“Mirar todos juntos hacia delante”
(15 oct. 2020)-. En la tarde de hoy, 15 de octubre de 2020, en un evento de la Pontificia Universidad de Letrán de Roma, se emitió un mensaje en vídeo del Papa Francisco en el que llama a un Pacto Educativo Mundial.
“Catástrofe educativa”
Durante el acto de hoy, transmitido en directo por streaming, el Santo Padre ha subrayado que, en este camino de preparación de un Pacto Educativo Global, la COVID...
La educación como antídoto
Esta situación “ha hecho incrementar la conciencia de que se debe realizar un cambio en el modelo de desarrollo” y, en este sentido, el Papa resalta “el poder transformador de la educación”, pues “educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los determinismos y fatalismos”.
Itinerario integral
En consecuencia, el Pontífice considera necesario “un nuevo periodo de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad”, un “itinerario integral”,...
Llamamiento
Por todo ello, el Papa Francisco realizó un llamamiento “de manera particular a los hombres y las mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, a los operadores....
Compromiso
De este modo, el Santo Padre apunta que “nos comprometemos personal y conjuntamente” a: “Poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, ...
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando los invité a iniciar este camino de preparación, participación y planificación de un pacto educativo global, no imaginábamos la situación en la que se desarrollaría: el Covid ha acelerado y amplificado muchas de las urgencias y emergencias que habíamos constatado, y ha manifestado muchas otras. A las dificultades sanitarias se sumaron después las económicas y sociales. Los sistemas educativos de todo el mundo han sufrido la pandemia tanto a nivel escolar como académico.
En todas partes se ha intentado activar una respuesta rápida a través de plataformas educativas informatizadas, que han mostrado no sólo una marcada disparidad en las oportunidades educativas y tecnológicas, sino también, debido al confinamiento y muchas otras deficiencias existentes, muchos niños y adolescentes se han quedado atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico. Según algunos datos recientes de organismos internacionales, se habla de una “catástrofe educativa” —es un poco fuerte, pero se habla de una “catástrofe educativa”—, ante los aproximadamente diez millones de niños que podrían verse obligados a abandonar la escuela a causa de la crisis económica generada por el coronavirus, aumentando una brecha educativa ya alarmante —con más de 250 millones de niños en edad escolar excluidos de cualquier actividad educativa—.
Ante esta dramática realidad, sabemos que las medidas sanitarias necesarias serán insuficientes si no van acompañadas de un nuevo modelo cultural. Esta situación ha hecho incrementar la conciencia de que se debe realizar un cambio en el modelo de desarrollo. Para que respete y proteja la dignidad de la persona humana, debe partir de las oportunidades que la interdependencia mundial ofrece a la comunidad y a los pueblos, cuidando nuestra casa común y protegiendo la paz. La crisis que atravesamos es una crisis global, que no se puede reducir ni limitar a un único ámbito o sector. Es general. El Covid ha hecho posible reconocer de forma global que lo que está en crisis es nuestro modo de entender la realidad y de relacionarnos.
En este contexto, vemos que no son suficientes las recetas simplistas o los vanos optimismos. Conocemos el poder transformador de la educación: educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse tantas veces como el único camino posible.1
Educar es siempre un acto de esperanza que invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestra pertenencia común. Si los espacios educativos hoy se ajustan a la lógica de la sustitución y de la repetición; y son incapaces de generar y mostrar nuevos horizontes, en los que la hospitalidad, la solidaridad intergeneracional y el valor de la trascendencia construyan una nueva cultura, ¿no estaremos faltando a la cita con este momento histórico?
También somos conscientes de que un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que cualquier cambio requiere un itinerario educativo, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las exigencias de cada generación y hacer florecer la humanidad de hoy y de mañana.
Creemos que la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia. La educación es ante todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en generación.
Por tanto, la educación se propone como el antídoto natural de la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y en la primacía de la indiferencia. Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento e imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua. Nuestro futuro no puede ser este.
Hoy es necesario un nuevo periodo de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad. Escuchemos el grito de las nuevas generaciones, que manifiesta la necesidad y, al mismo tiempo, la oportunidad estimulante de un renovado camino educativo, que no mire para otro lado, favoreciendo graves injusticias sociales, violaciones de derechos, grandes pobrezas y exclusiones humanas.
Se trata de un itinerario integral, en el que se salga al encuentro de aquellas situaciones de soledad y desconfianza hacia el futuro que generan depresión, adicciones, agresiones, odio verbal, fenómenos de intimidación y acoso entre los jóvenes. Un camino compartido, en el que no se permanezca indiferentes ante el flagelo de la violencia y el maltrato de menores, el fenómeno de las niñas esposas y de los niños soldados, la tragedia de los menores vendidos y esclavizados. A esto se suma el dolor por el “sufrimiento” de nuestro planeta, provocado por una explotación sin inteligencia y sin corazón, que ha generado una grave crisis medioambiental y climática.
En la historia hay momentos en los que es necesario tomar decisiones fundamentales, que no sólo dan una impronta a nuestra forma de vida, sino sobre todo una determinada posición ante posibles escenarios futuros. En la actual situación de crisis sanitaria —llena de desánimo y desconcierto—, consideramos que es el momento de firmar un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad.
Hoy se requiere la parresia necesaria para ir más allá de visiones extrínsecas de los procesos educativos, para superar las excesivas simplificaciones aplanadas sobre la utilidad, sobre el resultado —estandarizado—, sobre la funcionalidad y la burocracia que confunden educación con instrucción y terminan destruyendo nuestras culturas; más bien se nos pide que busquemos una cultura integral, participativa y multifacética. Necesitamos valentía para generar procesos que asuman conscientemente la fragmentación existente y los contrastes que de hecho llevamos con nosotros; la audacia para recrear el tejido de las relaciones a favor de una humanidad capaz de hablar el lenguaje de la fraternidad. El valor de nuestras prácticas educativas no se medirá simplemente por haber superado pruebas estandarizadas, sino por la capacidad de incidir en el corazón de una sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura. Un mundo diferente es posible y requiere que aprendamos a construirlo, y esto involucra a toda nuestra humanidad, tanto personal como comunitaria.
Hacemos un llamamiento de manera particular a los hombres y las mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, a los operadores de los medios de comunicación, en todas partes del mundo, para que ellos también firmen este pacto y, con su testimonio y su trabajo, se hagan promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la acogida del otro y la fraternidad. “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (Carta enc. Fratelli tutti, 77). Un proceso plural y multifacético capaz de involucrarnos a todos en respuestas significativas, donde la diversidad y los enfoques se puedan armonizar en la búsqueda del bien común. Capacidad para crear una armonía: esto es lo que necesitamos hoy.
Por estos motivos nos comprometemos personal y conjuntamente a:
Poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea, rechazando esos estilos de vida que favorecen la difusión de la cultura del descarte.
Segundo: Escuchar la voz de los niños, adolescentes y jóvenes a quienes transmitimos valores y conocimientos, para construir juntos un futuro de justicia y de paz, una vida digna para cada persona.
Tercero: Fomentar la plena participación de las niñas y de las jóvenes en la educación.
Cuarto: Tener a la familia como primera e indispensable educadora.
Quinto: Educar y educarnos para acoger, abriéndonos a los más vulnerables y marginados.
Sexto: Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
Séptimo: Salvaguardar y cultivar nuestra casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables y respetuosas del entorno humano y natural, siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular.
Queridos hermanos y hermanas: En definitiva, queremos comprometernos con valentía para dar vida, en nuestros países de origen, a un proyecto educativo, invirtiendo nuestras mejores energías e iniciando procesos creativos y transformadores en colaboración con la sociedad civil. En este proceso, un punto de referencia es la doctrina social que, inspirada en las enseñanzas de la Revelación y el humanismo cristiano, se ofrece como base sólida y fuente viva para encontrar los caminos a seguir en la actual situación de emergencia.
Tal inversión formativa, basada en una red de relaciones humanas y abiertas, debe garantizar el acceso de todos a una educación de calidad, a la altura de la dignidad de la persona humana y de su vocación a la fraternidad. Es hora de mirar hacia adelante con valentía y esperanza. Que nos sostenga, por tanto, la convicción de que en la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una esperanza de armonía social.
Recordemos, hermanos y hermanas, que las grandes transformaciones no se construyen en el escritorio. Hay una “arquitectura” de la paz en la que intervienen las diversas instituciones y personas de una sociedad, cada una según su propia competencia, pero sin excluir a nadie (cf. ibíd., 231). Así tenemos que seguir: todos juntos, cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia adelante, hacia esta construcción de una civilización de la armonía, de la unidad, donde no haya lugar para esta virulenta pandemia de la cultura del descarte. Gracias.
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15.10.20
El Papa participará en evento interreligioso de oración por la paz
El próximo 20 de octubre
(zenit – 16 oct. 2020)-. El Papa Francisco participará en el Encuentro de Oración por la paz en el Espíritu de Asís, que tendrá lugar en la tarde del 20 de octubre, bajo el título: “Nadie se salva solo – Paz y Fraternidad”, promovido por la Comunidad de Sant’Egidio.
Así ha informado hoy, 16 de octubre de 2020, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
Se trata de un acto oración ecuménica “con las otras confesiones cristianas en la basílica romana de Santa María de Aracoeli” y “de la ceremonia posterior con los representantes de las grandes religiones del mundo en la plaza del Capitolio”, describe Bruni.
Situado en el centro de Roma, el Capitolio es la sede de la administración de la Ciudad Eterna. El Papa argentino lo visitó el 26 de marzo de 2019, por invitación de la alcaldesa Virginia Raggi.
Detrás del monumento a Víctor Manuel II, en la cima de la colina, la basílica de Santa María en Aracoeli data del siglo VI. Fue restaurada en el siglo XIII en estilo romántico-gótico.
16.1.20
75º aniversario de la FAO: Videomensaje del Papa
Derrotar el hambre y la pobreza
(zenit – 16 oct. 2020)-. Con motivo del 75º aniversario de creación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el Papa Francisco ha enviado un videomensaje a los miembros de esta organización hoy, 16 de octubre de 2020.
En él, el Santo Padre destaca el tema propuesto para este año con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación es significativo (“Cultivar, nutrir, preservar”, “Juntos. Nuestras acciones son nuestro futuro”), pues este señala la necesidad “de actuar conjuntamente y con la voluntad firme para poder generar iniciativas que mejoren nuestro entorno y promuevan la esperanza de muchas personas y de muchos pueblos”.
Apoyo a iniciativas
En este periodo de gran dificultad ocasionado por la pandemia de COVID-19, Francisco considera todavía más importante apoyar las iniciativas implementadas por organizaciones como la FAO, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) con el fin de promover “una agricultura sostenible y diversificada, sostener las pequeñas comunidades agrícolas y cooperar para el desarrollo rural de los países más pobres”.
Igualmente, lamenta la constatación de que, según las estadísticas más recientes de la FAO, “a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos decenios, el número de personas que luchan contra el hambre y la inseguridad alimentaria crece, está creciendo y la actual pandemia agudizará todavía más esas cifras”.
El hambre, tragedia y vergüenza
Y subraya que “para la humanidad el hambre no es solo una tragedia, sino una vergüenza” causada “por una distribución desigual de los frutos de la tierra, a lo que se añade la falta de inversiones en el sector agrícola, las consecuencias del cambio climático y el aumento de los conflictos en distintas zonas del planeta”.
Además, “se desechan toneladas de alimentos”, realidades ante las que “no podemos permanecer insensibles o quedar paralizados”, ya que “todos somos responsables”.
Fondo mundial
Para el Pontífice, la crisis actual demuestra que se necesitan políticas y acciones concretas para erradicar el hambre en el mundo: “Una decisión valiente sería constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares ‘un Fondo mundial’ para derrotar definitivamente “el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres”.
De este modo, como expresó en Fratelli tutti, “se evitarían muchas guerras y la emigración de tantos hermanos nuestros y sus familias que se ven obligados a abandonar sus hogares y sus países en busca de una vida más digna”.
Videomensaje del Santo Padre
A Su Excelencia
El señor Qu Dongyu
Director general de la FAO
En el día en que la FAO celebra su 75º aniversario de creación, quiero saludar a usted y a todos los miembros que la componen. Su misión es hermosa e importante, porque ustedes trabajan con el objetivo de derrotar el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.
El tema propuesto para este año con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación es significativo: “Cultivar, nutrir, preservar”, y esto “Juntos. Nuestras acciones son nuestro futuro”.
Este tema destaca la necesidad de actuar conjuntamente y con la voluntad firme para poder generar iniciativas que mejoren nuestro entorno y promuevan la esperanza de muchas personas y de muchos pueblos.
A lo largo de estos 75 años, la FAO ha aprendido que no basta con producir alimentos, sino que también es importante garantizar que los sistemas alimentarios sean sostenibles y proporcionen dietas saludables y asequibles para todos. Se trata de adoptar soluciones innovadoras que puedan transformar la forma en que producimos y consumimos los alimentos para el bienestar de nuestras comunidades y de nuestro planeta, fortaleciendo así la capacidad de recuperación y la sostenibilidad a largo plazo.
Por eso, en este periodo de gran dificultad causada por la pandemia de Covid-19, es todavía más importante apoyar las iniciativas implementadas por organizaciones como la FAO, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) con vistas a promover una agricultura sostenible y diversificada, sostener las pequeñas comunidades agrícolas y cooperar para el desarrollo rural de los países más pobres.
Somos conscientes de que hay que responder a este desafío en una época que está llena de contradicciones: por un lado, somos testigos de un progreso sin precedentes en los diversos campos de la ciencia; por otro lado, el mundo se enfrenta a múltiples crisis humanitarias. Lamentablemente, constatamos que, según las estadísticas más recientes de la FAO, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos decenios, el número de personas que luchan contra el hambre y la inseguridad alimentaria crece, está creciendo y la actual pandemia agudizará todavía más esas cifras.
Para la humanidad el hambre no es sólo una tragedia sino una vergüenza. En su mayor parte, está causada por una distribución desigual de los frutos de la tierra, a lo que se añade la falta de inversiones en el sector agrícola, las consecuencias del cambio climático y el aumento de los conflictos en distintas zonas del planeta. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Ante esta realidad, no podemos permanecer insensibles o quedar paralizados. Todos somos responsables.
La crisis actual nos demuestra que se necesitan políticas y acciones concretas para erradicar el hambre en el mundo. En ocasiones las discusiones dialécticas o ideológicas nos llevan lejos de alcanzar este objetivo, y permitimos que hermanos y hermanas nuestros sigan muriendo por falta de alimento. Una decisión valiente sería constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares “un Fondo mundial” para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres. De este modo, se evitarían muchas guerras y la emigración de tantos hermanos nuestros y sus familias que se ven obligados a abandonar sus hogares y sus países en busca de una vida más digna (cf. Fratelli tutti, nn. 189, 262).
Señor director general: Al manifestar mi deseo de que la labor de la FAO sea cada vez más incisiva y más fecunda, invoco la bendición de Dios sobre usted y quienes cooperan en esa misión esencial de cultivar la tierra, nutrir a los hambrientos y salvaguardar los recursos naturales, de modo que todos podamos vivir dignamente, con respeto y con amor. Muchas gracias.
17.10.20
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