16 de set. 2020

PAPA SETEMBRE (4)



Catequesis cuidado

El Papa Envía Un Beso En La Audiencia General (C) Vatican Media

Catequesis del Papa sobre COVID-19, “Cuidado y contemplación”

Ciclo “Sanar al mundo”

( 16 sept. 2020).- El Papa Francisco ha celebrado esta mañana su tercera audiencia general en el patio de San Dámaso, con la presencia de fieles, y ha ofrecido la séptima reflexión de la serie dedicada a los desafíos de la COVID-19, una catequesis sobre el cuidado y la contemplación.

Catequesis cuidado

En su discurso en italiano, el Papa, continuando el ciclo “Sanar el mundo”, centra su meditación en el tema “Cuidado de la casa común y actitud contemplativa” (Lectura: Gen 2:8-9.15).

Catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente. También debemos apoyar a  quienes cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos. Existe la costumbre de dejar de lado a los ancianos, de abandonarlos: está muy mal.  Estas personas -bien definidas por el término español “cuidadores”-, los que cuidan de los enfermos, desempeñan un papel esencial en la sociedad actual, aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen. El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza (cf. Enc. Laudato si’ [LS], 70). Cuidar de quien está enfermo, de quien lo necesita, de quien ha sido dejado de lado: es una riqueza humana y también cristiana.

Este cuidado abraza también a nuestra casa común: la tierra y  cada una de sus criaturas. Todas las formas de vida están interconectadas (cf. ibid., 137-138), y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar (cf. Gn 2, 15). Abusar de ellos, en cambio, es un grave pecado que daña, que perjudica y hace enfermar (cf. LS, 8; 66). El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación (cf. ibid., 85; 214). ¿Pero cómo? ¿No hay una vacuna al respecto, para el cuidado de la casa común, para no dejarla de lado? ¿Cuál es el antídoto para la enfermedad de no cuidar la casa común? Es la contemplación. “Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso” (ibíd., 215). Incluso en objeto de “usar y tirar”. Sin embargo, nuestro hogar común, la creación, no es un mero “recurso”. Las criaturas tienen un valor en sí y “reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 339). Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo y, para hacerlo, necesitamos silencio, necesitamos escuchar, necesitamos contemplar. También la contemplación cura el alma.

Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado  y soberbio, el “yo” en el centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas. Una interpretación distorsionada de los textos bíblicos sobre la creación ha contribuido a esta visión equivocada, que lleva a explotar la tierra hasta el punto de asfixiarla. Explotar la creación: ese es el pecado. Creemos que estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía del diseño de Dios. Nos convertimos en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida. Naturalmente, podemos y debemos trabajar la tierra para vivir y desarrollarnos. Pero el trabajo no es sinónimo de explotación, y siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar… Esta es nuestra misión (cf. Gn 2:15). No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge. Nuestros hermanos y hermanas más pobres y nuestra madre tierra gimen por el daño y la injusticia que hemos causado y reclaman otro rumbo. Reclaman de nosotros una conversión, un cambio de ruta: cuidar también de la tierra, de la creación.

Es importante, pues, recuperar la dimensión contemplativa, es decir mirar  la tierra y  la creación como un don, no como algo que explotar para sacar beneficios. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad. He aquí la clave del problema: contemplar es ir más allá de la utilidad de una cosa. Contemplar la belleza no significa explotarla: contemplar es gratuidad. Descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios. Como muchos maestros espirituales han enseñado, el cielo, la tierra, el mar, cada criatura posee esta capacidad icónica, esta capacidad mística para llevarnos de vuelta al Creador y a la comunión con la creación. Por ejemplo, San Ignacio de Loyola, al final de sus Ejercicios Espirituales, nos invita a la “Contemplación para alcanzar amor”, es decir, a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.

La contemplación, que nos lleva a una actitud de cuidado, no es mirar a la naturaleza desde el exterior, como si no estuviéramos inmersos en ella. Pero nosotros estamos dentro de la naturaleza, somos parte de la naturaleza. Se hace más bien desde dentro, reconociéndonos como parte de la creación, haciéndonos protagonistas y no meros espectadores de una realidad amorfa que solo serviría para explotaría. El que contempla de esta manera siente asombro no sólo por lo que ve, sino también porque se siente parte integral de esta belleza; y también se siente llamado a guardarla, a protegerla. Y hay algo que no debemos olvidar: quien no sabe contemplar la naturaleza y la creación, no sabe contemplar a las personas con toda su riqueza. Y quien vive para explotar la naturaleza, termina explotando a las personas y tratándolas como esclavos. Esta es una ley universal: si no sabes contemplar la naturaleza, te será muy difícil contemplar a las personas, la belleza de las personas, a tu hermano, a tu hermana.

El que sabe contemplar, se pondrá más fácilmente manos a la obra para cambiar lo que produce degradación y daño a la salud. Se comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común y el respeto de las personas. El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente: ¡qué hermoso es esto! Cada uno de nosotros debe ser custodio del ambiente, de la pureza del ambiente, tratando de conjugar los saberes ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea sostenible.

Catequesis en la audiencia general

En fin, contemplar y cuidar: ambas actitudes muestran el camino para corregir y reequilibrar nuestra relación como seres humanos con la creación. Muchas veces, nuestra relación con la creación parece ser una relación entre enemigos: destruir la creación para mi ventaja; explotar la creación para mi ventaja. No olvidemos que se paga caro; no olvidemos el dicho español: “Dios perdona siempre; nosotros perdonamos a veces; la naturaleza no perdona nunca”. Hoy leía en el periódico acerca de los dos grandes glaciares de la Antártida, cerca del Mar de Amundsen: están a punto de caer. Será terrible, porque el nivel del mar subirá y esto acarreará muchas, muchas dificultades y muchos males. ¿Y por qué? Por el sobrecalentamiento, por no cuidar del medio ambiente, por no cuidar de la casa común. En cambio, si tenemos esta relación -me permito usar la palabra- “fraternal”, en sentido figurado, con la creación, nos convertimos en custodios de la casa común, en custodios de la vida y en custodios de la esperanza, custodiaremos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las generaciones futuras puedan disfrutarlo. Y alguno podría decir: “Pero, yo me las arreglo así”. Pero el problema no es cómo te las arreglas hoy – esto lo decía un teólogo alemán, protestante, muy bueno: Bonhoeffer – el problema no es cómo te las arreglas hoy; el problema es: ¿cuál será la herencia, la vida de la futura generación? Pensemos en los hijos, en los nietos: ¿qué les dejaremos si explotamos la creación? Custodiemos este camino para que podamos convertirnos en “custodios” de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza.

Custodiemos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo. Pienso de manera especial en los pueblos indígenas, con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el daño que les hemos causado. Pero también pienso en aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales. Sin embargo, no siempre son apreciados e incluso, a veces, se les obstaculiza porque no producen dinero, cuando, en realidad, contribuyen a una revolución pacífica que podríamos llamar  la “revolución del cuidado”. Contemplar para cuidar, contemplar para custodiar, custodiarnos nosotros, a la creación, a nuestros hijos, a nuestros nietos, y custodiar el futuro. Contemplar para curar y para custodiar y para dejar una herencia a la futura generación.

Ahora bien, no hay que delegar en algunos lo que es la tarea de todo ser humano. Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un “custodio de la casa común”, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y protegerlas.

16.09.20




Mensaje del Papa a sacerdotes ancianos y enfermosa

Italia: Mensaje del Papa a sacerdotes ancianos y enfermos de Lombardía

La fragilidad “nos refina y santifica”

(17 sept. 2020)-. El Papa Francisco ha enviado un mensaje a los participantes de la VI Jornada de sacerdotes ancianos y enfermos de Lombardía, Italia, reunidos en el Santuario de Nuestra Señora de Caravaggio, hoy, 17 de septiembre de 2020.

En una carta firmada el pasado 13 de agosto, el Santo Padre comparte su alegría por la realización de esta jornada de oración y fraternidad con el clero anciano y enfermo.

Mensaje del Santo Padre

Queridos hermanos sacerdotes,

Me alegro de que también este año, a pesar de las limitaciones necesarias para luchar contra la pandemia, os hayáis encontrado junto a vuestros obispos en el Santuario de Nuestra Señora de Caravaggio.

Agradezco a la Conferencia Episcopal Lombarda por organizar desde hace seis años esta jornada de oración y fraternidad con el clero anciano y enfermo. Es hermosa esta atención de los pastores por la parte físicamente más frágil de su presbiterio. En realidad, sois sacerdotes que, en la oración, en la escucha, en el ofrecimiento de vuestros sufrimientos, ejercéis un ministerio no secundario en vuestras Iglesias.

Doy las gracias a UNITALSI y a todos los que trabajan por el éxito de este encuentro. Con su compromiso concreto y el espíritu que los anima, los voluntarios expresan la gratitud de todo el pueblo de Dios a sus ministros.

Pero es sobre todo a vosotros, queridos hermanos que vivís el tiempo de la vejez o la hora amarga de la enfermedad, a quienes siento la necesidad de dar las gracias. Gracias por vuestro testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia. Gracias por el anuncio silencioso del Evangelio de la vida. Gracias porque sois una memoria viva a la que recurrir para construir el mañana de la Iglesia.

En los últimos meses, todos hemos experimentado algunas restricciones. Los días, transcurridos en un espacio limitado, parecían interminables y siempre iguales. Sentíamos la falta de nuestros afectos más queridos y de nuestros amigos; el miedo al contagio nos recordaba nuestra precariedad. En el fondo, hemos conocido lo que algunos de vosotros, así como muchos otros ancianos, experimentáis a diario. Espero que este período nos ayude a comprender que, mucho más que ocupar espacios, es necesario no perder el tiempo que se nos da; que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia. ¡No olvidemos esta lección!

Durante el período más duro, lleno “de un silencio que ensordece y un vacío desolador” (Acto de Oración, 27 de marzo de 2020), muchos, casi espontáneamente, levantaron sus ojos al Cielo. Con la gracia de Dios, puede ser una experiencia de purificación. También para nuestra vida sacerdotal, la fragilidad puede ser “como fuego del fundidor y como lejía del lavandero” (Mal 3:2) que, elevándonos a Dios, nos refina y santifica. No tengamos miedo al sufrimiento: ¡el Señor lleva la cruz con nosotros!

Queridos hermanos, encomiendo cada uno de vosotros a la Virgen María. A ella, Madre de los sacerdotes, le recuerdo en la oración a los muchos sacerdotes que han muerto a causa de este virus y a los que se enfrentan al camino de la rehabilitación.

Os envío, de todo corazón, mi bendición. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de agosto de 2020

17.09.20



El Papa a los periodistas cristianos: Ser portavoces “de esperanza”

Audiencia con la revista belga ‘Tertio’

(18 sept. 2020)-. El Papa Francisco ha destacado que los periodistas cristianos deben ser  portavoces “de esperanza”, portadores “de confianza en el futuro. Porque solo cuando se concibe el futuro como una realidad positiva y posible, el presente también se vuelve vivible”.

Estas palabras las ha dirigido el Santo Padre hoy, 18 de septiembre de 2020, a una delegación de la revista semanal cristiana belga Tertioque celebra su vigésimo aniversario, y a la que ha recibido.

En su discurso, Francisco apuntó que para la sociedad actual, la información “es una parte integral de nuestra vida cotidiana” y cuando es de calidad, “nos permite comprender mejor los problemas y desafíos que el mundo está llamado a enfrentar e inspira el comportamiento individual, familiar y social”, explicó.

Formación de las conciencias

En particular, se refirió a que “es muy importante la presencia de medios de comunicación cristianos especializados en información de calidad sobre la vida de la Iglesia en el mundo, capaces de contribuir a la formación de las conciencias”.

Asimismo, hizo alusión al nombre de este semanario, Tertio, que “hace referencia a la Carta Apostólica de san Juan Pablo II Tertio millennio adveniente, en vista del Gran Jubileo del Año 2000, para preparar los corazones a acoger a Cristo y su mensaje liberador”.

Hacer escuchar la voz de la Iglesia

Para el Papa, esta referencia no es “solo una llamada a la esperanza, sino que aspira también a que se escuche la voz de la Iglesia y de los intelectuales cristianos en un escenario mediático cada vez más secularizado”, para “enriquecerlo con reflexiones constructivas”.

También subrayó que “es notable la contribución de los medios de comunicación cristianos al crecimiento de un nuevo estilo de vida en las comunidades cristianas, libre de toda forma de preconcepción y exclusión”.

Portavoces de esperanza

Y, en este sentido, recordó sus propias palabras en el Ángelus dominical del pasado 6 de septiembre: “Los chismes cierran el corazón de la comunidad, cierran la unidad de la Iglesia. El gran chismoso es el diablo, que siempre está diciendo cosas feas de los demás, porque él es el mentiroso que busca dividir a la Iglesia, alejar a los hermanos y no hacer comunidad”.

En medio de la confusión actual, es necesaria “una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”, reiteró remitiendo a su mensaje para la 54ª Jornada de las Comunicaciones Sociales, del 24 de enero de 2020.

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Me alegra encontraros, colaboradores de la revista semanal cristiana Tertio, que celebra su vigésimo aniversario. Os deseo un provechoso peregrinaje a Roma y os felicito por todo lo que hacéis en el campo de la información y la comunicación. Agradezco a Monseñor Smet y al Sr. Van Lierde sus palabras de presentación.

En la sociedad en la que vivimos, la información es una parte integral de nuestra vida cotidiana. Cuando es de calidad, nos permite comprender mejor los problemas y desafíos que el mundo está llamado a enfrentar e inspira el comportamiento individual, familiar y social. En particular, es muy importante la presencia de medios de comunicación cristianos especializados en información de calidad sobre la vida de la Iglesia en el mundo, capaces de contribuir a la formación de las conciencias.

Además, el nombre mismo de vuestro semanario, Tertio, hace referencia a la Carta Apostólica de San Juan Pablo II Tertio millennio adveniente, en vista del Gran Jubileo del Año 2000, para preparar los corazones a acoger a Cristo y su mensaje liberador. Esta referencia, pues, no es sólo una llamada a la esperanza, sino que aspira también a que se escuche la voz de la Iglesia y de los intelectuales cristianos en un escenario mediático cada vez más secularizado, con el fin de enriquecerlo con reflexiones constructivas. Buscando una visión positiva de las personas y los hechos, rechazando los prejuicios; se trata de fomentar una cultura del encuentro a través de la cual es posible conocer la realidad con una mirada confiada.

También es notable la contribución de los medios de comunicación cristianos al crecimiento de un nuevo estilo de vida en las comunidades cristianas, libre de toda forma de preconceptos y exclusión. De hecho – sabemos – “los chismes cierran el corazón de la comunidad, cierran la unidad de la Iglesia. El gran chismoso es el diablo, que siempre está diciendo cosas feas de los demás, porque él es el mentiroso que busca dividir a la Iglesia, alejar a los hermanos y no hacer comunidad”. (Angelus, 6 de septiembre de 2020).

La comunicación es una misión importante para la Iglesia. Los cristianos comprometidos en este campo están llamados a poner en práctica de manera muy concreta la invitación del Señor a ir por el mundo y proclamar el Evangelio (cf. Mc 16,15). Por motivo de su alta conciencia profesional, el periodista cristiano debe ofrecer un testimonio nuevo en el mundo de la comunicación sin ocultar la verdad o manipular la información. Efectivamente, “en medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos.. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”. (Mensaje para la 54ª Jornada de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de 2020). Vosotros sois los protagonistas de esta «narración».

El profesional cristiano de la información debe ser, por lo tanto, un portavoz de esperanza, un portador de confianza en el futuro. Porque sólo cuando se concibe el futuro como una realidad positiva y posible, el presente también se vuelve vivible. Estas reflexiones también pueden ayudarnos, especialmente hoy, a alimentar la esperanza en la situación de pandemia que está atravesando el mundo. Sois sembradores de esta esperanza en un mañana mejor. En el contexto de esta crisis, es importante que los medios de comunicación contribuyan a que las personas no enfermen de soledad y puedan recibir una palabra de consuelo.

Queridos amigos, vuelvo a animaros por vuestros esfuerzos y doy gracias a Dios por vuestro testimonio durante estos veinte años, que ha llevado a la buena reputación que tiene vuestro semanario. Como subrayaba San Juan Pablo II, “A vosotros, que trabajáis en el campo de la cultura y de la comunicación, la Iglesia os mira con confianza y esperanza porque […] estáis llamados a leer e interpretar el tiempo presente y a descubrir los caminos para una comunicación del Evangelio según los lenguajes y la sensibilidad del hombre contemporáneo.» (Discurso a los participantes en el Congreso nacional italiano para los agentes de la cultura y de la comunicación, organizado por la C.E.I., 9 de noviembre de 2002).

Confío a la protección de la Santísima Virgen vuestro trabajo al servicio del encuentro entre el hombre y la sociedad. Que ella vuelva su mirada hacia todos y cada uno de vosotros y os ayude a ser fieles discípulos de su Hijo en vuestra profesión. Bendigo a todos los colaboradores de Tertio, a sus familiares, así como a los lectores de la revista. Y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.

18.09.20



Angelus, 20 Septiembre 2020 (C) Vatican Media

Ángelus: Dios llama a todos y recompensa con su amor

Palabras del Papa antes de la oración mariana

zenit – 20 sept. 2020).- El Papa Francisco recordó en el Ángelus que Dios nos llama “a trabajar para Él en su campo “y nos da como única recompensa su amor, la amistad de Jesús, que es el todo para nosotros”.

A las 12 del mediodía de hoy, 20 de septiembre de 2020, el Santo Padre se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cfr. Mt 20,1-16) narra la parábola de los trabajadores llamados a jornal por el dueño de una viña. A través de esta historia, Jesús nos muestra el sorprendente modo de actuar de Dios, representado en dos actitudes del dueño: la llamada y la recompensa.

En primer lugar, la llamada. El dueño de la viña sale en cinco ocasiones a la plaza y llama a trabajar para él: a las seis, a las nueve, a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde. Es conmovedora la imagen de este dueño que sale varias veces a la plaza a buscar trabajadores para su viña. Ese dueño representa a Dios, que llama a todos y llama siempre, a cualquier hora. Dios actúa así también hoy: nos sigue llamando a cada uno, a cualquier hora, para invitarnos a trabajar en su Reino. Este es el estilo de Dios, que hemos de aceptar e imitar. Él no está encerrado en su mundo, sino que “sale”: Dios siempre está en salida, buscándonos; no está encerrado. Dios sale, sale continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor.

También nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de “fronteras”, que pueden existir, para ofrecer a todos la palabra de salvación que Jesús vino a traer. Se trata de abrirse a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y aún no han experimentado, o han perdido, la fuerza y la luz del encuentro con Cristo. La Iglesia debe ser como Dios: siempre en salida; y cuando la Iglesia no sale, se pone enferma de tantos males que tenemos en la Iglesia. ¿Por qué estas enfermedades en la Iglesia? Porque no sale. Es cierto que cuando uno sale existe el peligro de que tenga un accidente. Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir, por anunciar el Evangelio, que una Iglesia enferma por estar encerrada. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo: siempre en salida.

La segunda actitud del dueño, que representa la de Dios, es su modo de recompensar a los trabajadores: ¿cómo paga Dios? El dueño se pone de acuerdo con los primeros obreros, contratados por la mañana, para pagarles “un denario” (v. 2). En cambio, a los que llegan a continuación les dice: “Os daré lo que sea justo”(v. 4). Al final de la jornada, el dueño de la viña ordena que a todos les sea dada la misma paga, es decir, un denario. Quienes han trabajado desde la mañana temprano se indignan y se quejan del dueño, pero él insiste: quiere dar el máximo de la recompensa a todos, incluso a quienes llegaron los últimos (vv. 8-15). Dios siempre paga el máximo. No se queda a mitad del pago. Paga todo. Y aquí se comprende que Jesús no está hablando del trabajo y del salario justo, que es otro problema, sino del Reino de Dios y de la bondad del Padre celestial que sale continuamente a invitar y paga el máximo salario a todos.

De hecho, Dios se comporta así: no mira el tiempo y los resultados, sino la disponibilidad, mira la generosidad con la que nos ponemos a su servicio. Su actuar es más que justo, en el sentido de que va más allá de la justicia y se manifiesta en la Gracia. Todo es Gracia. Nuestra salvación es Gracia. Nuestra santidad es Gracia. Donándonos la Gracia, Él nos da más de lo que merecemos. Y entonces, quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último. “Pero yo he trabajado mucho, he hecho mucho en la Iglesia, he ayudado tanto, ¿y me pagan lo mismo que a este que ha llegado el último?”. Recordemos quién fue el primer santo canonizado en la Iglesia: el Buen Ladrón. “Robó” el Cielo en el último momento de su vida. Esto es Gracia, así es Dios, también con todos nosotros. El que piensa en sus propios méritos, fracasa; quien se confía con humildad a la misericordia del Padre, pasa de último -como el Buen Ladrón- a primero (cfr. v. 16).

Que María Santísima nos ayude a sentir todos los días la alegría y el estupor de ser llamados por Dios a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia. Y de tener como única recompensa su amor, la amistad de Jesús.

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Según los programas hechos antes de la pandemia, en los días pasados tendría que haberse celebrado el Congreso Eucarístico Internacional en Budapest. Por ello, deseo dirigir mi saludo a los Pastores y a los fieles de Hungría, y a todos los que esperaban con fe y alegría este evento eclesial. El Congreso ha sido aplazado hasta el año que viene, del 5 al 12 de septiembre, siempre en Budapest. Continuemos, unidos espiritualmente, el camino de preparación, encontrando en la Eucaristía la fuente de la vida y de la misión de la Iglesia.

Hoy se celebra en Italia el Día por la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Invito a sostener esta importante institución cultural, llamada a dar nuevo vigor a un proyecto que ha sabido abrir la puerta del futuro a muchas generaciones de jóvenes. Es muy importante que las nuevas generaciones se formen en el cuidado de la dignidad humana y de la casa común.

Saludo a los romanos y a los peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones y demás fieles.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.

20.09.20




Día Internacional Paz: Papa Francisco

Día Internacional de la Paz: El Papa invita a buscar una “verdadera fraternidad”

Llamamiento de ‘Caritas Internationalis’

 – 21 sept. 2020).- En el Día Internacional de la Paz, el Papa Francisco ha recordado que  “debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios” y que “el deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”.

Cada año, el 21 de septiembre, se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró esta fecha como el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego.

Este año, afirma la ONU en su página web, “ha sido más claro que nunca que no somos enemigos el uno del otro y que el enemigo común es el coronavirus, que amenaza nuestra salud, seguridad y estilo de vida”.

En marzo, el secretario general de la ONU, António Guterres, pidió a todas las partes beligerantes que dejen sus armas y se concentren en la batalla contra esta pandemia mundial sin precedentes.

En estos tiempos de distanciamiento físico, este Día Internacional de la Paz 2020, titulado Forjando la paz juntos”, está dedicado a fomentar el diálogo y recolectar ideas. La ONU invita al mundo a unirse y compartir ideas sobre cómo salir de esta situación, curar nuestro planeta y cambiarlo para mejor, a unirse contra los intentos de usar el virus para promover la discriminación o el odio y para poder forjar la paz juntos.

Caritas Internationalis

Por su parte, en esta jornada por la paz, Caritas Internationalis exhorta en una nota a poner a la “persona humana por encima de todos los intereses creados”.

La organización caritativa considera que es “una importante ocasión para que la humanidad defienda la paz como valor único y exprese su compromiso incondicional contra la guerra, por encima de todas las diferencias.

Y remite a las palabras del Santo Padre: “Toda guerra es una forma de fratricidio que destruye la vocación innata de la familia humana a la fraternidad”. Este mensaje impulsa a Caritas Internationalis al compromiso “con la construcción de paz, mediante la consolidación de comunidades que vivan su fraternidad a través del diálogo y el intercambio”.

Ausencia de paz en el mundo

El comunicado recuerda también que la humanidad “sigue siendo hoy testigo de millones de personas que viven en condiciones calamitosas, debido a guerras y violencia, que les impiden vivir su condición humana con dignidad” y que “millones de personas mueren por la ausencia de la paz, por conflictos y tensiones cuyas causas se encuentran en el egoísmo, la codicia, la corrupción, la discriminación religiosa, étnica y también en la explotación ilegal de los recursos naturales”.

Ahora que la COVID-19 ha revelado a todos la fragilidad y vulnerabilidad de la existencia humana y ha reunido a todos para combatir la propagación del virus, “debemos permanecer unidos luchando contra toda forma de división, toda tentación de odio y -como nos ha dicho reiteradamente papa Francisco”, como dice el Papa: ‘Hay que actuar contra la desconfianza y el miedo que debilitan las relaciones y aumentan el riesgo de violencia’”.

En este sentido, Caritas Internationalis actúa “abordando las causas profundas de la guerra y la violencia, con la prevención de conflictos, la mediación y la construcción de paz, así como acompañando, cuidando y dando voz a las personas vulnerables que viven en zonas de crisis y entornos sociales difíciles”.

Proyectos en el mundo

Así, por ejemplo, en el estado de Kachin y el norte de Shan, Cáritas Myanmar está llevando a cabo un programa de paz duradera, con desplazados internos, aldeas y comunidades de acogida afectadas por el conflicto, mujeres, jóvenes y líderes religiosos, en estrecha colaboración con la Iglesia.

En Mindanao (Filipinas), junto con la Iglesia local están trabajando para lograr una solución pacífica en una región en la que prevalece la violencia. En Pakistán, Cáritas y la Iglesia local trabajan juntas para promover la paz y la armonía, entre las comunidades, mediante pequeños proyectos de desarrollo.

En la República Centroafricana, el arzobispo de Bangui, junto con el imán y el líder de la Iglesia Nacional Protestante, estuvieron en primera línea, animando a las facciones beligerantes a trabajar por la paz y la reconciliación.

En Colombia, se está fomentando la resiliencia en las comunidades vulnerables ante el riesgo de la violencia existente y nuevas formas, y está fortaleciendo los procesos de desarrollo local, para una transformación no violenta de los conflictos mediante la participación y el empoderamiento de la población.

Llamamientos

Asimismo, en este Día Internacional de la Paz, la organización internacional reitera su llamamiento a: “detener la guerra y la violencia en todo el mundo y especialmente en Oriente Medio y promover el tan necesario diálogo para encontrar una solución política a todos los problemas”; y “levantar las sanciones contra Siria, ya que es evidente que no ayudan a promover la paz, sino que más bien agravan el conflicto y son perjudiciales para la paz”, pues, “el levantamiento de las sanciones también puede alentar a los líderes políticos a sentarse a negociar la paz”.

También demanda que se haga “todo lo posible y se ponga en práctica toda iniciativa viable a conducir a la paz, en zonas de conflicto, con el fin de que la ayuda internacional para el desarrollo preste una atención importante a la consolidación de la paz y la reconciliación a nivel popular, con la finalidad de fomentar la paz y la armonía, centradas en la comunidad. Esto incluye la creación de oportunidades de educación y empleo, en particular para los jóvenes que corren el riesgo de ser reclutados por grupos armados y milicias”.

Finalmente, Caritas Internationalis exige “apoyar el esfuerzo de los dirigentes religiosos y de las comunidades religiosas que se dedican a promover el diálogo interreligioso”.

21.09.20

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