31 d’oct. 2019

PAPA NOVEMBRE


El Espíritu Santo, “protagonista de la misión”– Catequesis completa

 Ciclo de los Hechos de los Apóstoles

(30 oct. 2019).- El Papa Francisco indicó que, desde Pentecostés, el Espíritu Santo es “protagonista de la misión. Y nos lleva hacia adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio”.
Hoy, 30 de octubre de 2019, el Santo Padre, ha continuado con el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, en concreto, ha enfocado su reflexión en el pasaje “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!” (Hechos 16:9). La fe cristiana llega a Europa (Hechos de los Apóstoles 16, 9-10).
El cristianismo llega a Europa
En primer lugar, Francisco subrayó que, efectivamente, al leer los Hechos de los Apóstoles se comprueba que “el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir”.
Después repasó los tres hechos importantes que suceden a Pablo en Filipos, colonia romana de Macedonia. Así, aludió a que “la fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia”, que acogió a Cristo, recibió el Bautismo junto con su familia y decidió también recibir a los apóstoles.
Este, según el Pontífice, constituye “el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también hoy”.
Oración de alabanza
Más tarde, Pablo y Silas son encarcelados porque liberaron a una esclava poseída por un “espíritu adivino” con la que sus amos ganaban mucho dinero, motivo por el que estos denunciaron a los apóstoles. En este sentido, el Obispo de Roma apuntó que también hoy hay gente que paga por este tipo de servicios.
No obstante, en lugar de lamentarse, Pablo y Silas entonan una alabanza a Dios que produce un terremoto que acaba por liberar a todos los reos de la prisión. De este modo, “como la oración de Pentecostés, la de cárcel también tiene efectos prodigiosos”, remarcó el Santo Padre.
Ante este suceso, el carcelero, dado que estos pagaban con su propia vida la huida de los prisioneros, quería matarse. Sin embargo, preguntó a Pablo “¿Qué tengo que hacer para salvarme?” (Hechos 16:27-28).
El apóstol le respondió ”Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” (v. 31) y, explicó Francisco, “en ese momento se produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles, les lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el Bautismo junto a los suyos”.
Un corazón abierto
Finalmente, el Papa Francisco exhortó a pedir al Espíritu Santo “un corazón abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo”.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Leyendo los Hechos de los Apóstoles se puede ver cómo el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir.
Lo vemos claramente cuando el apóstol Pablo, llegado a Tróada, tiene una visión. Un macedonio le ruega: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos! (Hechos 16:9). El pueblo de Macedonia del Norte está muy orgulloso de esto, muy orgulloso de haber llamado a Pablo para que Pablo fuera a anunciar a Jesucristo. Recuerdo tanto a ese hermoso pueblo que me recibió con tanto calor: ¡Que conserven esta fe que Pablo les predicó! El Apóstol no duda, se va a Macedonia, seguro de que es Dios mismo quien lo envía, y llega a Filipos, “colonia romana” (Hch 16,12) en la Via Egnatia, para predicar el Evangelio. Pablo se queda allí varios días. Tres son los acontecimientos que caracterizan su estancia en Filipos en estos tres días: tres hechos importantes: 1) la evangelización y el bautismo de Lidia y su familia; 2) su arresto junto con Silas, después de haber exorcizado a una esclava explotada por sus amos; 3) la conversión y el bautismo de su carcelero y de su familia. Veamos estos tres episodios de la vida de Pablo.

La fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia, vendedora de púrpura, en la ciudad de Tiatira, creyente en Dios a quien el Señor abre su corazón “para que se adhiriese a las palabras de Pablo” (Hch 16,14). Lidia, en efecto, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto con su familia y acoge a los que pertenecen a Cristo, acogiendo a Pablo y a Silas en su casa. Aquí tenemos el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también hoy. Entró por Macedonia.
Después de la calidez experimentada en casa de Lidia, Pablo y Silas tendrán que hacer cuentas con la dureza de la prisión: pasan del consuelo de esta conversión de Lidia y de su familia a la desolación de la cárcel a la que los arrojan por haber liberado en el nombre de Jesús “a una esclava poseída de un espíritu adivino” y “producía mucho dinero a sus amos” con el oficio de adivina (Hch 16,16). Sus amos, ganaban mucho  y esta pobre esclava hacía lo que hacen los adivinos: te adivinaba el futuro, te leía las manos, como dice la canción: “Toma esta mano, gitana”, y por eso la gente pagaba. También hoy, queridos hermanos y hermanas, hay gente que paga por ello. Recuerdo que en mi diócesis, en un parque muy grande, había más de 60 mesitas donde estaban sentados los adivinos y las adivinas, que te leían la mano ¡y la gente creía en estas cosas! Y pagaba. Y esto sucedía también en la época de San Pablo. Sus amos, en represalia, denuncian a Pablo y llevan a los Apóstoles ante los jueces acusándoles de desorden público.
Pero ¿qué pasa? Pablo está en la prisión y durante su encarcelamiento se produce un hecho sorprendente. Está desolado pero, en vez de quejarse, Pablo y Silas entonan una alabanza a Dios y esta alabanza desencadena una fuerza que los libera: durante la oración un terremoto sacude los cimientos de la prisión, se abren las puertas y caen las cadenas de todos (cf. Hch 16,25-26). Como la oración de Pentecostés, la de cárcel también tiene efectos prodigiosos.
El carcelero, creyendo que los prisioneros habían huido, quería matarse, porque los carceleros pagaban con su propia vida la huida de los prisioneros,  pero Pablo le grita: “Estamos todos aquí”. (Hechos 16:27-28). El carcelero pregunta entonces: “¿Qué tengo que hacer para salvarme?” (v. 30). La respuesta es: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” (v. 31). En ese momento se produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles, les lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el bautismo junto a los suyos; luego, “se alegró con toda su familia por haber creído en Dios” (v. 34), prepara la mesa e invita a Pablo y Silas a quedarse con ellos: ¡el momento del consuelo! En el corazón de la noche de este carcelero anónimo, la luz de Cristo brilla y vence a las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota en él y en sus una alegría nunca antes experimentada. Así es como el Espíritu Santo hace la misión: desde el principio, desde Pentecostés en adelante, Él es el protagonista de la misión. Y nos lleva hacia adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio.
Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo.
31.10.19





Ángelus: “Zaqueo descubre de Jesús que es posible amar gratuitamente”

Palabras del Papa antes de la oración mariana


(3 noviembre 2019) .- A las 12 del mediodía de hoy 3 noviembre 2019, en el 31 domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la cita habitual de cada domingo.
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Lc 19, 1-10) nos pone en las huellas de Jesús que, en su camino hacia Jerusalén, se detiene en Jericó. Había una gran multitud para darle recibirlo, entre las cuales un hombre llamado Zaqueo, jefe de los “publicanos”, es decir, de los judíos que recaudaban los impuestos en nombre del Imperio Romano. Él era rico no por sus ganancias honestas, sino porque pedía el “soborno”, y esto aumentaba el desprecio por él. Zaqueo “trataba de ver quién era Jesús” (v. 3); no quería encontrarse con él, pero era curioso: quería ver a aquel personaje del que había oído decir cosas extraordinarias, era curioso. Y siendo de baja estatura, para lograr verlo (ver 4) sube a un árbol. Cuando Jesús llega cerca, levanta la mirada y lo ve (cf. v. 5). Esto es importante: la primera mirada no es la de Zaqueo, sino la de Jesús, que entre tantos rostros que lo rodeaban, la muchedumbre, busca precisamente ese. La mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de que nosotros mismos nos demos cuenta de que necesitamos ser salvados. Y con esta mirada del divino Maestro comienza el milagro de la conversión del pecador. De hecho, Jesús lo llama, y lo llama por su nombre: “Zaqueo, baja inmediatamente, porque hoy tengo que quedarme en tu casa”  dice Jesús (v. 5). No le reprocha, no le da un “sermón”; le dice que debe ir a él: “debe”, porque es la voluntad del Padre. A pesar de los murmullos de la gente, Jesús escoge quedarse en la casa de ese pecador público.
También nosotros nos habríamos escandalizado por este comportamiento de Jesús. Pero el desprecio y la cerrazón hacia el pecador sólo lo aísla y lo endurece en el mal que hace contra sí mismo y contra la comunidad. En cambio, Dios condena el pecado, pero trata de salvar al pecador, va a buscarlo para traerlo de nuevo al camino correcto. Quien nunca se ha sentido buscado por la misericordia de Dios, tiene dificultades para comprender la extraordinaria grandeza de los gestos y de las palabras con las que Jesús se acerca a Zaqueo.
La aceptación y la atención de Jesús llevan a ese hombre a una claro cambio de mentalidad: en un momento se da cuenta de lo mezquina que es una vida totalmente apegada al dinero a costa de robar a los demás y de recibir su desprecio. Tener al Señor allí, en su casa, le hace ver todo con otros ojos, incluso con un poco de la ternura con la que Jesús lo ha mirado.  Y también cambia su forma de ver y usar el dinero: el gesto de agarrar es reemplazado por el de dar. De hecho, decide dar la mitad de lo que posee a los pobres y devolver el cuádruple de lo que ha robado (v 8). Zaqueo descubre de Jesús que es posible amar gratuitamente: hasta ese momento era avaro, ahora se vuelve generoso; tenía el gusto de amontonar, ahora se regocija al distribuir. Al encontrar el amor, descubriendo que es amado a pesar de sus pecados, se vuelve capaz de amar a los demás, haciendo de del dinero un signo de solidaridad y comunión.
Que la Virgen María nos obtenga la gracia de sentir siempre sobre nosotros la mirada misericordiosa de Jesús, para salir al encuentro con misericordia de los que se han equivocado, para que ellos también puedan recibir a Jesús, que “ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido” (v. 10).
Palabras del Papa después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy dolorido por las violencias de las que son víctimas los cristianos de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía. Expreso mi cercanía a esta querida Iglesia y su patriarca, mi querido hermano Abuna Matthias, y les pido que recen por todas las víctimas de la violencia en aquella tierra.
Recemos juntos…..
Deseo expresar mi sincero agradecimiento al ayuntamiento y a la diócesis de San Severo en Puglia, por la firma del acuerdo de protocolo alcanzado el pasado lunes 28 de octubre, que permitirá a los trabajadores de los llamados “gueto de la Capitanata”, en la región de Foggia , para obtener una domiciliación cerca de las parroquias e inscribirse en el Registro Municipal. La posibilidad de tener sus documentos de identidad y de residencia les dará una nueva dignidad y les permitirá salir de una situación de irregularidad y explotación.
Muchas gracias al ayuntamiento y a todos los que han trabajado en este plan
Extiendo mi cordial saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos. En particular, saludo a las corporaciones históricas  de los Schützen y de los Cavalieri di San Sebastiano de diferentes países de Europa; y a los fieles de Lordelo de Ouro (Portugal).
Saludo a los grupos de Reggio Calabria, Treviso, Pescara y Sant’Eufemia di Aspromonte; Saludo a los jóvenes de Módena que recibieron la Confirmación, a los de Petosino, en la diócesis de Bérgamo, y los Scouts que vinieron en bicicleta desde Viterbo. Saludo a los miembros del movimiento Hakuna de España.
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y adios.
03.11.19




Roma: El Papa celebra la Solemnidad de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos

Misa en las catacumbas de Priscila

(4 noviembre 2019).- El pasado 1 de noviembre de 2019 el Papa Francisco, durante el Ángelus, reflexionó en torno a la solemnidad de Todos los Santos y el día 2, conmemoración de todos los Fieles Difuntos, celebró una Misa en las catacumbas de Priscila.
La santidad, “don y llamada”
Así, el día 1, el Francisco señaló que la solemnidad de Todos los Santos nos recuerda que “todos estamos llamados a la santidad” y que “los santos y santas de todos los tiempos, que hoy celebramos todos juntos, no son simples símbolos, seres humanos distantes, inalcanzables”.
Por el contrario, son personas que vivieron con los pies en la tierra; experimentaron el trabajo cotidiano de la existencia, con sus éxitos y sus fracasos, encontrando en el Señor la fuerza para resucitar siempre y continuar en el camino. De aquí se deduce que la santidad es una meta que no puede alcanzarse sólo con las propias fuerzas, sino que es fruto de la gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a ella. Por lo tanto, la santidad es don y llamada”, explicó.
Al mismo tiempo, en sus palabras después de la oración mariana, subrayó que “en estos días en que desgraciadamente circulan mensajes culturales negativos sobre la muerte y sobre los muertos, los invito a no descuidar, si es posible, una visita y una oración en un cementerio. Será un acto de fe”.
Misa en las catacumbas
También en el Ángelus del día 1, el Santo Padre anunció que, efectivamente, al día siguiente, celebraría la Misa en las catacumbas de Priscila, “uno de los primeros lugares de sepultura de los primeros cristianos de Roma”.
A las 16 horas tuvo lugar la celebración eucarística en la basílica del papa Silvestre a la que asistieron las monjas benedictinas, custodias de las catacumbas de Priscila, así como cerca de cien invitados.

En la homilía, el Pontífice, confesó que era su primera visita a una catacumba y rememoró a los cristianos perseguidos del presente, que incluso tienen que fingir que celebran una fiesta o un cumpleaños para celebrar la Eucaristía porque está prohibido hacerlo: “Aún hoy hay cristianos perseguidos, más que en los primeros siglos. Más”, recalcó.
Al final de la Misa, antes de regresar al Vaticano, el Papa bajó a las catacumbas para una corta visita, deteniéndose por unos momentos frente al representación de la Virgen de mediados del siglo III y, en el criptopórtico, delante de la capilla griega.
Por último, ya en el Vaticano, se dirigió a las Grutas de la Basílica Vaticana, para un momento de oración en privado por los Pontífices difuntos.
Catacumbas de Priscila
Situadas en las Vía Salaria en Roma, con entrada al convento de las Hermanas Benedictinas de Priscila, las catacumbas son uno de los cementerios romanos más antiguos que se han descubierto.
En ellas se conservan algunos frescos de especial importancia para la historia del arte, por ejemplo, las primeras representaciones de la Virgen María o de la Anunciación, indica Vatican News.
En la regina catacumbarum, “la reina de las catacumbas” como se la llama por la gran cantidad de mártires allí enterrados, están sepultados algunos Papas como Silvestre I, a quien se le construyó la citada basílica con su nombre, Celestino I, Siricio y Marcelo I y otros.
Entre los mártires más famosos cuyos restos descansan en este lugar se encuentran los santos Félix y Felipe, Crescenciano, Prisca.
De acuerdo a la misma fuente, estos enterramientos fueron excavados entre el segundo y el quinto siglo, partiendo de ambientes hipogeos preexistentes, siendo los principales un arenario, un criptopórtico y un hipogeo con las tumbas de los Acilios, descendientes de Acilio Glabrión, cónsul y senador que había sido desterrado de Roma y luego condenado a muerte por Domiciano por haberse convertido al cristianismo.
Priscila, benefactora de los cristianos
A esta familia pertenecía Priscila, la mujer noble que donó a tierra, cuya memoria es el 16 de enero en el Martirologio Romano, que la define como benefactora de la comunidad cristiana de Roma.
Este cementerio, perdido como muchos otros debido al ocultamiento de las entradas para protegerlo de los saqueos, fue uno de los primeros que se encontraron en el siglo XVI. Como consecuencia de ello, fue profusamente despojado de lápidas, sarcófagos, tobas y cuerpos de supuestos mártires.
No obstante, a pesar de ello, conserva pinturas particularmente bellas y significativas, expone la misma fuente.

04.11.19



Santa Marta: “La gracia de aceptar siempre ir” a la fiesta del Señor

Meditación del Papa en la Misa


(5 nov. 2019).- El Papa Francisco ha exhortado a pedir al Señor “la gracia de aceptar siempre ir a su fiesta que es gratuita”.
Hoy, 15 de octubre de 2019, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre ha meditado en torno al pasaje evangélico del día. En él, el evangelista Lucas se refiere a un hombre que daba una gran fiesta y los invitados pusieron distintas excusas para no acudir, indica Vatican News.
Ante la respuesta, el hombre mandó llamar a los pobres y a los lisiados para que disfrutaran del festejo. Así, para Francisco, este fragmento resume la historia de la salvación y también supone la descripción de la actitud de muchos cristianos.
Alegría y gratuidad
El Papa expuso que “la cena, la fiesta, es la figura del cielo, de la eternidad con el Señor” y que en una celebración nunca se sabe a quién se va encontrar, se conocen a personas nuevas y también se coincide con otras a las que no se quiere ver.
En cualquier caso, también resaltó que el clima de la fiesta es la alegría y la gratuidad, porque una fiesta de verdad ha de ser gratuita: “Y en esto nuestro Dios siempre nos invita así, no nos hace pagar la entrada. En las fiestas verdaderas, no se paga la entrada: paga el dueño, paga el que invita”.
No obstante, el Pontífice también indicó que existen personas que priorizan sus propios intereses frente a la gratuidad: “Ante la gratuidad, ante la universalidad de la fiesta, está esa actitud que cierra el corazón: ‘Yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente que me gusta, cerrado’. Y esto es pecado, el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros: la cerrazón. ‘No, para mí es más importante esto que aquello. No, yo elijo lo que es mío. Siempre lo mío’. Y en lo mío no hay gratuidad”.
Elegir al Señor
El rechazar ir a la fiesta del Señor, continúo explicando el Obispo de Roma, constituye un desprecio a Dios, que nos invita a ella: “No me molestes con tu fiesta”, esto es cerrarse “a lo que el Señor nos ofrece: la alegría del encuentro con Él”.
Y en el camino de la vida muchas veces nos encontraremos ante esta elección, a esta opción: o la gratuidad del Señor, ir a visitar al Señor, encontrarme con el Señor, o cerrarme en mis cosas, en mi propio interés”, subrayó.
Todos están invitados”
Y agregó que por ello, Dios, “hablando de una de las cerrazones, decía que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Sin embargo hay ricos buenos, santos, que no están apegados a la riqueza. Pero la mayoría está apegada a la riqueza, está cerrada. Y por esto no pueden comprender lo que es la fiesta. Tienen la seguridad de las cosas que pueden tocar”.
No obstante, para el Señor, a pesar del rechazo: “Todos están invitados. Todos, nadie puede decir: ‘Yo soy malo, no puedo…’. No. El Señor porque tú eres malo te espera de una manera especial.”
La hipocresía
En cuanto a la primera lectura, en la que el Apóstol Pablo habla sobre la hipocresía, el Santo Padre aseveró que a los judíos, de acuerdo al citado medio vaticano, el Señor les dijo una vez: “Pero yo les digo que las prostitutas y los publicanos los precederán en el reino de los cielos”.
Finalmente, el Papa pidió meditar sobre “esta parábola que el Señor nos da hoy. ¿Cómo va nuestra vida? ¿Qué prefiero yo? ¿Aceptar siempre la invitación del Señor o encerrarme en mis cosas, en mis pequeñeces?”.
06.11.19




Lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” – Catequesis completa

San Pablo en Atenas

(6 nov. 2019).- Pablo en el Areópago: un ejemplo de inculturación de la fe en Atenas (Hechos de los Apóstoles 17, 22-3) es el tema elegido por el Papa Francisco para la catequesis pronunciada hoy, miércoles, 6 de noviembre de 2019, en la audiencia general, ante peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Pontífice ha invitado a pedir al Espíritu Santo “que nos enseñe a construir puentes con la cultura, con aquellos que no creen o con los que tienen un credo diferente al nuestro. Siempre construir puentes, siempre la mano tendida, ningún ataque”.
Con el ejemplo de San Pablo, Francisco proponer pedir “la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que viven en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida por un amor que inflame hasta los corazones más endurecidos”.
Conocer a toda la gente
El Apóstol, al llegar a Atenas, “estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos” (Hch 17,16). Sin embargo, este “impacto” con el paganismo, “en lugar de hacerlo huir, lo empuja a crear un puente para dialogar con esa cultura”, ha descrito el Papa.
Conoce a judíos, filósofos epicúreos y estoicos, y muchos otros. “Conoce a toda la gente, no se encierra, va a hablar con toda la gente”. Pablo “no mira a la ciudad de Atenas y al mundo pagano con hostilidad, sino con los ojos de la fe”. Así, el Santo Padre ha cuestionado la forma en que vemos nuestras ciudades: “¿las observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?”.
Dios “vive entre los ciudadanos”
Partiendo de esa “devoción” al “Dios desconocido” que tenían los atenienses, para entrar en empatía con sus oyentes, proclama que Dios “vive entre los ciudadanos” y “no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas”. Es precisamente esta presencia la que Pablo quiere revelar: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar”.
Luego, San Pablo invitó a todos a ir más allá de “los tiempos de la ignorancia” y a decidirse por la “conversión” ante el juicio inminente, llegando así al kerigma y aludiendo a Cristo, sin citarlo, definiéndolo como “el hombre que (Dios) ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos”.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos nuestro “viaje” con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Después de las pruebas pasadas en Filipos, Tesalónica y Berea, Pablo llega a Atenas, precisamente en el corazón de Grecia (cf. Hch 17,15). Esta ciudad, que vivía a la sombra de antiguas glorias a pesar de la decadencia política, aún conservaba la primacía de la cultura. Aquí el Apóstol “estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos” (Hch 17,16). Sin embargo, este “impacto” con el paganismo, en lugar de hacerlo huir, lo empuja a crear un puente para dialogar con esa cultura.
Pablo elige familiarizarse con la ciudad y así comienza a frecuentar los lugares y las personas más significativas. Va a la sinagoga, símbolo de la vida de fe; va a la plaza, símbolo de la vida urbana; y va al Areópago, símbolo de la vida política y cultural. Conoce a judíos, filósofos epicúreos y estoicos, y muchos otros. Conoce a toda la gente, no se encierra, va a hablar con toda la gente. De este modo, Pablo observa la cultura y observa el ambiente de Atenas “desde una mirada contemplativa” que descubra “al Dios que habita en sus hogares, en sus calles y en sus plazas” (Evangelii gaudium, 71). Pablo no mira a la ciudad de Atenas y al mundo pagano con hostilidad, sino con los ojos de la fe. Y esto nos hace cuestionar la  forma en que vemos nuestras ciudades: ¿las observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?

Pablo elige la mirada que lo lleva a abrir una brecha entre el Evangelio y el mundo pagano. En el corazón de una de las instituciones más famosas del mundo antiguo, el Areópago, realiza un ejemplo extraordinario de inculturación del mensaje de la fe: anuncia a Jesucristo a los adoradores de ídolos, y no lo hace atacándolos, sino haciéndose “pontífice, constructor de puentes” (Homilía en Santa Marta, 8 de mayo de 2013).
Pablo toma como ejemplo el altar de la ciudad dedicado al “Dios desconocido” (Hechos 17:23), había un altar donde estaba escrito “al Dios desconocido”, ninguna imagen, nada, solamente esa inscripción. Partiendo de esa “devoción” al “Dios desconocido”, para entrar en empatía con sus oyentes, proclama que Dios “vive entre los ciudadanos”. (Evangelii gaudium, 71) y “no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas” (ibíd.). Es precisamente esta presencia la que Pablo quiere revelar: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar” (Hch 17,23).
Para revelar la identidad del dios que adoran los atenienses, el Apóstol parte de la creación, es decir, de la fe bíblica en el Dios de la revelación, para llegar a la redención y al juicio, es decir, al mensaje propiamente cristiano. Muestra la desproporción entre la grandeza del Creador y los templos construidos por el hombre, y explica que el Creador se hace buscar siempre para que todos puedan encontrarlo. De este modo, Pablo, según una hermosa frase del Papa Benedicto XVI,  “anuncia a Aquel, que los hombres ignoran, y sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido” (BENEDICTO XVI, Encuentro con el mundo de la cultura en el Colegio de los Bernardinos, 12 de septiembre de 2008). Luego, invita a todos a ir más allá de “los tiempos de la ignorancia” y a decidirse por la conversión ante el juicio inminente. Pablo llega así al kerigma y alude a Cristo, sin citarlo, definiéndolo como “el hombre que (Dios) ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos” (Hch17,31).
Y aquí está el problema. La palabra de Pablo, que hasta entonces había mantenido en suspenso a sus interlocutores, –porque era un descubrimiento interesante– encuentra un escollo: la muerte y resurrección de Cristo parecen una “necedad” (1 Cor 1,23) y suscitan burlas y escarnio. Pablo entonces se aleja: su intento parece haber fracasado, y en cambio algunos se adhieren a su palabra y se abren a la fe. Entre ellos hay un hombre, Dionisio, miembro del Areópago, y una mujer, Damaris. También en Atenas el Evangelio arraiga y puede correr a dos voces: ¡la de aquel hombre y la de aquella mujer!
Pidamos también hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a construir puentes con la cultura, con aquellos que no creen o con los que tienen un credo diferente al nuestro. Siempre construir puentes, siempre la mano tendida, ningún ataque. Pidámosle la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que viven en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida por un amor que inflame hasta los corazones más endurecidos.
06.11.19






Francisco exhorta a los jesuitas a “abrir caminos a la esperanza”

Secretariado para la Justicia Social y la Ecología

(7 nov. 2019).- El Papa Francisco invitó a “abrir caminos a la esperanza” en el mundo actual y a compartir la “verdadera esperanza cristiana” para “alentar, consolar, confortar y reanimar”, especialmente a los más pobres.
Hoy, 7 de noviembre de 2019, el Santo Padre se reunió con los participantes en la Reunión del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús.
Este encuentro tiene lugar en Roma con ocasión del 50º aniversario de su fundación, sobre el tema “Un camino de justicia y reconciliación: 50 años y más allá”.
Promover la justicia
Durante su discurso, Francisco recordó la llamada de la Compañía de Jesús al servicio de los pobres, una tradición ignaciana que perdura hasta nuestros días y que el padre Arrupe tuvo intención de fortalecer.
En este sentido, resaltó que Arrupe “siempre creyó que el servicio de la fe y la promoción de la justicia no podían separarse: estaban radicalmente unidas. Para él, todos los ministerios de la Compañía tenían que responder, a la vez, al desafío de anunciar la fe y de promover la justicia”.
Encontrar al Dios en los pobres
El Obispo de Roma explicó que cada año la liturgia nos invita a “contemplar a Dios en el candor de un niño excluido, que venía a los suyos, pero fue rechazado (cf. Jn 1,11)” y esta contemplación de Dios excluido “nos ayuda a descubrir la belleza de toda persona marginada”.
También remarcó que en los pobres se encuentra “un lugar privilegiado de encuentro con Cristo” y este “acrisola nuestra fe”, algo que también se ha experimentado en la Compañía de Jesús.
Así, el Obispo de Roma pidió a los presentes que no dejaran de mostrar “esta familiaridad con los vulnerables”, ya que, “nuestro mundo roto y dividido necesita construir puentes para que el encuentro humano nos permita a cada uno descubrir en los últimos el bello rostro del hermano”.
Seguir a Jesús entre los crucificados
El Papa Francisco señaló que el espíritu de Jesús crucificado sigue presente y “nos mueve a seguirle en el servicio a los crucificados de nuestro tiempo”, agregando que en la actualidad abundan las situaciones de injusticia y de dolor humano, como la trata de personas, las expresiones de xenofobia y la búsqueda del interés nacional, la desigualdad entre países y en el interior de los mismos y  el maltrato a la casa común.

De este modo, para él, seguir a Jesús en estas circunstancias conlleva el acompañamiento a las víctimas, la atención a las necesidades humanas que surgen, así como la reflexión sobre la realidad del mundo, “para desenmascarar sus males, para descubrir las mejores respuestas, para generar la creatividad apostólica y la hondura que el P. Nicolás tanto deseaba para la Compañía”.
Revolución cultural”
En definitiva, Francisco considera que es necesaria “una verdadera ‘revolución cultural’ (ibíd., 114), una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el mundo”.
El Santo Padre reiteró que el mundo está necesitado de ”transformaciones que protejan la vida amenazada y defiendan a los más débiles” e indicó que el apostolado social está para resolver problemas, pero, sobre todo, “para promover procesos y alentar esperanzas”.
Finalmente, animó a los jesuitas a cuidar su relación diaria “con el Cristo resucitado y glorioso”,  a ser “obreros de la caridad y sembradores de esperanza” y a caminar “cantando y llorando, que las luchas y preocupaciones por la vida de los últimos y por la creación amenazada no les quiten el gozo de la esperanza (cf. Exhort. apost. Laudato si’, 244)”.
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Discurso del Santo Padre
Buenos días y bienvenidos.
La Compañía de Jesús, lo sabemos todos, desde el principio fue llamada al servicio de los pobres, una vocación que san Ignacio incorporó a la Fórmula de 1550. Los jesuitas se dedicarían «a la defensa y propagación de la fe y al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana», así como a «reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir a los que se encuentran en las cárceles o en los hospitales, y a ejercitar todas las demás obras de caridad».[[1]] Aquello no era una declaración de intenciones, sino un modo de vida que ya habían experimentado, que les llenaba de consolación y al que se sentían enviados por el Señor.
Esa tradición ignaciana originaria ha llegado hasta nuestros días. El P. Arrupe tuvo la intención de fortalecerla. En la base de su vocación se encontraba la experiencia de contacto con el dolor humano. Años más tarde escribiría: «Vi (a Dios) tan cerca de los que sufren, de los que lloran, de los que naufragan en esta vida de desamparo, que se encendió en mí el deseo ardiente de imitarle en esta voluntaria proximidad a los desechos del mundo, que la sociedad desprecia».[[2]]
Hoy usamos la palabra “a los descartados”, ¿no?, y hablamos de cultura del descarte, esta gran mayoria de gente dejada al camino. Para mí, de este texto lo que me toca profundamente es el origen de donde viene. De la oración, ¿no? Arrupe era un hombre de oracion, un hombre que peleaba con Dios todos los días, y de ahí nace esto fuerte. El P. Pedro siempre creyó que el servicio de la fe y la promoción de la justicia no podían separarse: estaban radicalmente unidas. Para él, todos los ministerios de la Compañía tenían que responder, a la vez, al desafío de anunciar la fe y de promover la justicia. Lo que hasta entonces había sido una encomienda para algunos jesuitas, debía convertirse en una preocupación de todos.
Los pobres, lugar de encuentro con el Señor
Cada año, la liturgia nos invita a contemplar a Dios en el candor de un niño excluido, que venía a los suyos, pero fue rechazado (cf. Jn 1,11). Según san Ignacio, una  ancila –ancila, una persona, una joven que sirve–, asiste a la Sagrada Familia.[[3]] Junto a ella, Ignacio nos apremia a introducirnos también nosotros, «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase».[[4]] Esto no es poesía ni publicidad, esto Ignacio lo sentía. Y lo vivía.
Esta contemplación activa de Dios, de Dios excluido, nos ayuda a descubrir la belleza de toda persona marginada. Ningún servicio sustituye a «valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 199).
En los pobres, han encontrado ustedes un lugar privilegiado de encuentro con Cristo. Ese es un precioso regalo en la vida del seguidor de Jesús: recibir el don de encontrarse con él entre las víctimas y los empobrecidos.
El encuentro con Cristo entre sus preferidos acrisola nuestra fe. Así sucedió en el caso de la Compañía, cuya experiencia con los últimos ha ahondado y fortalecido la fe. «Nuestra fe se ha hecho más pascual, más compasiva, más tierna, más evangélica en su sencillez»,[[5]] de modo especial, en el servicio de los pobres.
Han vivido ustedes una verdadera transformación personal y corporativa en la contemplación callada del dolor de sus hermanos. Una transformación que es una conversión, un regreso a mirar el rostro del crucificado, que nos invita cada día a permanecer junto a él y a bajarle de la cruz.
No dejen de ofrecer esta familiaridad con los vulnerables. Nuestro mundo roto y dividido necesita construir puentes para que el encuentro humano nos permita a cada uno descubrir en los últimos el bello rostro del hermano, en quien nos reconocemos, y cuya presencia, aun sin palabras, reclama en su necesidad nuestro cuidado y nuestra solidaridad.
Seguir a Jesús entre los crucificados
Jesús no tenía «dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20), entregado como estaba a «proclamar la buena noticia del Reino  y a curar toda clase de enfermedades y dolencias» (Mt 4,23).  Hoy su Espíritu, vivo entre nosotros, nos mueve a seguirle en el servicio a los crucificados de nuestro tiempo.
En la actualidad abundan las situaciones de injusticia y de dolor humano que todos bien conocemos. «Quizá se puede hablar de una tercera guerra combatida “por partes”, con crímenes, masacres, destrucciones» (Homilía, Redipuglia, 13 septiembre 2014). Subsiste la trata de personas, abundan las expresiones de xenofobia y la búsqueda egoísta del interés nacional, la desigualdad entre países y en el interior de los mismos crece sin que se encuentre remedio. Con una progresión yo diría geométrica.
De otra parte, «nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los dos últimos siglos» (Exhort. apost. Laudato si’, 53). No sorprende que una vez más «los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufra la gente más pobre» (ibíd., 48).
Seguir a Jesús en estas circunstancias conlleva un conjunto de tareas. Comienza por el acompañamiento a las víctimas, para contemplar en ellas el rostro de nuestro Señor crucificado. Continúa en la atención a las necesidades humanas que surgen, muchas veces innumerables e inabordables en su conjunto. Hoy también es preciso reflexionar sobre la realidad del mundo, para desenmascarar sus males, para descubrir las mejores respuestas, para generar la creatividad apostólica y la hondura que el P. Nicolás tanto deseaba para la Compañía.
Pero nuestra respuesta no puede detenerse aquí. Necesitamos de una verdadera «revolución cultural» (ibíd., 114), una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el mundo. Finalmente, los males sociales con frecuencia se enquistan en las estructuras de una sociedad, con un potencial de disolución y de muerte (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 59). De ahí la importancia del trabajo  lento de transformación de las estructuras, por medio de la participación en el diálogo público, allí donde se toman las decisiones que afectan a la vida de los últimos (cf. Encuentro con los movimientos populares en Bolivia, Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015).
Algunos de ustedes y otros muchos jesuitas que los antecedieron pusieron en marcha obras de servicio a los más pobres, obras de de educación, de atención a los refugiados, de defensa de los derechos humanos o de servicios sociales en multitud de campos. Continúen con este empeño creativo, necesitado siempre de renovación en una sociedad de cambios acelerados. Ayuden a la Iglesia en el discernimiento que hoy también tenemos que hacer sobre nuestros apostolados. No dejen de colaborar en red entre ustedes y con otras organizaciones eclesiales y civiles para tener una palabra en defensa de los más desfavorecidos en este mundo cada vez más globalizado. Con esa globalización que es esférica, que anula las identidades culturales, las identidades religiosas, las identidades personales, todo es igual. La verdadera globalizacion debe ser poliedrica, unirnos, pero cada uno conservando la propia peculiaridad.
En el dolor de nuestros hermanos y de nuestra casa común amenazada es necesario contemplar el misterio del crucificado para ser capaces de dar la vida hasta el final, como hicieran tantos compañeros jesuitas desde el año 1975. Celebramos este año el 30 aniversario del martirio de los jesuitas de la Universidad Centroamericana de El Salvador, que tanto dolor causó al P. Kolvenbach y que lo movió a pedir la ayuda de jesuitas en toda la Compañía. Muchos respondieron generosamente. La vida y la muerte de los mártires son un aliento a nuestro servicio a los últimos.
Y abrir caminos a la esperanza
Nuestro mundo está necesitado de transformaciones que protejan la vida amenazada y defiendan a los más débiles. Buscamos cambios y muchas veces no sabemos cuáles deben ser, o no nos sentimos capaces de abordarlos, nos sobrepasan.
En las fronteras de la exclusión corremos el riesgo de desesperar, si atendemos únicamente la lógica humana. Lo llamativo es que muchas veces las víctimas de este mundo no se dejan llevar por la tentación de claudicar, sino que confían y acunan la esperanza.
Todos nosotros somos testigos de que «los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho… Cuando los pobres se organizan se convierten en auténticos «poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial» (Encuentro con los movimientos populares en Bolivia, Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015).
 ¿El apostolado social está para resolver problemas? Sí, pero sobre todo para promover procesos y alentar esperanzas. Procesos que ayuden a crecer a las personas y a las comunidades, que las lleven a ser conscientes de sus derechos, a desplegar sus capacidades y a crear su propio futuro.
Ustedes trabajen por «la verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, (y que) siempre genera historia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 181). Compartan su esperanza allá donde se encuentren, para alentar, consolar, confortar y reanimar. Por favor, abran futuro, o para usar la expresión de un literato actual, frecuenten el futuro. Abran futuro, susciten posibilidades, generen alternativas  ayuden a pensar y actuar de un modo diverso. Cuiden su relación diaria con el Cristo resucitado y glorioso, y sean obreros de la caridad y sembradores de esperanza. Caminen cantando y llorando, que las luchas y preocupaciones por la vida de los últimos y por la creación amenazada no les quiten el gozo de la esperanza (cf. Exhort. apost. Laudato si’, 244).
Quisiera terminar con una imagen –los curas en las parroquias repartimos estampitas, para que la gente se lleve una imagen a la casa, una imagen nuestra de familia–. El testamento de Arrupe, allá en Tailandia, en el campo de refugiados, con los descartados, con todo lo que ese hombre tenía de simpatía, de padecer con esa gente, con esos jesuitas que estaban abriendo brecha en aquel momento en todo este apostolado, les pide una cosa: no dejen la oración. Fue su testamento. Dejó Tailandia ese día y en el avión tuvo su ictus. Que esta estampita, que esta imagen, los acompañe siempre. Gracias.
[1] Fórmula del Instituto (21 julio 1550), aprobada y confirmada por el papa Julio III.
[2] Este Japón increíble. Memorias del P. Arrupe, 4ª ed. Mensajero, Bilbao, 1991, p. 19.
[3] Cf. Ejercicios Espirituales, 111, 114.
[4] Ibíd.
[5] Congregación General 34 de la Compañía de Jesús, 1995, d. 2, n. 1
08.11.19




Pastoral Penitenciaria: “No hay una pena humana sin horizonte”

Discurso de Francisco

(8 nov. 2019).- El Papa Francisco propuso la imagen de las ventanas de la cárcel, invitando a procurar que las prisiones las tengan porque “no hay una pena humana sin horizonte. Nadie puede cambiar de vida si no ve un horizonte”.
Hoy, 8 de noviembre de 2019, el Santo Padre se reunió con los participantes en la conferencia internacional para los jefes regionales y nacionales de la Pastoral Penitenciaria.
Este encuentro está organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y titulado “El desarrollo humano integral y la pastoral penitenciaria” y concluye hoy sus trabajos.
Descarte educado”
En su discurso, Francisco reiteró que las cárceles siguen siendo reflejo de nuestra sociedad y “consecuencia de nuestro egoísmo e indiferencia sintetizados en una cultura del descarte”.
Para el Pontífice, es más fácil “reprimir que educar”, “negar la injusticia presente en la sociedad” y “crear estos espacios para encerrar en el olvido a los infractores, que ofrecer la igualdad de oportunidades de desarrollo a todos los ciudadanos”, generándose un modo de “’descarte educado’ entre comillas”.
Así, destacó que en nuestra realidad el encarcelamiento se presenta como la “solución última a los problemas de la vida en comunidad”, en lugar de utilizar los recursos para proporcionar verdaderamente “la promoción de un desarrollo integral de las personas que reduzca las circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas”.
Garantizar oportunidades
Por otro lado, el Obispo de Roma apuntó que estos lugares de detención no pocas veces “fracasan en el objetivo de promover los procesos de reinserción” porque “carecen de recursos suficientes que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares experimentados por las personas detenidas”.

Además, describió que la superpoblación en las cárceles “las convierte en verdaderos lugares de despersonalización”, mientras que la verdadera reinserción “comienza garantizando oportunidades de desarrollo, educación, trabajos dignos, acceso a la salud, así como generando espacios públicos de participación ciudadana”.
Salida de la cárcel
Con respecto al momento de la salida de la cárcel, el Papa resaltó que “la persona se encuentra a un mundo que le es ajeno, y que además no lo reconoce digno de confianza, llegando incluso a excluirlo de la posibilidad de trabajar para obtener un digno sustento”.
Ante ello, como “comunidades cristianas”, llamó a plantearnos: “Si estos hermanos y hermanas han pagado ya la pena por el mal cometido, ¿por qué se pone sobre sus hombros un nuevo castigo social con el rechazo y la indiferencia?” y explicó que en muchos casos “esta aversión social es un motivo más para exponerlos a reincidir en las propias faltas”.
Después, el Papa Francisco confesó que reza “por cada persona que desde el silencio generoso sirve a estos hermanos, reconociendo en ellos al Señor” y apreció “todas las iniciativas con las que, no sin dificultades, también se asiste pastoralmente a las familias de los detenidos y las acompañan en ese período de gran prueba, para que el Señor bendiga a todos”.
Ventanas y madres

***
Discurso del Santo Padre
Los saludo cordialmente a todos ustedes que participan en este Encuentro sobre el Desarrollo Humano Integral y la Pastoral Penitenciaria Católica. Cuando encomendé al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral que hiciera patente la preocupación de la Iglesia por las personas en particulares situaciones de sufrimiento, quise que se tuviera en cuenta la realidad de tantos hermanos y hermanas encarcelados. Pero no es una tarea señalada sólo para el Dicasterio, sino que es toda la Iglesia en fidelidad a la misión recibida de Cristo, la que está llamada a actuar permanentemente la misericordia de Dios en favor de los más vulnerables y desamparados en quienes está presente Jesús mismo (cf. Mt 25,40). Vamos a ser juzgados sobre esto.
Como ya he señalado en otros momentos, la situación de las cárceles sigue siendo reflejo de nuestra realidad social y consecuencia de nuestro egoísmo e indiferencia sintetizados en una cultura del descarte (cf. Discurso en la visita al Centro de Readaptación Social de Ciudad Juárez, 17 febrero 2016). Muchas veces la sociedad, mediante decisiones legalistas y deshumanas justificadas en una supuesta búsqueda del bien y la seguridad, procura con el aislamiento y el encarcelamiento de quien actúa contra las normas sociales, la solución última a los problemas de la vida de comunidad. Y así se justifica que se destinen grandes cantidades de recursos públicos a reprimir a los infractores en vez de procurar verdaderamente la promoción de un desarrollo integral de las personas que reduzca las circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas.
Es más fácil reprimir que educar, y yo diría, es más cómodo también. Negar la injusticia presente en la sociedad es más fácil y crear estos espacios para encerrar en el olvido a los infractores, que ofrecer la igualdad de oportunidades de desarrollo a todos los ciudadanos. Es un modo de descarte, “descarte educado” entre comillas.
Además, no pocas veces los lugares de detención fracasan en el objetivo de promover los procesos de reinserción, sin duda alguna porque carecen de recursos suficientes que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares experimentados por las personas detenidas, así como por una frecuente superpoblación en las cárceles que las convierte en verdaderos lugares de despersonalización. En cambio, una verdadera reinserción social comienza garantizando oportunidades de desarrollo, educación, trabajos dignos, acceso a la salud, así como generando espacios públicos de participación ciudadana.
Hoy, de manera especial, nuestras sociedades están llamadas a superar la estigmatización de quien ha cometido un error, pues en vez de ofrecer la ayuda y los recursos adecuados para vivir una vida digna, nos hemos habituado a desechar más que a considerar los esfuerzos que la persona realiza para corresponder al amor de Dios en su vida. Muchas veces al salir de la prisión, la persona se encuentra a un mundo que le es ajeno, y que además no lo reconoce digno de confianza, llegando incluso a excluirlo de la posibilidad de trabajar para obtener un digno sustento. Al impedir a las personas recuperar el pleno ejercicio de su dignidad, éstas quedan nuevamente expuestas a los peligros que acompañan la falta de oportunidad de desarrollo, en medio de la violencia y la inseguridad.
Como comunidades cristianas debemos plantearnos una pregunta. Si estos hermanos y hermanas han pagado ya la pena por el mal cometido, ¿por qué se pone sobre sus hombros un nuevo castigo social con el rechazo y la indiferencia? En muchas ocasiones, esta aversión social es un motivo más para exponerlos a reincidir en las propias faltas.
Hermanos: En este encuentro, ustedes han compartido ya algunas de las numerosas iniciativas con las que las Iglesias locales acompañan pastoralmente a los detenidos, a los que concluyen la detención y a las familias de muchos de ellos. Con la inspiración de Dios, cada comunidad eclesial va asumiendo un camino propio para hacer presente la misericordia del Padre a todos estos hermanos y hacen resonar una llamada permanente para que todo hombre y toda sociedad busquen actuar firme y decididamente en favor de la paz y de la justicia.
Tenemos la seguridad de que las obras que la Misericordia Divina inspira en cada uno de ustedes y en los numerosos miembros de la Iglesia dedicados a este servicio son verdaderamente eficaces. El amor de Dios que los sostiene y anima en el servicio a los más débiles, fortalezca y acreciente este ministerio de esperanza que cada día realizan entre los encarcelados. Rezo por cada persona que desde el silencio generoso sirve a estos hermanos, reconociendo en ellos al Señor. Me congratulo con todas las iniciativas con las que, no sin dificultades, también se asiste pastoralmente a las familias de los detenidos y las acompañan en ese período de gran prueba, para que el Señor bendiga a todos.
Quisiera terminar con dos imágenes, dos imágenes que pueden ayudar. No se puede hablar de un ajuste de deuda con la sociedad en una cárcel sin ventanas. No hay una pena humana sin horizonte. Nadie puede cambiar de vida si no ve un horizonte. Y tantas veces estamos acostumbrados a tabicar las miras de nuestros reclusos. Llévense esta imagen de las ventanas y el horizonte, y procuren que en vuestros países siempre las prisiones, las cárceles tengan ventana y horizonte, incluso una pena perpetua, que para mí es discutible, incluso una pena perpetua tendría que tener un horizonte.
La segunda imagen, es una imagen que yo vi varias veces cuando en Buenos Aires iba con el colectivo a alguna parroquia de la zona de Villa Devoto y pasaba por la Cárcel de Devoto. La cola de la gente que iba a visitar a los detenidos. Sobre todo la imagen de las madres, las madres de los detenidos que las veía todo el mundo, porque estaban haciendo cola una hora antes de entrar y que después eran sometidas a las revisiones de seguridad, muchas veces humillantes. Esas mujeres no tenían vergüenza de que las viera todo el mundo. Mi hijo está allí y daban la cara por el hijo. Que la Iglesia aprenda maternalidad de estas mujeres y aprenda los gestos  de maternalidad que tenemos que tener para con estos hermanos y hermanas que están detenidos. La ventana y la madre haciendo cola son las dos imágenes que les dejo.
Con el testimonio y servicio que ustedes realizan, mantienen viva la fidelidad a Jesucristo. Que al final de nuestra vida podamos escuchar la voz de Cristo que nos llama diciendo: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hicieron a mí » (Mt 25,34.40). Que Nuestra Señora de la Merced los acompañe a ustedes, a sus familias y a cada uno de los que sirven a los encarcelados. Y por favor no se olviden de rezar por mí.  Gracias.
09.11.19





Ángelus: “La vida pertenece a Dios, que nos ama y se preocupa tanto por nosotros”

Palabras del Papa antes del Ángelus
(10 noviembre 2019).- A las 12 de este 32 domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre ha rezado el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, ante los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
***
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 20,27-38) nos ofrece una enseñanza maravillosa de Jesús sobre la resurrección de los muertos. Jesús es cuestionado por algunos saduceos, que no creían en la resurrección y por lo tanto lo provocan con una pregunta insidiosa. Se refiere a un caso paradójico, basado en la ley de Moisés: de quién será esposa, en la resurrección, una mujer que tuvo siete maridos sucesivos, todos hermanos entre sí, que murieron uno tras otro?. Jesús no cae en la trampa y responde que los que han resucitado en el más allá “no toman ni mujer ni marido, porque de hecho, no pueden morir más…” porque son iguales a los ángeles y, porque son hijos de la resurrección, son hijos de Dios” (v.35-36). Así responde Jesús.
Con esta respuesta Jesús invita en primer lugar a sus interlocutores – y a nosotros también – a pensar que esta dimensión terrenal en la que vivimos ahora no es la única, sino que hay otra, que ya no está sujeta a la muerte, en la que se  manifestará plenamente que somos hijos de Dios. Da gran consuelo y esperanza escuchar esta palabra sencilla y clara de Jesús sobre la vida más allá de la muerte; la necesitamos tanto especialmente en nuestro tiempo, tan rico en conocimiento sobre el universo pero tan pobre en sabiduría sobre la vida eterna.
Esta clara certeza de Jesús sobre la Resurrección se basa enteramente en la fidelidad de Dios, que es el Dios de la vida. De hecho, detrás de la cuestión de los saduceos se esconde una más profunda: No sólo de quién será esposa la mujer viuda de siete maridos, sino de quién será su vida. Esta es una duda que toca al hombre de todos los tiempos y también a nosotros: después de esta peregrinación terrenal, ¿qué será de nuestras vidas? ¿ pertenecerá a la nada, a la muerte?.
Jesús responde que la vida pertenece a Dios, que nos ama y se preocupa tanto por nosotros, hasta el punto de vincular su nombre al nuestro: es “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Dios no es un dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven por él”. (vv. 37-38).  La vida subsiste donde hay vinculo, comunión, fraternidad y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y vínculos de fidelidad.  Por el contrario, no hay vida si se tiene la presunción de pertenecer solo a uno mismo  y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. El egoísmo, yo vivo para mi mismo y estoy sembrando muerte en mi corazón.
Que la Virgen María nos ayude a vivir cada día en la perspectiva de lo que afirmamos en la parte final del Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero”. Esperar el más allá.

Palabras del Papa después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer en Granada, España, fue proclamada beata María Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de las Hermanas Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. Y hoy, en Braga, en Portugal, se celebra una Misa de acción de gracias por la canonización equivalente de San Bartolomeo Fernandes de los Mártires. La nueva beata fue ejemplar en el fervor de la adoración Eucarística y generosa en el servicio a los más necesitados; mientras que el nuevo Santo fue un gran evangelizador y pastor de su pueblo. Un aplauso para ellos!
Dirijo un pensamiento especial al querido pueblo de Sudán del Sur, que tendré que visitar este año. Con el recuerdo todavía vivo del retiro espiritual para las autoridades del país, celebrado en el Vaticano en abril pasado, deseo renovar mi invitación a todos los que participan en el proceso político nacional y a buscar lo que une y a superar lo que divide en un espíritu de verdadera fraternidad.
El pueblo de Sudán del Sur ha sufrido mucho en los últimos años y espera con gran esperanza un futuro mejor, especialmente el fin definitivo de los  los conflictos y una paz duradera. Por lo tanto, insto a los responsables a continuar, sin cansancio, en su compromiso con un diálogo inclusivo en la búsqueda del consenso para el bien de la nación. También expreso la esperanza de que la comunidad internacional no descuide acompañar a Sudán del Sur en el camino hacia la reconciliación nacional. Os invito a todos a rezar juntos por este país, por el que siento un especial afecto.
Ave María……
También quiero confiar a sus oraciones la situación de mi querida Bolivia, cercana a mi país, invito a todos los bolivianos, en particular a los actores políticos y sociales, para que esperen con un espíritu constructivo y sin condiciones previas, en un ambiente de paz y serenidad, los resultados del proceso de la revisión de las elecciones, que actualmente se está llevando a cabo. En paz.
Hoy en Italia celebramos el Día Nacional de Acción de Gracias por los frutos de la tierra y del trabajo. Me uno a los obispos para recordar el fuerte vínculo entre el pan y el trabajo, esperando políticas de empleo audaces que tengan en cuenta la dignidad y la solidaridad y que prevengan los riesgos de corrupción. Que no se exploten a los trabajadores, que exista un trabajo para todos, pero un trabajo verdadero, no un trabajo de esclavos.
Doy las gracias a todos los que han venido de Roma, de Italia y de muchas partes del mundo. Saludo a los peregrinos de Haaren (Alemania), Darwin (Australia) y a los estudiantes de Neuilly (Francia); así como a  los fieles de la diócesis de Piacenza-Bobbio, a los de Bianzè y Burano.
Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias. Buen almuerzo y adiós.
10.11.19



Papa Francisco: “La música y el arte nos permiten conocer sobre la realidad de Dios”

III Congreso Internacional de Música Sacra


(11 nov. 2019).- “El artista, el intérprete y, en el caso de la música, el oyente tienen el mismo deseo: comprender lo que la belleza, la música y el arte nos permiten conocer sobre la realidad de Dios”, explicó el Pontífice.
El Papa Francisco, en audiencia con los participantes en el III Congreso Internacional de Música Sacra celebrado en el Vaticano recientemente, les agradeció una vez más su compromiso con el estudio de la música, y en particular de la música litúrgica.
El Congreso, titulado La Iglesia, Música, Intérpretes: un diálogo necesario, tuvo lugar del 7 al 9 de noviembre de 2019, y la reunión con el Santo Padre fue el sábado 9. Organizado por el Consejo Pontificio de la Cultura, entre los temas tratados se encuentran la vocación del intérprete musical, los instrumentos en la composición de la música sacra, los estilos compositivos o las partituras y la improvisación, entre otros.


***
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Os doy la bienvenida con motivo del III Congreso Internacional Iglesia y Música, dedicado al tema del intérprete y la interpretación. Doy las gracias al Pontificio Consejo de la Cultura por la organización que, en colaboración con el Pontificio Instituto de Música Sacra y el Instituto Litúrgico del Pontificio Ateneo de San Anselmo, han hecho posible esta edición. Saludo a todos los participantes y agradezco especialmente al Cardenal Ravasi su presentación. Espero que el trabajo realizado en estos días sea para todos fermento del Evangelio, de la vida litúrgica y del servicio a la cultura y a la Iglesia.
A menudo pensamos en el intérprete como un traductor, o como aquel que tiene la tarea de transmitir algo que recibe de tal manera que el otro pueda entender. Pero el intérprete, especialmente en el campo de la música, es el que traduce con su propio espíritu lo que el compositor ha escrito, para que resuene bello y perfecto artísticamente. A fin de cuentas, la obra musical existe mientras se interpreta y, por lo tanto, mientras haya un intérprete.
El buen intérprete está animado por una gran humildad frente a la obra de arte que no le pertenece. Sabiendo que es, en su campo, un servidor de la comunidad, intenta siempre formarse y transformarse interna y técnicamente, para poder ofrecer la belleza de la música y, en el ámbito litúrgico, cumplir su servicio en la ejecución musical (cf. Sacrosanctum Concilium, 115). El intérprete está llamado a desarrollar su propia sensibilidad y genio, siempre al servicio del arte, que restaura el espíritu humano, y al servicio de la comunidad, especialmente si desempeña un ministerio litúrgico.
El intérprete musical tiene mucho en común con el estudioso de la Biblia, con el lector de la Palabra de Dios; en un sentido más amplio con aquellos que buscan interpretar los signos de los tiempos; y más generalmente con aquellos -debemos serlo todos- que acogen y escuchan al otro para un diálogo sincero. Cada cristiano es, en efecto, un intérprete de la voluntad de Dios en su propia existencia, y con ella entona con alegría a Dios un himno de alabanza y acción de gracias. Con este canto la Iglesia interpreta el Evangelio en el surco de la historia. La Virgen María lo hizo de manera ejemplar en su Magnificat y los santos han interpretado la voluntad de Dios en su vida y en su misión.
En 1964, durante su encuentro histórico con los artistas, el Santo Padre Pablo VI expresó este pensamiento: “Como sabéis, nuestro ministerio es predicar y hacer accesible y comprensible, incluso conmovedor, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable, de Dios. Y en esta operación, que decanta el mundo invisible en fórmulas accesibles e inteligibles, vosotros sois maestros. Es vuestra profesión, vuestra misión; y vuestro arte es precisamente el de tomar vuestros tesoros del cielo del espíritu y cubrirlos de palabra, color, forma y accesibilidad” (Enseñanzas II[1964], 313). En este sentido, el intérprete, como el artista, expresa, pues, el Inefable, utiliza palabras y materia que van más allá de los conceptos, para que se comprenda ese tipo de sacramentalidad propia de la representación estética.
Hay un diálogo. Porque interpretar una obra de arte no es algo estático, algo matemático. Existe un diálogo entre el autor, la obra y el intérprete. Es un diálogo a tres bandas. Y este diálogo es original en cada uno de los intérpretes: un intérprete lo siente así y lo da así, otro lo da de otra manera. Pero este diálogo es importante, porque permite también el desarrollo en la ejecución de una obra artística. Me viene a la mente, por ejemplo, un Bach interpretado por Richter o por Gardiner: es otra cosa. El diálogo es otra cosa, y el intérprete debe entrar en este diálogo entre el autor, la obra y él mismo. Esto no debe olvidarse nunca.
El artista, el intérprete y, en el caso de la música, el oyente tienen el mismo deseo: comprender lo que la belleza, la música y el arte nos permiten conocer sobre la realidad de Dios. Y quizás nunca antes los hombres y las mujeres lo han necesitado tanto como en nuestro tiempo. Interpretar esta realidad es esencial para el mundo de hoy.
Queridos hermanos y hermanas, os agradezco una vez más vuestro compromiso con el estudio de la música, y en particular de la música litúrgica. Espero, para mí y para vosotros, cada uno en su camino, que seamos cada día mejores intérpretes del Evangelio, de la belleza que el Padre nos ha revelado en Jesucristo, en la alabanza que expresa su filiación hacia Dios. Os bendigo de todo corazón, y os pido que recéis por mí. Gracias.
12.11.19



Santa Marta: La envidia del diablo, raíz del mal en el mundo

No puede tolerar la encarnación

(12 nov. 2019).- El diablo tiene envidia de la naturaleza humana, “no puede tolerar” la encarnación: es “la raíz de nuestros males, de nuestras tentaciones, es la raíz de las guerras, del hambre, de todas las calamidades del mundo”, dijo el Papa Francisco en la Misa del 12 de noviembre de 2019, en la Casa Santa Marta.
En su homilía, Francisco meditó sobre la primera lectura (Sab 2,23-3,9): “Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo imagen de su propia identidad. Fue a través de los celos del diablo que la muerte entró en el mundo”.
La envidia de aquel ángel soberbio que no quiso aceptar la Encarnación”, subrayó el Papa, le llevó a “destruir a la humanidad” trayendo a ella “los celos, la envidia, la competición”, en lugar de “vivir como hermanos, todos, en paz”.
Pero, Padre, yo no destruyo a nadie”. “¿No? ¿Y qué hay de las habladurías que haces cuando hablas de otra persona? La destruyes”.”Las habladurías matan, calumniar mata”. “Pero, padre, fui bautizado, soy un cristiano practicante, ¿cómo puedo convertirme en un asesino?” Porque, respondió el Santo Padre, “dentro de nosotros llevamos la guerra”, desde Caín y Abel.
Con motivo del aniversario de la caída del Muro de Berlín, habló del nazismo y de “la tortura contra todos aquellos que no eran de ‘pura raza'”. Detrás de estos horrores, hay “alguien que te toca el corazón para hacerte ir por el camino equivocado. Alguien que siembra destrucción en nuestro corazón, que siembra el odio”.
Y hoy tenemos que decirlo claramente, hay tantos sembradores de odio en el mundo, que destruyen”, denunció el Pontífice, mencionando en particular la tentación de los políticos de “ensuciar al otro, de destruir al otro”.
Muchas veces – comentó el Papa Francisco – creo que las noticias son un relato del odio para destruir: ataques, guerras”.”Muchos niños mueren de hambre, de enfermedades (…) “porque el dinero que se necesitaría para esto va para fabricar las armas”.
¿Y de qué tiene envidia el diablo?”, preguntó el Papa: “de nuestra naturaleza humana (… ). Porque el Hijo de Dios se hizo uno de nosotros. No puede tolerar eso. Ésta “es la raíz de la envidia del diablo, es la raíz de nuestros males, de nuestras tentaciones, es la raíz de las guerras, del hambre, de todas las calamidades del mundo”.
¿Por qué hoy en el mundo se siembra tanto odio? En las familias, que a veces no pueden reconciliarse, en el barrio, en el lugar de trabajo, en la política (…)”. Algunos dicen: “pero padre, el diablo no existe, es el mal, un mal tan etéreo… Pero la Palabra de Dios es clara. Y el diablo se la ha tomado con Jesús, lean el Evangelio: ¿tenemos fe o no la tenemos?”.
Para no “no entrar en el juego de este gran envidioso”, el Pontífice recomendó que creciera su fe en Jesús, que asumió la naturaleza humana, “para luchar con nuestra carne y vencer en nuestra carne”.
12.11.19


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