Discurso del Papa a
los participantes en la 39 Conferencia de la FAO
Ciudad del
Vaticano, 11 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco se dirigió este jueves en el
Vaticano a los participantes de la 39 Conferencia de la FAO, que concluye este
viernes en Roma. El Papa les invitó a trabajar para asegurar la sostenibilidad
y el futuro de la familia humana, lo que indicó, implica modificar los estilos
de vida, así como a reflexionar en el uso de descartes alimentarios que
significan un tercio de los alimentos producidos. E invitó también a
reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se
utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir
biocombustibles
Recordó la necesidad de estabilizar los precios de
productos agrícolas reparándolos de la especulación financiera, en particular
del trigo, el arroz, el maíz, la soja, así como la necesidad de reforzar la
capacidad de enfrentar las crisis, sean por factores naturales
o producidas.
El Pontífice invitó por lo tanto a poner en
el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, y a educar a las
personas para una correcta dieta alimenticia. En ese sentido indicó que
mientras en el Norte se trata de eliminar grasas y favorecer el movimiento,
para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día.
Recordó
también el cambio climático en acto, así como que la falta de agua podrá
producir presentes y futuros conflictos.
Además
mencionó la existencia de abusos de las transnacionales de cultivos que quitan
recursos a los pequeños campesinos y el caso de mujeres que trabajan la
tierra pero no pueden poseerla, lo que genera inseguridad. El Santo Padre por ello le pidió a la FAO que refuerce
la asociación y los proyectos en favor de las empresas familiares, y estimule a
los Estados a regular equitativamente el uso y la propiedad de la tierra.
E hizo un llamado
a cada persona: “Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar
los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden
asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana”.
Y si para el año
2050 se calcula que seremos nueve mil millones de personas en el planeta, lo
que supone aumentar la producción, también significa modificar nuestra relación
con los recursos naturales, el uso del suelo, el consumo, eliminando el
derroche. Al concluir, Francisco indicó que la Iglesia se compromete a
favorecer ese cambio de actitud, sabiendo que los recursos del planeta non son
infinitos, para el bien de las generaciones futuras.
A continuación el TEXTO COMPLETO"Señor Presidente,
Señores Ministros,
Señor Director General,
Distinguidos Representantes Permanentes, Señoras y Señores
1. Me alegra
acogerlos mientras participan en la 39 Conferencia de la FAO, continuando así
una larga tradición. Dirijo un cordial saludo a usted, señor Presidente, La
Mamea Ropati, a los representantes de las diferentes Naciones y Organizaciones
que están presentes y al Director General, el profesor José Graziano da Silva.
Todavía tengo vivo
el recuerdo de la participación en la Segunda Conferencia Internacional
sobre Nutrición (20 noviembre 2014), que ha emplazado a los Estados a
encontrar soluciones y recursos. Espero que aquella decisión no se quede sólo
en el papel o en las intenciones que guiaron las negociaciones, sino que
prevalezca decididamente la responsabilidad de responder concretamente a los
hambrientos y a todos los que esperan del desarrollo agrícola una respuesta a
su situación.
Ante la miseria de
muchos de nuestros hermanos y hermanas, a veces pienso que el tema del hambre y
del desarrollo agrícola se ha convertido hoy en uno de los tantos problemas en
este tiempo de crisis. Y, sin embargo, vemos crecer por doquier el número de
personas con dificultades para acceder a comidas regulares y saludables. Pero,
en vez de actuar, preferimos delegar, a todos los niveles. Y pensamos que
alguien habrá que se ocupe, tal vez otro país, o aquel gobierno, aquella
Organización internacional. Nuestra tendencia a «desertar» ante cuestiones
difíciles es humana, aunque luego no faltemos a una reunión, a una conferencia,
a la redacción de un documento. Por el contrario, debemos responder al
imperativo de que el acceso al alimento necesario es un derecho para todos.
Y los derechos no permiten exclusiones.
No basta señalar
el punto de la situación de la nutrición en el mundo, aunque es necesario
actualizar los datos, porque nos muestran la dura realidad. Ciertamente, puede
consolarnos el saber que aquellos mil doscientos millones de hambrientos en
1992 se ha reducido, aun cuando crece la población mundial. No obstante, de
poco sirve tener en cuenta los números o incluso proyectar una serie de
compromisos concretos y de recomendaciones que han de aplicar las políticas y
las inversiones, si descuidamos la obligación de «erradicar el hambre y
prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo» (FAO-OMS, Declaración
de Roma sobre la Nutrición, noviembre 2014, 15a).
2. Preocupan
mucho las estadísticas sobre los residuos: en esta partida se incluye un
tercio de los alimentos producidos. E inquieta saber que una buena cantidad de
los productos agrícolas se utiliza para otros fines, tal vez fines buenos, pero
que no son la necesidad inmediata de quien pasa hambre. Preguntémonos entonces,
¿qué podemos hacer? Más aún, ¿qué es lo que yo estoy haciendo?
Reducir los
residuos es esencial, así como reflexionar sobre el uso no alimentario de los
productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación
animal o para producir biocombustibles. Ciertamente, hay que garantizar
condiciones ambientales cada vez más sanas, pero ¿podemos seguir haciéndolo
excluyendo a alguien? Se ha de sensibilizar a todos los países sobre el tipo de
nutrición adoptada, y esto varía dependiendo de las latitudes. En el Sur del
mundo se ha de poner la atención en la cantidad de alimentos suficiente para
garantizar una población en crecimiento, en el Norte, el punto central es la
calidad de la nutrición y de los alimentos. Pero, tanto en la calidad como en
la cantidad, pesa la situación de inseguridad determinada por el clima, por el
aumento de la demanda y la incertidumbre de los precios.
Intentemos, por
tanto, asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de
vida, y tal vez necesitemos menos recursos. La sobriedad no se opone al
desarrollo, más aún, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición
para el mismo. Para la FAO, esto también significa proseguir en la
descentralización, para estar en el medio del mundo rural y entender las
necesidades de la gente que la Organización está llamada a servir.
Preguntémonos
además: ¿Cuánto incide el mercado con sus reglas sobre el hambre del mundo? De
los estudios que ustedes realizan, resulta que desde 2008 el precio de los
alimentos ha cambiado su tendencia: duplicado, después estabilizado, pero
siempre con valores altos respecto al período precedente. Precios tan volátiles
impiden a los más pobres hacer planes o contar con una nutrición mínima. Las
causas son muchas. Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos
olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el
arroz, el maíz, la soja, que oscilan en las bolsas, a veces vinculados a fondos
de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También
aquí, tratemos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de
la tierra tienen un valor que podemos decir «sacro», ya que son el fruto del
trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores. Un
trabajo a menudo dominado por incertidumbres, preocupaciones por las
condiciones climáticas, ansiedades por la posible destrucción de la cosecha.
En la finalidad de
la FAO, el desarrollo agrícola incluye el trabajo de la tierra, la pesca, la
ganadería, los bosques. Es preciso que este desarrollo esté en el centro de la
actividad económica, distinguiendo bien las diferentes necesidades de los
agricultores, ganaderos, pescadores y quienes trabajan en los bosques. El
primado del desarrollo agrícola: he aquí el segundo objetivo. Para los
objetivos de la FAO, esto significa apoyar una resilience efectiva,
reforzando de modo específico la capacidad de las poblaciones para hacer frente
a las crisis –naturales o provocadas por la acción humana– y prestando atención
a las diferentes exigencias. Así será posible perseguir un nivel de vida digno.
3. En este
compromiso quedan otros puntos críticos. En primer lugar, parece difícil
aceptar una resignación genérica, el desinterés y hasta la ausencia de tantos,
incluso los Estados. A veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema
impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un
mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos. Las
razones que llevan a limitar aportes de ideas, tecnología, expertise y
financiación residen en la falta de voluntad para asumir compromisos
vinculantes, ya que nos escudamos tras la cuestión de la crisis económica
mundial y la idea de que en todos los países hay hambre: «Si hay hambrientos en
mi territorio, ¿cómo puedo pensar en destinar fondos para la cooperación
internacional?». Pero así se olvida que, si en un país la pobreza es un
problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un
problema estructural y no bastan sólo las políticas sociales para afrontarla.
Esta actitud puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones
internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de
la política: la política del otro. Si todos los Estados miembros
trabajan por el otro, los consensos para la acción de la FAO no tardarán en
llegar y, más aún, se redescubrirá su función originaria, ese «fiat panis»
que figura en su emblema.
Pienso también en
la educación de las personas para una correcta dieta alimenticia. En
mis encuentros cotidianos con bispos de tantas partes del mundo, con personajes
políticos, responsables económicos, académicos, percibo cada vez más que hoy
también la educación nutricional tiene diferentes variantes. Sabemos que en
Occidente el problema es el alto consumo y los residuos. En el Sur, sin
embargo, para asegurar el alimento, es necesario fomentar la producción local
que, en muchos países con «hambre crónica», es sustituida por remesas
provenientes del exterior y tal vez inicialmente a través de ayudas. Pero las
ayudas de emergencia no bastan, y no siempre llegan a las manos adecuadas. Así
se crea dependencia de los grandes productores y, si el país carece de los
medios económicos necesarios, entonces la población termina por no alimentarse
y el hambre crece.
El cambio
climático nos hace pensar también al desplazamiento forzado de poblaciones y a
tantas tragedias humanitarias por falta de recursos, a partir de agua, que ya
es objeto de conflictos, que previsiblemente aumentarán. No basta afirmar que
hay un derecho al agua sin esforzarse por lograr un consumo sostenible de este
bien y eliminar cualquier derroche. El agua sigue siendo un símbolo que los
ritos de muchas religiones y culturas utilizan para indicar pertenencia,
purificación y conversión interior. A partir de este valor simbólico, la FAO
puede contribuir a revisar los modelos de comportamiento para asegurar, ahora y
en el futuro, que todos puedan tener acceso al agua indispensable para sus
necesidades y para las actividades agrícolas. Viene a la mente aquel pasaje de
la Escritura que invita a no abandonar la «fuente de agua viva para cavarse
cisternas, cisternas agrietadas que no retienen agua» (Jr 2,13): una
advertencia para decir que las soluciones técnicas son inútiles si olvidan la
centralidad de la persona humana, que es la medida de todo derecho.
Además del agua,
también el uso de los terrenos sigue siendo un problema serio. Preocupa cada
vez más el acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de
empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un
bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países. Ya
son muchas las regiones en las que los alimentos producidos van a países
extranjeros y la población local se empobrece por partida doble, porque no tiene
ni alimentos ni tierra. Y ¿qué decir de las mujeres que en muchas zonas no
pueden poseer la tierra que trabajan, con una desigualdad de derechos que
impide la serenidad de la vida familiar, porque se corre el peligro de perder
el campo de un momento a otro? Sin embargo, sabemos que la producción mundial
de alimentos es en su mayor parte obra de haciendas familiares. Por eso es
importante que la FAO refuerce la asociación y los proyectos en favor de las
empresas familiares, y estimule a los Estados a regular equitativamente el uso
y la propiedad de la tierra. Esto podrá contribuir a eliminar las
desigualdades, ahora en el centro de la atención internacional.
4. La seguridad
alimentaria ha de lograrse aunque los pueblos sean diferentes por localización
geográfica, condiciones económicas o culturas alimenticias. Trabajemos para
armonizar las diferencias y unir esfuerzos y, así, ya no leeremos que la
seguridad alimentaria para el Norte significa eliminar grasas y favorecer el
movimiento y que, para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día.
Debemos partir de
nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de
que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de
la familia humana. Y sigamos luego la lucha contra el hambre sin segundas
intenciones. Las proyecciones de la FAO dicen que para el año 2050, con nueve
mil millones de personas en el planeta, la producción tiene que aumentar e
incluso duplicarse. En lugar de dejarse impresionar ante los datos,
modifiquemos nuestra relación con los recursos naturales, el uso del suelo, el
consumo, eliminando el derroche: así venceremos el hambre.
La Iglesia, con
sus instituciones e iniciativas camina con ustedes, consciente de que los
recursos del planeta son limitados y su uso sostenible es absolutamente urgente
para el desarrollo agrícola y alimentario. Por eso se compromete a favorecer
ese cambio de actitud necesario para el bien de las generaciones futuras. Que
el Todopoderoso bendiga su trabajo".
12.06.15
Letonia y Estonia: tras
los regímenes totalitarios, ahora el desafío es el secularismo
El Papa a los obispos les pide defender la familia del
divorcio y la separación, preparar bien a los jóvenes al
matrimonio, y apoyar a los inmigrantes. Publicamos nuevamente
esta información, por un error en el artículo
Ciudad del
Vaticano, 11 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El papa
Francisco ha recibido este jueves en audiencia, a los prelados de la
Conferencia episcopal de Letonia y Estonia que acaban de concluir su visita 'ad
Limina', a quienes les ha entregado un texto, prefiriendo conversar con ellos
sobre los temas escritos.
En el texto que les ha
entregado, les recuerda que el Señor "los ha elegido para trabajar en una
sociedad que, después de haber estado oprimida durante mucho tiempo por
regímenes fundados en ideologías contrarias a la dignidad y la ibertad humana,
hoy está llamada a medirse con otras trampas peligrosas, como el secularismo y
el relativismo".
Y les indica
que si "ello puede hacer que sea más difícil la acción pastoral,
les exhorto a continuar sin descanso, sin perder nunca la fe, a anunciar
el Evangelio de Cristo, la Palabra de salvación para la gente de todas las
edades y todas las culturas''.
Les animó
también a cuidar de la formación de los sacerdotes, tanto en el ámbito
teológico y eclesial, como en la madurez humana, enraizada en una
espiritualidad sólida y caracterizada por la apertura amable y capaz de
discernimiento de la realidad del mundo en que vivimos"
Y de saber
contar con el apoyo y "la presencia de los hombres y mujeres de vida
consagrada" quienes deben entender "que no son apreciados sólo
por los servicios que prestan, sino todavía más por la riqueza intrínseca de
sus carismas y su testimonio, por el hecho mismo de que existen, difundiendo
entre el pueblo de Dios el aroma de Cristo siguiendo el camino de los consejos evangélicos''.
''La
participación de los fieles laicos --les recuerda el Papa-- es
indispensable para la misión evangelizadora", pues como dice
el Concilio Vaticano II, "están llamados a asumir en ámbito cultural,
social y político, y también en el caritativo y catequético". Recordando
que "los fieles laicos son el trámite vivo entre lo que predicamos
nosotros, los pastores, y los diversos ambientes sociales".
El Papa recordó la necesidad
de promover la familia, aunque lamentó que hoy "el matrimonio se considera
una forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier modo y
modificarse según la sensibilidad de cada uno". O sea una "concepción
reductiva" que "influye en la mentalidad de los cristianos, y
lleva a la facilidad en el recurso al divorcio o a la separación".
"Como
pastores --les indica el Santo Padre-- estamos llamados a interrogarnos sobre
la preparación al matrimonio y también sobre cómo ayudar a las personas que
viven estas situaciones, para que los niños no se convierten en las primeras
víctimas y los cónyuges no se sientan excluidos de la misericordia de Dios y de
la solicitud de la Iglesia, sino que sean ayudados en el camino de la fe y de
la educación cristiana de los hijos''.
Por último,
el Santo Padre recuerda la crisis económica y social que también ha afectado a
Estonia y Letonia provocando una emigración cuyo resultado ha sido un gran
número de ''familias monoparentales que necesitan una atención pastoral
especial".
13.06.15
Miles de scouts
ovacionan y dan su apoyo al papa Francisco
Unos 90 mil
en la Plazza de San Pedro. El Papa les recuerda que son “una parte
preciosa de la Iglesia”, que “contribuye con las familias en su misión
educativa”. Les pide “no ser una presencia decorativa” e integrarse con las
parroquias en donde tienen sede
Ciudad del
Vaticano, 13 de junio de 2015 (ZENIT.org)
Miles de jóvenes, unos 90 mil scouts de Italia, con su
uniforme azul, pañuelo y sombrero confluyeron a pié desde las primeras
horas de la mañana hacia la Plaza de San Pedro en el Vaticano, donde el papa
Francisco les recibió hacia el final de la mañana.
Los cantos y sobre todo la alegría y la emoción se
manifestaron con fuerza cuando el Santo Padre ingresó en la plaza, y
sobre el jeep pasó entre los corredores, saludando con el cariño
que le caracteriza.
Los presidentes del comité
nacional, Matteo Spano y Angela Laforgia le
dijeron en sus palabras: "Hemos venido a Roma con el bastón y la bolsa del
peregrino, hemos venido llenos de alegría a encontrar a nuestro Papa,
deseosos de ofrecernos para volver bella a nuestra Iglesia".
El papa Francisco se dirigió a ellos, integrantes de
la Asociación de Guías y Scouts Católicos de Italia, a todos: Jefes,
asistentes eclesiásticos, lobatos, exploradores y los demás grados a quienes
les dijo que son “una parte preciosa de la Iglesia”, que “ofrecen una
contribución importante a las familias por su misión educativa a los niños,
muchachos y jóvenes”, a quienes sus papás les confían porque “están convencidos
de su bondad, de la sabiduría del método scout, basado en grandes
valores humanos, en el contacto con la naturaleza, en la religiosidad y fe en
Dios, un método que educa a la libertad en la responsabilidad”.
Y les preguntó ¿Se acuerdan el año pasado
cuando estaban reunidos en el bosque de 'San Rossore' y les llamé por teléfono?
Francisco quiso elogiar la 'route' nacional que habían hecho,
así como la 'Carta del Coraje' que “expresa vuestras convicciones y
aspiraciones” y que además contiene “un fuerte llamado a la educación y
escucha, dirigida a vuestras comunidades, parroquias y a la Iglesia en su
conjunto”.
Recordó también
que cuando alguno pidió al fundador de los Scouts, Lord Baden Powell '¿Qué
tiene que ver la religión con el movimiento scout?', Powell respondió que
'la religión no tiene necesidad de entrar el movimiento, porque está ya dentro.
No hay un aspecto religioso del movimiento scout... Todo él está basado en la
religión, o sea en tomar conciencia de Dios y de su servicio'.
Así a los miles de
presentes les confió que hay algo que le toca el corazón: “Asociaciones como la
vuestra son una riqueza para la Iglesia, que el Espíritu Santo suscita para
evangelizar a todos los ambientes y sectores”. Si bien precisó que dicho
apostolado puede cumplir su misión “si los grupos particulares no tienen
contacto con la parroquia de lugar donde tienen sede”, porque en muchos casos
no la frecuentan porque provienen de otras zonas.
Les invitó además
a integrarse en la pastoral de la Iglesia particular, estableciendo relaciones
de estima y colaboración a todo nivel con los obispos, párrocos y los otros
sacerdotes, con los educadores y miembros de las otras asociaciones eclesiales
presentes en la parroquia” y al mismo tiempo “no contentarse con una presencia
decorativa el domingo o en las grandes circunstancias”. Y constató que ya
muchos grupos están plenamente integrados en su realidad diocesana y
parroquial.
Y también les
invitó ha crear puentes, a dialogar, en una sociedad que tiende a levantar
muros.
“Les acompaño con mi oración --concluyó Francisco, y añadió--
pero les pido que recen por mi. ¡Buen camino a todos!
14.06.15
El Santo Padre recordó que “existe un momento favorable” para acoger el don gratuito de la gracia de Dios, y ese momento es “ahora”. El cristiano, tiene que ser consciente y por lo tanto tener el corazón preparado para recibir este don, un corazón libre del “ruido mundano” que es “el ruido del diablo”.
Francisco se ha inspirado en ambas lecturas de la liturgia de hoy. De san Pablo el Papa ha explicado el “no acoger en vano la gracia de Dios”, que se manifiesta 'ahora'. Esto significa que en “cada tiempo el Señor nos vuelve a dar la gracia”, el “don que es gratuito”. Acojamos esto, sin olvidar que Pablo indica: “De nuestra parte no demos motivo de escándalo a nadie”.
- '¿Y yo tengo que custodiar mi corazón para acoger la gratuidad y el don de Dios?'
- ¡Sí!
- '¿Y cómo hago?'
Pablo indica que: 'con pureza, con sabiduría, con espíritu de santidad'. La humildad, la benevolencia, con espíritu de santidad. “La humildad, la benevolencia, la paciencia, que solamente mira a Dios, y que tiene el corazón abierto al Señor que pasa”.
La muerte, que se lleva al hijo pequeño o joven, es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer. Tantas veces vienen a misa a Santa Marta padres con la foto de un hijo, una hija, niño, muchacho, muchacha y me dicen: “se fue”.
La mirada tiene tanto dolor. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente. Toda la familia queda como paralizada, enmudecida. Y algo similar sufre el niño que se queda solo, por la pérdida de un padre, o de ambos. Esa pregunta: -“¿Dónde está papá?” “¿Dónde está mamá?”.
- Está en el cielo.
- “¿Pero por qué no lo veo?”.
Esta pregunta que cubre una angustia en el corazón del niño o la niña. Se queda solo. El vacío del abandono que se abre dentro de él es aún más angustiante por el hecho que no tiene ni siquiera la experiencia suficiente para dar un nombre a aquello que ha sucedido. “¿Cuándo vuelve papá?” “¿Cuándo vuelve mamá?” ¿Qué se responde? Y el niño sufre. Y así es la muerte en familia.
Pero la muerte física tiene “cómplices” que son también peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en resumen, el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta. Los afectos familiares aparecen como las víctimas predestinadas e indefensas de estos poderes auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre.
Pensemos en la absurda “normalidad” con la cual, en ciertos momentos y en ciertos lugares, los eventos que añaden horror a la muerte son provocados por el odio y la indiferencia de otros seres humanos. ¡El Señor nos libre de acostumbrarnos a esto!
La oscuridad de la muerte se afronta con un trabajo más intenso de amor. “¡Dios mío, aclara mis tinieblas!”, es la invocación de la liturgia de la noche. En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de los que le ha confiado el Padre, podemos quitar a la muerte su “aguijón” como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15,55); podemos impedir que nos envenene la vida, hacer vanos nuestros afectos, hacernos caer en el vacío más oscuro.
Pero yo quisiera subrayar la última frase del Evangelio que hoy hemos escuchado. Después que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el Evangelio: “Jesús lo devolvió a su madre”. ¡Y ésta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos, el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos bien este gesto de Jesús; “Y Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!
Podemos más bien tomar del testimonio simple y fuerte de tantas familias que han sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte, también el seguro pasaje del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos. El trabajo del amor de Dios es más fuerte del trabajo de la muerte. ¡Es de aquel amor, es precisamente de aquel amor, que debemos hacernos “cómplices” activos con nuestra fe!
Y recordemos aquel gesto de Jesús: “Y Jesús lo restituyó a su madre”, así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte será definitivamente vencida en nosotros. Ella está vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos! Gracias.
18.06.15
Al finalizar el ángelus, el Santo Padre ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos.
El Papa en el ángelus: la encíclica Laudato Sii' "está dirigida a
todos"
Pidió oraciones para que su mensaje llegue a
todos y sean más responsables hacia la casa común que Dios nos ha
confiado
Ciudad del
Vaticano, 14 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco rezó este domingo la oración
del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la Plaza de San Pedro,
delante de miles de fieles, peregrinos allí reunidos.
“Como ya ha sido anunciado --dijo el Papa-- el jueves
próximo será publicada una Carta Encíclica sobre el cuidado de la
creación”, e invitó “a acompañar este evento con una renovada atención a la
situación del degrado ambiental, pero también de recuperación de los propios
territorios”.
El Obispo de Roma recordó que esta encíclica “está
dirigida a todos”. Por este motivo pidió oraciones para que su mensaje llegue a
todos: “Recemos para que todos puedan recibir su mensaje y crecer en la
responsabilidad hacia la casa común que Dios nos ha confiado” dijo.
Antes de rezar el ángelus Francisco recordó que en el
Evangelio de este domingo Jesús enseña dos parábolas muy breves: la semilla que
germina y crece por sí misma; y la de la semilla del árbol
de mostaza.
“De estas dos parábolas nos viene una enseñanza
importante: el Reino de Dios pide nuestra colaboración, si bien es sobretodo
iniciativa y don del Señor. Nuestra débil obra aparentemente pequeña delante de
los problemas del mundo, si se inserta en la de Dios no tiene miedo de las
dificultades”.
Así el Santo Padre invita a la confianza: “La victoria
del Señor es segura, su amor hará crecer cada semilla de bien presente en la
tierra. Esto nos abre a la confianza y al optimismo a pesar de los dramas, las
injusticias, y los sufrimientos que
encontramos. La semilla del bien y de la paz florece y se desarrolla, porque lo
hace madurar el amor misericordioso de Dios”.
15.06.15
El Papa en Santa Marta: 'Un corazón libre de los ruidos mundanos'
El Santo Padre en la homilía de este lunes indica que
es necesario estar preparado para recibir la gracia de Dios y no ser un cristiano que
va a la iglesia los domingos, pero vive como mundano o como pagano.
Ciudad del
Vaticano, 15 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El cristiano tiene que aprender a proteger su corazón
de las pasiones y de los ruidos mundanos, para estar atento y poder acoger en
cada momento la gracia de Dios. Lo indicó este lunes el papa Francisco en
su homilía matutina en la misa en la Domus Santa Marta.
El Santo Padre recordó que “existe un momento favorable” para acoger el don gratuito de la gracia de Dios, y ese momento es “ahora”. El cristiano, tiene que ser consciente y por lo tanto tener el corazón preparado para recibir este don, un corazón libre del “ruido mundano” que es “el ruido del diablo”.
Francisco se ha inspirado en ambas lecturas de la liturgia de hoy. De san Pablo el Papa ha explicado el “no acoger en vano la gracia de Dios”, que se manifiesta 'ahora'. Esto significa que en “cada tiempo el Señor nos vuelve a dar la gracia”, el “don que es gratuito”. Acojamos esto, sin olvidar que Pablo indica: “De nuestra parte no demos motivo de escándalo a nadie”.
“Es el escándalo del cristiano que se dice cristiano,
que va a la iglesia, los domingos, pero no vive como cristiano, vive mundano o
como pagano. Y cuando una persona es así, escandaliza. Cuantas veces hemos
escuchado en nuestros barrios, en los negocios: 'mira a aquel o a aquella,
todos los domingos va a misa y después hace esto, esto y esto...'. Y la gente
se escandaliza. Es esto que Pablo dice: 'no acoger en vano'. ¿cómo hacerlo?
Antes de todo es el momento favorable, dice. Nosotros tenemos que estar atentos
para entender el tiempo de Dios, cuando Dios pasa por nuestro corazón”.
Y el umbral de
esta atención, explica Francisco, el cristiano la alcanza si se pone en
condición de “proteger el corazón”, y para ello “alejando cada ruido que no
viene del Señor”, alejando las cosas “que nos quitan la paz”. Un corazón libre
de las pasiones, aquellas que del 'ojo por ojo, diente por diente', Jesús
cambia en el “poner la otra mejilla”, o con las dos millas caminadas junto a
quien te obligó a caminar una. “El corazón es protegido por la humildad,
la mansedumbre, nunca por las luchas, las guerras”. ¡No!
'No hay que dar motivo de escándalo a nadie para que no sea criticado nuestro ministerio', dice Pablo, y además habla de ministerio también desde el testimonio cristiano, para que no sea criticado. Cuidar el corazón para ser siempre de Dios, como escribe san Pablo: “en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los golpes, en las prisiones, en los tumultos, en los dolores, en las vigilias, en los ayunos”.
'No hay que dar motivo de escándalo a nadie para que no sea criticado nuestro ministerio', dice Pablo, y además habla de ministerio también desde el testimonio cristiano, para que no sea criticado. Cuidar el corazón para ser siempre de Dios, como escribe san Pablo: “en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los golpes, en las prisiones, en los tumultos, en los dolores, en las vigilias, en los ayunos”.
-'Pero son cosas
feas estas' podría decir alguien.
- '¿Y yo tengo que custodiar mi corazón para acoger la gratuidad y el don de Dios?'
- ¡Sí!
- '¿Y cómo hago?'
Pablo indica que: 'con pureza, con sabiduría, con espíritu de santidad'. La humildad, la benevolencia, con espíritu de santidad. “La humildad, la benevolencia, la paciencia, que solamente mira a Dios, y que tiene el corazón abierto al Señor que pasa”.
16.06.15
El Papa en Sta. Marta:
'la pobreza está en el centro del Evangelio'
En la homilía de este martes, el Santo Padre ha
recordado que ser pobre es dejarse enriquecer por la pobreza de Cristo y
no querer ser rico con otras riquezas que no sean las de Cristo
Ciudad del
Vaticano, 16 de junio de 2015 (ZENIT.org)
Si se quita la pobreza del Evangelio no se puede
entender el mensaje de Jesús. Lo ha afirmado el santo padre Francisco en la
homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. El Papa ha recordado
que es injusto definir como “comunistas” a los sacerdotes u obispos que
hablan de los pobres.
Tal y como ha recordado el Santo Padre, San Pablo
organiza la colecta en la Iglesia de Corinto para la Iglesia de Jerusalén que
vive momentos difíciles de pobreza. Por eso, Francisco ha desarrollado su
homilía sobre la “teología de la pobreza” tomando la Primera Lectura del día y
también ha subrayado que hoy como entonces, pobreza es “una palabra que siempre
avergüenza”.
El Papa ha explicado que muchas veces se escucha
decir: “pero este sacerdote habla demasiado de pobreza, este obispo habla
de pobreza, este cristiano, esta monja habla de pobreza… ¿Son un poco
comunistas no?” Sin embargo, ha recordado, “la pobreza está precisamente en el
centro del Evangelio. Si quitamos la pobreza del Evangelio, no se entendería
nada del mensaje de Jesús”.
Así, ha proseguido, San Pablo hablando a la Iglesia de
Corinto evidencia cuál es su verdadera riqueza: “Sed ricos en cada cosa, en la
fe, en la palabra, en la conciencia, en todo celo y en la caridad que os hemos
enseñado”. Es la exhortación del apóstol de la gentes, “como sois ricos,
sedlo también en esta obra generosa” en “esta colecta”.
De este modo ha
añadido: “si tenéis mucha riqueza en el corazón, esta riqueza tan grande --el
celo, la caridad, la Palabra de Dios, el conocimiento de Dios-- haced que esta
riqueza llegue a los bolsillos. Y esta es una regla de oro. Cuando la fe no
llega a los bolsillos, no es una fe genuina. Es una regla de oro que Pablo dice
aquí: ‘vosotros sois ricos en muchas cosas, ahora, así, sedlo también en esta
obra generosa’”. Y ha proseguido el Papa: “hay esta contraposición entre
riqueza y pobreza. La Iglesia de Jerusalén es pobre, está en dificultades
económicas, pero es rica, porque tiene el tesoro del anuncio evangélico. Y esta
Iglesia de Jerusalén, pobre, ha enriquecido a la Iglesia de Corinto con el
anuncio evangélico; le ha dado la riqueza del Evangelio”.
Vosotros, ha
proseguido Francisco retomando a San Pablo, que “sois ricos económicamente y
que sois ricos con tantas cosas, erais pobres sin el anuncio del Evangelio,
pero habéis enriquecido la Iglesia de Jerusalén, extendiendo el pueblo de
Dios”. De la pobreza viene la riqueza --ha recordado-- es un intercambio mutuo.
Aquí está el fundamento de la pobreza. Jesucristo de rico que era --de la
riqueza de Dios-- se ha hecho pobre, se ha abajado por nosotros. Este es el
significado de la primera bienaventuranza, “bienaventurados los pobre de
espíritu”. El Papa ha afirmado que “ser pobre es dejarse enriquecer por la
pobreza de Cristo y no querer ser rico con otras riquezas que no sean las de
Cristo”.
Por eso, Francisco
ha recordado que “cuando nosotros ayudamos a los pobres, no hacemos
cristianamente obras de beneficencia. Esto es bueno, es humano --las obras de
beneficencia son cosas buenas y humanas-- pero esta no es la pobreza cristiana,
que quiere Pablo, que predica Pablo. La pobreza cristiana es que yo doy de lo
mío y no de los superfluo, también de lo necesario, al pobre, porque sé que él
me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que
Él mismo está en el pobre”.
Por otro lado, el
Pontífice ha señalado que cuando me despojo de algo “pero no solo de lo
superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre”, esto “me enriquece”.
Jesús actúa en mí cuando hago esto y Jesús actúa en él, para enriquecerme
cuando hago esto, ha subrayado.
Para finalizar la
homilía, Francisco ha indicado que “esta es la teología de la pobreza, por esto
es que la pobreza está al centro del Evangelio, no es una ideología”. Es
precisamente este misterio, el misterio de Cristo que se ha abajado, se ha
humillado, se ha empobrecido para enriquecerse. De este modo el Papa ha
explicado que “así se entiende que la primera de las bienaventuranzas sea
“bienaventurados los pobres de espíritu”.
Y así, para
concluir, el Santo Padre ha reconocido que ser pobre de espíritu es ir sobre
este camino del Señor: la pobreza del Señor que, también se abaja tanto que
ahora se hace ‘pan’ para nosotros, en este sacrificio. Continúa abajándose en
la historia de la Iglesia, en el memorial de su pasión, en el memorial de su
humillación, en el memorial de su abajamiento, en el memorial de su pobreza, y
de este ‘pan’ Él se enriquece.
17.06.15
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 17
de junio
En la
audiencia general el Santo Padre ha reflexionado sobre el luto en
familia. Recuerda que no se debe negar el derecho al llanto y que el amor
de Dios es más fuerte que la muerte
Ciudad del
Vaticano, 17 de junio de 2015 (ZENIT.org)
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días.
Durante el recorrido de catequesis sobre la familia,
hoy tomamos directamente la inspiración en el episodio narrado por el
evangelista Lucas, que acabamos de escuchar (cfr Lc 7, 11-15). Es una escena
muy conmovedora, que nos muestra la compasión de Jesús por quien sufre --en
este caso un viuda que ha perdido a su único hijo -- y nos muestra también el
poder de Jesús sobre la muerte.
La muerte es una
experiencia que afecta a todas las familias, sin ninguna excepción. Forma parte
de la vida y, cuanto toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parecerá
natural. Para los padres, sobrevivir a los propios hijos es algo
particularmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las
propias relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo o
de una hija es como si parase el tiempo: se abre un abismo que se traga el
pasado y también el futuro.
La muerte, que se lleva al hijo pequeño o joven, es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer. Tantas veces vienen a misa a Santa Marta padres con la foto de un hijo, una hija, niño, muchacho, muchacha y me dicen: “se fue”.
La mirada tiene tanto dolor. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente. Toda la familia queda como paralizada, enmudecida. Y algo similar sufre el niño que se queda solo, por la pérdida de un padre, o de ambos. Esa pregunta: -“¿Dónde está papá?” “¿Dónde está mamá?”.
- Está en el cielo.
- “¿Pero por qué no lo veo?”.
Esta pregunta que cubre una angustia en el corazón del niño o la niña. Se queda solo. El vacío del abandono que se abre dentro de él es aún más angustiante por el hecho que no tiene ni siquiera la experiencia suficiente para dar un nombre a aquello que ha sucedido. “¿Cuándo vuelve papá?” “¿Cuándo vuelve mamá?” ¿Qué se responde? Y el niño sufre. Y así es la muerte en familia.
En estos casos la
muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y al que
no sabemos dar ninguna explicación. Y a veces se llega incluso a culpar a
Dios.Pero cuánta gente, yo les entiendo, se enfada con Dios, blasfema, “¿por
qué me has quitado al hijo, la hija? Pero Dios no está, no existe. ¿Por qué ha
hecho esto?”.
Muchas veces hemos
escuchado esto, pero esta rabia es un poco lo que viene del corazón, del dolor
grande. La pérdida de un hijo, una hija, del papá, de la mamá, es un gran
dolor. Y esto sucede continuamente en las familias. En estos casos la muerte es
como un agujero.
Pero la muerte física tiene “cómplices” que son también peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en resumen, el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta. Los afectos familiares aparecen como las víctimas predestinadas e indefensas de estos poderes auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre.
Pensemos en la absurda “normalidad” con la cual, en ciertos momentos y en ciertos lugares, los eventos que añaden horror a la muerte son provocados por el odio y la indiferencia de otros seres humanos. ¡El Señor nos libre de acostumbrarnos a esto!
En el pueblo de
Dios, con la gracia de su compasión donada en Jesús, muchas familias demuestran
con los hechos que la muerte no tiene la última palabra. Y esto es un verdadero
acto de fe. Todas las veces que la familia en luto --también terrible--
encuentra la fuerza de cuidar la fe y el amor que nos unen a los que amamos,
impide ya ahora, a la muerte, llevarse todo.
La oscuridad de la muerte se afronta con un trabajo más intenso de amor. “¡Dios mío, aclara mis tinieblas!”, es la invocación de la liturgia de la noche. En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de los que le ha confiado el Padre, podemos quitar a la muerte su “aguijón” como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15,55); podemos impedir que nos envenene la vida, hacer vanos nuestros afectos, hacernos caer en el vacío más oscuro.
En esta fe,
podemos consolarnos el uno al otro, sabiendo que el Señor ha vencido a la
muerte una vez por todas. Nuestros seres queridos no han desaparecido en la
oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos
buenas y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte.
Por esto el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos cuidará hasta el día en el que la lágrima será secada, cuando “no habrá más muerte, ni luto, ni lamento, ni pena” (Ap 21,4). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe.
Por esto el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos cuidará hasta el día en el que la lágrima será secada, cuando “no habrá más muerte, ni luto, ni lamento, ni pena” (Ap 21,4). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe.
Pero yo quisiera subrayar la última frase del Evangelio que hoy hemos escuchado. Después que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el Evangelio: “Jesús lo devolvió a su madre”. ¡Y ésta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos, el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos bien este gesto de Jesús; “Y Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!
Esta fe, esta
esperanza, nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las
falsas consolaciones del mundo, de modo que la verdad cristiana no “corra el
riesgo de mezclarse con mitologías de varios géneros cediendo a los ritos de la
superstición, antigua o moderna” (Benedicto XVI, Ángelus del 2 de noviembre
2008).
Hoy es necesario
que los Pastores y todos los cristianos expresen de manera más concreta el
sentido de la fe en relación a la experiencia familiar del luto. No se debe
negar el derecho al llanto - ¡debemos llorar en el luto! También Jesús “rompió
a llorar” y estaba “profundamente turbado” por el grave luto de una familia que
amaba (Jn 11,33-37).
Podemos más bien tomar del testimonio simple y fuerte de tantas familias que han sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte, también el seguro pasaje del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos. El trabajo del amor de Dios es más fuerte del trabajo de la muerte. ¡Es de aquel amor, es precisamente de aquel amor, que debemos hacernos “cómplices” activos con nuestra fe!
Y recordemos aquel gesto de Jesús: “Y Jesús lo restituyó a su madre”, así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte será definitivamente vencida en nosotros. Ella está vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos! Gracias.
El Papa en Santa
Marta: ¿Dónde está tu tesoro?
En la
homilía de este viernes, Francisco ha advertido sobre los riesgos de la
codicia y de acumular riquezas para sí. Lo que salva el corazón del hombre es
usar la riqueza que se tiene “para el bien común”
Ciudad del
Vaticano, 19 de junio de 2015 (ZENIT.org)
Las riquezas acumuladas para sí mismo están en el
origen de guerras, familias destruidas, pérdida de la dignidad. Así lo ha
recordado el santo padre Francisco durante la homilía de la misa celebrada en
Santa Marta este viernes por la mañana. Y así, ha añadido que “la lucha de cada
día” es sin embargo administrar las riquezas que se poseen y las de la tierra
“para el bien común”.
El Pontífice ha advertido que las riquezas no son
“como una estatua”, estáticas, que no influyen en la vida de una persona. Las
riquezas --ha asegurado-- tienen la tendencia de crecer, moverse, tomar sitio
en la vida y en el corazón del hombre.
Y si lo que empuja a ese hombre es el acumular, las
riquezas le invadirán el corazón, que terminará “corrupto”, ha advertido
Francisco. Sin embargo, lo que salva el corazón del hombre es usar la riqueza
que se tiene “para el bien común”.
El Santo Padre ha
hecho referencia al Evangelio del día, reflexionando sobre el pasaje en el que
Jesús enseña a los discípulos esta verdad: “Dónde está tu tesoro, está también
tu corazón”. Por lo tanto, les advierte, “no acumulen tesoros sobre la
tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren
boquetes y los roban; acumulen sin embargo tesoros en el Cielo”. Al respecto,
ha asegurado que en “la raíz” del acumular está “la necesidad de seguridad”.
Pero, "el riesgo de hacerlo solo para sí mismo y de hacerse esclavo es
altísimo”.
El Papa lo ha
explicado así: “al final estas riquezas no dan la seguridad para siempre. Es
más, te abajan en tu dignidad. Y esto sucede en la familia: muchas
familias divididas. También en la raíz de las guerras está esta ambición, que
destruye, corrompe. En este mundo, en este momento, hay tantas guerras por
avaricia de poder, de riquezas. Se puede pensar en la guerra en nuestro
corazón”.
Al respecto ha advertido
que la codicia es “un paso, abre la puerta: después viene la vanidad --creerse
importante, creerse poderoso-- y al final, el orgullo. Y de allí todos los
vicios, todos. Son pasos, pero el primero es este: la codicia, el querer
acumular riquezas”.
Del mismo modo ha
reconocido que “acumular es precisamente una cualidad del hombre” y que “hacer
las cosas y dominar el mundo es también una misión”. Entonces “esta es la lucha
de cada día: cómo gestionar bien las riquezas de la tierra, para que están orientadas
al Cielo y se conviertan en riquezas del Cielo”, ha añadido.
A continuación, el
Santo Padre ha reflexionado sobre las personas a las que el Señor
bendice con las riquezas. “Lo hace administrador de esas riquezas por el
bien común y por el bien de todos, no para el bien propio. Y no es fácil
convertirse en un administrador honesto, porque siempre está la tentación de la
codicia, del hacerse importante. El mundo te enseña esto y nos lleva por este
camino. Pensar en los otros, pensar que eso que yo tengo está al servicio de
los otros y que nada de lo que tengo lo llevaré conmigo. Pero si yo uso lo que
el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me santifica,
me hará santo”, ha explicado.
A propósito, el
Papa ha indicado que a menudo se escuchan “muchas excusas” de las personas
que pasan la vida acumulando riquezas. Por ello, el Santo Padre ha invitado a
preguntarnos cada día: “¿Dónde está tu tesoro? ¿En las riquezas o en esta
administración, en este servicio para el bien común?”
Finalmente, el
Pontífice ha advertido que muchos tranquilizan su conciencia con la limosna y
dan lo que les sobra. Administrar la riqueza --ha precisado-- es un despojarse
continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la
salvación. Acumular, sí, está bien. Tesoros sí, está bien: pero los que tienen
precio en la ‘bolsa de valores’, la del Cielo.
20.06.15
El Papa advierte que el desempleo juvenil es una verdadera plaga social
En una
audiencia con los miembros de la Federación Nacional de los Caballeros del
Trabajo de Italia, el Pontífice apuesta por una economía que no margine a
individuos y pueblos
Ciudad del
Vaticano, 20 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco ha afirmado este sábado por la
mañana que el desempleo juvenil es una “verdadera plaga social”. Que en estos
años los jóvenes hayan sentido que no son necesarios “es síntoma de una
disfunción grave”, ha añadido el Pontífice argentino.
“(El desempleo juvenil) es una verdadera plaga social,
debido a que priva a los jóvenes de un elemento esencial para su realización y
al mundo económico de la aportación de sus fuerzas más frescas”, ha dicho el
Santo Padre durante una audiencia con unos cuatrocientos miembros de la
Federación Nacional de los Caballeros del Trabajo de Italia.
En su discurso, Francisco ha
señalado que “el mundo laboral debería estar esperando a jóvenes preparados y
deseosos de esforzarse y emerger. Al contrario, el mensaje que en estos años
han recibido a menudo es que no se les necesita”. Y ha advertido que “esto es
síntoma de una disfunción grave, que no se puede atribuir únicamente a causas
del ámbito global o internacional”.
El Papa ha defendido también que el bien común, “fin
último de la vida en convivencia, no puede ser alcanzado a través de un mero
incremento de las ganancias o de la producción, sino que se debe implicar
activamente a todos los sujetos que componen el cuerpo social”.
En este sentido,
el Obispo de Roma ha subrayado que la doctrina social de la Iglesia dice
continuamente “que el ser humano es el centro del desarrollo y que, mientras
hombres y mujeres permanezcan pasivos o al margen, el bien común no podrá ser
considerado plenamente alcanzado”.
“Vosotros habéis
destacado porque habéis osado y os habéis arriesgado, habéis invertido ideas,
energías y capitales haciéndoles fructificar, delegando tareas, pidiendo
resultados y contribuyendo a hacer de los otros más emprendedores y
colaboradores”, ha indicado el Pontífice a los Caballeros del Trabajo de
Italia.
Para el Santo
Padre, “la envergadura social del trabajo” debe partir de la capacidad de
“implicar a las personas y encargarles responsabilidades, de tal modo que se estimule
su capacidad de emprender, su creatividad y su compromiso”.
“Esto tiene
efectos positivos sobre las nuevas generaciones y hace que una sociedad
comience a mirar hacia adelante, ofreciendo prospectivas y oportunidades y, por
lo tanto, esperanza para el futuro”, ha enfatizado.
Además de abordar
la dimensión social del mundo laboral, Francisco ha insistido en su “esfera
ética”. “Solo si la economía está basada en la justicia y en el respeto podrá
experimentar un auténtico desarrollo que no margine a individuos y pueblos, que
aleje a la corrupción y los delitos y no descuide el cuidado del medio
ambiente”, ha recordado.
El Papa ha
concluido sus palabras asegurando que “es verdaderamente justo quien, además de
respetar las reglas, actúa con conciencia e interés por el bien de todos además
de por el suyo. Es justo quien lleva en el corazón la suerte de los más
desfavorecidos y pobres, quien no se cansa de trabajar y está preparado a
emprender siempre caminos nuevos”.
21.06.15
Texto
completo del discurso del Papa al mundo del trabajo
Durante el
encuentro en la Placita Real de Turín, el Santo Padre invitó a todos los
presentes a ser artesanos del futuro y recordó que los hijos y los abuelos son
la riqueza de un pueblo
Ciudad del
Vaticano, 21 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El primer encuentro del papa Francisco en Turín fue
con el mundo del trabajo. En la Placita Real, una trabajadora, un
agricultor y un empresario contaron este domingo por la mañana sus experiencias
al Santo Padre. Durante su intervención, el Pontífice instó a decir
'no' a fenómenos como la idolatría del dinero, la mafia o la corrupción.
Además, recordó que el trabajo no solo es necesario para la economía, sino
para la persona humana, para su dignidad, su ciudadanía y su inclusión social.
A
continuación publicamos el discurso íntegro del Papa:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Saludo a todos ustedes, trabajadores,
empresarios, autoridades, jóvenes y familias presentes en este
encuentro, y les doy las gracias por sus intervenciones, que muestran un
sentido de responsabilidad para hacer frente a los problemas causados por la
crisis económica, y por haber dado testimonio de que la fe en el
Señor y la unidad de la familia son de gran ayuda y apoyo.
Mi visita a Turín comienza con ustedes. Y en primer
lugar quiero expresar mi cercanía a los jóvenes desempleados, a las personas
que reciben una prestación social o están en situación de precariedad; pero
también a los empresarios, a los artesanos y a todos los trabajadores de los
diferentes sectores, sobre todo a los que tienen más dificultades
para seguir adelante.
El trabajo no sólo
es necesario para la economía, sino para la persona humana, para su
dignidad, para su ciudadanía, y también para su inclusión social. Turín es
históricamente un centro de atracción de trabajo, pero hoy está fuertemente
afectado por la crisis: el trabajo que falta, han aumentado las desigualdades
económicas y sociales, muchas personas se han empobrecido y tienen
problemas con la vivienda, la salud, la educación y otros bienes básicos. La
inmigración aumenta la competencia, pero los migrantes no deben ser culpados,
porque son víctimas de la iniquidad, de esta economía que descarta y de las
guerras. ¡Es lamentable ver el espectáculo de estos días, en los que
los seres humanos son tratados como mercancía!
En esta situación
estamos llamados a reafirmar el ‘no’ a una economía del descarte, que pide
resignarse a la exclusión a quienes viven en la pobreza absoluta, en Turín
casi una décima parte de la población. Se excluyen a los niños (¡natalidad
cero!), se excluyen a los ancianos, y ahora se excluyen a los jóvenes (¡más del
40 por ciento de los jóvenes desempleados!). Lo que no produce se
excluye a la manera de "usar y tirar".
Estamos llamados a
reafirmar el ‘no’ a la idolatría del dinero, que nos impulsa a entrar a
cualquier precio en el número de los pocos que, a pesar de la crisis, se enriquecen,
sin tener en cuenta a muchos que se empobrecen, a veces hasta el hambre.
Estamos llamados a
decir ‘no’ a la corrupción, tan difundida que parece una actitud, un
comportamiento normal. Pero no con palabras, sino con hechos. ‘No’ a los
acuerdos mafiosos, a las estafas, a los sobornos, y a este tipo de cosas.
Y solo así,
uniendo las fuerzas, podemos decir ‘no’ a la inequidad que genera la
violencia. Don Bosco nos enseña que el mejor método es el preventivo: también el
conflicto social debe ser prevenido, y esto se hace con la justicia.
En esta situación,
que no es solo turinesa, italiana, es global y compleja, no se puede
simplemente esperar la “recuperación” --“esperamos la recuperación...”--. El
trabajo es fundamental --se afirma desde el principio en la Constitución
italiana-- y es necesario que el conjunto de la sociedad, con todos sus
componentes, colaboren para que haya para todos y sea un
trabajo digno para el hombre y la mujer. Esto requiere de
un modelo económico que no esté organizado en función del capital y de la
producción, sino más bien en función del bien común. Y hablando de las
mujeres --de eso habló ella [la mujer que dio su testimonio]--, sus derechos
deben ser protegidos con fuerza, porque las mujeres, quienes también llevan el
mayor peso en el cuidado de la casa, los niños y los ancianos, siguen siendo
discriminadas, también en el trabajo.
Es un gran reto
que hay que afrontar con la solidaridad y la visión amplia; y Turín está
llamada a ser una vez más la protagonista de una nueva era de desarrollo
económico y social, con su tradición manufacturera y artesanal
--pensemos, en el relato bíblico, que Dios ha hecho precisamente el
artesano...--. Están llamados a esto: manufactura y artesanía, y
al mismo tiempo con la investigación y la innovación.
Por eso es
necesario invertir con valentía en la formación, tratando de cambiar la
tendencia que ha visto caer en los últimos tiempos el nivel medio de educación,
y a muchos jóvenes abandonar la escuela. Ella [dirigiéndose de nuevo a la
trabajadora] iba a la escuela por la tarde, para poder ir adelante...
Hoy me gustaría
unir mi voz a la de muchos trabajadores y empresarios para pedir que puede
ser implementado también un “pacto social y generacional”, como ha
indicado la experiencia del “Agora”, que están llevando a cabo en el territorio
de la diócesis. Poner a disposición la información y los recursos, desde
la perspectiva de “hacer juntos”, es un requisito previo para superar
la difícil situación actual y construir una nueva identidad y adecuada a los
tiempos y necesidades del territorio. Es el momento de reactivar la
solidaridad entre las generaciones, para recuperar la confianza entre los
jóvenes y los adultos. Esto también implica abrir posibilidades concretas de
crédito para nuevas iniciativas, activar una constante orientación y
apoyo en el trabajo, sostener el aprendizaje y la relación entre las
empresas, la Escuela profesional y la Universidad.
Me gustó mucho que
los tres hayan hablado de la familia, de los niños y de los abuelos. ¡No se
olviden de esta riqueza! Los hijos son la promesa para llevar
adelante este trabajo que señalaron, que recibieron de sus
antepasados. Y los ancianos son la riqueza de la memoria. Una crisis
no puede superarse, no podemos salir de la crisis sin los jóvenes, los chicos,
los hijos y abuelos. Fuerza para el futuro, y memoria del pasado que nos
muestra dónde se debe ir. No se olviden de esto, por favor. Los hijos y los
abuelos son la riqueza y la promesa de un pueblo.
En Turín y en su
territorio todavía hay un importante potencial de inversión para la creación de
empleo: la ayuda es necesaria, pero no es suficiente. Se necesita promoción,
para regenerar la confianza en el futuro.
Estas son algunas
de las principales cosas que quería decirles. Añado una palabra que no quisiera
que fuese retórica, por favor: ¡ánimo! No significa paciencia, resígnense.
No, no, no significa esto. Sino al contrario, significa: osen, sean valientes,
¡vayan adelante! ¡Sean creativos! ¡Sean artesanos todos los días,
artesanos del futuro! Con la fuerza de aquella esperanza que nos da el Señor
que jamás defrauda, pero que también necesita de nuestro trabajo. Por
esto rezo y los acompaño con todo mi corazón. El Señor los bendiga a todos y
que la Virgen los proteja. Y, por favor, les pido que recen por
mí. ¡Gracias!
22.06.15
El
Papa pide perdón a la Iglesia valdense de parte de la Iglesia católica
En el templo
de Turín, el Santo Padre ha recordado que la unidad que es fruto del
Espíritu Santo no significa uniformidad y ha dado las gracias porque las
relaciones entre católicos y valdenses están cada vez más fundadas en el
respeto mútuo y en la caridad fraterna
Ciudad del
Vaticano, 22 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco, de parte de la Iglesia
Católica, ha pedido perdón a la Iglesia valdense, “por las actitudes y los
comportamiento no cristianos, incluso no humanos, que en la historia hemos
tenido contra vosotros”. ¡En nombre del Señor Jesús, perdonadnos!, ha exclamado.
Lo ha hecho en el templo valdense de Turín donde
ha llegado a primera hora de la mañana, para compartir un tiempo con los fieles
allí reunidos. Esta ha sido la primera ocasión que un Pontífice visita un
templo valdense.
El pastor titular de la Iglesia evangélica valdense de
Turín, el pastor Paolo Ribet, ha dirigido unas palabras de bienvenida a su
“hermano” Francisco. Durante su introducción ha recordado que el Evangelio no
es una doctrina sino una persona. El moderador de la mesa valdense de Argentina, Óscar
Oudri, también ha pronunciado unas palabras que han finalizado con una
invitación para tener un encuentro como este cuando el papa Francisco viaje a
Argentina.
Por su parte, el Pontífice ha asegurado en su discurso
que “uno de los frutos principales que el movimiento ecuménico ya ha recogido
en estos años es el descubrimiento de la fraternidad que une a todos aquellos
que creen en Jesucristo y son bautizados en el mismo nombre”. El descubrimiento
de tal fraternidad -- ha añadido-- nos consiente recoger la profunda unión que
ya nos une, a pesar de nuestras diferencias.
Por otro lado, el
Papa ha recordado que la unidad que es fruto del Espíritu Santo no significa
uniformidad. De este modo se ha lamentando porque "ha sucedido y continúa
sucediendo que los hermanos no acepten su diversidad y terminan por hacer la
guerra uno contra otro". Y así, ha asegurado que al reflexionar sobre “la
historia de nuestras relaciones”, solo podemos lamentarnos por los conflictos y
la violencia cometida en nombre de la propia fe y ha pedido "al Señor
que nos dé la gracia de reconocernos pecadores y saber perdonarnos los unos a
los otros”. Es por iniciativa de Dios --ha asegurado-- que no se resigna nunca
frente al pecado del hombre, que se abren nuevos caminos para vivir nuestra
fraternidad, y de esto no podemos escapar.
Asimismo el Santo
Padre ha dado las gracias al Señor por constatar que las relaciones entre
católicos y valdenses “están cada vez más fundadas en el respeto mútuo y en la
caridad fraterna”. Un ámbito en el que se abren muchas posibilidades de
colaboración entre valdenses y católicos es la evangelización.
Otro ámbito, ha
subrayado el Papa, es el del servicio a la humanidad que sufre, a los pobres, a
los enfermos, a los inmigrantes. “De la obra liberadora de gracia en cada uno
de nosotros deriva la exigencia de testimoniar el rostro misericordioso de Dios
que cuida a todos, en particular, a quien lo necesita”, ha subrayado
Francisco. Igualmente, ha reconocido que “la elección de los pobres, de los
últimos, de los que excluye la sociedad, nos acerca al corazón mismo de Dios,
que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza” y como consecuencia
“nos acerca más los unos a los otros”.
Finalmente, el
Santo Padre ha dado las gracias a los presentes por este encuentro que
“quisiera nos confirmara en una nueva forma de ser los unos con los otros”.
Mirando antes que nada --ha precisado-- la grandeza de nuestra fe común y de
nuestra vida en Cristo y en el Espíritu Santo, y solamente después, las
divergencias que aún existen.
El Movimiento
Valdense nació hace más de ocho siglos, por una experiencia de conversión
espiritual de un laico, Valdo, mercante fundador de un movimiento llamado “los
pobre de León”, que se difundió después como un movimiento de protesta eclesial
en Italia y Europa. En 1532, los valdenses que sobrevivieron a las
persecuciones se unieron a la Reforma protestante en su forma calvinista.
Perseguidos y aislados los tres siglos sucesivos, los valdenses
obtuvieron los derechos civiles en 1848 e iniciaron a difundirse en todo el
país.
Al finalizar el
encuentro en el templo valdense, el Papa se dirige al arzobispado para
reunirse, de forma estrictamente privada, con algunos de sus familiares. Con
ellos celebrará la misa y compartirá el almuerzo.
23.06.15
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del
miércoles 24 de junio
¿Somos
conscientes del peso que tienen nuestras opciones en el alma de los
niños?, porque las heridas les marcan para siempre. Sanarlas apenas se
producen y no dejarlas agravar
Ciudad del
Vaticano, 24 de junio de 2015 (ZENIT.org)
"Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
en las últimas catequesis hemos hablado de la familia
que vive la fragilidad de las condición humana, la pobreza, las enfermedades,
la muerte. Hoy sin embargo reflexionamos sobre las heridas que se abren precisamente
dentro de la convivencia familiar. Cuando, en la familia nos hacemos mal. ¡Lo
más feo!
Sabemos bien que en ninguna historia familiar faltan
momentos en los cuales, la intimidad de los afectos más queridos son ofendidos
por el comportamiento de sus miembros. Palabras y acciones (¡y omisiones!) que,
en vez de expresar el amor, lo sustraen o, peor aún, lo mortifican. Cuando
estas heridas, que son aún remediables, se descuidan, se agravan: se
transforman en prepotencia, hostilidad, desprecio. Y a ese punto se pueden
convertir en heridas profundas, que dividen al marido y la mujer, e inducen a
buscar en otra parte comprensión, apoyo y consolación. ¡Pero a menudo
estos “apoyos” no piensan en el bien de la familia!
El vacío de amor conyugal difunde resentimientos en
las relaciones. Y a menudo la disgregación se trasmite a los niños.
Esto es, los hijos. Quisiera detenerme un poco en este
punto. A pesar de nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y todos
nuestros análisis psicológicos refinados, me pregunto si no nos hemos
anestesiado también respecto a las
heridas
en el alma de los niños. Cuanto más se trata de compensar con regalos y
pasteles, más se pierde el sentido de las heridas --más dolorosas y
profundas-- del alma. Se habla mucho de trastornos del comportamiento, de
salud psíquica, de bienestar del niño, de ansiedad de los padres y de los
niños… ¿Pero sabemos qué es una herida del alma? ¿Sentimos el peso de la
montaña que aplasta el alma de un niño, en las familias en las que se trata
mal y se hace mal, hasta romper la unión de la fidelidad conyungal? ¿Qué peso
tienen nuestras elecciones --elecciones a menudo erróneas-- en el alma
de los niños?
Cuándo
los adultos pierden la cabeza, cuando cada uno piensa a sí mismo, cuando papá
y mamá se hacen daño, el alma de los niños sufre mucho, siente desesperación.
Y son heridas que dejan marca para toda la vida.
En
la familia todo está entrelazado: cuando su alma está herida en algún punto,
la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer, que se han
comprometido a ser “una sola carne” y a formar una familia, piensa
obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de gratificación, esta
distorsión afecta profundamente el corazón y la vida de los hijos. Tantas
veces los niños se esconden para llorar solos…Debemos entender bien esto.
Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas son carne de su carne.
Si pensamos en la dureza con la que Jesús advierte a los adultos sobre no
escandalizar a los pequeños --hemos escuchado el fragmento del Evangelio--
podemos comprender mejor también su palabra sobre la grave responsabilidad de
custodiar la unión conyugal que da inicio a la familia humana. Cuando el
hombre y la mujer se convierten en una sola carne, todas las heridas y todos
los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.
Es
verdad, por otra parte, que hay casos en los que la separación es inevitable.
A veces se puede convertir incluso en moralmente necesaria, cuando se trata
precisamente para proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de
las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, del enfado
o del aprovecharse, de la alienación y de la indiferencia.
No
faltan, gracias a Dios, aquellos que, sostenidos por la fe y el amor por los
hijos, testimonian su fidelidad y una unión en la cuál han creído, en cuanto
aparece imposible hacerlo revivir. No todos los separados, sin embargo,
sienten esta vocación. No todos reconocen, en la soledad, una llamada del
Señor dirigida a ellos. En torno a nosotros encontramos familias en
situaciones llamadas irregulares. A mí no me gusta esta palabra. Y nos planteamos
muchos interrogantes. ¿Cómo ayudarlas? ¿Cómo acompañarlas? ¿Cómo acompañarlas
para que los niños no se vuelvan rehenes del papá o de la mamá?
Pidamos
al Señor una fe grande, para mirar la realidad con la mirada de Dios; y una
gran caridad, para acercarse las personas con su corazón misericordioso.
25.06.15
|
El Papa en Sta. Marta: es necesario hablar, actuar y escuchar
En la homilía de este jueves, el
Santo Padre advierte sobre los 'pseudoprofetas', los que no ponen su casa sobre
la roca
Ciudad del
Vaticano, 25 de junio de 2015 (ZENIT.org)
La gente sabe cuando un pastor tiene esa coherencia
que le da autoridad. Así lo ha asegurado el Santo Padre esta mañana en la
homilía de Santa Marta, en la que ha reflexionado sobre la distinción entre
verdaderos predicadores del Evangelio y los “pseudoprofetas”.
Tal y como ha recordado Francisco, el pueblo siguió a
Jesús porque Él enseñaba con autoridad y no como los escribas. Durante su
homilía ha reflexionado sobre el Evangelio del día asegurando que la gente
percibe cuando "un sacerdote, un obispo, un catequista, un cristiano
tiene esa coherencia que les da la autoridad”. Asimismo, ha indicado que Jesús
“advierte a sus discípulos” sobre los “falsos profetas”. Igualmente ha
explicado cómo discernir “dónde están los verdaderos profetas y dónde están los
‘pseudoprofetas’”, “dónde están los verdaderos predicadores del Evangelio y
dónde los que predican un Evangelio que no es Evangelio”.
Francisco ha hablado de tres palabras claves para
entender esto: hablar, actuar y escuchar. Además, ha recordado las
palabras de Jesús: “no todos los que me dicen ‘Señor, Señor’, entrarán en el
Reino de los Cielo”.
Y lo ha precisado así: “estos hablan, hacen, pero les
falta otra actitud, que es precisamente la base, que es precisamente el
fundamento del hablar, del actuar: les falta escuchar. Por eso Jesús continúa:
‘Quien escucha mis palabras y las pone en práctica”. El binomio hablar-actuar
no es suficiente… nos engaña, tantas veces nos engaña, ha advertido.
Y Jesús cambia y
dice: “el binomio es el otro, escuchar y actuar, poner en práctica: ‘quien
escucha mis palabras y las pone en práctica será como el hombre sabio que
construye su casa sobre la roca”.
Sin embargo, el
Santo Padre ha subrayado también que “quien escucha las palabras pero no las
hace suyas, las deja pasar, no escucha seriamente y no las pone en práctica,
será como el que edifica su casa sobre arena”.
Al respecto ha
precisado que “cuando Jesús advierte a la gente sobre los ‘pseudoprofetas’
dice: ‘por sus frutos les conoceréis’. Y de aquí, su actitud: muchas palabras,
hablan, hacen prodigios, hacen cosas grandes pero no tienen el corazón abierto
para escuchar la Palabra de Dios, tienen miedo de la Palabra de Dios y estos
son ‘pseudocristianos’, los ‘pseudopastores’. Es verdad, hacen cosas buenas, es
verdad, pero les falta la roca”.
Por esta razón, el
Papa ha advertido que sin esta roca “no pueden profetizar, no pueden construir:
fingen porque al final todo cae”.
Y así, Francisco
ha insistido en que “uno que habla y actúa, solamente, no es un verdadero
profeta, no es un verdadero cristiano, al final caerá todo: no está sobre la
roca del amor de Dios, no es seguro como la roca”. Y ha añadido: “uno que sabe
escuchar y desde la escucha, actúa, con la fuerza de la palabra de otro, no de
la propia, ese permanece seguro. A pesar de que sea una persona humilde, que no
parece importante, pero ¡cuántos de estos grandes hay en la Iglesia! ¡Cuántos obispos
grandes, cuántos sacerdotes grandes, cuántos fieles grandes que saben escuchar
y desde la escucha actúan!"
Para finalizar la
homilía, el Pontífice ha puesto como ejemplo a la madre Teresa de Calcuta que
“no hablaba, y en el silencio ha sabido escuchar” y “ha hecho tanto”. No ha
caído --ha observado-- ni ella ni su obra.
De este modo ha concluido recordando que “los grandes saben
escuchar y desde la escucha, actúan, porque su confianza y su fuerza está sobre
la roca del amor de Jesucristo”. La debilidad --ha finalizado el Papa-- de
Jesús que de fuerte se ha hecho débil para hacernos fuertes a nosotros, nos
acompañe en esta celebración y nos enseñe a escuchar y a hacer desde la escucha
no desde nuestras palabras”.
26.06.15
El Papa en Sta. Marta: 'sin cercanía no hay comunidad'
En la
homilía de este viernes, el Santo Padre invita a preguntarse si tenemos la
valentía de 'tocar' al marginado y al excluido
Ciudad del
Vaticano, 26 de junio de 2015 (ZENIT.org)
Los cristianos deben acercarse y tender la mano a
aquellos que la sociedad tiende a excluir, como hizo Jesús con los marginados
de su tiempo. Esto hace de la Iglesia una verdadera comunidad. Lo ha afirmado
el papa Francisco este viernes en la homilía de Santa Marta.
De este modo, el Papa ha recordado que Jesús fue el
primero en ensuciarse las manos, acercándose a los excluidos. Se ensució las
manos tocando a los leprosos, cuidándolos. Y así enseñó a la Iglesia que “no se
puede hacer comunidad sin cercanía”. Esta mañana el Papa ha centrado su homilía
sobre un personaje del Evangelio de hoy, el enfermo de lepra que con valentía
se postra delante de Jesús y le dice: “Sí, si quieres, puedes sanarme”. Y Jesús
lo toca y lo sana.
Y el milagro sucede bajo los ojos de los doctores de
la ley para quienes el leproso era “impuro”. La lepra --ha explicado el Papa--
era una condena de por vida” y “sanar a un leproso era tan difícil como
resucitar a un muerto. Y por eso eran marginados. Sin embargo, Jesús
tiende la mano al excluido y demuestra el valor fundamental de una palabra,
“cercanía”.
El Pontífice lo ha explicado así: “No se puede hacer
comunidad sin cercanía. No se puede hacer paz sin acercarse, ni se puede
hacer el bien sin acercarse”. Jesús podía decirle: ¡sánate! Pero no, se acercó
y le tocó. Es más, ha añadido el Papa, “en el momento que Jesús tocó al impuro
se convierte en impuro”.
Por ello, ha
indicado que este es el misterio de Jesús, “tomar consigo nuestras suciedades,
nuestras cosas impuras”. Igualmente, Francisco ha señalado que Pablo lo explica
bien: “Siendo iguale a Dios, no estimó esta divinidad un bien
irrenunciable, se aniquiló a sí mismo”. Y Pablo da un paso más explicándolo:
“Se hace pecado. Jesús se hace pecado. Jesús se excluye, ha tomado consigo la
impureza por acercarse a nosotros”.
A continuación,
Francisco ha hablado también de la invitación que Jesús hace al leproso sanado:
“No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve, preséntate al
sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés”. De este modo, el Papa
ha precisado que esto es porque Jesús además de la proximidad quiere también la
inclusión.
El Obispo de Roma
lo ha explicado así: “Muchas veces pienso que sea, no digo imposible, pero muy
difícil hacer el bien sin mancharse las manos. Y Jesús se manchó. Cercanía. Y
después va más allá. Le dijo: ‘Vé donde los sacerdotes y haz lo que se
debe hacer cuando un leproso es sanado’. Al que era excluido de la vida social,
Jesús lo incluye: lo incluye en la Iglesia, lo incluye en la sociedad… ‘Vé para
que todas las cosas sean como deben ser’. Jesús no marginaba nunca a nadie. Se
marginaba a sí mismo, para incluir a los marginados, para incluirnos a
nosotros, pecadores, marginados, con su vida”.
Asimismo, el Papa
ha destacado el asombro que Jesús suscita con sus afirmaciones y sus gestos.
“Cuánta gente siguió a Jesús en ese momento” y “sigue a Jesús en la
historia porque se asombra con su forma de hablar”, ha precisado.
Igualmente, ha
mencionada cuánta gente mira de lejos y no entiende, no le interesa… Cuánta
gente mira de lejos pero con corazón malo, para poner a Jesús a la prueba, para
criticarlo, para condenarlo… ¡Y cuánta gente mira de lejos porque no tiene la
valentía que él ha tenido, pero tiene muchas ganas de acercarse!, ha exclamado.
Jesús tendió la
mano a todos, haciéndose uno de nosotros, como nosotros: pecador como nosotros
pero sin pecado, manchado por nuestros pecados. Y esa es la cercanía cristiana.
Para concluir la
homilía, el Pontífice ha recordado que "cercanía es una bella palabra” que
invita a un examen de conciencia: ¿sé acercarme?, ¿tengo ánimo, fuerza,
valentía para tocar a los marginados?”. Esta es una pregunta, ha asegurado, que
tiene que ver también con la Iglesia, las parroquias, las comunidades, los
consagrados, los obispos, los sacerdotes, todos.
27.06.15
Francisco envía un vídeo mensaje a los fieles de Ecuador, Bolivia y
Paraguay
En los días previos a su partida a
América Latina, el Santo Padre expresa su deseo de “ser testigo de
la alegría del Evangelio"
Ciudad del
Vaticano, 27 de junio de 2015 (ZENIT.org)
“Mi deseo es estar con ustedes, compartir sus
preocupaciones, manifestarles mi afecto y cercanía y alegrarme con ustedes
también”. Así lo indica el santo padre Francisco en un vídeo mensaje dirigido
a los ”hermanos y hermanas” de Ecuador, Bolivia y Paraguay. El Papa, sentado
tras su escritorio y hablando a cámara, manifiesta su deseo de “ser testigo de
esta alegría del Evangelio y llevarles la ternura y la caricia de Dios,
nuestro Padre, especialmente a sus hijos más necesitados, a los ancianos, a
los enfermos, a los encarcelados, a los pobres, a los que son víctimas de esta
cultura del descarte”.
En una grabación difundida este viernes en los países
que visitará del 5 al 12 de julio, el Papa recuerda que “falta poco para el
viaje” y que con este saludo previo quiere expresar “mi cercanía, mi
simpatía, mi buena voluntad”.
El amor del Padre tan misericordioso
--asegura-- nos permite sin medida descubrir el rostro de su Hijo Jesús en
cada hermano, en cada hermana nuestra, en el prójimo. Por eso, el Pontífice
indica que solamente es necesario aproximarse, hacerse prójimo, “como Jesús le
dijo a aquel joven doctor de la ley cuando le preguntó: ¿Quién es mi
prójimo?” Y añade: “hacer lo que hizo el buen samaritano, anda y hacer lo
mismo, acercarte, no pases de largo”.
A continuación, el Santo Padre observa que en este
viaje visitará tres naciones hermanas en esas tierras del conteniente
americano. “La fe que todos nosotros compartimos es fuente de fraternidad y
solidaridad, construye pueblos, forma familia de familias, fomenta la concordia
y alienta el deseo y el compromiso por la paz”, asegura en el vídeo mensaje.
Para concluir la grabación, Francisco afirma que en estos
días previos al encuentro, da “gracias a Dios por ustedes”, y les pide “que
sean perseverantes en la fe, que tengan el fuego del amor, de la caridad y que
se mantengan firmes en la esperanza que nunca defrauda”. Finalmente les invita a
que unan sus oraciones a las suyas “para que el anuncio del Evangelio llegue a
las periferias más alejadas y siga haciendo que los valores del Reino de Dios
sean fermento de la tierra también en nuestros días”. Pidiendo que "la
Virgen Santa los cuide, como Madre de América, los cuide y que el Señor los
bendiga", se despide dando las gracias, un "hasta prontito" y
"no se olviden de rezar por mí".
28.06.15
El Papa en el ángelus: ¿creo que Jesús me puede sanar?
En la oración mariana de este
domingo, el Santo Padre recuerda que quien está desesperado y cansado hasta la
muerte, si se encomienda a Jesús y a su amor puede recomenzar a vivir
Ciudad del
Vaticano, 28 de junio de 2015 (ZENIT.org)
A las 12 de este mañana, el santo padre Francisco se
ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar
el ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa para introducir la
oración mariana:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy presenta la historia de la
resurrección de una niña de doce años, hija de uno de los jefes de la sinagoga,
el cual se postra a los pies de Jesús y le suplica: “Mi niña está en las
últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva” (Mc
5,23). En esta oración escuchamos la preocupación de todo padre por la vida y
por el bien de sus hijos. Pero escuchamos también la gran fe que ese hombre
tiene en Jesús. Y cuando llega la noticia de que la niña está muerta, Jesús le
dice: “No temas; basta que tengas fe” (v.36). Da aliento esta palabra de Jesús,
y también nos lo dice a nosotros muchas veces. ‘No temas, basta que tengas fe’.
Al entrar en la casa, el Señor echa a la gente que llora y grita y se dirige a
la niña muerta diciendo: “Niña, yo te digo: ¡álzate!” (v.41). Y en seguida la
niña se alzó y se puso a caminar. Aquí se ve el poder absoluto de Jesús sobre
la muerte que para Él es como un sueño del cual poder despertarse. Jesús ha
vencido a la muerte, también tiene poder sobre la muerte física.
Dentro de esta
historia, el Evangelista introduce otro episodio: la sanación de una mujer que
desde hace doce años sufría pérdidas de sangre. A causa de esta enfermedad que,
según la cultura del tiempo la hacía “impura”, ella debía evitar todo contacto
humano: pobrecilla, estaba condenada a una muerte civil. Esta mujer anónima, en
medio de la multitud que sigue a Jesús, se dice a sí misma: “Si logro tan solo
tocarle sus vestidos, seré salvada” (v.28). Y así fue: la necesidad de
ser liberada la empuja a osar y la fe “arranca”, por así decir, al Señor la
sanación. Quien cree “toca” a Jesús y espera de Él la Gracia que salva.
La fe es esto, tocar a Jesús y esperar de él la Gracia que salva, nos
salva, nos salva la vida espiritual, nos salva de tantos problemas. Jesús se da
cuenta y, en medio de la gente, busca el rostro de esa mujer. Ella se adelanta
temblando y Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado” (v.34). Es la voz del Padre
celeste que habla en Jesús: “¡Hija, no eres maldita, no eres excluida, eres mi
hija!” Cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando nosotros vamos a Él con
fe. Escuchamos esto del Padre: ‘hijo, tú eres mi hijo, tú eres mi hija, eres
salvado, eres salvada. Yo perdono a todos, todo, yo sano a todos y todo’.
Estos dos episodios
--una sanación y una resurrección-- tienen un único centro: la fe. El mensaje
es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos:
¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte? Todo el
Evangelio está escrito a la luz de esta fe: Jesús ha resucitado, ha vencido a
la muerte y por su victoria también nosotros resucitaremos. Esta fe, que para
los primeros cristianos era segura, puede nublarse y hacerse incierta, hasta el
punto que algunos confunden resurrección con reencarnación. La Palabra de Dios
de este domingo nos invita a vivir en la certeza de la resurrección: Jesús es
el Señor, tiene poder sobre el mal y sobre la muerte, y quiere llevarnos a la
casa del Padre, donde reina la vida. Y allí nos encontraremos todos, todos los
que estamos aquí en la plaza hoy, nos encontraremos en la Casa del Padre, en la
vida que Jesús nos dará.
La Resurrección de
Cristo actúa en la historia como principio de renovación y de esperanza. Quien
está desesperado y cansado hasta la muerte, si se encomienda a Jesús y a su
amor puede recomenzar a vivir. La fe es una fuerza de vida, da plenitud a
nuestra humanidad; y quien cree en Cristo se debe reconocer porque promueve la
vida en cada situación, para hacer experimentar a todos, especialmente a los
más débiles, el amor de Dios que libera y salva.
Pidamos al Señor,
por intercesión de la Virgen María, el don de una fe fuerte y valiente, que nos
empuja a ser difusores de esperanza y de vida entre nuestros hermanos.
Al finalizar el ángelus, el Santo Padre ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos.
saludo en
particular a los participantes de la marcha “Una tierra, una familia humana”.
Animo la colaboración entre personas y asociaciones de diferentes religiones
para la promoción de una ecología integral. Doy las gracias a FOCSIV, OurVoices
y los otras organizaciones y deseo buen trabajo a los jóvenes de las distintas
localidades que en estos días debaten sobre el cuidado de la casa común.
Veo muchas
banderas bolivianas. Saludo cordialmente al grupo de bolivianos residentes en
Italia, que han traído hasta aquí algunas de las imágenes de la Virgen más
representativas de su país. La Virgen de Urkupiña, la Virgen de Copacabana y tantas
otras. La semana que viene estaré en vuestra patria. Que nuestra Madre del
cielo los proteja. Un saludo también para el grupo de jóvenes de Ibiza que se
preparan para recibir la Confirmación. Se lo ruego, recen por mí.
Saludo a las
Guías, es decir a las mujeres-scout. Son muy buenas estas mujeres, muy buenas,
y hacen mucho bien. Son las mujeres-scout que pertenecen a la Conferencia
Internacional Católica y las renuevo mi aliento. Merci beaucoup.
Saludo a los
fieles de Novoli, la coral polifónica de Augusta, los chicos de algunas
parroquias de la diócesis de Padua que han recibido la confirmación, los
“Abuelos de Sydney”, asociaciones de ancianos emigrantes en Australia aquí
reunidos con sus nietos, los niños de Chernobyl y las familias de Este y de
Ospedaletto que les acogen; los ciclistas y motociclistas procedentes de
Cardito y los amantes de coches antiguos.
Os deseo a todos
un feliz domingo y un buen almuerzo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
¡Hasta pronto!
29.06.15
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada