Conference (Conferencia de Medios Católicos).
Este evento tiene lugar en streaming del 30 de junio al 2 de julio de 2020 sobre el tema “Together While Apart” (“Juntos mientras estamos separados”).
En este año en el que la Conferencia se celebra por primera vez de forma virtual a causa de la emergencia sanitaria actual, el Santo Padre señala que el lema de este año “expresa elocuentemente el sentido de unión que, paradójicamente, ha surgido de la experiencia de distanciamiento social impuesta por la pandemia”.
Importancia de la unidad
Después, Francisco recuerda que en su  mensaje del año pasado para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, reflexionó sobre cómo la comunicación nos permite ser, “como dice San Pablo, ‘miembros unos de otros’ (cfr. Ef 4,25), llamados a vivir en comunión dentro de una red de relaciones en continua expansión”.
Así, la pandemia ha permitido percibir más penamente dicha verdad: “De hecho, la experiencia de estos meses pasados nos ha demostrado que la misión de los medios de comunicación es esencial para acercar a las personas, acortar las distancias, proveer la información necesaria y abrir las mentes y los corazones a la verdad”, explica.
Asimismo, el Papa propone que el ideal de unidad en medio de la diversidad reflejado en el lema de los Estados Unidos, E pluribus unum, “también debe inspirar el servicio que ustedes ofrecen al bien común”, pues esto “es urgentemente necesario hoy, en una era marcada por conflictos y polarizaciones a los que la propia comunidad católica no es inmune”.
Construir puentes
En esta línea, el Pontífice describe que son precisos “medios de comunicación capaces de construir puentes, defender la vida y abatir los muros, visibles e invisibles, que impiden el diálogo sincero y la comunicación verdadera entre personas y comunidades”.
Y continúa: “Necesitamos medios de comunicación que puedan ayudar a las personas, especialmente a los jóvenes, a distinguir el bien del mal; a desarrollar juicios sólidos basados en una presentación clara e imparcial de los hechos; y a comprender la importancia de trabajar por la justicia, la concordia social y el respeto a nuestra casa común”.
Igualmente, Francisco subrayó que son necesarios “hombres y mujeres con sólidos valores que protejan la comunicación de todo lo que puede distorsionarla o desviarla hacia otros propósitos”.
Involucrarse personalmente
Por otro lado, el Obispo de Roma apuntó que “un verdadero comunicador se dedica completamente al bien de los demás en todos los niveles, desde la vida de cada persona a la vida de toda la familia humana. No podemos comunicar verdaderamente si no nos involucramos personalmente, si no podemos testimoniar personalmente la verdad del mensaje que transmitimos”.
Finalmente, invita a contemplar a los demás y a las situaciones “con los ojos del Espíritu”: “Que cuando nuestro mundo hable apresuradamente con adjetivos y adverbios, los comunicadores cristianos hablen con sustantivos que reconozcan y presenten la silenciosa reivindicación de la verdad y promuevan la dignidad humana” y que “donde el mundo ve conflictos y divisiones, puedan ustedes mirar a los pobres y a quienes sufren, y dar voz a las súplicas de nuestros hermanos y hermanas necesitados de misericordia y comprensión”.
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Mensaje del Santo Padre
A los miembros de la Asociación de Prensa Católica
Este año, por primera vez en su historia, la Asociación de Prensa Católica organiza la Conferencia de Medios Católicos de manera virtual, a causa de la situación sanitaria actual. Ante todo, deseo expresar mi cercanía a quienes han sido afectados por el virus y a quienes, incluso a riesgo de sus vidas, han trabajado y siguen trabajando para asistir a nuestros hermanos y hermanas que lo necesitan.
El tema que ustedes han elegido para la Conferencia de este año —Together While Apart, Juntos mientras estamos separados— expresa elocuentemente el sentido de unión que, paradójicamente, ha surgido de la experiencia de distanciamiento social impuesta por la pandemia. En mi mensaje del año pasado para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, reflexioné sobre cómo la comunicación nos permite ser, como dice San Pablo, “miembros unos de otros” (cfr. Ef 4,25), llamados a vivir en comunión dentro de una red de relaciones en continua expansión. A causa de la pandemia, todos hemos percibido más plenamente esta verdad. De hecho, la experiencia de estos meses pasados nos ha demostrado que la misión de los medios de comunicación es esencial para acercar a las personas, acortar las distancias, proveer la información necesaria y abrir las mentes y los corazones a la verdad.
Fue precisamente esta constatación la que llevó a la creación de los primeros periódicos católicos en sus países, además del constante apoyo que les prestaron los Pastores de la Iglesia. Lo vemos en el caso del Catholic Miscellany de Charleston, fundado en 1822 por el obispo John England, y que fue seguido de muchos otros periódicos y revistas. Hoy, como entonces, nuestras comunidades cuentan con los periódicos, la radio, la televisión y las redes sociales para compartir, comunicar, informar y unir.
E pluribus unum, el ideal de unidad en medio de la diversidad reflejado en el lema de los Estados Unidos, también debe inspirar el servicio que ustedes ofrecen al bien común. Ello es urgentemente necesario hoy, en una era marcada por conflictos y polarizaciones a los que la propia comunidad católica no es inmune.
Necesitamos medios de comunicación capaces de construir puentes, defender la vida y abatir los muros, visibles e invisibles, que impiden el diálogo sincero y la comunicación verdadera entre personas y comunidades. Necesitamos medios de comunicación que puedan ayudar a las personas, especialmente a los jóvenes, a distinguir el bien del mal; a desarrollar juicios sólidos basados en una presentación clara e imparcial de los hechos; y a comprender la importancia de trabajar por la justicia, la concordia social y el respeto a nuestra casa común. Necesitamos hombres y mujeres con sólidos valores que protejan la comunicación de todo lo que puede distorsionarla o desviarla hacia otros propósitos.
Les pido, por tanto, que permanezcan unidos y sean signo de unidad también entre ustedes. Los medios de comunicación pueden ser grandes o pequeños, pero en la Iglesia estas no son categorías importantes. En la Iglesia, todos hemos sido bautizados en un único Espíritu y hechos miembros de un solo cuerpo (cfr. 1 Cor 12:13). Como en todo cuerpo, a menudo son los miembros más pequeños los que, al final, son los más necesarios. Lo mismo sucede en el cuerpo de Cristo. Cada uno de nosotros, dondequiera que nos encontremos, está llamado a contribuir, mediante la profesión de la verdad en el amor, al crecimiento de la Iglesia hasta su plena madurez en Cristo (cfr. Ef 4:15).
La comunicación, lo sabemos, no es meramente una cuestión de competencia profesional. Un verdadero comunicador se dedica completamente al bien de los demás en todos los niveles, desde la vida de cada persona a la vida de toda la familia humana. No podemos comunicar verdaderamente si no nos involucramos personalmente, si no podemos testimoniar personalmente la verdad del mensaje que transmitimos. Toda comunicación tiene su fuente última en la vida de Dios Uno y Trino, que comparte con nosotros las riquezas de su vida divina y, a su vez, nos pide que, unidos en el servicio a su Verdad, comuniquemos ese tesoro a los demás.
Queridos amigos, invoco cordialmente sobre ustedes y sobre los trabajos de su Conferencia la efusión de los dones del Espíritu Santo de sabiduría, entendimiento y consejo. Solamente la mirada del Espíritu nos permite no cerrar los ojos ante los que sufren y buscar el verdadero bien para todos. Solamente con esa mirada podemos trabajar eficazmente para superar las enfermedades del racismo, la injusticia y la indiferencia, que desfiguran el rostro de nuestra común familia. Que, través de su dedicación y su trabajo diario, puedan ustedes ayudar
A los demás a contemplar las situaciones y las personas con los ojos del Espíritu. Que cuando nuestro mundo hable apresuradamente con adjetivos y adverbios, los comunicadores cristianos hablen con sustantivos que reconozcan y presenten la silenciosa reivindicación de la verdad y promuevan la dignidad humana. Que donde el mundo ve conflictos y divisiones, puedan ustedes mirar a los pobres y a quienes sufren, y dar voz a las súplicas de nuestros hermanos y hermanas necesitados de misericordia y comprensión.
La Iglesia celebró ayer la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo. Que el espíritu de comunión con el obispo de Roma, que ha sido siempre un sello distintivo de la prensa católica de sus países, los mantenga a todos ustedes unidos en la fe y firmes ante las efímeras modas culturales que carecen de la fragancia de la verdad evangélica. Sigamos rezando juntos por la reconciliación y la paz en nuestro mundo. Les aseguro mi apoyo y mis oraciones por ustedes y sus familias. Y les pido, por favor, que me recuerden en sus oraciones.
Vaticano, 30 de junio de 2020
FRANCISCO
01.07.20










Video del Papa: familias
Familia (C) Cathopic. Caro Mendoza

Video del Papa en julio: Rezar para que las familias sean protegidas



(2 julio 2020).- En su video mensual, el Papa Francisco pide a todos los católicos y personas de buena voluntad a rezar “para que las familias en el mundo de hoy sean acompañadas con amor, respeto y consejo. Y de modo especial, sean protegidas por los Estados”.
El Video del Papa es una iniciativa oficial de alcance global que tiene como objetivo difundir las intenciones de oración mensuales del Santo Padre. Es desarrollada por la Red Mundial de Oración del Papa (anteriormente conocida como Apostolado de la Oración) y la productora La Machi.
En esta ocasión, Francisco habla sobre las familias, que necesitan ser protegidas en estos tiempos difíciles de coronavirus. De este modo, el Santo Padre señala en su mensaje que “son muchos los peligros a los que está enfrentada: el ritmo de vida, el estrés” y añade también cuestiones de la convivencia diaria: “A veces los padres se olvidan de jugar con sus hijos”.
Por ello, el Santo Padre insiste en la necesidad de la Iglesia para “animar y estar al lado de las familias ayudándolas a descubrir caminos que les permitan superar todas las dificultades”.
Efectos de la pandemia
En una nota difundida por la Red de Oración del Papa sobre el video se explica que, efectivamente, las realidades de las familias de hoy son diferentes a las del pasado: “Inmersas en una cultura donde hay poco tiempo, donde el exceso de trabajo a veces impide el espacio para la convivencia y donde la conexión digital desplaza, en algunos casos, los lazos afectivos, muchas familias se sienten solas y sufren en silencio”.
El padre Frédéric Fornos, director internacional de la Red, por su parte, señala: “Sabemos que en muchas partes del mundo se siguen sintiendo efectos de la pandemia. Hay muchas familias necesitadas y con incertidumbre acerca de su presente y futuro laboral. Frente a todos los malestares y enfermedades de nuestro mundo, ¿cómo están acompañadas estas familias?”
Asimismo, continúa, “el Papa nos recuerda que ‘la familia es la base de la sociedad y la estructura más adecuada para garantizar a las personas el bien integral necesario para su desarrollo permanente’. Y en su llamamiento final a los Estados para que las protejan, destaca una vez más que la familia no es simplemente un asunto privado, sino un hecho social”.
Por último, el sacerdote jesuita subraya que rezar por esta intención de oración en el mes de julio “es ponernos en camino, al servicio de nuestras familias, apoyando las asociaciones que las ayudan a enfrentar sus diversos desafíos, pues la verdadera oración se encarna en nuestras vidas”.






03.07.20




COVID-19 Papa dona
Distribución De Asistencia Alimentaria En Un Albergue En El Salvador (C) WFP/David Fernández

COVID-19: El Papa dona 25.000 euros al Programa Mundial de Alimentos

Un signo más de su cercanía

WhatsAppFacebook MessengerFacebookTwitt(zenit – 3 julio 2020).- El Papa dona 25.000 euros al Programa Mundial de Alimentos para la emergencia de COVID-19 “como un signo más de preocupación ante la actual emergencia”, ha informado la Santa SedeSe trata de un gesto de solidaridad “tras la creciente preocupación por la propagación de la infección por el coronavirus (COVID-19) a nivel mundial” que el Santo Padre ha hecho a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y en colaboración con el representante permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos, ha informado dicho Dicasterio este mediodía, 3 de julio de 2020.
Cercanía del Papa
En particular, esta suma simbólica es “una expresión inmediata del sentimiento de cercanía del Santo Padre a las personas afectadas por la pandemia y a quienes prestan servicios esenciales en favor de los pobres y de las personas más débiles y vulnerables de nuestra sociedad” ha expresado el portavoz del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral.
Son muchos los gestos de preocupación y solidaridad del Santo Padre con las personas afectadas por la pandemia en todo el mundo: Sin ir más lejos, el pasado 25 de junio, donó 2.500 test para detectar la COVID-19 al Ministerio de Salud de Gaza a través de la Congregación para las Iglesias Orientales.
Asimismo, viene a ser en un “gesto paternal de aliento a la labor humanitaria de la Organización y a otros países que, en esta época de crisis, desean sumarse a las formas de apoyo al desarrollo integral y a la salud pública, y combatir la inestabilidad social, la falta de seguridad alimentaria, el creciente desempleo y el colapso de los sistemas económicos de las naciones más vulnerables”, aclaran en la nota difundida desde el Vaticano.
Récord de personas ayudadas
Para hacer frente a la creciente ola de hambre, el Programa Mundial de Alimentos está llevando a cabo la “mayor respuesta humanitaria de su historia”, aseguran en su portal de información, aumentando la cantidad de personas a las que ayuda hasta 138 millones desde un récord de 97 millones en 2019.
Sin embargo, insisten en que “se necesita urgentemente una financiación sostenida” para responder a las consecuencias inmediatas de la pandemia en los más vulnerables, y apoyar a los gobiernos y socios a frenar la propagación de la enfermedad y enfrentar los efectos de la pandemia. El Programa Mundial está pidiendo 4.900 millones de dólares para su trabajo de salvar vidas en 83 países en los próximos seis meses.
03,07,20








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