A los nuevos arzobispos: "Enseñad a rezar
rezando, anunciad la fe creyendo, dad testimonio con la vida"
Francisco: "La
Iglesia no es del Papa, de los obispos, de los sacerdotes, ni siquiera de los
fieles, es de Cristo”
El Papa recuerda las
"atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones" a cristianos en el
mundo
Jesús
Bastante, 29 de junio de 2015
Una Iglesia o un cristiano sin
testimonio es estéril, un muerto que cree estar vivo, un árbol seco
(Jesús Bastante).- Festividad de san Pedro y san Pablo, el día del
Papa. La mañana en que el Santo Padre solía imponer el palio a los nuevos
arzobispos. Hoy no ha sido así, aunque sí se han bendecido en una solemne
ceremonia en la que Francisco les ha recordado -entre ellos, a los españoles Cañizares,
Osoro, Morga y Jiménez Zamora- que "la Iglesia no es del Papa, de
los obispos, de los sacerdotes, ni siquiera de los fieles; es de Cristo",
y les ha pedido que su vida sea reflejo de su fe. "Enseñad a rezar
rezando, anunciad la fe creyendo, dad testimonio con la vida".
Francisco arrancó
su homilía recordando "las atroces, inhumanas e inexplicables
persecuciones, que desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes
del mundo, a menudo bajo la mirada y el silencio de todos", y
destacando "la valentía" de los apóstoles, "sin miedo a la
muerte y al martirio, en el contexto social del imperio pagano".
"La comunidad
de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en
pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido,
custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo", subrayó
Francisco, quien incidió en que "ninguna comunidad cristiana puede ir
adelante sin el apoyo de la oración perseverante, la oración que es el
encuentro con Dios, con Dios que nunca falla, con Dios fiel a su palabra, con Dios
que no abandona a sus hijos".
"Todo pasa,
solo Dios permanece", apuntó el Papa, quien recalcó que "la
Iglesia, fundada sobre Cristo, a través de tantas tempestades y a pesar de
nuestros muchos pecados, permanece fiel al depósito de la fe en el servicio,
porque la Iglesia no es de los Papas, de los obispos, de los sacerdotes y
tampoco de los fieles, es única y exclusivamente de Cristo".
Capaces de hacer
milagros: "Los creyentes en el nombre de Cristo han resucitado a
muertos, han curado enfermos, han amado a sus perseguidores, han demostrado
que no existe fuerza capaz de derrotar a quien tiene la fuerza de la fe",
apuntó Bergoglio.
El Papa pidió a
los nuevos arzobispos fe, testimonio y oración. "Una Iglesia o un
cristiano sin testimonio es estéril, un muerto que cree estar vivo, un
árbol seco que no da fruto, un pozo seco que no tiene agua. La Iglesia ha
vencido al mal gracias al testimonio valiente, concreto y humilde de sus
hijos", apuntó.
"Hoy, junto
con el palio, quisiera confiaros esta llamada a la oración, a la fe y al
testimonio", dijo el Papa a los nuevos arzobispos, reclamándoles ser
"hombres de oración, maestros de oración (...); hombres de fe,
maestros de fe, que enseñéis a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes
que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo (...); hombres de
testimonio", pues "no hay testimonio sin una vida coherente".
"Hoy no se
necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes,
testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones
rugientes ni ante las potencias de este mundo", concluyó el Papa, quien
agradeció la presencia de la delegación del Patriarcado Ecuménico de
Constantinopla, y resumió en una frase sencilla y potente: "Enseñad a
rezar rezando, anunciad la fe creyendo, dad testimonio con la vida".
La lectura tomada
de los Hechos de los Apóstoles nos habla de la primera comunidad cristiana
acosada por la persecución. Una comunidad duramente perseguida por Herodes que
«hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan» y «decidió detener a
Pedro... Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel» (12,2-4).
Sin embargo, no quisiera detenerme en las atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones, que desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes del mundo, a menudo bajo la mirada y el silencio de todos. En cambio, hoy quisiera venerar la valentía de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana, la valentía para llevar adelante la obra de la evangelización, sin miedo a la muerte y al martirio, en el contexto social del imperio pagano; venerar su vida cristiana que para nosotros creyentes de hoy constituye una fuerte llamada a la oración, a la fe y al testimonio.
Una llamada a la oración. La comunidad era una Iglesia en oración: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y si pensamos en Roma, las catacumbas no eran lugares donde huir de las persecuciones sino, sobre todo, lugares de oración, donde santificar el domingo y elevar, desde el seno de la tierra, una adoración a Dios que no olvida nunca a sus hijos.
La comunidad de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido, custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo.
Y sigue la primera
lectura: «Estaba Pedro durmiendo... Los centinelas hacían guardia a la puerta
de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la
celda. Tocó a Pedro en el hombro... Las cadenas se le cayeron de las manos»
(Hch 12,6-7).
¿Pensamos en cuántas veces ha escuchado el Señor nuestra oración enviándonos un Ángel? Ese Ángel que inesperadamente nos sale al encuentro para sacarnos de situaciones complicadas, para arrancarnos del poder de la muerte y del maligno, para indicarnos el camino cuando nos extraviamos, para volver a encender en nosotros la llama de la esperanza, para hacernos una caricia, para consolar nuestro corazón destrozado, para despertarnos del sueño existencial, o simplemente para decirnos: «No estás solo».
¡Cuántos ángeles pone el Señor en nuestro camino! Pero nosotros, por miedo, incredulidad o incluso por euforia, los dejamos fuera, como le sucedió a Pedro cuando llamó a la puerta de una casa y una sirvienta llamada Rosa, al reconocer su voz, se alegró tanto, que no le abrió la puerta (cf. Hch 12,13-14).
Ninguna comunidad cristiana puede ir adelante sin el apoyo de la oración perseverante, la oración que es el encuentro con Dios, con Dios que nunca falla, con Dios fiel a su palabra, con Dios que no abandona a sus hijos. Jesús se preguntaba: «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?» (Lc 18,7). En la oración, el creyente expresa su fe, su confianza, y Dios expresa su cercanía, también mediante el don de los Ángeles, sus mensajeros.
Una llamada a la
fe. En la segunda lectura, San Pablo escribe a Timoteo: «Pero el Señor me ayudó
y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje... Él me libró de la boca del
león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su
reino del cielo» (2 Tm 4,17-18). Dios no saca a sus hijos del mundo o del mal,
sino que les da fuerza para vencerlos. Solamente quien cree puede decir de
verdad: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23,1).
Cuántas fuerzas, a lo largo de la historia, ha intentado -y siguen intentando- acabar con la Iglesia, desde fuera y desde dentro, pero todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda, inexplicablemente a salvo para que, como dice san Pablo, pueda aclamar: «A Él la gloria por los siglos de los siglos» (2 Tm 4,18).
Todo pasa, solo Dios permanece. Han pasado reinos, pueblos, culturas, naciones, ideologías, potencias, pero la Iglesia, fundada sobre Cristo, a través de tantas tempestades y a pesar de nuestros muchos pecados, permanece fiel al depósito de la fe en el servicio, porque la Iglesia no es de los Papas, de los obispos, de los sacerdotes y tampoco de los fieles, es única y exclusivamente de Cristo. Solo quien vive en Cristo promueve y defiende a la Iglesia con la santidad de vida, a ejemplo de Pedro y Pablo.
Los creyentes en el nombre de Cristo han resucitado a muertos, han curado enfermos, han amado a sus perseguidores, han demostrado que no existe fuerza capaz de derrotar a quien tiene la fuerza de la fe.
Una llamada al testimonio. Pedro y Pablo, como todos los Apóstoles deCristo que en su vida terrena han hecho fecunda a la Iglesia con su sangre, han bebido el cáliz del Señor, y se han hecho amigos de Dios.
Pablo, con un tono conmovedor, escribe a Timoteo: « Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida» (2 Tm 4,6-8).
Una Iglesia o un cristiano sin testimonio es estéril, un muerto que cree estar vivo, un árbol seco que no da fruto, un pozo seco que no tiene agua. La Iglesia ha vencido al mal gracias al testimonio valiente, concreto y humilde de sus hijos. Ha vencido al mal gracias a la proclamación convencida de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo», y a la promesa eterna de Jesús (cf. Mt 16,13-18).
Queridos Arzobispos, el palio que hoy recibís es un signo que representa la oveja que el pastor lleva sobre sus hombros como Cristo, Buen Pastor, y por tanto es un símbolo de vuestra tarea pastoral, es un «signo litúrgico de la comunión que une a la Sede de Pedro y su Sucesor con los metropolitanos y, a través de ellos, con los demás obispos del mundo» (Benedicto XVI, Angelus, 29 junio 2005).
Hoy, junto con el palio, quisiera confiaros esta llamada a la oración, a la fe y al testimonio.
La Iglesia os quiere hombres de oración, maestros de oración, que enseñéis al pueblo que os ha sido confiado por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas. También vosotros sed ángeles y mensajeros de caridad para los más necesitados.
La Iglesia os quiere hombres de fe, maestros de fe, que enseñéis a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo. Ningún Herodes es capaz de apagar la luz de la esperanza, de la fe y de la caridad de quien cree en Cristo.
La Iglesia os quiere hombres de testimonio. Decía san Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras (cf. Fuentes franciscanas, 43). No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo, a ejemplo de Pedro y Pablo y de tantos otros testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia, testigos que, aun perteneciendo a diversas confesiones cristianas, han contribuido a manifestar y a hacer crecer el único Cuerpo de Cristo. Me complace subrayarlo en la presencia -que siempre acogemos con mucho agrado- de la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el querido hermano Bartolomé I.
Es muy sencillo: porque el testimonio más eficaz y más auténtico consisteen no contradecir con el comportamiento y con la vida lo que se predica con la palabra y lo que se enseña a los otros.
Enseñad a rezar rezando, anunciad la fe creyendo, dad testimonio con la vida.
"Enseñar rezando, anunciar la fe creyendo, dar testimonio
viviendo"
El papa Francisco en la festividad de san Pedro y
san Pablo recuerda que han pasado reinos, pueblos, culturas, naciones,
ideologías, potencias, pero la Iglesia, fundada sobre Cristo permanece
fiel al depósito de la fe. Texto completo de la homilía
Ciudad del
Vaticano, 29 de junio de 2015 (ZENIT.org)
1. En la solemnidad de los santos
apóstoles Pedro y Pablo, el papa Francisco presidió los ritos en la basílica de
San Pedro, bejdijo los palios para los 46 arzobispos metropolitanos nombrados
durante el año. El mismo será impuesto a cada arzobispo por el
nuncio apostólico o representante pontificio en la respectiva sede
metropolitana.
2. El Papa presidió la misa con los nuevos
arzobispos metropolitanos. Y como es habitual en la fiesta de los apostoles
Pedro y Pablo, estuvo presente una delegación del Patriarcado ecuménico de
Constatinopla
3. enviada por su santidad Bartolomé I, guiada
por su eminencia Ioannis Zizioulas, metropolita de Pergamo; acompañado
de su eminencia Maximos, metropolita de Silyvria; y del
padre Heikki Huttunen, de la Iglesia Ortodoxa de Finlandia.
4. La misa fue acompañada con la polifonía del Coro
pontificio de la capilla sixtina, que cantó junto al coro anglicano del New
College de Oxoford.
5. Tras la lectura del Evangelio el papa pronunció la
homilía que reproducimos textualmente a continuación.
La lectura tomada
de los Hechos de los Apóstoles nos habla de la primera comunidad cristiana
acosada por la persecución. Una comunidad duramente perseguida por Herodes que
«hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan» y «decidió detener a
Pedro... Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel» (12,2-4).
Sin embargo, no
quisiera detenerme en las atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones, que
desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes del mundo, a menudo bajo
la mirada y el silencio de todos. En cambio, hoy quisiera venerar la valentía
de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana, la valentía para llevar
adelante la obra de la evangelización, sin miedo a la muerte y al martirio, en
el contexto social del imperio pagano; venerar su vida cristiana que para
nosotros creyentes de hoy constituye una fuerte llamada a la oración, a la fe y
al testimonio.
Una llamada a la
oración, la comunidad era una Iglesia en oración: «Mientras Pedro estaba en la
cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch
12,5). Y si pensamos en Roma, las catacumbas no eran lugares donde huir de
las persecuciones sino, sobre todo, lugares de oración, donde santificar el
domingo y elevar, desde el seno de la tierra, una adoración a Dios que no
olvida nunca a sus hijos.
La comunidad de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido, custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo.
La comunidad de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido, custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo.
Y sigue la primera lectura: «Estaba Pedro durmiendo...
Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó
el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro... Las
cadenas se le cayeron de las manos» (Hch 12,6-7).
¿Pensamos en cuántas veces ha escuchado el Señor nuestra oración enviándonos un Ángel? Ese Ángel que inesperadamente nos sale al encuentro para sacarnos de situaciones complicadas, para arrancarnos del poder de la muerte y del maligno, para indicarnos el camino cuando nos extraviamos, para volver a encender en nosotros la llama de la esperanza, para hacernos una caricia, para consolar nuestro corazón destrozado, para despertarnos del sueño existencial, o simplemente para decirnos: «No estás solo».
¡Cuántos ángeles pone el Señor en nuestro camino! Pero
nosotros, por miedo, incredulidad o incluso por euforia, los dejamos fuera,
como le sucedió a Pedro cuando llamó a la puerta de una casa y una sirvienta
llamada Rosa, al reconocer su voz, se alegró tanto, que no le abrió la puerta.
Ninguna comunidad
cristiana puede ir adelante sin el apoyo de la oración perseverante, la oración
que es el encuentro con Dios, con Dios que nunca falla, con Dios fiel a su
palabra, con Dios que no abandona a sus hijos. Jesús se preguntaba: «Dios, ¿no
hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?» (Lc 18,7). En
la oración, el creyente expresa su fe, su confianza, y Dios expresa su
cercanía, también mediante el don de los Ángeles, sus mensajeros.
La segunda lectura es nna llamada a la fe. En la
segunda lectura, San Pablo escribe a Timoteo: «Pero el Señor me ayudó y me dio
fuerzas para anunciar íntegro el mensaje... Él me libró de la boca del león. El
Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del
cielo» (2 Tm 4,17-18). Dios no saca a sus hijos del mundo o del mal,
sino que les da fuerza para vencerlos. Solamente quien cree puede decir de
verdad: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23,1).
Cuántas fuerzas, a lo largo de la historia, ha
intentado –y siguen intentando– acabar con la Iglesia, desde fuera y desde
dentro, pero todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda,
inexplicablemente a salvo para que, como dice san Pablo, pueda aclamar: «A Él
la gloria por los siglos de los siglos» (2 Tm 4,18).
Todo pasa, solo Dios permanece. Han pasado reinos,
pueblos, culturas, naciones, ideologías, potencias, pero la Iglesia, fundada
sobre Cristo, a través de tantas tempestades y a pesar de nuestros muchos
pecados, permanece fiel al depósito de la fe en el servicio, porque la Iglesia
no es de los Papas, de los obispos, de los sacerdotes y tampoco de los fieles,
es única y exclusivamente de Cristo. Solo quien vive en Cristo promueve y
defiende a la Iglesia con la santidad de vida, a ejemplo de Pedro y Pablo.
Los creyentes en el nombre de Cristo han resucitado a
muertos, han curado enfermos, han amado a sus perseguidores, han demostrado que
no existe fuerza capaz de derrotar a quien tiene la fuerza de la fe.
Y finalmente, una
llamada al testimonio. Pedro y Pablo, como todos los Apóstoles de Cristo que en
su vida terrena han hecho fecunda a la Iglesia con su sangre, han bebido el
cáliz del Señor, y se han hecho amigos de Dios.
Pablo, con un tono conmovedor, escribe a Timoteo: « Yo
estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He
combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora
me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en
aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su
manifestación».
Una Iglesia o un cristiano sin testimonio es estéril,
un muerto que cree estar vivo, un árbol seco que no da fruto, un pozo seco que
no tiene agua. La Iglesia ha vencido al mal gracias al testimonio valiente,
concreto y humilde de sus hijos. Ha vencido al mal gracias a la proclamación
convencida de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo», y a la promesa
eterna de Jesús (cf. Mt 16,13-18).
Queridos Arzobispos, que hoy reciben el palio,
éste es un signo que representa la oveja que el pastor lleva sobre sus
hombros como Cristo, Buen Pastor, y por tanto es un símbolo de vuestra tarea
pastoral, es un «signo litúrgico de la comunión que une a la Sede de Pedro y su
Sucesor con los metropolitanos y a través de ellos, con los demás obispos
del mundo».
Hoy, junto con el palio, quisiera confiaros esta
llamada a la oración, a la fe y al testimonio. La Iglesia os quiere hombres de
oración, maestros de oración, que enseñéis al pueblo que os ha sido confiado
por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y
fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para
salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas.
También vosotros sed ángeles y mensajeros de caridad para los más necesitados.
La Iglesia os quiere hombres de fe, maestros de fe,
que enseñéis a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los
afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo. Ningún Herodes es capaz de
apagar la luz de la esperanza, de la fe y de la caridad de quien cree en
Cristo.
La Iglesia os quiere hombres de testimonio. Decía san
Francisco a sus hermanos: Predicad siempre el Evangelio y, si fuera
necesario, también con las palabras (cf. Fuentes franciscanas, 43).
No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros,
sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se
avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante
las potencias de este mundo, a ejemplo de Pedro y Pablo y de tantos otros
testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia, testigos que, aun perteneciendo
a diversas confesiones cristianas, han contribuido a manifestar y a hacer
crecer el único Cuerpo de Cristo. Me complace subrayarlo en la presencia –que
siempre acogemos con mucho agrado– de la Delegación del Patriarcado Ecuménico
de Constantinopla, enviada por el querido hermano Bartolomé I.
Es muy sencillo: porque el testimonio más eficaz y más
auténtico consiste en no contradecir con el comportamiento y con la vida lo que
se predica con la palabra y lo que se enseña a los otros. Enseñad a rezar
rezando, anunciad la fe creyendo, dad testimonio con la vida.
30.06.15
El
Papa: la declaración conciliar 'Nostra Aetate' es un no al antisemitismo
Durante una audiencia al International Council of
Christians and Jews, Francisco dijo que confesamos, aunque con
diferentes perspectivas, el mismo Dios, Creador del universo y Señor de la
historia
Ciudad del
Vaticano, 30 de junio de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco recibió este martes a los
participantes en el congreso internacional promovido por el International
Council of Christians and Jews (Consejo Internacional de cristianos y
judíos), que se está celebrando en Roma del 28 junio al 1 de julio, a quienes
mostró su alegría por que hubieran elegido la capital italiana para este evento
dedicado al 50 aniversario de la declaración Nostra Aetate.
En esta ciudad --recordó el Santo Padre-- están
enterrados los apóstoles Pedro y Pablo, que para los cristianos son puntos de
referencia esenciales y pilares de la Iglesia, y también se encuentra la
comunidad judía más antigua de Europa occidental, cuyos orígenes se remontan a
los Macabeos. “Por lo tanto --observó-- cristianos y judíos viven juntos en
Roma desde hace casi dos mil años, aunque sus relaciones a lo largo de la
historia no hayan carecido de tensiones”.
El verdadero
diálogo fraternal se ha desarrollado, sin embargo, a partir del Concilio
Vaticano II, después de la promulgación de la declaración Nostra Aetate
que representa “el 'sí' definitivo a las raíces judías del cristianismo y el
'no' irrevocable al antisemitismo”, dijo el Pontífice. “Al celebrar el
quincuagésimo aniversario de Nostra Aetate, podemos constatar --añadió-- los
ricos frutos que ha producido y hacer con gratitud un balance del diálogo entre
judíos y católicos. Podemos expresar así nuestro agradecimiento a Dios por todo
lo bueno que se ha logrado en términos de amistad y de entendimiento mutuo en
los últimos cincuenta años, porque su Espíritu Santo ha acompañado nuestros
esfuerzos para el diálogo”.
“Nuestra humana
fragmentariedad, nuestra desconfianza y nuestro orgullo se han superado gracias
al Espíritu de Dios omnipotente, de tal forma que entre nosotros ha ido
creciendo siempre más confianza y fraternidad. Ya no somos más extraños, sino
amigos y hermanos. Confesamos, aunque con diferentes perspectivas, el mismo
Dios, Creador del universo y Señor de la historia. Y Él, en su infinita bondad
y sabiduría, siempre bendice nuestro compromiso con el diálogo”, reflexionó el
Papa durante su discurso en la Sala Clementina del Vaticano.
“Los cristianos,
todos los cristianos --subrayó Francisco-- tienen raíces judías. Por lo tanto,
desde su creación, el 'International Council of Christian and Jews' ha acogido
las diversas confesiones cristianas. Cada uno de ellas, en la forma que le es
propia, se acerca al judaísmo, que, a su vez, se caracteriza por diferentes
corrientes y sensibilidades”.
“Las
confesiones cristianas encuentran su unidad en Cristo; el Judaísmo
encuentra su unidad en la Torá. Los cristianos creen que Jesucristo es la
Palabra de Dios hecha carne en el mundo; para los judíos la Palabra de Dios
está presente principalmente en la Torá. Ambas tradiciones de fe tienen como
fundamento al único Dios, el Dios de la Alianza, que se revela a los hombres a
través de su Palabra. En la búsqueda de una actitud justa hacia Dios, los
cristianos se dirigen a Cristo como la fuente de vida nueva, los judíos a la
enseñanza de la Torá”, explicó el Obispo de Roma a las más de 250 personas
presentes durante la audiencia. “Este tipo de reflexión teológica sobre la
relación entre el judaísmo y el cristianismo comienza desde Nostra Aetate y,
sobre esta base sólida, puede y debe seguir desarrollándose”, prosiguió.
Por último, el
Pontífice agradeció a todos su presencia y les recordó que la cooperación de su
organización y la Iglesia católica fue avivada por la Comisión para las
relaciones religiosas con el judaísmo en 1974, entidad de la Santa Sede que
siempre sigue con gran interés las actividades del International Council of
Christians and Jews y que ofrece una aportación notable al diálogo entre
judíos y cristianos.
01.07.15
Francisco
muestra su cercanía al pueblo griego
Recuerda que la dignidad de la persona debe permanecer
en el centro de cualquier debate político. El domingo 5 de julio los
griegos deciden con un referéndum si quieren llegar a un acuerdo
económico con la Unión Europea
Ciudad del
Vaticano, 01 de julio de 2015 (ZENIT.org)
“El Santo Padre desea que todo el pueblo heleno sienta
su cercanía, sobre todo las familias duramente probadas por una crisis humana y
social tan compleja como dura”. Así se puede leer en un comunicado distribuido
este miércoles por la oficina de prensa de la Santa Sede. Tal y como se indica,
“las noticias procedentes de Grecia preocupan por la situación social y
económica del país”.
Asimismo, en el comunicado se afirma que “la
dignidad de la persona debe permanecer en el centro de cualquier debate
político y técnico así como a la hora de tomar decisiones
responsables. Finalmente, el papa Francisco “invita a todos los fieles a
rezar por el bien del amado pueblo griego”.
En los últimos días, la crisis en negociaciones sobre
la deuda entre Unión Europea y Grecia se ha intensificado. El Eurogrupo ha
recibido una carta del primer ministro Griego, Alexis Tsipras. El diario
británico Financial Times ha tenido acceso a la misiva en la que el
Gobierno heleno acepta las condiciones de la última propuesta de las
Instituciones solicitando a cambio apenas unas modificaciones.
La crisis de Grecia inicia oficialmente a finales del
2009, cuando el entonces nuevo primer ministro George Papandreou reveló
que los balances enviados por los gobiernos anteriores a la Unión Europea para
entrar en la zona Euro, habían sido falsificados.
La Unión Europea
ha dado desde entonces dos rescates, en el 2010 y en el 2011, de 110.000
millones y 130.000 millones de euros respectivamente, pero ha pedido que
el déficit fiscal se reduzca, o sea, que el actual gasto público que
es del 198 por ciento del Producto Interior Bruto se disminuya
al 120 por ciento hasta el año 2020.
La población
griega es de poco menos de 12 millones de habitantes, el PIB anual de unos
210.000 millones de euros, y el pro cápite (PPA) es de casi 22 mil euros.
Este viernes el
gobierno del primer ministro Alexis Tsipras ha convocado un referédum para
saber si la gente quiere salir del euro o quedarse, y precisó que respetará la
voluntad del electorado.
02.07.15
El Papa envía un mensaje por el funeral del Patriarca de Cilicia de los
Armenios
Francisco conserva en el corazón el recuerdo
del encuentro que tuvieron cuando conmemoró a las víctimas de Metz
Yegern y proclamó a San Gregorio de Narek como doctor de la Iglesia
Ciudad del
Vaticano, 02 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El Patriarca católico de Cilicia de los Armenios,
recientemente fallecido, “hizo que el sufrimiento del pueblo armenio durante su
historia se convirtiera en una acción de gracias a Dios considerando el ejemplo
de los mártires y de los testigos". Así lo asegura el papa Francisco
en un mensaje enviado miércoles con motivo de las exequias de Su Beatitud
Nersès Bédros XIX Tarmouni.
El Santo Padre añade que Nersès Bédros XIX,
obtuvo de Dios "el bálsamo del consuelo y la reconciliación, el único que
puede curar las heridas más profundas de las almas y de los pueblos”. Y,
recuerda que , pudo regocijarse con todo el pueblo armenio “por la
elevación de San Gregorio de Narek al título luminoso de Doctor de la
Iglesia”.
El Patriarca falleció el pasado 25 y el funeral se ha
celebrado en la catedral de san Gregorio y San Elías en Beirut (Líbano). El
mensaje del Santo Padre dirigido al obispo Grégoire Ghabroyan, administrador
del Patriarcado de Cilicia de los Armenios, fue leído durante la ceremonia
fúnebre por el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las
Iglesias Orientales.
Su Beatitud
--explica Francisco en su mensaje-- deseaba que la influencia espiritual de San
Gregorio de Narek fuera un ejemplo para los pastores y los fieles, convencido
de que en este santo “todo el mundo puede experimentar las maravillas que el
Señor es capaz de lograr en el corazón que se abre a Él en la simplicidad y la
humildad diaria, siendo al mismo tiempo solidario con el drama de la humanidad
mediante una intercesión sin tregua”.
Además, en el
texto, el Papa reconoce que con gran tristeza recibió la noticia del
fallecimiento de “nuestro querido hermano en Cristo, Su Beatitud Nerses Bedros
XIX Tarmouni, Patriarca de Cilicia de los Armenios Cilicia”. Asimismo,
Francisco asegura guardar en el corazón el recuerdo de su encuentro con él,
acompañado por los obispos del Sínodo y los fieles de esta Iglesia Patriarcal,
“con motivo de la conmemoración de las víctimas de Metz Yegern y de la
proclamación de San Gregorio de Narek, a Doctor de la Iglesia Universal”.
Al respecto,
indica que “estos acontecimientos vividos al lado de las reliquias del apóstol
San Pedro es como si hubieran jalonado el recorrido fiel de vuestro ''Caput y
Pater'' revelando algunos aspectos característicos de su persona”.
Por otro lado, el
Pontífice recuerda en su mensaje que el Patriarca estaba, ante todo,
“profundamente arraigado en la Roca que es Cristo”. Pensaba --añade-- que
el tesoro más grande que el obispo está llamado a administrar es la fe
procedente de la predicación apostólica. Y por ello, Francisco subraya que “Su
Beatitud se entregó generosamente a su difusión, en particular favoreciendo la
promoción permanente del clero para que, incluso en contextos difíciles, los
ministros de Dios renovasen su adhesión a Cristo, única esperanza y consuelo de
la humanidad”.
Para concluir, el
Pontífice invita a recoger la herencia que dejó el Patriarca Nerses e
implora al Espíritu Santo "que siga renovando la faz de la Iglesia
Católica Armenia”.
03.07.15
Texto completo del discurso del Papa a la Renovación en el Espíritu
Francisco
invita a la unidad en la diversidad y en la verdad, que es el mismo Jesús
Ciudad del
Vaticano, 03 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Queridos
hermanos y hermanas, buenas tardes y bienvenidos.
También el agua sea bienvenida, porque la hizo el
Señor. Aprecio tanto la respuesta que han dado a mi invitación que les hice en
el mes de enero pasado para venir aquí en la plaza de San Pedro.
Gracias por esta entusiasta y calurosa respuesta. El
año pasado en el estadio compartí con los presentes algunas reflexiones que me
gustaría recordar hoy, porque siempre es importante recordar. La memoria. La
identidad de movimiento carismático católico, de la cual nació la asociación
Renovación en el Espíritu. Lo haré con las palabras del cardenal Leon joseph
Suenens, gran protector de la Renovación carismática, así como lo describe en
el segundo libro de sus memorias.
En primer lugar en este libro recuerda la
extraordinaria figura de una mujer, que tanto hizo por el movimiento
carismático. Era su colaboradora que tenía la confianza y afecto del papa Pablo
VI. Me refiero a Veronica O'brien, que le pidió al cardenal que vaya a Estados
Unidos para ver que es lo que estaba sucediendo, para ver con sus ojos lo que
consideraba obra del Espíritu Santo.
Fue entonces que el cardenal Suenens conoció la
renovación carismática que definió “un flujo de gracia”, y fue la persona clave
para mantenerlo en la Iglesia.
El papa Pablo VI
en la misa del lunes de Pentecostés de 1965 le agradeció con estas palabras:
“En nombre del Señor le agradezco por haber llevado a la Renovación Carismática
al corazón de la Iglesia”. No es una novedad de algunos años atrás. El
movimiento carismático en la Iglesia tiene esta larga historia, y en la homilía
de esa misma misa el cardenal dijo: “Pueda el movimiento carismático
desaparecerse como tal y volverse en una gracia pentecostal para toda la
Iglesia”. Para ser fiel a sus orígenes el río tiene que perderse en el océano,
tiene que perderse en el océano.
Si el río se queda
quieto se corrompe. Si la Renovación, esta corriente de gracia no termina en el
océano de Dios, en el amor de Dios, trabaja para sí misma. Y esto no es de
Jesucristo, esto es del maligno, del padre de la mentira.
La Renovación
viene de Dios y va a Dios. El papa Pablo VI bendijo esto. El cardenal siguió
indicando que el primer error que es necesario evitar es el de incluir a la
Renovación carismática en la categoría de movimiento, porque no es un
movimiento especial. Renovación no es un movimiento en el sentido sociológico
común, no tiene fundadores, no es homogéneo e incluye a una gran variedad de
realidades, es una corriente de gracia, un soplo renovado del Espíritu Santo a
todos los miembros de la Iglesia, también para laicos, religiosos y obispos.
Es un desafío para
todos nosotros. Uno no hace parte de la Renovación, mas bien la Renovación se
vuelve parte de nosotros si recibimos la gracia que nos ofrece. El cardenal
Suenens habla de la obra soberana del Espíritu que sin fundadores humanos
suscitó esta corriente de gracia en 1967. Hombres y mujeres renovados que
después de haber recibido la gracia del bautismo en el Espíritu, como fruto de
esta gracia, han dado vida a asociaciones, comunidades de alianza, escuelas de
formación, escuelas de evangelización, congregaciones religiosas, comunidades
ecuménicas, comunidades para ayudar a los necesitados y los pobres.
Yo mismo he ido a
la una comunidad coreana en mi viaje y también les visité en las Filipinas.
Esta corriente de gracia tiene dos organismos internacionales reconocidos por
la Santa Sede, que están a su servicio y al servicio de todas sus expresiones
en el mundo, el Iccrs y la Fraternidad católica. Esta es un poco la historia,
la raíz.
En el Estadio el
año pasado, hablé de la unidad en la diversidad, he dado el ejemplo de la
orquesta. En la Evangelii Gaudium, he hablado de la esfera y del poliedro. No
basta hablar de unidad, no es una unidad cualquiera, no es una uniformidad.
Dicho así se puede entender como la unidad de una esfera en donde todos los
puntos son equidistantes del centro y no hay diferencias entre un punto y otro.
El modelo es el poliedro que demuestra la confluencia de todas las partes que
en este mantienen su originalidad. Estos son los carismas, en la unidad, pero
en la propia diversidad. Unidad en la diversidad, la distinción es importante
porque estamos hablando de la obra del Espíritu Santo, no de la nuestra. Unidad
en la diversidad de expresión, de todas las realidades que el Espíritu Santo ha
querido manifestar. También es necesario recordar que toda esta unidad es más
que la parte y la parte no se puede atribuir ser el todo.
No se puede decir
nosotros somos la corriente denominada Movimiento Carismático Católico, ustedes
no. Esto no se puede decir, por favor hermanos esto no es así, no viene del
Espíritu, porque el Espíritu Santo sopla donde quiere, cuando quiere, y como
quiere. Unidad en la diversidad y en la verdad, que es el mismo Jesús.
¿Cuál es el signo
común de quienes han renacido de esta corriente de gracia?, convertirse en
hombres y mujeres nuevos, este es el bautismo en el Espíritu. Les pido que lean
Juan 3, versículos 7,8 Jesús a Nicodemo.
Hay otro punto que
es muy importante esclarecer en esta corriente de gracia, los que guían. Existe
hermanos y hermanas, una gran tentación para el líder. Lo repito, prefiero el
término servidor, sirven, y esta tentación para los servidores viene del
demonio. Es la tentación de creerse indispensables, cualquiera sea el cargo. El
demonio los lleva a querer ser quienes mandan, quienes están en el centro. Y
así, así, paso a paso, se resbalan en el autoritarismo, en el personalismo, y
no dejan vivir a las comunidades renovadas en el Espíritu. Estas tentaciones
hacen que sea la eterna en la que ellos se consideran insustituibles, posición
que siempre tiene alguna forma de poder o de dominio sobre los otros. Tengamos
ésto claro. Lo único insustituible es el Espíritu Santo y Jesús es el único
Señor. Les pregunto, ¿Quién es el único insustituible en la Iglesia?, es el
Espíritu Santo. ¿Y quién es el único Señor? (el público responde: Jesús).
Digamos que Jesús es el Señor, fuerte... (el público: Jesús es el Señor) No hay
otros. En este sentido se registraron casos tristes, hay que poner un tiempo
limitado a los encargos, que en realidad son servicios. Un servicio importante
de los líderes laicos es hacer crecer y madurar espiritualmente y pastoralmente
a quienes tomarán su cargo al terminar su servicio. Todos los servicios en la
Iglesia es conveniente que tengan un vencimiento. No hay líderes vitalicios en
la Iglesia, esto sucede en algunos países donde existe la dictadura. “Aprendan
de mi que soy manso y humilde de Corazón”, dice Jesús.
Esta tentación del
diablo hace pasar de servidor a patrón, uno se apropia de esa comunidad, de ese
grupo. Esa tentación hace resbalar hacia la vanidad. Hay tanta gente, lo hemos
escuchado, estos dos testimonios, el del matrimonio, el de Hugo. Cuantas
tentaciones llevan a hacer sufrir a una comunidad y limitan hacer el bien, y se
vuelven una organización, como si fueran una ONG. El poder nos lleva, disculpen
si lo digo, cuantos líderes se hinchan como pavos, y el poder lleva a la
vanidad. Uno se siente capaz de hacer cualquier cosa, se puede resbalar en los
negocios, porque el diablo siempre entra por las billeteras, esta es la puerta
de entrada.
Otra cosa son los
fundadores que han recibido del Espíritu Santo el carisma de fundación. Ellos
por haberlo recibido tienen la obligación de cuidarlo, de hacerlo madurar, en
sus comunidades, asociaciones. Los fundadores son por la vida, o sea quienes
inspiran y dan la inspiración, pero dejan que las cosas vayan adelante. Conocí
en Buenos Aires a un buen fundador, que a un cierto punto se volvió
espontáneamente el asesor, y dejaba que los líderes fueran los otros. Esta
corriente de gracia nos lleva hacia adelante, en un camino de Iglesia que en
Italia ha dado mucho fruto. Les animo a ir hacia adelante, y pido vuestra
importante contribución, en particular para compartir con todos en la Iglesia
el bautismo que han recibido.
Si han vivido esta
experiencia, compártanla en la Iglesia y este es el servicio más importante que
se pueda dar a todos en la Iglesia. Ayudar al pueblo de Dios al encuentro
personal con Jesucristo, que nos cambia en hombres y mujeres nuevos. En
pequeños grupos humildes pero eficaces, porque es el Espíritu el que opera. No
apuntar tanto a las grandes concentraciones que terminan allí, sino a las
relaciones artesanales que derivan del testimonio cotidiano en la familia, en
el trabajo, en la vida social, en la parroquia, con los grupos de oración, con
todos, con todos.
Y aquí les pido
que tomen la iniciativa para crear lazos de amistad y de confianza con los
obispos, quienes tienen la responsabilidad pastoral de guiar al cuerpo de
Cristo, incluido a la Renovación carismática. Comiencen a tomar las iniciativas
necesarias para que todas las realidades carismáticas italianas nacidas de la
corriente de gracia puedan vincularse con estas relaciones de confianza y de
cooperación directamente con los obispos allí donde se encuentran.
Hay otro signo
fuerte del Espíritu en la Renovación carismática: la búsqueda de la unidad del
cuerpo de Cristo. Porque los carismáticos tienen una gracia especial para rezar
y trabajar en favor de la unidad de los cristianos. Porque la corriente de
gracia cruza a todas las Iglesias cristianas. La unidad de los cristianos es
obra del Espíritu Santo, y tenemos que rezar juntos. El ecumenismo espiritual,
el ecumenismo de la oración.
Pero padre, ¿yo
puedo rezar con un evangélico, con un ortodoxo, con un luterano? ¡Debes,
debes!, porque han recibido el mismo bautismo. Todos nosotros hemos recibido el
mismo bautismo. Todos nosotros hemos recibido al mismo bautismo. Todos nosotros
vamos en el camino de Jesús. Todos nosotros queremos a Jesús. Nosotros hemos
hecho estas divisiones en la historia. Por tantos motivos, pero no buenos, pero
ahora es el tiempo en el que el Espíritu nos hace pensar que estas divisiones
no van, que estas divisiones son un anti-testimono, para ir juntos.
El ecumenismo
espiritual, el ecumenismo de la oración, el ecumenismo del trabajo, de la
caridad juntos, de la lectura de la Biblia juntos. Ir juntos hacia la unidad.
¿Pero padre, para
esto tenemos que firmar un documento? ¡Déjate ir adelante con el Espíritu
Santo!, reza, trabaja, ama, comparte y después el Espíritu hará el resto. Esta
corriente de gracia cruza a todas las confesiones cristianas, a todas las que
creen en Cristo. Unidad antes de todo en la oración. El trabajo por la unidad
de los cristianos comienza con la oración. Rezar juntos. Unidad porque la
sangre de los mártires de hoy nos hace uno.
Está el ecumenismo
de la sangre. Sabemos que aquellos que odian a Jesucristo, cuando asesinan a un
cristiano no le preguntan ¿Tú eres luterano, ortodoxo, evangélico, bautista, metodista?
¡Tú eres cristiano! Y le cortan la cabeza. Estos no confunden, saben que hay
una raíz allí, que nos da la vida a todos y que es Jesucristo, y que está el
Espíritu Santo que nos lleva a la unidad.
Quienes odian a
Jesucristo, guiados por el maligno no se equivocan, saben. Por ello asesinan
sin hacer preguntas. Y esto es algo que les confío. Quizás les conté esto, es
una historia verdadera. En una ciudad de Alemania, en Hamburgo, había un
párroco que estudiaba los documentos para llevar hacia adelante la causa de
beatificación de un sacerdote asesinado, guillotinado por el nazismo, por haber
hecho catecismo a los niños.
Y mientras
estudiaba descubrió que después de él fue guillotinado, cinco minutos después,
un pastor luterano por el mismo motivo, y la sangre de los dos se mezcló. Ambos
fueron mártires, es el ecumenismo de la sangre. Si el enemigo nos une en la muerte,
¿quienes somos nosotros para dividirnos en la vida? Dejemos entrar al Espíritu
para ir adelante todos juntos.
Pero hay
diferencias. Dejémoslas de lado y caminemos con lo que tenemos en común, que es
mucho, la Santísima Trinidad y el Bautismo, y vamos adelante con la fuerza del
Espíritu Santo.
Pocos meses atrás,
esos 23 egipcios coptos que fueron degollados en una playa de Libia, en ese
momento decían el nombre de Jesús. Estos...
-pero no, no son católicos.
-pero no, no son católicos.
-Son cristianos, son hermanos, son nuestros mártires. Es el ecumenismo de la sangre. Hace cincuenta años el beato Pablo VI en la canonización de los jóvenes de Uganda hizo referencia que por el mismo motivo habían derramado su sangre sus hermanos catequistas anglicanos, que eran cristianos, y eran mártires. Disculpen y no se escandalicen, son nuestros mártires porque han dado la vida por Cristo, y esto es el ecumenismo de la sangre.
Rezar, la memoria
de nuestros mártires comunes, unidad en el trabajo junto por los pobres y
necesitados que necesitan también el bautismo en el Espíritu Santo, sería
hermoso organizar seminarios de vida en el Espíritu junto a otras realidades
carismáticas cristianas, con los hermanos y hermanas que viven por la calle.
También ellos tienen el Espíritu por dentro que empuja para que alguien les
abra la puerta desde fuera.
Terminó la
lluvia, parece, terminó el calor. El Señor es bueno, nos dio primero el calor,
después una buena ducha y está con nosotros. Dejemos que nos guíe el Espíritu
Santo, esta corriente de gracia que busca siempre la unidad. Nadie es el
patrón. Un solo Señor, ¿quién es? (el público: Jesús) Jesús es el Señor. Les
recuerdo, que la renovación carismática es una gracia para toda la Iglesia. ¿De
acuerdo? Si alguien no está de acuerdo que levante la mano. De acuerdo. La
unidad en la diversidad del Espíritu, no cualquier unidad, la esfera y el
poliedro, acuérdense bien de esto. La experiencia común del bautismo del
Espíritu Santo es el vínculo fraterno y directo con el obispo diocesano, porque
el todo es más que la parte. Después, unidad del cuerpo de Cristo, rezar junto
con los otros cristianos, trabajar juntos con los otros cristianos por los
pobres y necesitados, porque todos hemos tenido el mismo bautismo.
Organizar
seminarios de vida en el Espíritu para los hermanos que viven por la calle y
por los hermanos marginados por tantos sufrimientos de la vida. Me permito de
recordar el testimonio de Hugo, el Señor lo ha llamado justamente porque el
Espíritu Santo le hizo la alegría de seguir a Jesús. Organizar seminarios del
Espíritu Santo para los que viven por la calle. Y después si el Señor nos da
vida les espero a todos juntos en el Iccrs y en la Fraternidad católica que ya
están organizando. A todos quienes quieran venir en el 2017. No es tan lejos.
Aquí en la plaza de San Pedro para celebrar el jubileo de oro de esta corriente
de gracia. Una oportunidad para la Iglesia como dijo el beato Pablo VI en la
basílica de San Pedro en 1965. Nos reuniremos para dar gracias al Espíritu
Santo por el don de esta corriente de gracia que es para la Iglesia y para el
mundo. Y para celebrar las maravillas que el Espíritu Santo ha hecho durante
estos 50 años cambiando la vida de millones de cristianos. Nuevamente gracias
por haber respondido con alegría a mi invitación. Que Jesús les bendiga y la
Virgen santa les proteja. Y no se olviden de rezar por mí, porque lo necesito.
Gracias.
04.07.15
''Mil millones de turistas, mil millones de oportunidades''
Texto del
mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Turismo 2015
Ciudad del
Vaticano, 04 de julio de 2015 (ZENIT.org)
''Mil
millones de turistas, mil millones de oportunidades'' es el título del Mensaje
con motivo de la Jornada Mundial del Turismo 2015 (27 de septiembre) publicado
el martes por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes. El mensaje, fechado el 24 de junio, está firmado por el cardenal
Antonio Maria Vegliò y por el obispo Joseph Kalathiparambil, respectivamente
presidente y secretario de ese dicasterio.
El
documento, como su título ya indica, se centra en las oportunidades y desafíos
que el incremento masivo del turismo representa para la sociedad contemporánea
y recuerda que el concepto de turista está siendo sustituido cada vez más por
el de viajero, es decir, la persona que no se limita a visitar un lugar, sino
que, de alguna manera, se convierte en parte integrante del mismo. A la luz de
la encíclica del Papa Francisco Laudato sí', el Mensaje señala que el sector
turístico, aprovechando las riquezas naturales y culturales, puede promover su
conservación o, paradójicamente, su destrucción y por último invita a hacer del
viaje ''una experiencia existencial''.
A
continuación el texto íntegro:
''Fue en el
2012 cuando se superó la barrera simbólica de mil millones de llegadas
turísticas internacionales. Y los números siguen creciendo, tanto que las
previsiones estiman que en el 2030 se alcanzará el nuevo objetivo de dos mil
millones. A estos datos se deben sumar las cifras aún más elevadas referidas al
turismo local.
Para la
Jornada Mundial del Turismo queremos centrarnos en las oportunidades y los
desafíos planteados por estas estadísticas, y por ello hacemos nuestro el tema
que propone la Organización Mundial del Turismo: ''Mil millones de turistas,
mil millones de oportunidades''.
Dicho
crecimiento plantea un desafío a todos los sectores implicados en este fenómeno
global: turistas, empresas, gobiernos y comunidades locales. Y, ciertamente,
también a la Iglesia. Los mil millones de turistas deben ser necesariamente
considerados sobre todo como mil millones de oportunidades.
El presente
mensaje se hace público a los pocos días de la presentación de la encíclica
Laudato si’ del papa Francisco, dedicada al cuidado de la casa común. Es un
texto que debemos tomar en gran consideración, ya que ofrece importantes
directrices a seguir en nuestra atención al mundo del turismo.
Estamos en
una fase de transformaciones, en la que cambia el modo de desplazarse y, en
consecuencia, también la experiencia del viaje. Quien se traslada a un país
distinto del suyo, lo hace con el deseo, consciente o inconsciente, de
despertar la parte más recóndita de sí a través del encuentro, el compartir y
el intercambio. El turista busca cada vez más un contacto directo con lo
diverso en su singularidad.
Se ha debilitado el concepto clásico
de ''turista'' al tiempo que se ha fortalecido el de ''viajero'', es decir,
aquél que no se limita a visitar un lugar, sino que, de alguna manera, se
convierte en parte integrante del mismo. Ha nacido el ''ciudadano del mundo''.
Ya no ver sino pertenecer, no curiosear sino vivir, ya no analizar sino unirse.
No sin respeto por lo que y a quien se encuentra.
En la última
encíclica, el papa Francisco nos invita a acercarnos a la naturaleza con
''apertura al estupor y a la maravilla'', hablando ''el lenguaje de la
fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo'' . Ese es el
acercamiento correcto que hay que adoptar ante los lugares y los pueblos
visitados. Este es el camino para aprovechar las mil millones de oportunidades
y hacerlas fructificar aún más.
Las empresas
del sector son las primeras que deben implicarse en la realización del bien
común. La responsabilidad de las compañías es grande, también en el ámbito
turístico, y para poder aprovechar las mil millones de oportunidades es
necesario que sean conscientes de ello. Objetivo final no debe ser tanto el
lucro cuanto la oferta al viajero de caminos transitables que le lleven a esa
experiencia que está buscando. Y las empresas deben hacer esto desde el respeto
a las personas y al ambiente. Es importante no perder la conciencia de los
rostros. Los turistas no pueden reducirse a una simple estadística o a una
fuente de ingresos. Es necesario poner en práctica formas de negocio turístico
estudiadas con y para las personas, invirtiendo en los individuos y en la
sostenibilidad a fin de también ofrecer oportunidades laborales desde el
respeto a la casa común.
Al mismo tiempo, los gobiernos deben
garantizar el cumplimiento de las leyes y crear otras nuevas adecuadas para la
protección de la dignidad de la persona, de la comunidad y del territorio. Es
esencial una actitud decidida. Incluso en el ámbito turístico, las autoridades
civiles de los distintos países deben pensar en estrategias compartidas para
crear redes socioeconómicas globalizadas en favor de las comunidades locales y
de los viajeros, para así poder aprovechar positivamente las mil millones de
oportunidades que ofrece la interacción.
En este
contexto, también las comunidades locales están llamados a abrir sus confines a
la acogida de quien llega de otros lugares movido por una sed de conocimiento.
Una oportunidad única para el enriquecimiento recíproco y el crecimiento común.
Ofrecer hospitalidad permite hacer fructificar las potencialidades ambientales,
sociales y culturales, crear nuevos puestos de trabajo, desarrollar la propia
identidad y valorizar el territorio. Mil millones de oportunidades para el
progreso, especialmente para los países en vías de desarrollo. Incrementar el
turismo y, en particular, en sus formas más responsables permite encaminarse
hacia el futuro firmes en la propia especificidad, historia y cultura. Generar
ingresos y promover el patrimonio específico permite despertar esa sensación de
orgullo y autoestima útiles para reforzar la dignidad de las comunidades de
acogida, que deben estar siempre atentas a no traicionar el territorio, las
tradiciones y la identidad en favor de los turistas.Es en las comunidades
locales que ''se puede generar una mayor responsabilidad, un fuerte sentido
comunitario, una especial capacidad de cuidado y una creatividad más generosa,
un entrañable amor a la propia tierra, así como se piensa en lo que se deja a
los hijos y a los nietos''.
Mil millones
de turistas, si son adecuadamente acogidos, pueden convertirse en una
importante fuente de bienestar y de desarrollo sostenible para todo el planeta.
La globalización del turismo también conduce al nacimiento de un sentido cívico
individual y colectivo. Cada viajero, adoptando un criterio más adecuado para
recorrer el mundo, se convierte en parte activa en la protección de la Tierra.
El esfuerzo de cada individuo multiplicado por mil millones se convierte en una
gran revolución.
En el viaje
también se esconde un deseo de autenticidad que se expresa en la inmediatez de
las relaciones, en el dejarse involucrar por las comunidades visitadas. Nace la
necesidad de alejarse del mundo virtual, capaz de crear distancias y
conocimientos impersonales, y de redescubrir la autenticidad del encuentro con
el otro. Y la economía del compartir puede tejer una red a través de la cual se
acrecientan una humanidad y una fraternidad capaces de generar un intercambio
equitativo de bienes y servicios.
El turismo
representa mil millones de oportunidades también para la misión evangelizadora
de la Iglesia. ''Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón''. Es importante, en primer lugar, que acompañe a los católicos con
propuestas litúrgicas y formativas. Debe también iluminar a quien, en la
experiencia del viaje, abre su corazón y se interroga, realizando así un
verdadero primer anuncio del Evangelio. Es indispensable que la Iglesia salga y
se haga cercana a los viajeros para ofrecer una respuesta adecuada e
personalizada a su búsqueda interior; abriendo el corazón al otro, la Iglesia
hace posible un encuentro más auténtico con Dios. Con este fin se debería
profundizar en la acogida por parte de las comunidades parroquiales y en la
formación religiosa de personal turístico.
Tarea de la
Iglesia es también educar a vivir el tiempo libre. El Santo Padre nos recuerda
que ''la espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la
fiesta. El ser humano tiende a reducir el descanso contemplativo al ámbito de
lo infecundo o innecesario, olvidando que así se quita a la obra que se realiza
lo más importante: su sentido. Estamos llamados a incluir en nuestro obrar una
dimensión receptiva y gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer'' .
No deberemos olvidar la convocatoria
realizada por el papa Francisco a celebrar el Año Santo de la Misericordia.
Debemos preguntarnos sobre cómo la pastoral del turismo y de las
peregrinaciones puede ser un ámbito para ''experimentar el amor de Dios que
consuela, que perdona y ofrece esperanza''. Signo peculiar de este tiempo
jubilar será sin duda la peregrinación.
Fiel a su
misión, y partiendo de la convicción que ''evangelizamos también cuando
tratamos de afrontar los diversos desafíos que puedan presentarse'',4 la
Iglesia colabora para hacer del turismo un medio para el desarrollo de los
pueblos, especialmente de los más desfavorecidos, promoviendo proyectos simples
pero eficaces. La Iglesia y las instituciones deben, sin embargo, estar siempre
atentas para evitar que mil millones de oportunidades se transformen mil
millones de riesgos, colaborando en la protección de la dignidad de la persona,
de los derechos laborales, de la identidad cultural, del respeto del ambiente,
etc.
Mil millones
de oportunidades también para el ambiente. ''Todo el universo material es un
lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo,
el agua, las montañas, todo es caricia de Dios'' . Entre el turismo y el medio
ambiente existe una estrecha interdependencia. El sector turístico,
aprovechando las riquezas naturales y culturales, puede promover su
conservación o, paradójicamente, su destrucción. En esta relación, la encíclica
Laudato si’ aparece como una buena compañera de viaje.
Muchas veces fingimos no ver el
problema. ''Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros
estilos de vida, de producción y de consumo''. Actuando no como dueño sino como
''administrador responsable'', cada uno tiene sus propias obligaciones que se
deben concretar en acciones precisas, que van desde una legislación específica
y coordinada a simples gestos cotidianos, pasando por programas educativos
apropiados y proyectos turísticos sostenibles y respetuosos. Todo tiene su
importancia.6 Pero es necesario, y sin duda más importante, un cambio en los
estilos de vida y en las actitudes. ''La espiritualidad cristiana propone un
crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco''.
El sector
turístico también puede ser una oportunidad, es más, mil millones de
oportunidades para construir caminos de paz. El encuentro, el intercambio y el
compartir favorecen la armonía y la concordia.
Mil millones
de ocasiones para transformar el viaje en una experiencia existencial. Mil
millones de posibilidades para ser artífices de un mundo mejor, conscientes de
la riqueza que se encuentra en la maleta de cada viajero. Mil millones de
turistas, mil millones de oportunidades para convertirse en ''los instrumentos
del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y
responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud''.
05.07.15
Texto
completo del papa Francisco a su llegada a Ecuador
En el
aeropuerto Mariscal Sucre, al inicio de su viaje a América Latina
Roma, 05 de
julio de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco en el aeropuerto Mariscal Sucre de
Quito, dio este domingo por la tarde, su primer discurso del viaje
apostólico a América Latina. A continuación el texto completo.
"Distinguidas autoridades del gobierno, hermanos
del episcopado, señoras y señores, amigos todos
Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a
América Latina y estar hoy aquí con ustedes, en esta hermosa tierra del
Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver la calurosa bienvenida que me
brindan: es una muestra más del carácter acogedor que tan bien define a las
gentes de esta noble Nación.
Le agradezco, Señor Presidente, sus amables palabras
que me ha dirigido su consonancia con mi pensamiento, me ha citado demasiadas
veces, gracias. A las que correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de
su misión para que pueda obtener el bien de su pueblo.
Saludo cordialmente a las distinguidas autoridades del
Gobierno, a mis hermanos obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a
todos aquellos que me abren hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su
Patria. A todos ustedes mi afecto y sincero reconocimiento.
Visité Ecuador en
distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo como testigo
de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante
siglos ha modelado la identidad de este pueblo y dado tan buenos frutos, entre
los que destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo
hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús
Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa
san Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y
practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar
la sociedad ecuatoriana de su tiempo.
En el presente,
también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan
afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el
diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y
desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor
para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y
en las minorías más vulnerables, que son la deuda que toda América Latina
tiene.
Para esto, Señor
Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la
Iglesia. Para que el pueblo Ecuatoriano que se ha puesto de pié con dignidad.
Amigos todos,
comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador
está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por
eso llamado por eso al lugar “más cercano al sol”, a la luna y las
estrellas.
Nosotros, los
cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la iglesia,
la luna no tiene luz propia, y si la luna es escondida por el sol se vuelve
oscura y el sol es Jesucristo. Y si la Iglesia se aleja de Jesucristo se vuelve
oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la
cercanía del sol que nace de lo alto, y que seamos reflejo de su luz, de su
amor.
Desde aquí quiero
abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas
del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca
pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes,
la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y
ancianos, que son la memoria de vuestro pueblo. De confiar en la juventud y de
maravillarse por la nobleza de su gente y la belleza singular de su País, que
según el presidente es el paraíso.
Que el Sagrado
Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido
Consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias".
06.07.15
Texto
completo de la homilía del Santo Padre en el Parque Los Samanes
En la celebración eucarística en Guayaquil, Francisco
recuerda el papel fundamental de María en las bodas de Caná e indica que la
familia constituye la gran riqueza social
Ciudad del
Vaticano, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el
primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan.
La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» y la
referencia a «la hora» se comprenderá, en los relatos de la Pasión.
Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el
afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su
madre: «No tienen vino».
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con
cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que
nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, fecundos y alegres. Demos
un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista. Hagamos con ella
ahora el itinerario de Caná.
María está atenta en esas bodas ya comenzadas, es
solícita a las necesidades de los novios.
No se ensimisma,
no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia» los otros. Tampoco
busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala
preparación de la boda. Y como está atenta con su discreción se da cuenta de la
falta de vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de
nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no
lo hay. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue,
cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados
fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor
cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la
carencia de vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, enfermedades,
situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan.
María no es una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para
solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María
simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita. Es lindo escuchar esto,
María es madre. ¿Se animan a decirlo todos juntos conmigo? María es madre. Otra
vez. María es madre. Otra vez. María es madre.
Pero María en ese
momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto
significa que María reza, va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le
presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece
desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn
2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su
premura por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. María es
parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz. Ella que supo «transformar una
cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de
ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le
atravesaba el corazón, nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios;
rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones son también
preocupaciones de Dios.
Rezar siempre nos
saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele,
nos agita o nos falta a nosotros mismos y ponernos en la piel de los otros, en
sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda
que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: vive bajo el mismo
techo, comparte la vida y está necesitado.
Y finalmente María
actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían,
son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que
vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero
amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende
especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor los unos de
los otros. En el seno de la familia, nadie es descartado; todos valen lo mismo.
Me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron a cuál de sus cinco hijos,
nosotros somos cinco hermanos, a cual de sus cinco hijos quería más. Ella dijo,
como los dedos, si me pinchan este me duele lo mismo que si me pinchan este.
Una madre quiere a sus hijos como son. Y en una familia los hermanos se quieren
como son. Nadie es descartado. Allí en la familia «se aprende a pedir permiso
sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de
las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a allí se
aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos,
porque en todas las familias hay peleas. El problema es después pedir perdón.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la
vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213). La
familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí para
que se cure. La primera escuela de los niños, el grupo de referencia
imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos. La familia
constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden
sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo
sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos. En efecto,
estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, no son una forma de
limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar,
que es la base y que tanto aporta al bien común de todos.
La familia también
forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la
vida, encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia la fe se
mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más
cercano el amor de Dios.
Y en la familia,
de esto somos todos testigos, los milagros se hacen con lo que hay, con lo
que somos, con lo que uno tiene a mano... muchas veces no es el ideal, no es lo
que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer
pensar, el vino nuevo, ese vino tan bueno que dice el mayordomo en las bodas de
Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos
habían dejado su pecado, nace de los peorcito, «donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). En la familia de cada uno de nosotros y en la
familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes
de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo
Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento
espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades
e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a
intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos
parezca impuro, como el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios
–haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro. La familia
hoy necesita de este milagro.
Y toda esta
historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer
–la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y
actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final:
gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los
vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está
por venir. Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde
nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están
presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en esperanza, por
venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que
arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está
por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el
mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Murmúrenlo
hasta creérselo: el mejor vino está por venir, murmúrenselo cada uno en su
corazón. Y susúrrenselo a los desesperados o desamorados. Tened paciencia,
tened esperanza. Haced como María, rezar, actuar, abrir el corazón porque el
mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca a las periferias de los
que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús
siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por
una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.
Como María nos
invita, hagamos «lo que él nos diga» y agradezcamos que en este nuestro tiempo
y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser
familia., el gozo de vivir en familia.
07.07.15
Texto completo de la homilía del Santo Padre en el Parque del Bicentenario
El
Papa recuerda que la unión que pide Jesús no es uniformidad sino
multiforme armonía. Y afirma que la propuesta de Jesús no es un arreglo
hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones
Ciudad del
Vaticano, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Homilía del
Santo Padre en la celebración eucarística, dedicada al tema de la
evangelización de los pueblos, en el Parque del Bicentenario de Quito.
La palabra
de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.
Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena
como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque del Bicentenario».
Imaginémoslo juntos. El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de
Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de
libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, «sometidos a conveniencias
circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium, 213).
Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el
hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con
términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que
«llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento» (Evangelii gaudium 1), de la
conciencia aislada. Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa
con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción que su presencia
nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete
deseable» (Evangelii gaudium 14).
«Padre, que
sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A
Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has
enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el
Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que
ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde
la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en
un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que
la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los
grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo»
que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), de la
herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre
también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo
desafiante, con sus egoísmos, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es
hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos
sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la
tarea de la unidad.
A aquel grito de
libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni
fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de
lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de
comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero
no por eso antagónicas.
Y la
evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades,
ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos.
«Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas
formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en
nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir
puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii
gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de
evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que
comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta
experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii
gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a
todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el
diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al
compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo
artesanal, la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es
impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en
guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o
seguridad económica. Y esto a costa de los más pobres, de los más excluidos,
de los más indefensos, de los que no pierdan su dignidad pese a que se la
golpean todos los días. Esta
unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización
no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la
evangelización, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en
acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia,
acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se
sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los
indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su
pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113). Porque
nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.
Este llamamiento
del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo describe en el texto de la
Apocalipsis. Estoy a la puerta y llamo, si quieres abrir, no fuerza, no hacer
saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera.
Ese es nuestro Dios.
La misión
de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como
Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones
de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se
ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 22).
Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no
se trata ya de una acción sólo hacia afuera... nos misionamos también hacia
adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como una madre que sale al
encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida
370).
Este sueño de
Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo,
para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19).
La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no
se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; Jesús
nos consagra para suscitar un encuentro personal con Él, que alimenta el
encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora (Cf.
Evangelii gaudium 78).
La intimidad de Dios,
para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de
comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no
es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii
gaudium 117). La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que
alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel Jueves Santo, nos aleja
de la tentación de propuestas unicistas, más cercanas a dictaduras,
ideologías o sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es concreta, no
es una idea. Andad y haced lo mismo, le dice aquel que le preguntó quién es el
prójimo, después de haber contado la parábola del buen samaritano. Andad y
haced lo mismo. Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra
medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y
excluimos a los demás. Esta religiosidad de élite. Jesús reza para que
formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos
nosotros somos hermanos. Nadie es excluido. Y esto no se fundamenta en tener
los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos
porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa
suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió
en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga
4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús
(cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos
«coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa
es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar
parte del «nosotros» divino.
Nuestro grito, en
este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo:
«¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y
apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar
fascinación, el mismo fuego que atrae. Hermanos tengan los sentimientos de
Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!
Que lindo sería
que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mútuamente nos
damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la
relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose uno mismo.
En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar
actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y
así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más
difícil, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde él sabía cómo se tejían las
traiciones y las intrigas pero siguió y se dio, se dio a nosotros mismos con su
proyecto de salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo
con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él,
dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar,
ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése
es nuestro más profundo y constante grito.
08.07.15
Texto
completo del Santo Padre en El Quinche
10.30
Discurso improvisado de Francisco en su encuentro con el
clero, religiosos, religiosas y seminaristas en el Santuario nacional
mariano “El Quinche”
Ciudad del
Vaticano, 08 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Buenos días hermanos y hermanas:
En estos días, 48 horas que estuve en contacto con
ustedes, noté que había algo raro, perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano.
Todos los lugares donde voy, siempre el recibimiento es alegre, contento,
cordial, religioso, piadoso. Había en la piedad, en el modo, por ejemplo en
pedir la bendición desde el más viejo hasta la guagua. Lo primero que aprende
es hacer así.
Había algo distinto. Yo también tuve la tentación como
el obispo de Sucumbíos y pregunar ¿cuál es la receta de este pueblo? Y,
daba vueltas en la cabeza y rezaba. Le pregunté a Jesús varias veces en la
oración. ¿Qué tiene este pueblo de distinto? Y esta mañana orando se me impuso,
aquella consagración al Sagrado Corazón. Pienso que se lo debo decir como un
mensaje de Jesús. Toda esta riqueza que tienen ustedes, la riqueza espiritual
de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía, aunque fueran
momentos muy difíciles, de consagrar la nación al corazón de Cristo, ese
corazón divino y humano que nos quiere tanto. Y yo lo noto un poco con eso,
divino y humano seguro que son pecadores, yo también, pero el Señor perdona
todo. Y custodien eso y después, pocos años después la consagración al corazón
de María. No olviden esa consagración es un hito en la historia del pueblo de
Ecuador. Y de esa consagración siento como que le viene esa gracia que tienen
ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos.
Hoy tengo que
hablarle a los sacerdotes, a los seminaristas, religiosos, religiosas y
decidles algo.
Tengo un discurso
preparado. Pero no tengo ganas de leer. Así que se lo doy al presidente de la
Conferencia de religiosos para que lo haga público después.
Y pensaba en la
Virgen, pensaba en María, dos palabras de María. Ya me está fallando la
memoria, pero no sé si dijo alguna otra. Hágase en mí. Bueno sí, pidió
explicaciones de por qué la elegían a ella al ángel, ahí. Hágase en mí. Y otra
palabra, hagan lo que Él les diga.
María, no
protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera disculpa de su hijo. Y
tenía conciencia de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de
Dios. Conciencia de gratuidad. Por eso, hágase, hagan, que se manifieste la
gratuidad de Dios. Religiosas, religiosos, sacerdotes, seminaristas, todos los
días. Vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los
eligió. Ustedes no pagaron entrada para entrar al seminario, para entrar a la
vida religiosa. No se lo merecieron. Si algún, religioso, sacerdote,
seminarista o monja que hay aquí cree que se lo mereció que levante la mano.
Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso, de una religiosa, de un
sacerdote, de un seminarista que va por ese camino y ya que estamos digamos, y
de los obispos, tiene que ir por el camino de la gratuidad, volver todos los
días Señor, hoy hice esto, me salió bien esto, tuve esta dificultad, ‘todo esto
pero todo viene de vos’. Todo es gratis. Esa gratuidad, somos objeto de
gratuidad de Dios. Si olvidamos esto lentamente nos vamos haciendo importantes.
Mira vos a este, que obras que está haciendo. O mira vos a este lo hicieron
obispo de tal lugar, qué importante. O a este lo hicieron monseñor. O a este...
Y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la base de lo que María
nunca se apartó. La gratuidad de Dios. Un consejo de hermano: todos los días, a
la noche quizá es lo mejor, antes de irse a dormir, una mirada a Jesús y
decirle, ‘todo me lo diste gratis’. Y volverse a situar. Entonces cuando me
cambian de destino y cuando hay una dificultad, no pataleo porque todo es
gratis. No merezco nada, eso hizo María.
San Juan Pablo II
en la Redemptoris Mater, les recomiendo que la lean, sí agárrenla,
léanla, es verdad, el Papa san Juan Pablo II tenía un estilo de pensamiento
circular, profesor y era un hombre de Dios. Así que hay que leerla varias veces
para sacarle todo el jugo que tiene. Y dice, que quizá María, no recuerdo bien
la frase, quiero citar el hecho. En el momento de la Cruz de su fidelidad,
hubiera tenido ganas de decir ‘¿y este me dijeron que iba a ser Rey? Me
engañaron’ Ni se permitió, porque era la mujer que sabía que todo
lo había recibido gratuitamente. Consejo de hermano y de padre, todas las
noches resitúense en la gratuidad. Y digan hágase, gracias porque todo me lo
diste vos.
Una segunda cosa
que les quisiera decir es que cuiden la salud pero sobre todo cuiden de no caer
en una enfermedad. Una enfermedad que es medio peligrosa, o del todo peligrosa
para los que el Señor nos llamó gratuitamente para seguirlo o a servirlo.
No caigan en el
alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo, la memoria de dónde me
sacaron. La escena esa del profeta Samuel cuando es enviado a ungir al rey de
Israel. Va a Belén a la casa de un señor que se llama Jesé, que tiene siete u
ocho hijos. Y Dios le dice que entre esos hijos va a estar el rey. Claro los ve
y dice ‘debe ser este’, es mayor, alto, grande, apuesto, parecía valiente. Dios
le dice: ‘no, no es ese’. La mirada de Dios es a la de los hombres. Y así les
hace pasar a todos los hijos y Dios le dice ‘no, no es’. Y no sabe qué
hacer el profeta. Y le pregunta al padre, ¿no tienes otro? Y le dice, sí
está el más chico ahí cuidando las cabras, con las ovejas. ‘Mándalo llamar’. Y
viene un mocosito, tendría 17 o 18 años. Y Dios le dice ‘ese es’. Le sacaron de
atrás del rebaño.
Y otro profeta
cuando Dios le dice que haga ciertas cosas al profeta, ‘quién soy si a mí me
sacaron de atrás del rebaño’. No se olviden de donde les sacaron, no renieguen
las raíces.
San Pablo se ve
que intuía este peligro de perder la memoria, y a su hijo más querido, el
obispo Timoteo a quien él ordenó, les da consejos pastorales pero hay uno que
toca el corazón. No te olvides de la fe que tenía su abuela y tu madre, es
decir, no te olvides de dónde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te
sientas promovido.
La gratuidad es
una gracia que no puede convivir con la promoción. Y cuando un sacerdote, un
seminarista, un religioso, una religiosa, entra en carrera, no digo mal,
carrera humana, empieza a enfermarse de alzheimer espiritual. Y empieza a
perder la memoria de dónde me sacaron. Dos principios para ustedes sacerdotes,
consagrados y consagradas. Todos los días renueven el sentimiento de que todo
es gratis. El sentimiento de gratuidad en la elección de cada uno.
Ninguno la
merecimos. Y pidan la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más
importante. Es muy triste cuando uno ve a un sacerdote o a un consagrado o una
consagrada que en su casa hablaba el dialecto, o hablaba otra lengua, una de
esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos de Ecuador, cuántas tienen.
Y es muy triste cuando se olvidan de la lengua. Es muy triste cuando no la
quieren hablar, eso significa que se olvidaron de dónde lo sacaron. No se
olviden de eso. Pidan esa gracia
Eso son los dos
principios que quisiera marcar. Y esos dos principios si los viven todos los
días, es una trabajo de todos los días, todas las noches recordar esos dos
principios y pedir la gracia, esos dos principios si lo viven, lo van a hacer
vivir con dos actitudes.
Primero el
servicio. Dios me eligió, me sacó, ¿para qué? Para servir y el servicio que me
es pecualiar a mí, no perdemos el tiempo, que tengo mis cosas, que tengo esto,
que no, que ya cierro el despacho. Sí, tendría que ir a bendecir las casas pero
estoy cansado. Hoy pasan una telenovela linda por televisión, para las
monjitas.
Y entonces
servicio, servir, servir y no hacer otra cosa. Y servir cuando estamos
cansados. Y servir cuando la gente nos harta.
Me decía un viejo
cura, que fue toda la vida profesor, en colegios y universidades, enseñaba
literatura. Un genio. Cuando se jubiló le pidió al provincial que le mandara a
un barrio pobre, un barrio de esos que se forman con gente de fuera, que
emigran buscando trabajo, gente muy sencilla. Y este religioso estaba una
vez por semana iba a su comunidad y hablaba, era muy inteligente. En la
comunidad, era una comunidad de facultad de teología. Hablaba con los otros
curas de teología al mismo nivel, y un día le dice a uno: ‘ustedes que son,
¿quién da Tratado de Iglesia aquí? Y un profesor. Te faltan dos tesis ¿cuál? El
santo pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, hace lo que quiere, y
ontológicamente hartante. Y eso tiene mucha sabiduría, porque quien va por el
camino del servir tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia porque está
al servicio. Ningún momento le pertenece. Estoy para servir, servir en lo que
debo hacer, servir delante del Sagrario pidiendo por el pueblo, pidiendo por mi
trabajo. Servicio, mezclado con lo de gratuidad y entonces aquello de Jesús, lo
que recibiste gratis, dalo gratis.
Por favor, por favor, no cobren la gracia.
Por favor.
Que nuestra
pastoral sea gratuita. Y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de
gratuidad, se transforma, sí hace cosas buenas pero ha perdido eso.
Y la segunda
actitud que se ve en un consagrado, una consagrada, un sacerdote que vive esta
gratuidad y esta memoria, estos dos principios, gratuidad y memoria, es el gozo
y la alegría.
Y es un regalo de
Jesús ese. Es un regalo que nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de
esas dos columnas de nuestras vida sacerdotal o religiosa, que son el sentido
de gratuidad, renovado todos los días y no perder la memoria de donde nos
sacaron.
Yo les deseo esto.
‘Sí, padre usted nos habló que quizá de la receta de nuestro pueblo era, somos
así por el sagrado corazón’. Sí es verdad eso. Yo les propongo otra receta que
está en la misma línea de gratuidad de Jesús. Sentido de la gratuidad. Él se
hizo nada, se abajó. Se humilló. Se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza. Pura gratuidad sentido de la memoria. Y hacemos memoria de las
maravillas que hizo el Señor en nuestra vida.
Que el Señor les
conceda esta gracia a todos. Nos las conceda a todos los que estamos aquí y que
siga, iba a decir permeando, bendiciendo a este pueblo ecuatoriano, a quien
ustedes tienen que servir, y son llamados a servir, os siga bendiciendo con esa
peculiaridad que yo noté desde el principio al llegar acá.
Que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.09.07.15
Texto completo de la homilía
de Francisco en Santa Cruz
10.00. Santa
Cruz. El Santo Padre celebra la misa de apertura del V Congreso Eucarístico
nacional en la plaza del Cristo Redentor de Santa Cruz
Ciudad del
Vaticano, 09 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Hemos venido desde distintos lugares, regiones,
poblados, para celebrar la presencia viva de Dios entre nosotros. Salimos hace
horas de nuestras casas y comunidades para poder estar juntos, como Pueblo
Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos traen el recuerdo de todas
las comunidades que han nacido en el nombre de Jesús en estas tierras, de las
cuales nosotros somos sus herederos.
En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos
describía una situación bastante similar a la que estamos viviendo ahora. Al
igual que esas cuatro mil personas, estamos nosotros queriendo escuchar la
Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros hoy junto al Maestro,
Pan de vida.
En estos días, pude ver a muchas madres cargando a sus
hijos en las espaldas. Como lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando sobre sí
la vida, el futuro de su gente. Llevando sus motivos de alegría, sus
esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los frutos. Llevando el
trabajo realizado por sus manos. Manos que han labrado el presente y tejerán
las ilusiones del mañana. Pero también cargando sobre sus hombros,
desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y
las cicatrices de una justicia no realizada. Cargando sobre sí, el gozo y el
dolor de una tierra. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Porque
los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de generación en generación,
los pueblos tienen una memoria en camino.
Y no son pocas las veces que experimentamos el
cansancio de este camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para
mantener viva la esperanza.
Cuántas veces
vivimos situaciones que pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la
esperanza y se van perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos una
tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo
amado, de pueblo elegido. Y esa pérdida nos disgrega, hace que nos cerremos a
los demás, especialmente a los más pobres.
A nosotros nos
puede suceder lo que a los discípulos de ayer, cuando vieron la cantidad de
gente que estaba ahí. Le piden a Jesús que los despida, mándalos a la casa, ya
que es imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre
en el mundo podemos decir: «Perdón, No nos dan los números, no nos cierran las
cuentas». Es imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación
termina ganándonos el corazón.
En un corazón
desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en
el mundo, en todo el mundo, de nuestros días. Una lógica que busca
transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable. Una lógica
que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no
«producen», que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente «no nos
dan los números». Jesús una vez más vuelve a hablarnos y nos dice: No es
necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes de comer.
Es una invitación
que resuena con fuerza para nosotros hoy: «No es necesario excluir a nadie, que
nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer». Jesús nos lo sigue
diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La
mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre «corta el hilo»
por el más débil, por el más necesitado. Tomando «la posta» Él mismo nos da el
ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un
poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para
que los discípulos lo compartan con los demás. Ese es el camino del milagro.
Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones
logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, en una
lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.
Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida
de los suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en
esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la memoria y en el
corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo bueno que
pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla de
los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las
personas. La riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente,
se mide en los ancianos que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su
pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más
apariencia de no tener nada para aportar o compartir. Toma todo, como viene.
Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en
los cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata
como «cualquier cosa» ya que toda esa vida, es fruto del amor misericordioso.
Él lo reconoce. Va más allá de la simple apariencia, y en este gesto de
bendecir, de alabar, pide a su Padre el don del Espíritu Santo. El bendecir
tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por otro el poder transformar.
Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que puesto en las manos
de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita
nada, todo lo multiplica.
Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una
bendición, y no existe una bendición que no sea entrega. La bendición siempre
es misión, tiene un destino, compartir, el condividir de lo que se ha recibido,
ya que sólo en la entrega, en el com-partir es cuando las personas encontramos
la fuente de la alegría y la experiencia de la salvación. Una entrega que
quiere reconstruir la memoria de pueblo Santo, de pueblo invitado, a ser y a
llevar la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al
Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene
hambre. Podemos imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano
en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús, logra
generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio,
convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse,
increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una
memoria bendecida y una memoria entregada siempre sacia a un pueblo.
La Eucaristía es
«Pan partido para la vida del mundo», como dice el lema del V Congreso
eucarístico que hoy inauguramos y que tendrá lugar en Tarija. Es Sacramento de
comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el
seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, lo que somos, si es
tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder
de su amor, se convierte en pan de vida para los demás.
La Iglesia celebra
la eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor porque la
Iglesia es comunidad memoriosa. Por eso fiel al mandato del Señor, dice una y
otra vez: «Hagan esto en memoria mía» (Lc 22,19) Actualiza, hace real,
generación tras generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el
misterio del Pan de Vida. Nos lo hace presente y nos lo entrega. Jesús quiere
que participemos de su vida y a través nuestro se vaya multiplicando en nuestra
sociedad. No somos personas aisladas, separadas, sino el Pueblo de la memoria
actualizada y siempre entregada. Una vida memoriosa necesita de los demás, del
intercambio, del encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en
la lógica del tomar, bendecir y entregar; en la lógica del amor.
María, que al
igual que muchas de ustedes llevó sobre sí la memoria de su pueblo, la vida de
su Hijo, y experimentó en sí misma la grandeza de Dios, proclamando con júbilo
que Él «colma de bienes a los hambrientos» (Lc 1,53), sea hoy nuestro
ejemplo para confiar en la bondad del Señor, que hace obras grandes con poca
cosa, con la humildad de sus siervos.
10.07.15
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