El Espíritu Santo, “protagonista de la misión”– Catequesis completa
Ciclo
de los Hechos de los Apóstoles
(30
oct. 2019).- El Papa Francisco indicó que, desde Pentecostés, el
Espíritu Santo es “protagonista de la misión. Y nos lleva hacia
adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos
mueve a hacer. Para llevar el Evangelio”.
Hoy,
30 de octubre de 2019, el Santo Padre, ha continuado con el ciclo de
catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, en concreto, ha
enfocado su reflexión en el pasaje “¡Pasa
a Macedonia y ayúdanos!” (Hechos
16:9). La
fe cristiana llega a Europa (Hechos
de los Apóstoles 16,
9-10).
El
cristianismo llega a Europa
En
primer lugar, Francisco subrayó que, efectivamente, al leer los
Hechos de los Apóstoles se comprueba que “el Espíritu Santo es el
protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el
camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir”.
Después
repasó los tres hechos importantes que suceden a Pablo en Filipos,
colonia romana de Macedonia. Así, aludió a que “la fuerza del
Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en
particular a Lidia”, que acogió a Cristo, recibió el Bautismo
junto con su familia y decidió también recibir a los apóstoles.
Este,
según el Pontífice, constituye “el testimonio de la llegada del
cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que
dura también hoy”.
Oración
de alabanza
Más
tarde, Pablo y Silas son encarcelados porque liberaron a una esclava
poseída por un “espíritu adivino” con la que sus amos ganaban
mucho dinero, motivo por el que estos denunciaron a los apóstoles.
En este sentido, el Obispo de Roma apuntó que también hoy hay gente
que paga por este tipo de servicios.
No
obstante, en lugar de lamentarse, Pablo y Silas entonan una alabanza
a Dios que produce un terremoto que acaba por liberar a todos los
reos de la prisión. De este modo, “como la oración de
Pentecostés, la de cárcel también tiene efectos prodigiosos”,
remarcó el Santo Padre.
Ante
este suceso, el carcelero, dado que estos pagaban con su propia vida
la huida de los prisioneros, quería matarse. Sin embargo, preguntó
a Pablo “¿Qué tengo que hacer para salvarme?” (Hechos
16:27-28).
El
apóstol le respondió ”Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás
tú y tu casa” (v. 31) y, explicó Francisco, “en ese momento se
produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha
la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles, les
lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el Bautismo
junto a los suyos”.
Un
corazón abierto
Finalmente,
el Papa Francisco exhortó a pedir al Espíritu Santo “un corazón
abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y
hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas,
y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se
deja tocar por el Espíritu Santo”.
***
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Leyendo
los Hechos de los Apóstoles se puede ver cómo el Espíritu Santo es
el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el
camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir.
Lo
vemos claramente cuando el apóstol Pablo, llegado a Tróada, tiene
una visión. Un macedonio le ruega: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!
(Hechos 16:9). El pueblo de Macedonia del Norte está muy orgulloso
de esto, muy orgulloso de haber llamado a Pablo para que Pablo fuera
a anunciar a Jesucristo. Recuerdo tanto a ese hermoso pueblo que me
recibió con tanto calor: ¡Que conserven esta fe que Pablo les
predicó! El Apóstol no duda, se va a Macedonia, seguro de que es
Dios mismo quien lo envía, y llega a Filipos, “colonia
romana” (Hch 16,12) en la Via Egnatia, para predicar el Evangelio.
Pablo se queda allí varios días. Tres son los acontecimientos que
caracterizan su estancia en Filipos en estos tres días: tres hechos
importantes: 1) la evangelización y el bautismo
de Lidia y su familia; 2) su arresto junto con Silas, después de
haber exorcizado a una esclava explotada por sus amos; 3) la
conversión y el bautismo de su carcelero y de su familia. Veamos
estos tres episodios de la vida de Pablo.
La
fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos,
en particular a Lidia, vendedora de púrpura, en la ciudad de
Tiatira, creyente en Dios a quien el Señor abre su corazón “para
que se adhiriese a las palabras de Pablo” (Hch 16,14). Lidia, en
efecto, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto con su familia y
acoge a los que pertenecen a Cristo, acogiendo a Pablo y a Silas en
su casa. Aquí tenemos el testimonio de la llegada del cristianismo a
Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también
hoy. Entró por Macedonia.
Después
de la calidez experimentada en casa de Lidia, Pablo y Silas tendrán
que hacer cuentas con la dureza de la prisión: pasan del consuelo de
esta conversión de Lidia y de su familia a la desolación de la
cárcel a la que los arrojan por haber liberado en el nombre de Jesús
“a una esclava poseída de un espíritu adivino” y “producía
mucho dinero a sus amos” con el oficio de adivina (Hch 16,16). Sus
amos, ganaban mucho y esta pobre esclava hacía lo que hacen
los adivinos: te adivinaba el futuro, te leía las manos, como dice
la canción: “Toma esta mano, gitana”, y por eso la gente pagaba.
También hoy, queridos hermanos y hermanas, hay gente que paga por
ello. Recuerdo que en mi diócesis, en un parque muy grande, había
más de 60 mesitas donde estaban sentados los adivinos y las
adivinas, que te leían la mano ¡y la gente creía en estas cosas! Y
pagaba. Y esto sucedía también en la época de San Pablo. Sus amos,
en represalia, denuncian a Pablo y llevan a los Apóstoles ante los
jueces acusándoles de desorden público.
Pero
¿qué pasa? Pablo está en la prisión y durante su encarcelamiento
se produce un hecho sorprendente. Está desolado pero, en vez de quejarse,
Pablo y Silas entonan una alabanza a Dios y esta alabanza desencadena
una fuerza que los libera: durante la oración un terremoto sacude
los cimientos de la prisión, se abren las puertas y caen las cadenas
de todos (cf. Hch 16,25-26). Como la oración de Pentecostés, la de
cárcel también tiene efectos prodigiosos.
El
carcelero, creyendo que los prisioneros habían huido, quería
matarse, porque los carceleros pagaban con su propia vida la huida de
los prisioneros, pero Pablo le grita: “Estamos todos aquí”.
(Hechos 16:27-28). El carcelero pregunta entonces: “¿Qué tengo
que hacer para salvarme?” (v. 30). La respuesta es: “Ten fe en el
Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” (v. 31). En ese momento
se produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero
escucha la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles,
les lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el
bautismo junto a los suyos; luego, “se alegró con toda su familia
por haber creído en Dios” (v. 34), prepara la mesa e invita a
Pablo y Silas a quedarse con ellos: ¡el momento del consuelo! En el
corazón de la noche de este carcelero anónimo, la luz de Cristo
brilla y vence a las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota
en él y en sus una alegría nunca antes experimentada. Así es como
el Espíritu Santo hace la misión: desde el principio, desde
Pentecostés en adelante, Él es el protagonista de la misión. Y nos
lleva hacia adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el
Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio.
Pidamos
también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto,
sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como
el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una
apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el
Espíritu Santo.
31.10.19
Ángelus: “Zaqueo descubre de Jesús que es posible amar gratuitamente”
Palabras del
Papa antes de la oración mariana
(3
noviembre 2019) .- A las 12 del mediodía de hoy 3 noviembre 2019, en
el 31 domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco se asoma a la
ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar el Ángelus
con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la
cita habitual de cada domingo.
***
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy (cf. Lc 19, 1-10) nos pone en las huellas de Jesús
que, en su camino hacia Jerusalén, se detiene en Jericó. Había una
gran multitud para darle recibirlo, entre las cuales un hombre
llamado Zaqueo, jefe de los “publicanos”, es decir, de los judíos
que recaudaban los impuestos en nombre del Imperio Romano. Él era
rico no por sus ganancias honestas, sino porque pedía el “soborno”,
y esto aumentaba el desprecio por él. Zaqueo “trataba de ver quién
era Jesús” (v. 3); no quería encontrarse con él, pero era
curioso: quería ver a aquel personaje del que había oído decir
cosas extraordinarias, era curioso. Y siendo de baja estatura, para
lograr verlo (ver 4) sube a un árbol. Cuando Jesús llega cerca,
levanta la mirada y lo ve (cf. v. 5). Esto es importante: la primera
mirada no es la de Zaqueo, sino la de Jesús, que entre tantos
rostros que lo rodeaban, la muchedumbre, busca precisamente ese. La
mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de que nosotros
mismos nos demos cuenta de que necesitamos ser salvados. Y con esta
mirada del divino Maestro comienza el milagro de la conversión del
pecador. De hecho, Jesús lo llama, y lo llama por su nombre:
“Zaqueo, baja inmediatamente, porque hoy tengo que quedarme en tu
casa” dice Jesús (v. 5). No le reprocha, no le da un
“sermón”; le dice que debe ir a él: “debe”, porque es la
voluntad del Padre. A pesar de los murmullos de la gente, Jesús
escoge quedarse en la casa de ese pecador público.
También
nosotros nos habríamos escandalizado por este comportamiento de
Jesús. Pero el desprecio y la cerrazón hacia el pecador sólo lo
aísla y lo endurece en el mal que hace contra sí mismo y contra la
comunidad. En cambio, Dios condena el pecado, pero trata de salvar al
pecador, va a buscarlo para traerlo de nuevo al camino correcto.
Quien nunca se ha sentido buscado por la misericordia de Dios, tiene
dificultades para comprender la extraordinaria grandeza de los gestos
y de las palabras con las que Jesús se acerca a Zaqueo.
La
aceptación y la atención de Jesús llevan a ese hombre a una claro
cambio de mentalidad: en un momento se da cuenta de lo mezquina que
es una vida totalmente apegada al dinero a costa de robar a los demás
y de recibir su desprecio. Tener al Señor allí, en su casa, le hace
ver todo con otros ojos, incluso con un poco de la ternura con la que
Jesús lo ha mirado. Y también cambia su forma de ver y usar
el dinero: el gesto de agarrar es reemplazado por el de dar. De
hecho, decide dar la mitad de lo que posee a los pobres y devolver el
cuádruple de lo que ha robado (v 8). Zaqueo descubre de Jesús que
es posible amar gratuitamente: hasta ese momento era avaro, ahora se
vuelve generoso; tenía el gusto de amontonar, ahora se regocija al
distribuir. Al encontrar el amor, descubriendo que es amado a pesar
de sus pecados, se vuelve capaz de amar a los demás, haciendo de del
dinero un signo de solidaridad y comunión.
Que
la Virgen María nos obtenga la gracia de sentir siempre sobre
nosotros la mirada misericordiosa de Jesús, para salir al encuentro
con misericordia de los que se han equivocado, para que ellos también
puedan recibir a Jesús, que “ha venido a buscar y salvar lo que se
había perdido” (v. 10).
Palabras
del Papa después del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
Estoy
dolorido por las violencias de las que son víctimas los cristianos
de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía. Expreso mi cercanía a
esta querida Iglesia y su patriarca, mi querido hermano Abuna
Matthias, y les pido que recen por todas las víctimas de la
violencia en aquella tierra.
Recemos
juntos…..
Deseo
expresar mi sincero agradecimiento al ayuntamiento y a la diócesis
de San Severo en Puglia, por la firma del acuerdo de protocolo
alcanzado el pasado lunes 28 de octubre, que permitirá a los
trabajadores de los llamados “gueto de la Capitanata”, en la
región de Foggia , para obtener una domiciliación cerca de las
parroquias e inscribirse en el Registro Municipal. La posibilidad de
tener sus documentos de identidad y de residencia les dará una nueva
dignidad y les permitirá salir de una situación de irregularidad y
explotación.
Muchas
gracias al ayuntamiento y a todos los que han trabajado en este plan
Extiendo
mi cordial saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos. En
particular, saludo a las corporaciones históricas de los
Schützen y de los Cavalieri di San Sebastiano de diferentes países
de Europa; y a los fieles de Lordelo de Ouro (Portugal).
Saludo
a los grupos de Reggio Calabria, Treviso, Pescara y Sant’Eufemia di
Aspromonte; Saludo a los jóvenes de Módena que recibieron la
Confirmación, a los de Petosino, en la diócesis de Bérgamo, y los
Scouts que vinieron en bicicleta desde Viterbo. Saludo a los miembros
del movimiento Hakuna de España.
Os
deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis rezar por
mí. Buen almuerzo y adios.
03.11.19
Roma: El Papa celebra la Solemnidad de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos
Misa en las catacumbas de Priscila
(4
noviembre 2019).- El pasado 1 de noviembre de 2019 el Papa Francisco,
durante el Ángelus, reflexionó en torno a la solemnidad de Todos
los Santos y el día 2, conmemoración de todos los Fieles Difuntos,
celebró una Misa en las catacumbas de Priscila.
La
santidad, “don y llamada”
Así,
el día 1, el Francisco señaló que la solemnidad de Todos los
Santos nos recuerda que “todos estamos llamados a la santidad” y
que “los santos y santas de todos los tiempos, que hoy celebramos
todos juntos, no son simples símbolos, seres humanos distantes,
inalcanzables”.
“Por
el contrario, son personas que vivieron con los pies en la tierra;
experimentaron el trabajo cotidiano de la existencia, con sus éxitos
y sus fracasos, encontrando en el Señor la fuerza para resucitar
siempre y continuar en el camino. De aquí se deduce que la santidad
es una meta que no puede alcanzarse sólo con las propias fuerzas,
sino que es fruto de la gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a
ella. Por lo tanto, la santidad es don y llamada”, explicó.
Al
mismo tiempo, en sus palabras después de la oración mariana,
subrayó que “en estos días en que desgraciadamente circulan
mensajes culturales negativos sobre la muerte y sobre los muertos,
los invito a no descuidar, si es posible, una visita y una oración
en un cementerio. Será un acto de fe”.
Misa
en las catacumbas
También
en el Ángelus del día 1, el Santo Padre anunció que,
efectivamente, al día siguiente, celebraría la Misa en las
catacumbas de Priscila, “uno de los primeros lugares de sepultura
de los primeros cristianos de Roma”.
A
las 16 horas tuvo lugar la celebración eucarística en la basílica
del papa Silvestre a la que asistieron las monjas benedictinas,
custodias de las catacumbas de Priscila, así como cerca de cien
invitados.
En
la homilía,
el Pontífice, confesó que era su primera visita a una catacumba y
rememoró a los cristianos perseguidos del presente, que
incluso tienen que fingir que celebran una fiesta o un cumpleaños
para celebrar la Eucaristía porque está prohibido hacerlo: “Aún
hoy hay cristianos perseguidos, más que en los primeros siglos.
Más”, recalcó.
Al
final de la Misa, antes de regresar al Vaticano, el Papa bajó a las
catacumbas para una corta visita, deteniéndose por unos momentos
frente al representación de la Virgen de mediados del siglo III y,
en el criptopórtico, delante de la capilla griega.
Por
último, ya en el Vaticano, se dirigió a las Grutas de la Basílica
Vaticana, para un momento de oración en privado por los Pontífices
difuntos.
Catacumbas
de Priscila
Situadas
en las Vía Salaria en Roma, con entrada al convento de las Hermanas
Benedictinas de Priscila, las catacumbas son uno de los cementerios
romanos más antiguos que se han descubierto.
En
ellas se conservan algunos frescos de especial importancia para la
historia del arte, por ejemplo, las primeras representaciones de la
Virgen María o de la Anunciación, indica Vatican
News.
En
la regina catacumbarum, “la reina de las catacumbas”
como se la llama por la gran cantidad de mártires allí enterrados,
están sepultados algunos Papas como Silvestre I, a quien se le
construyó la citada basílica con su nombre, Celestino I, Siricio y
Marcelo I y otros.
Entre
los mártires más famosos cuyos restos descansan en este lugar se
encuentran los santos Félix y Felipe, Crescenciano, Prisca.
De
acuerdo a la misma fuente, estos enterramientos fueron excavados
entre el segundo y el quinto siglo, partiendo de ambientes hipogeos
preexistentes, siendo los principales un arenario, un criptopórtico
y un hipogeo con las tumbas de los Acilios, descendientes de Acilio
Glabrión, cónsul y senador que había sido desterrado de Roma y
luego condenado a muerte por Domiciano por haberse convertido al
cristianismo.
Priscila,
benefactora de los cristianos
A
esta familia pertenecía Priscila, la mujer noble que donó a tierra,
cuya memoria es el 16 de enero en el Martirologio Romano, que la
define como benefactora de la comunidad cristiana de Roma.
Este
cementerio, perdido como muchos otros debido al ocultamiento de las
entradas para protegerlo de los saqueos, fue uno de los primeros que
se encontraron en el siglo XVI. Como consecuencia de ello, fue
profusamente despojado de lápidas, sarcófagos, tobas y cuerpos de
supuestos mártires.
No
obstante, a pesar de ello, conserva pinturas particularmente bellas y
significativas, expone la misma fuente.
04.11.19
Santa Marta: “La gracia de aceptar siempre ir” a la fiesta del Señor
Meditación
del Papa en la Misa
(5
nov. 2019).- El Papa Francisco ha exhortado a pedir al Señor “la
gracia de aceptar siempre ir a su fiesta que es gratuita”.
Hoy,
15 de octubre de 2019, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre ha meditado en torno al pasaje evangélico del
día. En él, el evangelista Lucas se refiere a un hombre que daba
una gran fiesta y los invitados pusieron distintas excusas para no
acudir, indica Vatican
News.
Ante
la respuesta, el hombre mandó llamar a los pobres y a los lisiados
para que disfrutaran del festejo. Así, para Francisco, este
fragmento resume la historia de la salvación y también supone la
descripción de la actitud de muchos cristianos.
Alegría
y gratuidad
El
Papa expuso que “la cena, la fiesta, es la figura del cielo, de la
eternidad con el Señor” y que en una celebración nunca se sabe a
quién se va encontrar, se conocen a personas nuevas y también se
coincide con otras a las que no se quiere ver.
En
cualquier caso, también resaltó que el clima de la fiesta es la
alegría y la gratuidad, porque una fiesta de verdad ha de ser
gratuita: “Y en esto nuestro Dios siempre nos invita así, no nos
hace pagar la entrada. En las fiestas verdaderas, no se paga la
entrada: paga el dueño, paga el que invita”.
No
obstante, el Pontífice también indicó que existen personas que
priorizan sus propios intereses frente a la gratuidad: “Ante la
gratuidad, ante la universalidad de la fiesta, está esa actitud que
cierra el corazón: ‘Yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente
que me gusta, cerrado’. Y esto es pecado, el pecado del pueblo de
Israel, el pecado de todos nosotros: la cerrazón. ‘No, para mí es
más importante esto que aquello. No, yo elijo lo que es mío.
Siempre lo mío’. Y en lo mío no hay gratuidad”.
Elegir
al Señor
El
rechazar ir a la fiesta del Señor, continúo explicando el Obispo de
Roma, constituye un desprecio a Dios, que nos invita a ella: “No me
molestes con tu fiesta”, esto es cerrarse “a lo que el Señor nos
ofrece: la alegría del encuentro con Él”.
“Y
en el camino de la vida muchas veces nos encontraremos ante esta
elección, a esta opción: o la gratuidad del Señor, ir a visitar al
Señor, encontrarme con el Señor, o cerrarme en mis cosas, en mi
propio interés”, subrayó.
“Todos
están invitados”
Y
agregó que por ello, Dios, “hablando de una de las cerrazones,
decía que es muy difícil que un rico entre en el reino de los
cielos. Sin embargo hay ricos buenos, santos, que no están apegados
a la riqueza. Pero la mayoría está apegada a la riqueza, está
cerrada. Y por esto no pueden comprender lo que es la fiesta. Tienen
la seguridad de las cosas que pueden tocar”.
No
obstante, para el Señor, a pesar del rechazo: “Todos están
invitados. Todos, nadie puede decir: ‘Yo soy malo, no puedo…’.
No. El Señor porque tú eres malo te espera de una manera especial.”
La
hipocresía
En
cuanto a la primera lectura, en la que el Apóstol Pablo habla sobre
la hipocresía, el Santo Padre aseveró que a los judíos, de acuerdo
al citado medio vaticano, el Señor les dijo una vez: “Pero yo les
digo que las prostitutas y los publicanos los precederán en el reino
de los cielos”.
Finalmente,
el Papa pidió meditar sobre “esta parábola que el Señor nos da
hoy. ¿Cómo va nuestra vida? ¿Qué prefiero yo? ¿Aceptar siempre
la invitación del Señor o encerrarme en mis cosas, en mis
pequeñeces?”.
06.11.19
“Lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” – Catequesis completa
San
Pablo en Atenas
(6
nov. 2019).- Pablo
en el Areópago: un ejemplo de inculturación de la fe en
Atenas (Hechos
de los Apóstoles 17,
22-3) es el tema elegido por el Papa Francisco para la catequesis
pronunciada hoy, miércoles, 6 de noviembre de 2019, en la audiencia
general,
ante peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El
Pontífice ha invitado a pedir
al Espíritu Santo “que
nos enseñe a construir puentes con la cultura, con aquellos que no
creen o con los que tienen un credo diferente al nuestro. Siempre
construir puentes, siempre la mano tendida, ningún ataque”.
Con
el ejemplo de San Pablo, Francisco proponer pedir “la capacidad de
inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que
viven en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida
por un amor que inflame hasta los corazones más endurecidos”.
Conocer
a toda la gente
El
Apóstol, al llegar a Atenas, “estaba interiormente indignado al
ver la ciudad llena de ídolos” (Hch 17,16). Sin
embargo, este “impacto” con el paganismo, “en lugar de hacerlo
huir, lo empuja a crear un puente para dialogar con esa cultura”,
ha descrito el Papa.
Conoce
a judíos, filósofos epicúreos y estoicos, y muchos otros. “Conoce
a toda la gente, no se encierra, va a hablar con toda la gente”.
Pablo “no mira a la ciudad de Atenas y al mundo pagano con
hostilidad, sino con los ojos de la fe”. Así, el Santo Padre ha
cuestionado la forma en que vemos nuestras ciudades: “¿las
observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que
reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?”.
Dios
“vive entre los ciudadanos”
Partiendo
de esa “devoción” al “Dios desconocido” que tenían los
atenienses, para entrar en empatía con sus oyentes, proclama que
Dios “vive entre los ciudadanos” y “no se oculta a
aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a
tientas”. Es precisamente esta presencia la que Pablo quiere
revelar: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a
anunciar”.
Luego,
San Pablo invitó a todos a ir más allá de “los tiempos de la
ignorancia” y a decidirse por la “conversión” ante el juicio
inminente, llegando así al kerigma y aludiendo a
Cristo, sin citarlo, definiéndolo como “el hombre que (Dios) ha
destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los
muertos”.
Catequesis
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos
nuestro “viaje” con el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Después de las pruebas pasadas en Filipos, Tesalónica y Berea,
Pablo llega a Atenas, precisamente en el corazón de Grecia (cf. Hch
17,15). Esta ciudad, que vivía a la sombra de antiguas glorias a
pesar de la decadencia política, aún conservaba la primacía de la
cultura. Aquí el Apóstol “estaba interiormente indignado al ver
la ciudad llena de ídolos” (Hch 17,16). Sin embargo,
este “impacto” con el paganismo, en lugar de hacerlo huir, lo
empuja a crear un puente para dialogar con esa cultura.
Pablo
elige familiarizarse con la ciudad y así comienza a frecuentar los
lugares y las personas más significativas. Va a la sinagoga, símbolo
de la vida de fe; va a la plaza, símbolo de la vida urbana; y va al
Areópago, símbolo de la vida política y cultural. Conoce a judíos,
filósofos epicúreos y estoicos, y muchos otros. Conoce a toda la
gente, no se encierra, va a hablar con toda la gente. De
este modo, Pablo observa la cultura y observa el ambiente de Atenas
“desde una mirada contemplativa” que descubra “al Dios que
habita en sus hogares, en sus calles y en sus plazas” (Evangelii
gaudium, 71). Pablo no mira a la ciudad de Atenas y al mundo
pagano con hostilidad, sino con los ojos de la fe. Y esto nos hace
cuestionar la forma en que vemos nuestras ciudades: ¿las
observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que
reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?
Pablo
elige la mirada que lo lleva a abrir una brecha entre el Evangelio y
el mundo pagano. En el corazón de una de las instituciones más
famosas del mundo antiguo, el Areópago, realiza un ejemplo
extraordinario de inculturación del mensaje de la fe: anuncia a
Jesucristo a los adoradores de ídolos, y no lo hace atacándolos,
sino haciéndose “pontífice, constructor de puentes” (Homilía
en Santa Marta, 8 de mayo de 2013).
Pablo
toma como ejemplo el altar de la ciudad dedicado al “Dios
desconocido” (Hechos 17:23), había un altar donde estaba escrito
“al Dios desconocido”, ninguna imagen, nada, solamente esa
inscripción. Partiendo
de esa “devoción” al “Dios desconocido”, para entrar en
empatía con sus oyentes, proclama que Dios “vive entre los
ciudadanos”. (Evangelii
gaudium,
71) y “no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón
sincero, aunque lo hagan a tientas” (ibíd.). Es precisamente esta
presencia la que Pablo quiere revelar: “Pues bien, lo que adoráis
sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” (Hch 17,23).
Para
revelar la identidad del dios que adoran los atenienses, el Apóstol
parte de la creación, es decir, de la fe bíblica en el Dios de la
revelación, para llegar a la redención y al juicio, es decir, al
mensaje propiamente cristiano. Muestra la desproporción entre la
grandeza del Creador y los templos construidos por el hombre, y
explica que el Creador se hace buscar siempre para que todos puedan
encontrarlo. De este modo, Pablo, según una hermosa frase del Papa
Benedicto XVI, “anuncia a Aquel, que los hombres ignoran, y
sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido” (BENEDICTO XVI, Encuentro
con el mundo de la cultura en el Colegio de los Bernardinos, 12
de septiembre de 2008). Luego, invita a todos a ir más allá de “los
tiempos de la ignorancia” y a decidirse por la conversión ante el
juicio inminente. Pablo llega así al kerigma y
alude a Cristo, sin citarlo, definiéndolo como “el hombre que
(Dios) ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de
entre los muertos” (Hch17,31).
Y
aquí está el problema. La palabra de Pablo, que hasta entonces
había mantenido en suspenso a sus interlocutores, –porque era un
descubrimiento interesante– encuentra un escollo: la muerte y
resurrección de Cristo parecen una “necedad” (1 Cor 1,23) y
suscitan burlas y escarnio. Pablo entonces se aleja: su intento
parece haber fracasado, y en cambio algunos se adhieren a su palabra
y se abren a la fe. Entre ellos hay un hombre, Dionisio, miembro del
Areópago, y una mujer, Damaris. También en Atenas el Evangelio
arraiga y puede correr a dos voces: ¡la de aquel hombre y la de
aquella mujer!
Pidamos
también hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a construir puentes
con la cultura, con aquellos que no creen o con los que tienen un
credo diferente al nuestro. Siempre construir puentes, siempre la
mano tendida, ningún ataque. Pidámosle la capacidad de inculturar
con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que viven
en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida por un
amor que inflame hasta los corazones más endurecidos.
06.11.19
***
Queridos
hermanos y hermanas, os agradezco una vez más vuestro compromiso con
el estudio de la música, y en particular de la música litúrgica.
Espero, para mí y para vosotros, cada uno en su camino, que seamos
cada día mejores intérpretes del Evangelio, de la belleza que el
Padre nos ha revelado en Jesucristo, en la alabanza que expresa su
filiación hacia Dios. Os bendigo de todo corazón, y os pido que
recéis por mí. Gracias.
12.11.19
Francisco exhorta a los jesuitas a “abrir caminos a la esperanza”
Secretariado para la Justicia
Social y la Ecología
(7
nov. 2019).- El Papa Francisco invitó a “abrir caminos a la
esperanza” en el mundo actual y a compartir la “verdadera
esperanza cristiana” para “alentar, consolar, confortar y
reanimar”, especialmente a los más pobres.
Hoy,
7 de noviembre de 2019, el Santo Padre se reunió con los
participantes en la Reunión del Secretariado para la Justicia Social
y la Ecología de la Compañía de Jesús.
Este
encuentro tiene lugar en Roma con ocasión del 50º aniversario de su
fundación, sobre el tema “Un camino de justicia y reconciliación:
50 años y más allá”.
Promover
la justicia
Durante
su discurso, Francisco recordó la llamada de la Compañía de Jesús
al servicio de los pobres, una tradición ignaciana que perdura hasta
nuestros días y que el padre Arrupe tuvo intención de fortalecer.
En
este sentido, resaltó que Arrupe “siempre creyó que el servicio
de la fe y la promoción de la justicia no podían separarse: estaban
radicalmente unidas. Para él, todos los ministerios de la Compañía
tenían que responder, a la vez, al desafío de anunciar la fe y de
promover la justicia”.
Encontrar
al Dios en los pobres
El
Obispo de Roma explicó que cada año la liturgia nos invita a
“contemplar a Dios en el candor de un niño excluido, que venía a
los suyos, pero fue rechazado (cf. Jn 1,11)”
y esta contemplación de Dios excluido “nos ayuda a descubrir la
belleza de toda persona marginada”.
También
remarcó que en los pobres se encuentra “un lugar privilegiado de
encuentro con Cristo” y este “acrisola nuestra fe”, algo que
también se ha experimentado en la Compañía de Jesús.
Así,
el Obispo de Roma pidió a los presentes que no dejaran de mostrar
“esta familiaridad con los vulnerables”, ya que, “nuestro mundo
roto y dividido necesita construir puentes para que el encuentro
humano nos permita a cada uno descubrir en los últimos el bello
rostro del hermano”.
Seguir
a Jesús entre los crucificados
El
Papa Francisco señaló que el espíritu de Jesús crucificado sigue
presente y “nos mueve a seguirle en el servicio a los crucificados
de nuestro tiempo”, agregando que en la actualidad abundan las
situaciones de injusticia y de dolor humano, como la trata de
personas, las expresiones de xenofobia y la búsqueda del interés
nacional, la desigualdad entre países y en el interior de los
mismos y el
maltrato a la casa común.
De
este modo, para él, seguir a Jesús en estas circunstancias conlleva
el acompañamiento a las víctimas, la atención a las necesidades
humanas que surgen, así como la reflexión sobre la realidad del
mundo, “para desenmascarar sus males, para descubrir las mejores
respuestas, para generar la creatividad apostólica y la hondura que
el P. Nicolás tanto deseaba para la Compañía”.
“Revolución
cultural”
En
definitiva, Francisco considera que es necesaria “una verdadera
‘revolución cultural’ (ibíd.,
114), una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras
actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el
mundo”.
El
Santo Padre reiteró que el mundo está necesitado de
”transformaciones que protejan la vida amenazada y defiendan a los
más débiles” e indicó que el apostolado social está para
resolver problemas, pero, sobre todo, “para promover procesos y
alentar esperanzas”.
Finalmente,
animó a los jesuitas a cuidar su relación diaria “con el Cristo
resucitado y glorioso”, a ser “obreros de la caridad y
sembradores de esperanza” y a caminar “cantando y llorando, que
las luchas y preocupaciones por la vida de los últimos y por la
creación amenazada no les quiten el gozo de la esperanza (cf.
Exhort. apost. Laudato
si’,
244)”.
***
Discurso
del Santo Padre
Buenos
días y bienvenidos.
La
Compañía de Jesús, lo sabemos todos, desde el principio fue
llamada al servicio de los pobres, una vocación que san Ignacio
incorporó a la Fórmula de
1550. Los jesuitas se dedicarían «a la defensa y propagación de la
fe y al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana», así
como a «reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente
y servir a los que se encuentran en las cárceles o en los
hospitales, y a ejercitar todas las demás obras de caridad».[[1]]
Aquello no era una declaración de intenciones, sino un modo de vida
que ya habían experimentado, que les llenaba de consolación y al
que se sentían enviados por el Señor.
Esa
tradición ignaciana originaria
ha llegado hasta nuestros días. El P. Arrupe tuvo la intención de
fortalecerla. En la base de su vocación se encontraba la experiencia
de contacto con el dolor humano. Años más tarde escribiría: «Vi
(a Dios) tan cerca de los que sufren, de los que lloran, de los que
naufragan en esta vida de desamparo, que se encendió en mí el deseo
ardiente de imitarle en esta voluntaria proximidad a los desechos del
mundo, que la sociedad desprecia».[[2]]
Hoy
usamos la palabra “a los descartados”, ¿no?, y hablamos de
cultura del descarte, esta gran mayoria de gente dejada al camino.
Para mí, de este texto lo que me toca profundamente es el origen de
donde viene. De la oración, ¿no? Arrupe era un hombre de oracion,
un hombre que peleaba con Dios todos los días, y de ahí nace esto
fuerte. El
P. Pedro siempre creyó que el servicio de la fe y la promoción de
la justicia no podían separarse: estaban radicalmente unidas. Para
él, todos los ministerios de la Compañía tenían que responder, a
la vez, al desafío de anunciar la fe y de promover la justicia. Lo
que hasta entonces había sido una encomienda para algunos jesuitas,
debía convertirse en una preocupación de todos.
Los
pobres, lugar de encuentro con el Señor
Cada
año, la liturgia nos invita a contemplar a Dios en el candor de un
niño excluido, que venía a los suyos, pero fue rechazado
(cf. Jn 1,11).
Según san Ignacio, una ancila –ancila,
una persona, una joven que sirve–, asiste a la Sagrada
Familia.[[3]] Junto a ella, Ignacio nos apremia a introducirnos
también nosotros, «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno,
contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente
me hallase».[[4]] Esto no es poesía ni publicidad, esto Ignacio lo
sentía. Y lo vivía.
Esta
contemplación activa de Dios, de Dios excluido, nos
ayuda a descubrir la belleza de toda persona marginada. Ningún
servicio sustituye a «valorar al pobre en su bondad propia, con su
forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe (Exhort.
apost. Evangelii
gaudium,
199).
En
los pobres, han encontrado ustedes un lugar privilegiado de encuentro
con Cristo. Ese es un precioso regalo en la vida del seguidor de
Jesús: recibir el don de encontrarse con él entre las víctimas y
los empobrecidos.
El
encuentro con Cristo entre sus preferidos acrisola nuestra fe. Así
sucedió en
el caso de la Compañía, cuya experiencia con los últimos ha
ahondado y fortalecido la fe.
«Nuestra fe se ha hecho más pascual, más compasiva, más tierna,
más evangélica en su sencillez»,[[5]] de modo especial, en el
servicio de los pobres.
Han
vivido ustedes una verdadera transformación personal y corporativa
en la contemplación callada del dolor de sus hermanos. Una
transformación que es una conversión, un regreso a mirar el rostro
del crucificado, que nos invita cada día a permanecer junto a él y
a bajarle de la cruz.
No
dejen de ofrecer esta familiaridad con los vulnerables. Nuestro mundo
roto y dividido necesita construir puentes para que el encuentro
humano nos permita a cada uno descubrir en los últimos el bello
rostro del hermano, en quien nos reconocemos, y cuya presencia, aun
sin palabras, reclama en su necesidad nuestro cuidado y
nuestra solidaridad.
Seguir
a Jesús entre los crucificados
Jesús
no tenía «dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20),
entregado como estaba a «proclamar la buena noticia del Reino y
a curar toda clase de enfermedades y dolencias» (Mt 4,23).
Hoy su Espíritu, vivo entre nosotros, nos mueve a seguirle en el
servicio a los crucificados de nuestro tiempo.
En
la actualidad abundan las
situaciones de injusticia y de dolor humano que todos bien conocemos.
«Quizá se puede hablar de una tercera guerra combatida “por
partes”, con crímenes, masacres, destrucciones» (Homilía,
Redipuglia, 13 septiembre 2014). Subsiste la trata de personas,
abundan las expresiones de xenofobia y la búsqueda egoísta del
interés nacional, la desigualdad entre
países y en el interior de los mismos crece sin que se encuentre
remedio. Con una progresión yo diría geométrica.
De
otra parte, «nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común
como en los dos últimos siglos» (Exhort. apost. Laudato
si’,
53). No sorprende que una vez más «los más graves efectos de todas
las agresiones ambientales los sufra la gente más pobre» (ibíd.,
48).
Seguir
a Jesús en estas circunstancias conlleva un conjunto de tareas.
Comienza por el acompañamiento a las víctimas, para contemplar en
ellas el rostro de nuestro Señor crucificado. Continúa en la
atención a las necesidades humanas que surgen, muchas veces
innumerables e inabordables en su conjunto. Hoy también es preciso
reflexionar sobre la realidad del mundo, para desenmascarar sus
males, para descubrir las mejores respuestas, para generar la
creatividad apostólica y la hondura que el P. Nicolás tanto deseaba
para la Compañía.
Pero
nuestra respuesta no puede detenerse aquí. Necesitamos de una
verdadera «revolución cultural» (ibíd.,
114), una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras
actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el
mundo. Finalmente, los males sociales con frecuencia se enquistan en
las estructuras de una sociedad, con un potencial de disolución y de
muerte (cf. Exhort. apost. Evangelii
gaudium,
59). De ahí la importancia del trabajo lento
de transformación de las estructuras, por medio de la participación
en el diálogo público, allí donde se toman las decisiones que
afectan a la vida de los últimos (cf. Encuentro
con los movimientos populares en Bolivia,
Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015).
Algunos
de ustedes y otros muchos jesuitas que los antecedieron pusieron en
marcha obras de servicio a los más pobres, obras de de
educación, de atención a los refugiados, de defensa de los derechos
humanos o de servicios sociales en multitud de campos. Continúen con
este empeño creativo, necesitado siempre de renovación en una
sociedad de cambios acelerados. Ayuden a la Iglesia en el
discernimiento que hoy también tenemos que hacer sobre nuestros
apostolados. No dejen de colaborar en red entre ustedes y con otras
organizaciones eclesiales y civiles para tener una palabra en defensa
de los más desfavorecidos en este mundo cada vez más globalizado.
Con esa globalización que es esférica, que anula las identidades
culturales, las identidades religiosas, las identidades personales,
todo es igual. La verdadera globalizacion debe ser poliedrica,
unirnos, pero cada uno conservando la propia peculiaridad.
En
el dolor de nuestros hermanos y de nuestra casa común amenazada es
necesario contemplar el misterio del crucificado para ser capaces de
dar la vida hasta el final, como hicieran tantos compañeros jesuitas
desde el año 1975. Celebramos este año el 30 aniversario del
martirio de los jesuitas de la Universidad Centroamericana de El
Salvador, que tanto dolor causó al P. Kolvenbach y que lo movió a
pedir la ayuda de jesuitas en toda la Compañía. Muchos respondieron
generosamente. La vida y la muerte de los mártires son un aliento a
nuestro servicio a los últimos.
Y
abrir caminos a la esperanza
Nuestro
mundo está necesitado de transformaciones que protejan la vida
amenazada y defiendan a los más débiles. Buscamos cambios y muchas
veces no sabemos cuáles deben ser, o no nos sentimos capaces de
abordarlos, nos sobrepasan.
En
las fronteras de la exclusión corremos el riesgo de desesperar, si
atendemos únicamente la lógica humana. Lo llamativo es que muchas
veces las víctimas de este mundo no se dejan llevar por la tentación
de claudicar, sino que confían y acunan la esperanza.
Todos
nosotros somos testigos de que «los más humildes, los explotados,
los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho… Cuando los pobres se
organizan se convierten en auténticos «poetas sociales: creadores
de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos,
sobre todo para los descartados por el mercado mundial» (Encuentro
con los movimientos populares en Bolivia,
Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015).
¿El
apostolado social está para resolver problemas? Sí, pero sobre todo
para promover procesos y alentar esperanzas. Procesos que ayuden a
crecer a las personas y a las comunidades, que las lleven a ser
conscientes de sus derechos, a desplegar sus capacidades y a crear su
propio futuro.
Ustedes
trabajen por «la verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino
escatológico, (y que) siempre genera historia» (Exhort.
apost. Evangelii
gaudium,
181). Compartan su esperanza allá donde se encuentren, para alentar,
consolar, confortar y reanimar. Por favor, abran futuro, o para usar
la expresión de un literato actual, frecuenten el futuro. Abran
futuro, susciten
posibilidades, generen alternativas ayuden
a pensar y actuar de un modo diverso. Cuiden su relación diaria con
el Cristo resucitado y glorioso, y sean obreros de la caridad y
sembradores de esperanza. Caminen cantando y llorando, que
las luchas y preocupaciones por la vida de los últimos y por la
creación amenazada no les quiten el gozo de la esperanza (cf.
Exhort. apost. Laudato
si’,
244).
Quisiera
terminar con una imagen –los curas en las parroquias repartimos
estampitas, para que la gente se lleve una imagen a la casa, una
imagen nuestra de familia–. El testamento de Arrupe, allá en
Tailandia, en el campo de refugiados, con los descartados, con todo
lo que ese hombre tenía de simpatía, de padecer con esa gente, con
esos jesuitas que estaban abriendo brecha en aquel momento en todo
este apostolado, les pide una cosa: no dejen la oración. Fue su
testamento. Dejó Tailandia ese día y en el avión tuvo su ictus.
Que esta estampita, que esta imagen, los acompañe siempre. Gracias.
[1] Fórmula
del Instituto (21
julio 1550), aprobada y confirmada por el papa Julio III.
Pastoral Penitenciaria: “No hay una pena humana sin horizonte”
Discurso
de Francisco
(8
nov. 2019).- El Papa Francisco propuso la imagen de las ventanas de
la cárcel, invitando a procurar que las prisiones las tengan porque
“no hay una pena humana sin horizonte. Nadie puede cambiar de vida
si no ve un horizonte”.
Hoy,
8 de noviembre de 2019, el Santo Padre se reunió con los
participantes en la conferencia
internacional para
los jefes regionales y nacionales de la Pastoral Penitenciaria.
Este
encuentro está organizado por el Dicasterio para el Servicio del
Desarrollo Humano Integral y titulado “El desarrollo humano
integral y la pastoral penitenciaria” y concluye hoy sus trabajos.
“Descarte
educado”
En
su discurso, Francisco reiteró que las cárceles siguen siendo
reflejo de nuestra sociedad y “consecuencia de nuestro egoísmo e
indiferencia sintetizados en una cultura del descarte”.
Para
el Pontífice, es más fácil “reprimir que educar”, “negar la
injusticia presente en la sociedad” y “crear estos espacios para
encerrar en el olvido a los infractores, que ofrecer la igualdad de
oportunidades de desarrollo a todos los ciudadanos”, generándose
un modo de “’descarte educado’ entre comillas”.
Así,
destacó que en nuestra realidad el encarcelamiento se presenta como
la “solución última a los problemas de la vida en comunidad”,
en lugar de utilizar los recursos para proporcionar verdaderamente
“la promoción de un desarrollo integral de las personas que
reduzca las circunstancias que favorecen la realización de
acciones ilícitas”.
Garantizar
oportunidades
Por
otro lado, el Obispo de Roma apuntó que estos lugares de detención
no pocas veces “fracasan en el objetivo de promover los procesos de
reinserción” porque “carecen de recursos suficientes que
permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares
experimentados por las personas detenidas”.
Además,
describió que la superpoblación en las cárceles “las convierte
en verdaderos lugares de despersonalización”, mientras que la
verdadera reinserción “comienza garantizando oportunidades de
desarrollo, educación, trabajos dignos, acceso a la salud, así como
generando espacios públicos de participación ciudadana”.
Salida
de la cárcel
Con
respecto al momento de la salida de la cárcel, el Papa resaltó que
“la persona se encuentra a un mundo que le es ajeno, y que además
no lo reconoce digno de confianza, llegando incluso a excluirlo de la
posibilidad de trabajar para obtener un digno sustento”.
Ante
ello, como “comunidades cristianas”, llamó a plantearnos: “Si
estos hermanos y hermanas han pagado ya la pena por el mal cometido,
¿por qué se pone sobre sus hombros un nuevo castigo social con el
rechazo y la indiferencia?” y explicó que en muchos casos “esta
aversión social es un motivo más para exponerlos a reincidir en las
propias faltas”.
Después,
el Papa Francisco confesó que reza “por cada persona que desde el
silencio generoso sirve a estos hermanos, reconociendo en ellos al
Señor” y apreció “todas las iniciativas con las que, no sin
dificultades, también se asiste pastoralmente a las familias de los
detenidos y las acompañan en ese período de gran prueba, para que
el Señor bendiga a todos”.
Ventanas
y madres
***
Discurso
del Santo Padre
Los saludo
cordialmente a todos ustedes que participan en este Encuentro sobre
el Desarrollo Humano Integral y la Pastoral Penitenciaria Católica.
Cuando encomendé al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo
Humano Integral que hiciera patente la preocupación de la Iglesia
por las personas en particulares situaciones de sufrimiento, quise
que se tuviera en cuenta la realidad de tantos hermanos y hermanas
encarcelados. Pero no es una tarea señalada sólo para el
Dicasterio, sino que es toda la Iglesia en fidelidad a la misión
recibida de Cristo, la que está llamada a actuar permanentemente la
misericordia de Dios en favor de los más vulnerables y desamparados
en quienes está presente Jesús mismo (cf. Mt 25,40).
Vamos a ser juzgados sobre esto.
Como
ya he señalado en otros momentos, la situación de las cárceles
sigue siendo reflejo de nuestra realidad social y consecuencia de
nuestro egoísmo e indiferencia sintetizados en una cultura del
descarte (cf. Discurso
en la visita al Centro de Readaptación Social de
Ciudad Juárez, 17 febrero 2016). Muchas veces la sociedad, mediante
decisiones legalistas y deshumanas justificadas en una supuesta
búsqueda del bien y la seguridad, procura con el aislamiento y el
encarcelamiento de quien actúa contra las normas sociales, la
solución última a los problemas de la vida de comunidad. Y así se
justifica que se destinen grandes cantidades de recursos públicos a
reprimir a los infractores en vez de procurar verdaderamente la
promoción de un desarrollo integral de las personas que reduzca las
circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas.
Es
más fácil reprimir que educar, y yo diría, es más cómodo
también. Negar la injusticia presente en la sociedad es más fácil
y crear estos espacios para encerrar en el olvido a los infractores,
que ofrecer la igualdad de oportunidades de desarrollo a todos los
ciudadanos. Es un modo de descarte, “descarte educado” entre
comillas.
Además,
no pocas veces los lugares de detención fracasan en el objetivo de
promover los procesos de reinserción, sin duda alguna porque carecen
de recursos suficientes que permitan atender los problemas sociales,
psicológicos y familiares experimentados por las personas detenidas,
así como por una frecuente superpoblación en las cárceles que las
convierte en verdaderos lugares de despersonalización. En cambio,
una verdadera reinserción social comienza garantizando oportunidades
de desarrollo, educación, trabajos dignos, acceso a la salud, así
como generando espacios públicos de participación ciudadana.
Hoy,
de manera especial, nuestras sociedades están llamadas a superar la
estigmatización de quien ha cometido un error, pues en vez de
ofrecer la ayuda y los recursos adecuados para vivir una vida digna,
nos hemos habituado a desechar más que a considerar los esfuerzos
que la persona realiza para corresponder al amor de Dios en su vida.
Muchas veces al salir de la prisión, la persona se encuentra a un
mundo que le es ajeno, y que además no lo reconoce digno de
confianza, llegando incluso a excluirlo de la posibilidad de trabajar
para obtener un digno sustento. Al impedir a las personas recuperar
el pleno ejercicio de su dignidad, éstas quedan nuevamente expuestas
a los peligros que acompañan la falta de oportunidad de desarrollo,
en medio de la violencia y la inseguridad.
Como
comunidades cristianas debemos plantearnos una pregunta. Si estos
hermanos y hermanas han pagado ya la pena por el mal cometido, ¿por
qué se pone sobre sus hombros un nuevo castigo social con el rechazo
y la indiferencia? En muchas ocasiones, esta aversión social es un
motivo más para exponerlos a reincidir en las propias faltas.
Hermanos:
En este encuentro, ustedes han compartido ya algunas de las numerosas
iniciativas con las que las Iglesias locales acompañan pastoralmente
a los detenidos, a los que concluyen la detención y a las familias
de muchos de ellos. Con la inspiración de Dios, cada comunidad
eclesial va asumiendo un camino propio para hacer presente la
misericordia del Padre a todos estos hermanos y hacen resonar una
llamada permanente para que todo hombre y toda sociedad busquen
actuar firme y decididamente en favor de la paz y de la justicia.
Tenemos
la seguridad de que las obras que la Misericordia Divina inspira en
cada uno de ustedes y en los numerosos miembros de la Iglesia
dedicados a este servicio son verdaderamente eficaces. El amor de
Dios que los sostiene y anima en el servicio a los más débiles,
fortalezca y acreciente este ministerio de esperanza que cada día
realizan entre los encarcelados. Rezo por cada persona que desde el
silencio generoso sirve a estos hermanos, reconociendo en ellos al
Señor. Me congratulo con todas las iniciativas con las que, no sin
dificultades, también se asiste pastoralmente a las familias de los
detenidos y las acompañan en ese período de gran prueba, para que
el Señor bendiga a todos.
Quisiera
terminar con dos imágenes, dos imágenes que pueden ayudar. No se
puede hablar de un ajuste de deuda con la sociedad en una cárcel sin
ventanas. No hay una pena humana sin horizonte. Nadie puede cambiar
de vida si no ve un horizonte. Y tantas veces estamos acostumbrados a
tabicar las miras de nuestros reclusos. Llévense esta imagen de las
ventanas y el horizonte, y procuren que en vuestros países siempre
las prisiones, las cárceles tengan ventana y horizonte, incluso una
pena perpetua, que para mí es discutible, incluso una pena perpetua
tendría que tener un horizonte.
La
segunda imagen, es una imagen que yo vi varias veces cuando en Buenos
Aires iba con el colectivo a alguna parroquia de la zona de Villa
Devoto y pasaba por la Cárcel de Devoto. La cola de la gente que iba
a visitar a los detenidos. Sobre todo la imagen de las madres, las
madres de los detenidos que las veía todo el mundo, porque estaban
haciendo cola una hora antes de entrar y que después eran sometidas
a las revisiones de seguridad, muchas veces humillantes. Esas mujeres
no tenían vergüenza de que las viera todo el mundo. Mi hijo está
allí y daban la cara por el hijo. Que la Iglesia aprenda
maternalidad de estas mujeres y aprenda los gestos de
maternalidad que tenemos que tener para con estos hermanos y hermanas
que están detenidos. La ventana y la madre haciendo cola son las dos
imágenes que les dejo.
Con
el testimonio y servicio que ustedes realizan, mantienen viva la
fidelidad a Jesucristo. Que al final de nuestra vida podamos escuchar
la voz de Cristo que nos llama diciendo: «Vengan, benditos de mi
Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la
creación del mundo. Porque cuanto hicieron a uno de estos hermanos
míos más pequeños, me lo hicieron a mí » (Mt 25,34.40).
Que Nuestra Señora de la Merced los acompañe a ustedes, a sus
familias y a cada uno de los que sirven a los encarcelados. Y por
favor no se olviden de rezar por mí. Gracias.
09.11.19
Ángelus: “La vida pertenece a Dios, que nos ama y se preocupa tanto por nosotros”
Palabras del Papa antes del
Ángelus
(10
noviembre 2019).- A las 12 de este 32 domingo del Tiempo Ordinario,
el Santo Padre ha rezado el Ángelus desde la ventana del Palacio
Apostólico, ante los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San
Pedro.
***
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La
página del Evangelio de hoy (cf. Lc 20,27-38) nos ofrece una
enseñanza maravillosa de Jesús sobre la resurrección de los
muertos. Jesús es cuestionado por algunos saduceos, que no creían
en la resurrección y por lo tanto lo provocan con una pregunta
insidiosa. Se refiere a un caso paradójico, basado en la ley de
Moisés: de quién será esposa, en la resurrección, una mujer que
tuvo siete maridos sucesivos, todos hermanos entre sí, que murieron
uno tras otro?. Jesús no cae en la trampa y responde que los que han
resucitado en el más allá “no toman ni mujer ni marido, porque de
hecho, no pueden morir más…” porque son iguales a los ángeles
y, porque son hijos de la resurrección, son hijos de Dios”
(v.35-36). Así responde Jesús.
Con
esta respuesta Jesús invita en primer lugar a sus interlocutores –
y a nosotros también – a pensar que esta dimensión terrenal en la
que vivimos ahora no es la única, sino que hay otra, que ya no está
sujeta a la muerte, en la que se manifestará plenamente que
somos hijos de Dios. Da gran consuelo y esperanza escuchar esta
palabra sencilla y clara de Jesús sobre la vida más allá de la
muerte; la necesitamos tanto especialmente en nuestro tiempo, tan
rico en conocimiento sobre el universo pero tan pobre en sabiduría
sobre la vida eterna.
Esta
clara certeza de Jesús sobre la Resurrección se basa enteramente
en la
fidelidad de Dios,
que es el Dios de la vida. De hecho, detrás de la cuestión de los
saduceos se esconde una más profunda: No sólo de quién será
esposa la mujer viuda de siete maridos, sino de
quién será su vida.
Esta es una duda que toca al hombre de todos los tiempos y también a
nosotros: después de esta peregrinación terrenal, ¿qué será de
nuestras vidas? ¿ pertenecerá a la nada, a la muerte?.
Jesús
responde que la
vida pertenece a Dios,
que nos ama y se preocupa tanto por nosotros, hasta el punto de
vincular su nombre al nuestro: es “el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob”. Dios no es un dios de muertos, sino de
vivos; porque todos viven por él”. (vv. 37-38). La
vida subsiste donde hay vinculo,
comunión, fraternidad y es una vida más fuerte que la muerte cuando
se construye sobre relaciones verdaderas y vínculos de fidelidad.
Por el contrario, no hay vida si se tiene la presunción de
pertenecer solo a uno mismo y vivir como islas: en estas
actitudes prevalece la muerte. El egoísmo, yo vivo para mi mismo y
estoy sembrando muerte en mi corazón.
Que
la Virgen María nos ayude a vivir cada día en la perspectiva de lo
que afirmamos en la parte final del Credo: “Espero la resurrección
de los muertos y la vida del mundo venidero”. Esperar el más allá.
Palabras
del Papa después del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
Ayer
en Granada, España, fue proclamada beata María
Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de las Hermanas Misioneras del
Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. Y hoy, en Braga, en
Portugal, se celebra una Misa de acción de gracias por la
canonización equivalente de San Bartolomeo Fernandes de los
Mártires. La nueva beata fue ejemplar en el fervor de la adoración
Eucarística y generosa en el servicio a los más necesitados;
mientras que el nuevo Santo fue un gran evangelizador y pastor de su
pueblo. Un aplauso para ellos!
Dirijo
un pensamiento especial al querido pueblo de Sudán del Sur, que
tendré que visitar este año. Con el recuerdo todavía vivo del
retiro espiritual para las autoridades del país, celebrado en el
Vaticano en abril pasado, deseo renovar mi invitación a todos los
que participan en el proceso político nacional y a buscar lo que une
y a superar lo que divide en un espíritu de verdadera fraternidad.
El
pueblo de Sudán del Sur ha sufrido mucho en los últimos años y
espera con gran esperanza un futuro mejor, especialmente el fin
definitivo de los los conflictos y una paz duradera. Por lo
tanto, insto a los responsables a continuar, sin cansancio, en su
compromiso con un diálogo inclusivo en la búsqueda del consenso
para el bien de la nación. También expreso la esperanza de que la
comunidad internacional no descuide acompañar a Sudán del Sur en el
camino hacia la reconciliación nacional. Os invito a todos a rezar
juntos por este país, por el que siento un especial afecto.
Ave
María……
También
quiero confiar a sus oraciones la situación de mi querida Bolivia,
cercana a mi país, invito a todos los bolivianos, en particular a
los actores políticos y sociales, para que esperen con un espíritu
constructivo y sin condiciones previas, en un ambiente de paz y
serenidad, los resultados del proceso de la revisión de las
elecciones, que actualmente se está llevando a cabo. En paz.
Hoy
en Italia celebramos el Día Nacional de Acción de Gracias por los
frutos de la tierra y del trabajo. Me uno a los obispos para recordar
el fuerte vínculo entre el pan y el trabajo, esperando políticas de
empleo audaces que tengan en cuenta la dignidad y la solidaridad y
que prevengan los riesgos de corrupción. Que no se exploten a los
trabajadores, que exista un trabajo para todos, pero un trabajo
verdadero, no un trabajo de esclavos.
Doy
las gracias a todos los que han venido de Roma, de Italia y de muchas
partes del mundo. Saludo a los peregrinos de Haaren (Alemania),
Darwin (Australia) y a los estudiantes de Neuilly (Francia); así
como a los fieles de la diócesis de Piacenza-Bobbio, a los de
Bianzè y Burano.
Les
deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por
mí. Gracias. Buen almuerzo y adiós.
10.11.19
Papa Francisco: “La música y el arte nos permiten conocer sobre la realidad de Dios”
III Congreso
Internacional de Música Sacra
(11
nov. 2019).- “El artista, el intérprete y, en el caso de la
música, el oyente tienen el mismo deseo: comprender lo que la
belleza, la música y el arte nos permiten conocer sobre la realidad
de Dios”, explicó el Pontífice.
El
Papa Francisco, en audiencia con los participantes en el III
Congreso Internacional de Música Sacra celebrado en el Vaticano
recientemente, les agradeció una vez más su compromiso con el
estudio de la música, y en particular de la música litúrgica.
El
Congreso, titulado La
Iglesia, Música, Intérpretes: un diálogo necesario,
tuvo lugar del 7 al 9 de noviembre de 2019, y la reunión con el
Santo Padre fue el sábado 9. Organizado por el Consejo Pontificio de
la Cultura, entre los temas tratados se encuentran la vocación del
intérprete musical, los instrumentos en la composición de la música
sacra, los estilos compositivos o las partituras y la improvisación,
entre otros.
***
Discurso
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días:
Os
doy la bienvenida con motivo del III Congreso Internacional Iglesia
y Música, dedicado al tema del intérprete y la
interpretación. Doy las gracias al Pontificio Consejo de la
Cultura por la organización que, en colaboración con el Pontificio
Instituto de Música Sacra y el Instituto Litúrgico del Pontificio
Ateneo de San Anselmo, han hecho posible esta edición. Saludo a
todos los participantes y agradezco especialmente al Cardenal Ravasi
su presentación. Espero que el trabajo realizado en estos días sea
para todos fermento del Evangelio, de la vida litúrgica y del
servicio a la cultura y a la Iglesia.
A
menudo pensamos en el intérprete como un traductor, o como aquel que
tiene la tarea de transmitir algo que recibe de tal manera que el
otro pueda entender. Pero el intérprete, especialmente en el campo
de la música, es el que traduce con su propio espíritu lo que el
compositor ha escrito, para que resuene bello y perfecto
artísticamente. A fin de cuentas, la obra musical existe mientras se
interpreta y, por lo tanto, mientras haya un intérprete.
El
buen intérprete está animado por una gran humildad frente a la obra
de arte que no le pertenece. Sabiendo que es, en su campo, un
servidor de la comunidad, intenta siempre formarse y transformarse
interna y técnicamente, para poder ofrecer la belleza de la música
y, en el ámbito litúrgico, cumplir su servicio en la ejecución
musical (cf. Sacrosanctum Concilium, 115). El intérprete
está llamado a desarrollar su propia sensibilidad y genio, siempre
al servicio del arte, que restaura el espíritu humano, y al servicio
de la comunidad, especialmente si desempeña un ministerio litúrgico.
El
intérprete musical tiene mucho en común con el estudioso de la
Biblia, con el lector de la Palabra de Dios; en un sentido más
amplio con aquellos que buscan interpretar los signos de los tiempos;
y más generalmente con aquellos -debemos serlo todos- que acogen y
escuchan al otro para un diálogo sincero. Cada cristiano es, en
efecto, un intérprete de la voluntad de Dios en su propia
existencia, y con ella entona con alegría a Dios un himno de
alabanza y acción de gracias. Con este canto la Iglesia interpreta
el Evangelio en el surco de la historia. La Virgen María lo hizo de
manera ejemplar en su Magnificat y los santos han
interpretado la voluntad de Dios en su vida y en su misión.
En
1964, durante su encuentro histórico con los artistas, el Santo
Padre Pablo VI expresó este pensamiento: “Como sabéis, nuestro
ministerio es predicar y hacer accesible y comprensible, incluso
conmovedor, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable,
de Dios. Y en esta operación, que decanta el mundo invisible en
fórmulas accesibles e inteligibles, vosotros sois maestros. Es
vuestra profesión, vuestra misión; y vuestro arte es precisamente
el de tomar vuestros tesoros del cielo del espíritu y cubrirlos de
palabra, color, forma y accesibilidad” (Enseñanzas II[1964],
313). En este sentido, el intérprete, como el artista, expresa,
pues, el Inefable, utiliza palabras y materia que van más allá de
los conceptos, para que se comprenda ese tipo de sacramentalidad
propia de la representación estética.
Hay
un diálogo. Porque interpretar una obra de arte no es algo estático,
algo matemático. Existe un diálogo entre el autor, la obra y el
intérprete. Es un diálogo a tres bandas. Y este diálogo es
original en cada uno de los intérpretes: un intérprete lo siente
así y lo da así, otro lo da de otra manera. Pero este diálogo es
importante, porque permite también el desarrollo en la ejecución de
una obra artística. Me viene a la mente, por ejemplo, un Bach
interpretado por Richter o por Gardiner: es otra cosa. El diálogo es
otra cosa, y el intérprete debe entrar en este diálogo entre el
autor, la obra y él mismo. Esto no debe olvidarse nunca.
El
artista, el intérprete y, en el caso de la música, el oyente tienen
el mismo deseo: comprender lo que la belleza, la música y el arte
nos permiten conocer sobre la realidad de Dios. Y quizás nunca antes
los hombres y las mujeres lo han necesitado tanto como en nuestro
tiempo. Interpretar esta realidad es esencial para el mundo de hoy.
Santa Marta: La envidia del diablo, raíz del mal en el mundo
No
puede tolerar la encarnación
(12
nov. 2019).- El diablo tiene envidia de la naturaleza humana, “no
puede tolerar” la encarnación: es “la raíz de nuestros males,
de nuestras tentaciones, es la raíz de las guerras, del hambre, de
todas las calamidades del mundo”, dijo el Papa Francisco en la Misa
del 12 de noviembre de 2019, en la Casa Santa Marta.
En
su homilía, Francisco meditó sobre la primera lectura (Sab
2,23-3,9): “Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo
imagen de su propia identidad. Fue a través de los celos del diablo
que la muerte entró en el mundo”.
“La
envidia de aquel ángel soberbio que no quiso aceptar la
Encarnación”, subrayó el Papa, le llevó a “destruir a la
humanidad” trayendo a ella “los celos, la envidia, la
competición”, en lugar de “vivir como hermanos, todos, en paz”.
“Pero,
Padre, yo no destruyo a nadie”. “¿No? ¿Y qué hay de las
habladurías que haces cuando hablas de otra persona? La
destruyes”.”Las habladurías matan, calumniar mata”. “Pero,
padre, fui bautizado, soy un cristiano practicante, ¿cómo puedo
convertirme en un asesino?” Porque, respondió el Santo Padre,
“dentro de nosotros llevamos la guerra”, desde Caín y Abel.
Con
motivo del aniversario de la caída del Muro de Berlín, habló del
nazismo y de “la tortura contra todos aquellos que no eran de ‘pura
raza'”. Detrás de estos horrores, hay “alguien que te toca el
corazón para hacerte ir por el camino equivocado. Alguien que
siembra destrucción en nuestro corazón, que siembra el odio”.
“Y
hoy tenemos que decirlo claramente, hay tantos sembradores de odio en
el mundo, que destruyen”, denunció el Pontífice, mencionando en
particular la tentación de los políticos de “ensuciar al otro, de
destruir al otro”.
“Muchas
veces – comentó el Papa Francisco – creo que las noticias son un
relato del odio para destruir: ataques, guerras”.”Muchos niños
mueren de hambre, de enfermedades (…) “porque el dinero que se
necesitaría para esto va para fabricar las armas”.
“¿Y
de qué tiene envidia el diablo?”, preguntó el Papa: “de nuestra
naturaleza humana (… ). Porque el Hijo de Dios se hizo uno de
nosotros. No puede tolerar eso. Ésta “es la raíz de la envidia
del diablo, es la raíz de nuestros males, de nuestras tentaciones,
es la raíz de las guerras, del hambre, de todas las calamidades del
mundo”.
“¿Por
qué hoy en el mundo se siembra tanto odio? En las familias, que a
veces no pueden reconciliarse, en el barrio, en el lugar de trabajo,
en la política (…)”. Algunos dicen: “pero padre, el diablo no
existe, es el mal, un mal tan etéreo… Pero la Palabra de Dios es
clara. Y el diablo se la ha tomado con Jesús, lean el Evangelio:
¿tenemos fe o no la tenemos?”.
Para
no “no entrar en el juego de este gran envidioso”, el Pontífice
recomendó que creciera su fe en Jesús, que asumió la naturaleza
humana, “para luchar con nuestra carne y vencer en nuestra carne”.
12.11.19
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